⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Natasha continuó explicando:
—Los gólems de exploración reaccionan de manera sensible al maná, pero lleva bastante tiempo obtener esta reacción. Planeamos movernos y medir a intervalos de una hora.
—Entendido, ya veo.
El alcance de cobertura de los gólems de exploración era de aproximadamente 50 metros, por lo que avanzaban exactamente esa distancia cada vez.
Incluso trabajando sin descanso, solo podían explorar poco más de un kilómetro al día. Teniendo en cuenta que el cañón Zelkatos tenía una longitud de unos 40 kilómetros, la velocidad era desalentadoramente lenta.
—Y además, en el fondo del cañón viven muchas bestias mágicas. Habrá que combinar la exploración con las tareas de exterminio, lo que tomará aún más tiempo.
Ante este continuo informe pesimista, algunas personas no pudieron ocultar sus expresiones de disgusto.
—Jejeje, esto será imposible de lograr.
—¿Por qué estás tan feliz, Conde Sánchez?
—¡Ah! ¡No, no es eso, Alteza!
Natasha, que había estado observando en silencio, frunció el ceño al mirar hacia Hosen. Desde la primera impresión, le había parecido alguien que no haría más que estorbar.
Tras contener un suspiro, Natasha volvió a mirar a Eve. La princesa, que aún era solo una joven, parecía no notar la mala intención de Hosen, pues seguía concentrada en estudiar el mapa.
Natasha señaló un punto en el mapa con su dedo índice para indicar su ubicación actual: el extremo oriental del cañón.
—Es una lástima no saber la ubicación exacta de los depósitos, aparte de que están en el cañón Zelkatos. Si tenemos mala suerte, esto podría llevarnos más de un mes.
—Entendido. Procedamos con calma. Especialmente, no exageremos después de un día de exterminio de bestias mágicas.
Incluso ante la perspectiva de estar fuera del palacio por un mes, Eve respondió con serenidad. Natasha admiró esa tranquilidad.
¿Es capaz de abandonar toda la temporada social, una oportunidad clave para cimentar su base de poder político?
Aunque sentía cierta pena al justificar la explotación de los homúnculos, Natasha no esperaba mucho de la realeza, quienes solían ser así.
Nadie puede ser perfecto.
Sin embargo, en realidad, Eve conocía la ubicación exacta de los depósitos de cristales mágicos.
Según mis recuerdos, debería estar alrededor del primer cuarto del lado este. Nos llevará entre diez días y dos semanas. No es un mal periodo.
Eve enrolló el mapa y se lo devolvió a Natasha.
—Revisaré diariamente. Reporten cualquier anomalía, por pequeña que sea.
Eve se dio la vuelta hacia el carruaje cuando Hosen levantó las manos con urgencia.
—Yo… me quedaré aquí para supervisar el lugar, Alteza.
—Haz lo que quieras.
Eve concedió permiso fácilmente. Aunque Natasha no estaba del todo conforme, mantuvo la boca cerrada.
Michael se acercó a ella.
—Le escoltaré a la fortaleza del sur, Alteza.
—No.
Eve negó con la cabeza.
—Contacta a Lady Velcram. Dile que voy al sitio de excavación.
Al pensar en Kadelin, quien probablemente estaba siendo atormentada por Alben en ese momento, una sonrisa traviesa apareció en el rostro de Eve.
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El pueblo de Lapis, ubicado cerca de las minas a cielo abierto de Galamut y el cañón Zelkatos, tenía un nombre hermoso, pero en realidad era un lugar árido y estéril, creado al despejar terrenos baldíos.
Los alrededores del pueblo, las minas a cielo abierto y el cañón estaban completamente devastados. Esto se debía a que la región había sido el escenario de la batalla final contra Galamut, el dragón demoníaco.
El terreno, contaminado por el aliento del dragón y varios hechizos destructivos, aún necesitaba tiempo para recuperarse.
El pueblo no tenía instalaciones significativas más allá de un pozo central. Las casas estaban apretadas y desordenadas, lo que hacía que las calles fueran estrechas y sinuosas.
Mientras caminaba por el pueblo, Alben hacía anotaciones diligentemente con una pluma.
