⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Athil quedó perplejo.
¿Está loco este tipo?, pensó.
—Por supuesto que no voy a hacer eso. Si hago una tontería así y luego Lilica me guarda rencor, ¿quién se va a hacer responsable?
Ante esto, Fjord inclinó la cabeza y sonrió.
—Pero si no despierta, no habrá rencor.
Altheos suspiró.
—Obviamente no vamos a usar ese método. Además, tú eres quien controla ese poder, y no sabemos qué podría pasar si lo separas de ti.
Altheos habló, y Fjord se enderezó.
Athil retiró su mano.
Mientras observaba a Fjord, quien parecía tan tranquilo, Athil se preguntaba qué estaría pensando realmente.
Por supuesto, él también amaba y cuidaba a Lilica. Aunque no lo expresaba abiertamente, Lilica lo sabía.
Y Athil sabía que, por ella, sería capaz de sacarle el ojo a ese tipo si fuera necesario. Incluso estaría dispuesto a ofrecer el suyo propio.
Pero…, pensó.
Eso no significa que la primera opción que te venga a la mente sea: ‘Voy a sacarme el ojo’.
Normalmente, uno no piensa en autodestruirse o en recurrir a métodos tan extremos desde el principio.
Pero este tipo…
¿De verdad está bien que este sea el indicado?
Cuando está cerca de Lilica, parece normal, y por eso Athil a veces olvidaba que Fjord era ‘la obra maestra de Barat’.
Parecía que, si Lilica desapareciera, él también lo haría.
Mientras lo miraba fijamente, Fjord lo notó y sus ojos se encontraron.
Ojos dorados y rojizos, más intensos que el de Athil.
Ignaran.
El fuego que una vez arrasó una ciudad entera.
Un fuego que no diferenciaba entre amigos o enemigos, y que solo se apagó después de consumir todo.
Los humanos tienen una capacidad de recuperación, pero esa capacidad tiene un límite.
Más allá de ese límite, hay un punto de no retorno.
Y Fjord Ignaran definitivamente había cruzado ese punto.
Athil, por un momento, pensó: Quizá debimos deshacernos de él.
Pero luego recordó a su hermana.
La risa alegre, los brazos que lo abrazaban, y esa mirada siempre firme, suave, pero inquebrantable.
Con ese recuerdo, Athil volvió en sí y decidió que debía decir lo que pensaba.
—Esto no tiene nada que ver con lo que estamos hablando ahora, pero…
—Sí, alteza.
—No tenía ninguna intención de unirme a Eldonreed para acabar con Ignaran —Fjord, sorprendido por el comentario, mostró una expresión inesperada—. Ya me lo imaginaba. Piensa un momento, si lo hubiera hecho, ¿qué pensaría Lilica de mí?
Fjord esbozó una sonrisa amarga.
—Tienes razón.
—¿Verdad?
Athil suspiró, se frotó la cabeza con frustración y miró a Altheos.
Cuando la conversación entre los dos jóvenes ‘que ya no eran niños, aunque así los veía Altheos’ terminó, Altheos dijo:
—Será mejor que regresemos.
❖ ❖ ❖ ❖ ❖ ❖
El palacio estaba bastante ocupado, aunque aún no se había recibido noticia de las inundaciones.
Altheos y los demás regresaron al palacio en secreto, por precaución.
Athil, al ver a Lilica de pie, miró a Bryn, que estaba a su lado.
—Ja.
Rió, incrédulo.
Lilica sonrió.
Al ver esa sonrisa, Athil lo supo de inmediato.
—¿Eres Sol?
—Sí, alteza.
Sol hizo una pequeña reverencia.
Mientras la observaba, Athil se dio cuenta de que la esencia de una persona no está en su apariencia, sino en su alma.
Aunque se parecían, eran completamente diferentes.
En la habitación, Lilica seguía dormida.
Athil se sintió aliviado por un momento.
Parecía estar en paz, sin señales de dolor o sufrimiento.
Fjord no podía apartar la mirada de la dormida Lilica.
Lydia, que estaba a su lado, habló con Altheos.
—Todo está listo.
—Bien.
Altheos besó suavemente los ojos cansados de su esposa, susurrándole tranquilizadoramente:
—Todo estará bien.
Lydia, con el rostro pálido, asintió.
Altheos levantó a Lilica de la cama y le hizo un gesto a Fjord.
—Solo tú vendrás.
—Padre.
—Es mejor que nadie con poderes se acerque. No hay otra opción con Fjord, pero luego yo también me retiraré.
