⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Lydia abrió los ojos de par en par, sorprendida por algo que no esperaba. Ella era bastante alta, y con la altura viene la masa. Nunca antes la habían levantado tan fácilmente. Altheos la depositó suavemente en la cama, como si su cuerpo fuera tan liviano como una pluma. El suave y liso edredón la envolvió, y Altheos le quitó la ropa con facilidad. Una vez despojada de su delicado vestido de lino, solo quedaban sus pantalones interiores.
A pesar de no sentir frío, su cuerpo temblaba cuando quedó desnuda. La palma caliente de Altheos acarició suavemente su hombro, disipando la frialdad. Él apartó su cabello hacia atrás y se inclinó sobre ella, sus labios rozaron y succionaron suavemente la piel de su cuello. Lydia dejó escapar un suspiro adormecido, mezcla de calor y dulzura. Empujó ligeramente su hombro, sintiendo la firmeza de su cuerpo. Aunque al principio parecía inamovible, él retrocedió sin resistencia. Se observaron por un momento, como si estuvieran a punto de enfrentarse. Sus ojos azules eran oscuros, llenos de un deseo tan palpable que hizo que su vientre temblara. Una expectativa inexplicable la debilitó.
Cuando bajó ligeramente la mirada, él se inclinó y rozó su nariz, absorbiendo su respiración.
Ah… este hombre… no, ¿este un dragón?, pensó Lydia, admirando su habilidad para besar.
No era un beso torpe o superficial, sino uno que entrelazaba sus almas. Su mente se llenó de calor, y una sacudida de placer recorrió su espalda, haciendo temblar su coxis. Las grandes y calientes manos de Altheos recorrían su cuerpo, dejando un rastro de piel erizada. Cuando el beso terminó, Lydia exhaló un suspiro de calor involuntario. Altheos la observó cuidadosamente, sosteniendo sus mejillas con una sonrisa que parecía la de una bestia.
Voy a ser devorada, pensó Lydia. ¿No dicen que los dragones comen gente?
Sin embargo, antes de que pudiera procesar más, él la besó de nuevo y la tumbó en la cama. Su cabello se desparramó sobre las sábanas frías y suaves. Las manos que rozaban su piel la hacían cosquillas o la estimulaban, no estaba segura. Aunque ser pasiva no era de su estilo, decidió corresponder, rodeando su cuello. Un gruñido surgió de la garganta de Altheos, y ella soltó una pequeña risa, sorprendida de lo parecido que sonaba a un dragón. Como venganza, él apretó su agarre, profundizando el beso.
Ah…, pensó Lydia. ¿Acaso lo provoqué de más?
Cualquier pensamiento fue rápidamente arrastrado por el torbellino de placer.
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Altheos acarició lentamente el hombro desnudo de Lydia, quien, aferrada a la almohada, dormía profundamente. Su mano recorrió la suave espalda hasta llegar a su cintura, provocando un ligero temblor en el cuerpo de Lydia, como si le hiciera cosquillas.
—Vete —murmuró ella.
—Qué cruel con tu esposo —replicó él.
—Tú también lo has sido —contestó entre sueños, subiendo el edredón.
Lydia giró la cabeza para mirarlo con reproche, viendo en su rostro una expresión de satisfacción, como la de alguien saciado. Esa expresión la molestaba profundamente.
Yo soy humana, pensó. Tengo una resistencia normal.
Le habría gustado que él lo entendiera. No quería ser la Emperatriz que dormía hasta tarde desde el primer día, pero tampoco podía recuperar sus fuerzas sin dormir.
En realidad, ni siquiera he salido del dormitorio desde el primer día, ¿verdad?
Pensó en los sirvientes que vinieron a anunciar el amanecer, solo para ser despachados rápidamente por Altheos.
Y aun así, me siento como si hubiera perdido… aunque, ¿es porque realmente disfruté la noche?
Siempre pensó que las relaciones eran algo que solo los hombres disfrutaban, pero Altheos demostraba ser extraordinario, casi como un personaje de una novela romántica. Él encajaba perfectamente con el término ‘extraordinario’. Lydia, una mujer adulta que había pasado por el matrimonio y la maternidad, no era alguien que se sonrojara o se sintiera avergonzada, y podía jugar ese papel hasta cierto punto, pero…
Esto fue demasiado, como una pequeña barca atrapada en medio de una tormenta.