—Hmm, las casas están construidas con paredes sin cimientos, cubiertas con paja y techos de juncos trenzados. Este estilo arquitectónico recuerda a granjas de hace unos 200 años.
—Eso no es arquitectura, es pobreza pura.
Kadelin, quien guiaba a Alben por el pueblo, respondió con mordacidad. No podía soportar cómo embellecía las condiciones precarias.
—Bueno, tienes razón.
Alben, demasiado ocupado escribiendo su informe, ignoró en gran medida el comentario de Kadelin.
Sin darse cuenta, ambos llegaron a un espacio abierto que apenas podía calificarse como una plaza. En el centro había un pozo de piedra rectangular bastante grande.
Alben examinó el lugar y comenzó a escribir de nuevo.
—Parece ser el pozo que suministra agua potable. ¿Toda esta gente depende de un solo pozo?
—Sí. Hay otra fuente de agua, pero está bastante lejos, y hace unos años, una bestia mágica poderosa se estableció allí, por lo que no podemos acercarnos. Si esa bestia desapareciera, sería un gran alivio.
—Hmm, ya veo. Los homúnculos aquí no son de combate, sino trabajadores, así que sería difícil exterminar a esa bestia. En resumen, este pozo es la única fuente de agua, ¿correcto? Por lo que parece, incluso proveer agua potable es un desafío.
—Así es. Por eso, cuando llueve, recolectamos agua de lluvia, y durante sequías severas, extraemos savia de los árboles. Siempre hay personas sedientas en el pueblo. Para quienes realizan trabajos agotadores, el agua es crucial…
—Sí, sí. Entendido.
Alben respondió con indiferencia mientras seguía escribiendo. Kadelin lo miró con exasperación.
¿Es que no tienes compasión, maldito burócrata insensible?
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Mientras exploraban el pueblo, el tiempo pasó rápidamente. Las sombras de Alben y Kadelin se alargaron considerablemente.
Deng… Deng…
El sonido de una campana anunció el final de la jornada laboral.
—Ahora los homúnculos regresarán al pueblo. También se llevará a cabo la distribución de la cena.
—Tendré que observar eso también.
Kadelin y Alben se dirigieron a la entrada del pueblo, donde pudieron ver una larga fila de homúnculos regresando.
Alben notó algo peculiar.
—Todos tienen el cabello blanco, ¿verdad?
Los homúnculos encargados de trabajos forzados en la mina de cristales mágicos no podían quitarse el supresor de circuitos de maná. Esto se debía a que usar magia dentro de la mina podría causar un accidente de grandes proporciones, como arrojar una chispa a un barril de petróleo.
Era bien sabido que reprimir una gran cantidad de maná durante largos períodos con un supresor podía hacer que el color del cabello de los homúnculos se alterara. Los homúnculos de la mina, que nunca habían retirado el supresor desde que nacieron, habían perdido completamente la pigmentación en su cabello, dejando sus cabezas completamente blancas.
—Con un cabello blanco como el de un anciano, no podrían ni intentar huir. Los atraparían enseguida —comentó Alben con interés.
Kadelin, observando la indiferencia de Alben, no pudo ocultar su ira.
—¿Por qué no mira sus expresiones en lugar de fijarse en el color del cabello? ¿No ve lo agotados que están por el trabajo forzado?
—Oh, ¿esa expresión no es neutralidad sino cansancio? Como los homúnculos no suelen mostrar emociones, simplemente lo asumí —respondió Alben, aparentemente sin remordimientos.
—Bah, mejor no digo nada más —dijo Kadelin con una mezcla de desprecio y frustración.
Se dirigió al área donde se realizaba la distribución de alimentos y se unió al proceso de repartir la papilla hervida de un gran caldero con un cucharón.
—Gracias, señorita Kadelin… —dijeron los homúnculos, agradeciendo cada uno mientras recibían su ración.
Contrario al prejuicio común, la relación entre los supervisores y los trabajadores no parecía del todo mala.
Mientras Kadelin estaba absorta en repartir la comida, Alben se acercó, observando con curiosidad el contenido del caldero.
—Es papilla de centeno —dijo, examinando el plato.
—Sí. Cada semana, el palacio real nos envía suministros de centeno y avena. Como vienen sin procesar, solo podemos hacer papilla con ellos. Aquí no tenemos trilladoras, ni hornos, ni nadie que sepa hornear pan.