Athil apretó los labios, pero asintió en señal de comprensión.
Fjord y Altheos se dirigieron al jardín privado de la familia real.
Un bosque tranquilo y vacío, con un quiosco de mármol rodeado de plantas y piedras mágicas colgando.
En el suelo había dibujado un círculo mágico complejo.
Altheos acostó a Lilica sobre el círculo y le preguntó a Fjord:
—Si fallas, podrías no despertar nunca más.
—Sí, no me importa.
Si Lilica no despertaba, tampoco le importaría no despertar.
Un mundo sin Lilica no tenía sentido para él.
Por un momento, Fjord guardó silencio, luego levantó la cabeza.
—Si no regreso, ¿podrías cuidar de un gato por mí?
Altheos soltó una pequeña risa.
—Lo nombraré cazador de ratas de la familia real.
No había nadie cerca para evitar interferencias con la magia.
Altheos le entregó a Fjord ‘Seven Bell’ y le dijo:
—Sabes cómo usarlo, ¿verdad?
—Sí.
—Muy bien, entonces.
Altheos se retiró. Él también era un ser con una magia peculiar, y no debía correr riesgos.
Cuando Altheos se fue, solo quedaron Fjord y Lilica en el bosque.
Fjord se recostó al lado de Lilica y le tomó la mano.
Estaba cálida y suave.
Era una mano delicada, que nunca había infligido daño.
El viento agitaba las ramas de los árboles, y las hierbas colgantes desprendían una fragancia agridulce.
Las piedras mágicas comenzaron a vibrar y a emitir una luz suave.
Fjord observó el rostro de Lilica, grabando cada detalle en su memoria.
Levantó sus manos entrelazadas, besó el dorso de su mano y susurró:
—Suena, Seven bell.
Al activar el artefacto, el círculo mágico comenzó a brillar, y las piedras mágicas irradiaron luz.
Las plantas colgantes florecieron de repente, llenándose de brotes y flores.
Normalmente, las Seven bell levitarían a su alrededor, pero esta vez giraban en torno al círculo mágico, alineándose en el aire.
Giraban lentamente, emitiendo un suave sonido.
—El objetivo es la magia de Lilica.
Una flecha dorada apareció flotando en el aire.
La flecha dorada que giraba a su alrededor apuntó a su ojo derecho y lo atravesó de un golpe. No sentía dolor, pero la luz le cegaba la vista. Cerró los ojos y luego los abrió.
—Ah.
El sonido que salió de sus labios fue breve, porque la sensación de la mano que sostenía había desaparecido. Miró a su alrededor, aturdido.
Era un desierto.
Estaba de pie en medio del desierto. Miró a su alrededor, buscando una flecha dorada, pero no la vio.
¿Habré fallado?
Dudó por un momento antes de empezar a caminar en una dirección. Parecía mejor moverse que quedarse quieto. ¿Cuánto tiempo caminó? Le resultaba muy difícil avanzar por la arena suelta, pero el desierto no era caluroso.
Quizá no es un desierto real.
Mientras reflexionaba, algo apareció a lo lejos. Un destello verde. Y sobre ese pequeño punto verde, vio una pequeña figura. Aunque estaba lejos y era pequeña, Fjord lo supo de inmediato.
—¡Lilica!
Empezó a correr desesperadamente a través del desierto. No tardó mucho en llegar al lugar, donde alrededor de Lilica crecían hierbas. La pequeña figura, de espaldas a él, era sin duda Lilica. Y el lugar donde estaba sentada…
¿Un ataúd?
Fjord le habló a su espalda.
—Lilica.
Ante sus palabras, Lilica enderezó la espalda y se giró. Parecía tener unos siete u ocho años, como cuando la conoció por primera vez. Su cabello castaño era largo y fluía hacia abajo, y sus ojos verde esmeralda seguían siendo hermosos. Pero su expresión estaba vacía. Aquellas expresiones vívidas y variadas de Lilica ya no estaban allí.
Fjord se arrodilló lentamente frente a ella y la miró.
—¿Qué haces aquí?
—Estoy cuidando esto —dijo, señalando el sarcófago bajo ella.
—¿Qué hay dentro?
—Mi yo muerto.
Era una declaración escalofriante, pero Fjord no se inmutó demasiado.
—Ya veo —asintió—. ¿Tienes que seguir cuidándolo?
—¿Quieres verlo? —preguntó ella mientras bajaba del ataúd.