Era increíblemente hábil, tanto que no había margen para objeciones o discusiones. Quiso tomar la iniciativa, creyendo que la mejor defensa es un buen ataque, pero terminó siendo derrotada. Finalmente, Lydia aceptó su derrota.
¿Es raro llamarlo una derrota?, se preguntó.
Intentó incorporarse, pero fracasó y se dejó caer de nuevo en la suave almohada.
En realidad, no está tan mal.
Siendo la recién nombrada Emperatriz, su mayor respaldo era el Emperador. Después de todo, su poder provenía del favor del Emperador. ¿Qué podría mostrar mejor el afecto del Emperador que no dejar el dormitorio de la Emperatriz?
Pero esto es suficiente, pensó. No he tenido ni tiempo para ver a Lilica.
Al percibir su mirada de reproche, Altheos rió y se levantó. Se puso una bata y, con una sonrisa, le dijo:
—Duerme un poco más.
Lydia le lanzó una mirada de exasperación, pero Altheos solo rió y salió del dormitorio. Cuando se fue, ella volvió a tumbarse, sintiendo aún el calor en su cuerpo.
Levántate, se dijo a sí misma, obligándose a levantarse. Tocó la campana, y las doncellas entraron apresuradamente.
Mirando a la jefa de las doncellas, Lydia esbozó una sonrisa fría.
Es hora.
Tenía que empezar por cambiar a las doncellas del palacio. El servicio del palacio estaba en un estado deplorable, y la jefa de las doncellas no pertenecía a la familia Sol.
Necesitaba traer a alguien de la familia Sol para ocupar ese puesto, y si era posible, también cambiar a las otras doncellas y criadas, incluso a los cocineros. Algunas personas decían que era mejor implementar los cambios poco a poco, pero Lydia no tenía esa intención. Ella sabía exactamente lo que hacía, y su posición como Emperatriz le daba todo el poder que necesitaba.
Lo haré todo de una vez, pensó mientras se sumergía en la bañera caliente, dejando escapar un largo suspiro.
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Lydia era sorprendentemente eficiente. Incluso había elaborado un informe detallado para presentarlo a Altheos. Su actitud era tan hábil que parecía haber sido Emperatriz varias veces antes. Altheos levantó una ceja mientras revisaba los documentos.
—Lo resolviste rápidamente. ¿De dónde obtuviste las pruebas de malversación?
—Revisé varios registros —respondió Lydia mientras bostezaba suavemente.
Cuando ella le entregó los documentos, Altheos no supo de inmediato qué pensar, pero tras leerlos encontró el contenido bastante intrigante. Estaba seguro de que si se los mostraba a Lat mañana, él también los encontraría fascinantes. Lydia había descubierto una serie de incidentes en el palacio interior y había reemplazado a las doncellas. Los sirvientes también fueron cambiados en masa, como la marea.
Ser doncella de la Emperatriz era un puesto honorable y distinguido. Era, de hecho, el camino para convertirse en la amiga más cercana de un miembro de la realeza. Sin embargo, Lydia era una Emperatriz que había aparecido repentinamente, sin linaje ni respaldo. De hecho, si uno consideraba su estatus antes de convertirse en Emperatriz, algunas doncellas tenían un rango superior al suyo.
A pesar de esto, Lydia no tuvo problemas en deshacerse de aquellas que consideraba inconvenientes. Había vuelto a llamar a la doncella de la casa Sol y había seleccionado a nuevas asistentes. A pesar de que era probable que la nobleza protestara, Lydia había reunido pruebas tan contundentes que no había recibido ninguna queja hasta el momento. Y eso complacía a Altheos.
Que no haya molestias es lo mejor, pensó.
Lydia se dio la vuelta, y una de sus piernas desnudas se acomodó sobre las de él de manera natural. Cuando Altheos dirigió su mirada hacia ella, Lydia lo miraba directamente, algo que aún lo sorprendía.
—¿Qué pasa? —preguntó él.
—Deja de hacer que mi hija trabaje en tu despacho —replicó Lydia.
