⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
En el pueblo de Lapis se construyó una tienda de campaña que serviría como alojamiento temporal para Eve. Esta majestuosa carpa se erigió de manera prominente en la entrada del pueblo, intimidando visiblemente a los homúnculos.
Eve decidió no regresar al castillo fortificado de Parnell y permanecer en la tienda en Lapis. Pasaba sus días supervisando las obras de construcción, asistiendo con alquimia, impartiendo la educación a los intendentes y redactando informes para Desmond II.
Esto sería tarea de Alben, pero si Su Majestad desea que le informe personalmente, no tengo opción.
Aunque esa rutina ya era suficiente para mantenerla ocupada, Eve tampoco descuidó la supervisión de la exploración del yacimiento de cristales mágicos.
Cada día, tomaba un carruaje y viajaba una hora hacia el desfiladero de Zelkatos, donde empleaba su especialidad en alquimia de gólems para inspeccionar los gólems exploradores y asegurarse de que funcionaban correctamente. Allí recibía informes detallados de Natasha Emrick, la maga responsable de la operación.
Parece que últimamente Emrick está lidiando con dificultades por culpa del Conde Sánchez.
Aunque Natasha no lo decía directamente, era evidente por su expresión que lidiar con Hossen, quien no hacía más que visitar el desfiladero para criticar, la tenía al borde de la paciencia. Sin embargo, Eve no planeaba intervenir con Hossen por el momento.
Solo un poco más, Emrick.
Después de regresar al campamento, Eve ató su cabello rubio en una coleta alta, tomó una pluma y comenzó a escribir cuidadosamente una carta para Desmond II.
Era el cuarto día desde que el grupo de Eve había llegado al pueblo de Lapis, y la magia y la alquimia ya habían transformado notablemente el lugar. El molino y el horno comunitario se habían completado.
El molino, ubicado en las afueras del pueblo, fue diseñado con un gran mortero y una piedra de moler, ambos movidos por una enorme rueda hidráulica. Había ruedas horizontales y verticales; sin embargo, por el momento, solo se utilizaba la horizontal, que se movía manualmente.
—Más adelante, conectaremos un acueducto para aprovechar la caída del agua, lo que permitirá operar la rueda vertical con mayor facilidad —explicó Alben, mostrando los planos a Eve.
—Un método bastante tradicional —comentó ella.
—Así es. Hoy en día, la mayoría de los molinos funcionan con cristales mágicos, pero en Lapis está prohibido usarlos. Por ello, debemos depender de la fuerza manual o de la naturaleza —respondió Alben.
La ironía de que un pueblo minero de cristales mágicos tuviera prohibido utilizarlos no pasó desapercibida para Eve, quien suspiró profundamente.
—Hiciste lo mejor que pudiste dadas las circunstancias. Buen trabajo, Alben.
El horno comunitario, por su parte, se construyó a una distancia considerable del molino para prevenir incendios. Con forma de pequeños iglús equipados con chimeneas, se habían erigido 50 hornos, suficientes para alimentar a todos los homúnculos de Lapis.
Eve inspeccionó el área donde se introducían los leños, y Alben, como siempre, intervino rápidamente.
—Hemos instalado tuberías en el suelo. Una vez que tengamos suficiente agua, planeamos construir baños termales al aire libre y suministrar agua caliente. Esto mejorará significativamente la higiene del pueblo.
—Baños públicos… una instalación esencial —murmuró Eve con melancolía, recordando que llevaba cuatro días sin tomar un baño decente.
Aquí apenas hay agua potable, así que no queda más remedio, pensó resignada.
Aunque existía la magia para condensar humedad del aire y convertirla en agua, reunir suficiente para llenar una bañera tomaba mucho tiempo y podía afectar negativamente la humedad ambiental.
Ya de por sí este lugar es seco; un uso imprudente de la magia del agua podría acelerar la evaporación del pozo —reflexionó, recordando las lecciones sobre equilibrio natural de sus clases de magia.
Con el molino y el horno completados, los constructores comenzaron a trabajar en las viviendas. Por ahora, estaban derribando las chozas existentes y nivelando el terreno. Eve revisó el plano, que mostraba casas de paredes grises claras y techos azul brillante.
—Tienen chimeneas. ¿Planeas instalar estufas para el invierno? —preguntó Eve.
—Sí, con el suministro de carbón, las casas se mantendrán cálidas.
—Perfecto. Y no olvides incluir macetas en cada casa.
—Por supuesto. Es una cuestión de administración pública ejemplar.
Eve y Alben se sonrieron mutuamente, pensando en los cultivos de supervivencia que reemplazarían a las flores decorativas. Para los homúnculos, que desconocían el contexto, esas sonrisas parecían siniestras.
A la mañana siguiente, al amanecer, mientras los homúnculos se dirigían al yacimiento después de desayunar con dos patatas cada uno, Eve convocó a los veinte homúnculos designados como intendentes frente al molino.
Allí, una montaña de centeno y maíz, recién adquiridos de los comerciantes de granos de la finca Parnell, los esperaba. Alben, con aire satisfecho, tomó la iniciativa.
—Su Alteza la Séptima Princesa desea comer pan de centeno y sopa de maíz. Ustedes deben desgranar y moler los ingredientes que están allí y preparar la comida. Háganlo tantas veces como sea necesario hasta que logren un sabor que satisfaga a Su Alteza.