Fjord notó que estaba descalza y, con cuidado, le ofreció.
—Si es algo que quieres mostrarme, claro que sí. Pero como estás descalza, ¿puedo cargarte?
Lilica lo miró fijamente ante sus palabras. Fjord le sonrió pacíficamente. Después de un momento de vacilación, Lilica extendió lentamente sus pequeños brazos hacia él. Fjord también se movió con lentitud, como si estuviera tratando de acercarse a un conejo asustado que podría huir en cualquier momento. Pero no demasiado despacio.
La levantó en brazos y se puso de pie, sin poder evitar sonreír.
Era ligera y cálida.
—¿Por qué te ríes? —preguntó ella.
—Porque eres adorable, Lilica.
—¿Soy adorable?
—Sí, la más adorable del mundo.
Lilica lo miró como si hubiera dicho algo extraño, luego volvió su atención al ataúd.
—¿Lo abro yo? —preguntó Fjord.
Lilica negó con la cabeza.
—No, no lo abriré. Ahora que me has dicho que soy adorable, si lo abro, puede que ya no lo sea.
—Tú siempre serás adorable.
—¿Aunque sea un cadáver con la lengua afuera y colgando de una cuerda?
—Sí.
Su risa acompañó las palabras inquietantes, pero Fjord sintió que algo estaba mal en aquella conversación. Aunque era consciente de que su percepción estaba alterada, el diálogo le parecía realmente extraño.
—Qué persona más rara —murmuró ella.
Fjord suspiró suavemente y dijo.
—Solo con Lilica.
Lilica apoyó la cabeza en su pecho. Su temperatura era alta, como la de un niño, lo que calentó rápidamente su abrazo. Cerró los ojos, quizá estaba somnolienta. Fjord podría haber estado allí consolándola indefinidamente.
Pero ella abrió los ojos y habló.
—Sabía que tenía que morir.
Fjord escuchaba atentamente.
—Debo morir. Si no lo hago, todos serán infelices. Tiene que arreglarse.
Lilica suspiró suavemente, un suspiro que no parecía el de una niña.
—Los magos quieren que todos sean felices, pero las personas amables a veces se rompen de manera extraña. ¿Será que yo también me rompí?
—La gente tiende a romperse fácilmente —respondió Fjord.
Lilica abrió los ojos y lo miró.
—¿De verdad?
Fjord asintió.
—Sí.
Ella sonrió.
—Eres una persona muy rara.
—Solo con Lilica —repitió él.
Lilica sonrió como si fuera una adulta, pero Fjord sintió que esa sonrisa le apretaba el corazón. Aproximó su frente a la de ella.
—Lily, Lilica —la llamó con una voz emocionada.
Lilica se rió suavemente. Sus pequeñas manos rodearon las mejillas de Fjord. Sus ojos esmeralda miraron directamente a los ojos dorados de Fjord y le preguntó.
—¿Acaso te gusto?
—Te amo —respondió él sin vacilar.
Las mejillas de Lilica se sonrojaron y ella volvió a sonreír.
Luego, susurró.
—Intenté tanto, pero no pude. En algún momento me rendí… —Mientras hablaba, ladeó la cabeza—. Mi esposo decía que yo era lamentable, pero al final, él también solo me utilizó.
Los ojos de Fjord se abrieron de par en par.
—¿Esposo?
Su voz tembló.
Lilica asintió.
—Lo tuve, en el pasado.
Fjord rápidamente controló sus emociones confusas.
—Ya veo. Bueno, eso no importa ahora —Entonces, le preguntó—. ¿Volverías conmigo?
—¿Contigo?
—Sí, mi Lilica, aunque no seas mi Lilica —dijo Fjord.
Lilica lo miró con sus grandes ojos. Sus ojos esmeralda brillaban más que cualquier joya.
—Ya veo —susurró, como si comprendiera algo—. Ya veo —dijo nuevamente, sonriendo—. Dime, ¿es feliz tu Lilica? Porque me daba miedo. Lo cambié, pero ¿qué pasa si no funciona? No soportaría un segundo intento. Me rompería en pedazos.
—Ella es feliz —aseguró Fjord.
Ante las palabras de Fjord, ella puso una expresión un tanto severa.
—¿Estás seguro de poder afirmar eso?
—Solo miro a Lilica. Aunque haya otras personas, solo veo a Lilica, así que lo sé. Creo que Lilica es feliz de manera sencilla.
Ella sonrió aliviada por sus palabras.