—Pensé que ese tema ya estaba cerrado. Sabes tan bien como yo que trae muchos beneficios.
Lydia frunció el ceño.
No es malo que Lilica esté cerca de la familia Sol. Mejora su estatus como princesa, lo que también está bien. Pero eso no significa que quiera que mi hija sea explotada.
—¿Explotada? Siempre me aseguro de que tenga sus meriendas.
—¿Eso significa que pensabas hacerla trabajar sin darle comida? —Lydia respondió con sarcasmo.
—¿Por qué siempre tienes que interpretar las cosas de manera tan negativa?
—Solo estoy verificando los hechos.
—En mi opinión —dijo Altheos, fingiendo estar pensativo—, simplemente no te gusta que Lilica pase tiempo conmigo.
—¿Por qué Lilica? ¡Solo yo puedo llamarla así! —Lydia se indignó, incorporándose.
El único tema que podía hacer que perdiera la compostura era su hija. Era casi cómico que esa fuera la razón por la que se enojaba frente al Emperador.
Altheos soltó una risa ante la situación.
—Lilica es mi hija también —dijo.
Mi hija. Esas palabras lo hicieron dejar de lado los documentos. No pensó en Lilica en ese momento, sino en Athil. Los ojos azules que se parecían tanto a los suyos. Athil, su descendiente hecho de su sangre y carne.
Cada vez que miraba a Athil, sentimientos encontrados lo abrumaban. A veces, Altheos sentía un impulso incontrolable de destruir a Takar, de quemar el imperio hasta los cimientos y sumergir todo en el caos. Quería vengarse de Takar con una furia tan intensa que a veces pensaba que quería desgarrarlo y saborear su sangre. No sabía si ese odio extremo provenía de ser humano o de su naturaleza dracónica.
La parte curiosa era que, a pesar de haber sido un dragón sin emociones en el pasado, podía recordar claramente esas memorias, como si fueran recuerdos de otro tiempo. Cuando no sentía emociones, juzgaba todo con frialdad y lógica.
Me pregunto qué habría hecho yo en ese entonces, pensó.
Quizá, sin dejar que sus emociones interfirieran, habría considerado que el castigo era justo. Pero Takar ya estaba muerto. No había herederos en la isla, y aunque él seguía vivo como víctima, el perpetrador ya no existía.
Sin embargo, su descendencia sobrevivió. Los lazos de sangre eran algo que siempre le resultaron desconcertantes. Los dragones siempre estaban solos. Eran seres independientes, sin necesidad de reproducirse, sin deseo sexual ni afecto hacia la familia. No había manera de que un descendiente naciera de él.
Takar, sin embargo, había logrado ‘físicamente’ y ‘mágicamente’ tener descendencia. Y eso había dejado una marca en Athil: un signo del poder de los dragones, una señal de que era el hijo de un dragón. Esa realidad provocaba emociones que Altheos no podía comprender del todo.
Cada vez que Lydia insistía en que Lilica era ‘su hija’, Altheos no podía evitar preguntarse: ¿Debería llamar a Athil ‘mi hijo’?
Esos pensamientos se arremolinaban en su mente cuando, como si leyera su mente, Lydia dijo:
—Deberías preocuparte más por Athil.
—Lo hago lo suficiente.
—¿De verdad?
—Tanto como prometí.
Le había prometido que Athil sobreviviría y que lo convertiría en Emperador. Lo estaba manteniendo con vida y planeaba cederle el trono. ¿No estaba cumpliendo su promesa?
Lydia lo miró en silencio. A veces, Altheos se preguntaba qué pensamientos cruzaban por la mente de su esposa, siempre tan difícil de leer como un gato. Ella hizo un pequeño sonido, ‘Hm, y luego suspiró.
—Yo tampoco soy una madre tan buena como me gusta aparentar —dijo, sorprendiendo a Altheos.
Al ver su mirada, ella se encogió de hombros.
—Por eso me esfuerzo.
Él la miró por un momento y luego volvió su atención a los documentos.
—Quizá Athil necesita a alguien más humano que yo. Alguien más amable, más cariñoso… ¿Alguien como Lilica?
Aunque todavía era pequeña, estaba claro que la amabilidad de Lilica era una parte intrínseca de su naturaleza. Y al fin y al cabo, Athil y ella eran, en los registros, hermanos cercanos.