—Hmm, el sabor no está mal. Oh, algo cruje… ¿es un frijol?
—Sí. Los frijoles no vienen del palacio. La Baronesa Pannello los envía una vez al mes, preocupada por la nutrición de los homúnculos.
Para quienes no podían consumir carne, los frijoles eran una fuente vital de proteínas. Kadelin, agradecida por su amiga, sintió un leve nudo en la garganta. Fue entonces cuando Alben notó algo.
—¿Y eso? ¿Por qué llevan el caldero completo a ese edificio? Parece que hay mucha gente allí. ¿También reciben comida quienes no trabajan?
Demasiado observador, pensó Kadelin, respondiendo con seriedad.
—Ese edificio es para los pacientes que necesitan recuperación. Necesitan comer bien y descansar para volver a trabajar.
—Entendido —respondió Alben mientras sacaba su pluma nuevamente para anotar algo, y además murmuraba.
—Distribución de papilla de centeno con frijoles incluso para homúnculos no trabajadores…
Kadelin sintió una punzada de ira y estuvo a punto de sacar el látigo de su cintura.
¿Y este hombre es supuestamente un fiel servidor de la princesa? ¡Cómo desearía darle una paliza a ese fastidioso!
Alben, notando su mirada, dirigió su atención al látigo.
—Un látigo interesante. ¿Lo usa para azotar a los homúnculos?
—¡No, claro que no! Es solo un símbolo de autoridad para el supervisor general —respondió Kadelin, indignada.
—¿Un símbolo?
—Es como el manojo de llaves que sigue siendo el símbolo de las amas de llaves, aunque las cerraduras mágicas sean comunes ahora.
—Ah, entiendo. Una reliquia de otra época —respondió Alben, condescendiente.
Kadelin decidió explicarle para disipar sus malentendidos.
—Los homúnculos están condicionados para obedecer al linaje real. Trabajan diligentemente sin necesidad de látigos. No hay razón para usarlos.
—No los azota, ya veo. Entonces, ¿qué hace exactamente Lady Velcram como supervisor general? —preguntó Alben, curioso.
—Supervisa el trabajo y las condiciones de vida de los homúnculos, además de gestionar el almacenamiento y envío de los cristales mágicos extraídos. Si no se cumple la cuota de extracción del mes, debe justificar las razones y negociar ajustes razonables para la siguiente cuota mensual.
Alben dejó de escribir y miró a Kadelin.
—He escuchado que, desde que Lady Velcram asumió como supervisor general, las muertes entre los homúnculos han disminuido significativamente. Gracias a eso, hay más fuerza laboral disponible, y parece que esa fue la razón por la que no la destituyeron de su cargo, a pesar del descenso en las cifras de extracción de cristales mágicos.
—… ¿Está bien informado, no? —respondió Kadelin, desconcertada por el inesperado reconocimiento.
En ese momento, otro supervisor se acercó a Kadelin para informar.
—Supervisora general Kadelin, la séptima princesa se dirige hacia la mina de cristales mágicos.
—Entendido, voy para allá —respondió, entregando impulsivamente el cucharón a Alben.
—Termine de repartir la comida, burócrata.
Con la esperanza de que este frío funcionario pudiera desarrollar algo de compasión, Kadelin se marchó.
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El gigantesco dragón mágico Galamut murió tras caer en un enorme lago durante una batalla aérea. La mina de cristales mágicos surgió al rellenarse ese lago, y la extracción se realizaba excavando hacia el subsuelo.
Aunque actualmente la mina estaba casi agotada, su tamaño era impresionante: un pozo circular de un kilómetro de diámetro y más de 500 metros de profundidad.
Cuanto más profunda era la excavación, más estrecho se volvía el espacio, dando forma a un cono invertido. La mina, con su apariencia de espiral que descendía hacia el abismo, recordaba a un remolino que absorbía todo hacia un infierno sin fin.
Con el cielo teñido de rojo por el atardecer, esa impresión era aún más aterradora.
—Se siente como estar viendo el fin del mundo —comentó Eve, estremeciéndose levemente.
—Qué romántico. Contemplar el fin del mundo junto a una princesa —respondió Michael, logrando que el corazón de Eve diera un pequeño brinco.
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