Siguiendo las instrucciones, los homúnculos aplicaron lo que habían aprendido en teoría para desgranar y hornear. Después de unas dos horas, comenzaron a surgir aromas deliciosos del horno y la olla.
—Hmmm… otra vez —ordenó Eve, quien estaba sentada en una silla con las piernas cruzadas, interpretando el papel de una princesa exigente.
Al principio, hacía el esfuerzo de probar los alimentos. Sin embargo, después de cinco horas de repetición, comenzó a hartarse. Al final, solo rozaba con los dedos la superficie del pan para probar el aceite que salía o simplemente olía la sopa, mostrando una actitud cada vez más negligente.
A pesar de ello, Alben no dejó de alabarla.
—¡Ah, Su Alteza! Solo con observar el ángulo de reflejo del brillo y la dirección en que se dispersa el vapor, ya puede anticipar el sabor. ¡Impresionante!
—¿Eh? Ah… sí. Alben, tus observaciones son excepcionales.
—¡Ja, ja, ja! ¿Qué otra razón habría para que yo sea su confidente más cercano, Su Alteza?
En ese momento, los ojos de Michael se tornaron agudos.
—Joven Redmond, ¿por qué dices que eres el confidente más cercano de Su Alteza?
—¿Hmm? Bueno, eso es evidente, ¿no es así, Sir Agnito? —respondió Alben con una sonrisa confiada.
El favoritismo reciente de Eve había llenado de orgullo a Alben, quien no mostraba ningún indicio de intimidación frente a Michael.
—La Casa Real de Hadelamide ha valorado tradicionalmente los trabajos intelectuales sobre los físicos. Por supuesto, una relación estrecha entre soberano y cortesano se establece mejor con los eruditos que con los guerreros, ¿no cree?
Dado que era cierto, Michael no pudo refutarlo. En cambio, Alben intentó consolarlo.
—No se preocupe demasiado por haber quedado en segundo plano. ¿Qué importa ser el segundo? Usted, Sir Agnito, está al lado de Su Alteza como su caballero protector, desempeñando un papel físico. Ya recibe suficiente favor por ello. Deje los asuntos intelectuales en mis manos.
El énfasis de Alben en ‘físico’ fue claro y deliberado.
Michael perdió toda expresión en su rostro, pero Alben, insensible como siempre, solo sonrió.
Eve, al presenciar esta escena mientras tomaba té, se atragantó, tosiendo fuerte. Fue entonces cuando Peony, quien estaba junto a ella, le dio palmaditas en la espalda y contradijo las palabras de Alben.
—Joven Redmond, lamento decirlo, pero usted no es el confidente más cercano de Su Alteza.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué tengo de inferior a Sir Agnito? ¡Dígame! —preguntó Alben con expresión indignada.
Peony negó con la cabeza antes de responder.
—El confidente más cercano de Su Alteza es Lady Sedella.
—Ah, si es por eso, entonces lo acepto.
Así quedó establecido el orden: Sedella, Alben y, en último lugar, Michael.
—Hah…
Michael soltó un suspiro mezclado con risa irónica. Para alguien que nunca había quedado detrás de nadie, el número tres era como tocar fondo.
Michael se giró hacia Eve y le habló con seriedad.
—Me esforzaré más.
—Ehh… está bien —respondió ella, un poco incómoda.
Desde la mañana hasta la tarde, los hornos estuvieron en constante uso. Se hornearon suficientes panes de centeno para llenar diez enormes cestas, tan grandes que requerían varias personas para levantarlas.
Dong… Dong…
El sonido de la campana marcó el fin de la jornada laboral. Era casi la hora de la cena.
A lo lejos, se veía la fila de homúnculos regresando al pueblo. Como siempre, sus rostros estaban apagados, y arrastraban sus cuerpos exhaustos. Sin embargo, al acercarse, comenzaron a percibir el aroma delicioso y reconfortante que llenaba el aire. Esto provocó una leve conmoción entre ellos.
Apresuraron el paso, y al llegar al pueblo, descubrieron el pan y la sopa. Algunos homúnculos no pudieron evitar tragar saliva al ver la comida.
Entonces, Alben levantó la voz y anunció:
—¡Esto es lo que Su Alteza dejó después de comer! En realidad, debería usarse como alimento para el ganado, pero como aquí no tenemos ganado, no hay más remedio que dárselo a ustedes. ¡Acérquense uno por uno para recibir su pan y sopa!
Los homúnculos, incrédulos al principio, comenzaron a formarse en fila al ver a otros avanzar.
Mientras se iniciaba la distribución, Eve le susurró discretamente a Alben:
—No hace falta que seas tan duro. Eso de ‘ganado’ es demasiado.
—No, Su Alteza. Si queremos igualarnos siquiera un poco con otros miembros de la realeza, esto es lo mínimo necesario.
—Ah… está bien —respondió Eve, suspirando.
Por primera vez, sentía que entendía por qué la dinastía real estaba destinada a caer en esta generación.
Sin darse cuenta, soltó un profundo suspiro.
En ese momento, Alben, en un intento de consolarla, agregó:
—No se preocupe. La dignidad de la realeza no proviene de la bondad, sino del poder de dominación. Mientras la fuerza de la sangre permanezca, no habrá problemas.
Ignoraba que con la llegada de Michael, ese poder estaba destinado a desaparecer.
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