—Ya veo. Qué bien.
Luego, ella lo empujó suavemente con ambos brazos, indicándole que la bajara. Fjord, con cuidado, la dejó en el suelo.
—Estaba preocupada. Aunque esto es una línea temporal pasada, aún queda una huella en mí y en la magia de Lilica. Pero qué suerte.
—¿Magia?
—Sí. Yo soy ella y su magia.
Al decir esto, extendió la mano. La pesada tapa del sarcófago se deslizó hacia un lado. Lo que salió de allí no fue un cadáver, sino luz. O tal vez una luz azulada, parecida al agua. Brillaba y luego tomó la forma de un péndulo. Una media luna, un corazón, y una tierna tiara. Fjord reconoció esa forma de inmediato.
Ella colocó el cristal sobre su mano y lo miró. Sus largas pestañas castañas destacaban.
—La magia es hereditaria, adquiere consciencia poco a poco y se transmite a los descendientes. Erhi cumplió su deseo y desapareció.
Sonrió radiante al decir esto.
—Yo soy su magia, ella misma, el pasado olvidado y el presente dormido.
Le entregó el cristal mágico, que flotaba levemente. Fjord lo tomó. Lilica dijo con tranquilidad:
—Si tienes un hijo conmigo, la magia ya no fluirá en la sangre.
—¡…!
—¿Por qué te sonrojas?
—No, es solo que… me da vergüenza.
El hecho de que esas palabras salieran de la boca de Lilica hizo que él se sintiera más avergonzado. Fjord la miró de reojo.
—Entonces, ¿qué hará Lilica ahora?
Lilica sonrió dulcemente, con una sonrisa fresca.
—Como ya me siento tranquila, desapareceré. El tiempo fluirá todo hacia el presente, y los rastros pasados se desvanecerán en el desierto.
Murmurando, Lilica lo miró y susurró:
—Oye, a la otra yo, ¿me seguirás amando?
—Por supuesto. Te amo, Lily.
Lilica sonrió ampliamente ante las palabras de Fjord. Entonces, comenzó a soplar el viento. Era una escena extraña: el desierto se borraba desde el horizonte, como si alguien lo estuviera barriendo todo con una tormenta de arena. Todo se desvanecía en la arena, y sus ojos comenzaron a arder.
Sus ojos estaban tan calientes que no podía soportarlo. Lágrimas brotaron, fluyendo solo de su ojo derecho, pero él forzó sus ojos a permanecer abiertos. Su visión se distorsionaba y volvía a la normalidad una y otra vez.
Era el mismo lugar de antes. El cenador en el jardín privado.
—Ah.
Con una sensación punzante, algo brillante salió de su ojo, como fragmentos de estrellas, y se transformó en el cristal mágico en forma de péndulo. El calor en su ojo desapareció. Suspiró y desvió la mirada hacia un lado. Todavía podía ver a Lilica, que seguía dormida.
Se incorporó y tomó el cristal que flotaba en el aire. Miró a su alrededor y vio que las piedras mágicas estaban rotas en pedazos, esparcidas por el suelo. Las plantas habían desaparecido por completo. Afortunadamente, las ‘Seven bell’ seguían rodando por el suelo, aparentemente intactas. El cielo tenía un tono suave de rosa.
¿Sería la mañana? ¿O tal vez el atardecer?
Llamó suavemente a Lilica.
—¿Lily? Lilica, mi pequeña princesa del petirrojo. Despierta.
Aunque la llamaba suavemente, ella no despertaba, así que Fjord la sacudió suavemente por los hombros.
—¿Lilica?
—Mmm…
Cuando un pequeño sonido salió de sus labios, Fjord se sintió aliviado. Lilica abrió los ojos lentamente. Todavía tenía sueño, y sus ojos perezosamente enfocaron.
—¿Fjord…?
—Sí.
Lilica extendió sus brazos alrededor de su cuello y le sonrió despreocupadamente.
—¿Es un sueño?
—…No.
Fjord tardó un segundo en responder. Lilica parpadeó varias veces más y sonrió.
—Entonces, ¿por qué estás aquí por la mañana, Fjord…? Uuuh…
—No es de mañana, pero sí. Me pregunto cuánto tiempo ha pasado.
Murmuraba para sí mismo, pero no iba a dejar pasar esa oportunidad. Tomó suavemente los brazos que ella había enroscado alrededor de su cuello y se inclinó más.
Sus labios se rozaron suavemente.
—Aun así, es una buena mañana.
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