Escuchó hace poco que Lilica había invitado a Athil a tomar el té, pero él no apareció.
Tal vez debería hacer que ambos pasen un día juntos, pensó. Los humanos necesitan otros humanos.
La vida en sociedad era lo que había permitido a su especie prosperar. Athil se estaba volviendo cada vez más agudo y sensible, según los informes. Quizá lo que necesitaba era la dulzura de alguien como Lilica.
Era un pensamiento algo cruel, pero por primera vez, decidió hacer algo por Athil.
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Altheos no estaba de buen humor. El despacho estaba en silencio, y solo el sonido de los documentos al pasar llenaba el aire.
Todavía podía escuchar las palabras de Lydia resonando en sus oídos.
( ¡No hagas que Athil desconfíe de los humanos solo porque tú lo haces! )
¿Por qué esas palabras lo afectaron tanto?
Porque me tocó una fibra sensible, supongo.
Aunque estaba furioso, la parte de él que había sido un dragón manejaba sus emociones de manera fría y calculada.
[Desconfianza en los humanos.]
Bueno, es algo sencillo.
Sin embargo, resumido de esta manera, le resultaba molesto.
Ni siquiera había esperado que ella se preocupara por Athil.
Para ser una Emperatriz contratada por casualidad, Lydia era realmente excelente. No lamentaba el salario que le pagaba.
Pero hacer bien su papel de Emperatriz y meterse en asuntos de Athil eran temas diferentes.
¿Se podía hablar de la Emperatriz sin mencionar al príncipe heredero?
¿Era solo parte del contrato?
No, no lo creo.
Soltó un profundo suspiro.
¿Quién iba a imaginar que terminaría discutiendo por un asunto relacionado con los niños?
Sumido en sus pensamientos, finalmente habló.
—¿Crees que soy demasiado duro con Athil?
Lat levantó la cabeza de golpe.
Estaba trabajando en el despacho cuando de repente le llegó una pregunta inesperada.
El miembro del clan Sandar guardó silencio por un momento.
Primero tenía que averiguar si su respuesta era lo que realmente buscaba el Emperador.
Ante el silencio del ministro, Altheos continuó.
—Creo que la experiencia es el mejor maestro.
El ministro frunció el ceño ante las palabras del Emperador.
Por lo menos, se sintió aliviado de que Altheos no estaba desatendiendo a Athil por aburrimiento o maldad.
Parecía tener una visión educativa un tanto… peculiar.
Es cierto que la experiencia es el mejor maestro, pero eso no significa que debas experimentarlo todo.
No es necesario quemarse para saber que el fuego quema.
Hace poco, el guardia personal de Athil había intentado asesinarlo.
Fue un suceso impactante incluso para Lat, ¿cómo no lo sería para el príncipe heredero?
Realmente estuvo a punto de morir. Afortunadamente, la Emperatriz llegó a tiempo para resolver la situación…
¿Cómo lograron infiltrar tal red de espías en el palacio?
Pensándolo bien, esa Emperatriz no era común.
Lat carraspeó antes de expresar su opinión.
—Personalmente, creo que Su Alteza Athil aún es muy joven…
—¿Joven?
—Sí, todavía es un niño. De hecho, ya sabía que su guardia personal era sospechoso, ¿verdad?
—Si tiene gente a su alrededor, debería poder ver esas cosas.
—Pero sigue siendo un niño.
Decirle a un niño tan pequeño que siempre debe estar alerta de los que lo rodean, incluso de aquellos en los que confía, ¿no es demasiado cruel?
—Hubiera sido mejor que le advirtieras de antemano.
La traición de alguien cercano no es un dolor que se olvide fácilmente.
Por eso, sería mejor criar a un niño sin que tuviera que pasar por esos sufrimientos o experiencias.
Altheos se encogió de hombros.
—Pero no se puede aprender algo en lo más profundo de los huesos sin experimentarlo.
—Los humanos no pueden experimentar todo. Por eso existe la educación, ¿no?
Además, de lo contrario, terminarás haciéndolo desconfiar de los humanos.
¿Hay algo más problemático que un gobernante que desconfía de todos?
Sin confianza, no se puede hacer nada.
Quién lo diría, que terminaría hablando de Su Alteza Athil. Parece que es verdad que discutió con la Emperatriz por eso.
Lat guardó sus pensamientos.
—Yo mismo no pensé que ser Emperador sería un trabajo tan aburrido antes de llegar al palacio —Murmuró Altheos, con un tono de desgano, mientras se sumergía de nuevo en sus pensamientos.
Lat recordó lo que Pi le había dicho el día anterior.
Gracias a la princesa, el estado de ánimo del príncipe parecía estar mejorando.
Es curioso cómo no recibe ayuda, sino que al ayudar, parece encontrar consuelo.
En ese momento, la puerta se abrió y Tan entró con un montón de documentos.
—Buenos días.
—Estamos más cerca del almuerzo.
Ante el comentario de Lat, Tan respondió con naturalidad.
—Si no has almorzado, sigue siendo mañana.
La carga de trabajo del capitán de la guardia imperial incluía una buena cantidad de papeleo, por lo que visitaba el despacho con frecuencia.
En realidad, su deber principal era estar junto al Emperador como guardia personal, pero Altheos había dicho:
( Es molesto, déjalo. )
Gracias a eso, Tan alternaba entre tareas de guardia y administrativas de una manera relativamente cómoda(?).
—¿Tú también crees que soy demasiado duro con Athil?
La pregunta de Altheos se dirigió a Tan, quien miró a Lat.
¿De qué está hablando?
Era la expresión que tenía.
Lat se encogió de hombros, evitando la pregunta, mientras Tan fruncía el ceño.
Dejó el montón de documentos sobre el escritorio de Altheos mientras respondía.
—Sí, lo es. Si sigue así, Su Alteza terminará con paranoia.
Aunque el contenido de la respuesta no era ligero, el tono de Tan era franco. Altheos frunció el ceño, pero no dijo nada.
( Solo porque desconfías de los humanos. )
Esa frase seguía resonando claramente.
Desconfianza en los humanos, eh.
Lydia ya sabía que él era un dragón.
Eso le resultaba algo nuevo.
Si cualquier otra persona hubiera dicho algo sobre desconfianza en los humanos, él habría respondido: ‘Soy un dragón, somos esencialmente diferentes’. Y lo habría dejado pasar.
Pero cuando alguien cercano hace ese comentario, suena diferente.
Quizá.
Cruzó los brazos.
No es desconfianza, sino…
Altheos esbozó una sonrisa.
Puede que sea odio.
Quizás no se trataba tanto de desconfianza, sino de repulsión.
Tan, interpretando de alguna manera la sonrisa de Altheos, comentó:
—Criarlo fuerte está bien, pero si no puede trepar por el acantilado, será un gran problema.
Lat le lanzó una mirada de advertencia a ese lobo. Si seguía hablando, podría cruzar la línea.
Tan se encogió de hombros y se quedó callado.
Lat carraspeó y cambió de tema.
—De todas formas, gracias a la nueva Emperatriz, nuestros asuntos se han aligerado. Después de todo, la atención de los nobles está dividida.—
La Emperatriz se había asentado perfectamente en su lugar, y sus fiestas eran impecables.
La nobleza se estaba dividiendo claramente en dos facciones: los leales al Emperador y los partidarios de la aristocracia.
Aunque intentaran evitarlo, la sociedad estaba inevitablemente dividida entre la Emperatriz y el Duque de Barat.
Era natural que, bajo la autoridad absoluta del Emperador, la Emperatriz se convirtiera en el punto central de la alta sociedad.
Lo sorprendente era que la facción aristocrática se atreviera a desafiarla.
Por supuesto, había una razón clara detrás de ese desafío.
El Duque Barat.
La primera vez que Altheos vio a esa mujer, tuvo que contener una carcajada.
No era por su aspecto ni por la venda en los ojos, sino por lo que acechaba dentro de ella.
¿Cuántas personas se habría comido?
Barat seguía sentada ahí, perfectamente humana a pesar de haber devorado a tantos.
Él, siendo un dragón que se había convertido en humano, y ella, una humana que había devorado a otros.
¿Quién de los dos era más humano?
¿O tal vez ninguno de ellos lo era?
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