⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Cerca de ella, su cabello rosado parecía emanar un aroma dulce.
Sus ojos azulados y transparentes captaron la atención de todos.
Incluso si alguien la detestaba, no podía negar que en ese momento, Sheria era increíblemente encantadora y hermosa.
—Por fin has llegado, ya veo.
La Emperatriz, que había estado confinada por su enfermedad durante mucho tiempo, parecía no estar al tanto de todos los rumores sobre Sheria.
Sheria tomó ambos lados de su vestido y realizó una elegante reverencia.
—Cuánto tiempo sin verlos a todos. En especial a ti, hermana Meldenique…
Casualmente, su asiento estaba justo frente al mío. Nuestras miradas se encontraron de manera inevitable.
—¿Has estado bien?
Sheria sonreía.
Pero sus acciones no tenían ningún efecto en los presentes.
Después de todo, Moodcella había invitado a esta fiesta del té a personas que habían sido afectadas por sus infidelidades.
Ellos la observaban con arrogancia y desdén.
Era mi turno de intervenir.
—He estado bien, gracias a ti.
Sheria arqueó ligeramente una ceja al captar la insinuación oculta en mis palabras.
Tomé mi taza y bebí un sorbo de té con calma.
Incluso ante las miradas frías de quienes la rodeaban, Sheria solo sonreía, frágil y adorable como siempre.
—Su Majestad, le agradezco por darme la oportunidad de curar su enfermedad.
La Emperatriz tomó de repente la mano de Sheria y negó con la cabeza.
—No puede ser. Soy yo quien debe agradecerte por venir.
Habiendo intentado todo para curar su enfermedad, la Emperatriz debía de estar emocionada por la propuesta de Sheria.
Recordé lo que Isaac me había dicho.
( Meldenique. )
( ¿Sí? )
( La Emperatriz ha tenido a los mejores médicos a su disposición. Ha tomado todo tipo de medicinas. )
( ¿De verdad? )
( Lo único que aún no ha intentado es el uso del poder divino. Por eso le interesa tanto el que supuestamente posee Sheria. )
( Entonces, aunque yo solicitara una audiencia con ella, intentaría comprobar primero la autenticidad de su poder divino. )
( Exacto. Es un combate bastante desfavorable. )
—Así que posees poder divino, ¿no?
—Sí. Según Su Santidad, el Papa.
Sheria cubrió su boca con la mano, como si estuviera avergonzada, y sonrió.
Aparentaba humildad, pero al mencionar al Papa, estaba elevando su estatus.
La Emperatriz parecía aún más inclinada hacia Sheria tras oír la mención del Papa.
—Entonces, ¿por qué no te convertiste en sacerdotisa?
—Quería contribuir a nuestro imperio.
Sheria continuó con una voz cálida.
—Mi deseo es sanar a los enfermos sin necesidad de ser sacerdotisa o santa. Su Santidad también me dio su permiso.
Respondió con una suave sonrisa.
Sin embargo, Lady Moodcella la observaba con una mirada fría.
Sin preocuparse por la cortesía, Moodcella intervino en la conversación.
—Ahora que lo recuerdo, Su Majestad, escuché que Lady Meldenique también posee hierbas medicinales que pueden aliviar sus síntomas.
—Ah… es verdad.
Solo entonces la Emperatriz apartó la vista de Sheria y me miró.
Seguramente había olvidado por completo que yo también traía medicina.
Bueno, después de haber probado tantas, es normal que no confíe en mí.
La Emperatriz nos observó a ambas, como si estuviera debatiendo a quién elegir.
Quizás por la charla sobre el bosque y por haber escuchado atentamente sus historias, la Emperatriz me miró con un gesto de disculpa antes de volverse hacia Sheria.
—Veamos, supongo que, Sheria…
Pero justo en ese momento, el chambelán entró apresurado con una expresión preocupada.
Por fin ha llegado.
Con el rostro sereno, levanté mi taza y bebí otro sorbo de té.
—Su Majestad.
—¿Qué ocurre?
—Perdón por la interrupción, pero…
El chambelán señaló con cautela hacia la parte trasera del jardín.
Allí, un niño pequeño caminaba a paso apresurado.
—¡Madre, Su Majestad!
Solo había una persona en todo el Palacio de Cristal que podía entrar sin el permiso de la Emperatriz.
Alguien que irrumpió como un torbellino.
Mi carta maestra.
Mi adorable truco secreto.
El príncipe Axion había llegado.
Axion era el hijo más querido de la Emperatriz.
Aparenté fijar mi mirada en él, pero en realidad, observé de reojo a Sheria.
Su expresión era inusualmente rígida.
¿Sabe que Axion y yo somos cercanos?
Bueno, si investigó sobre mí, es imposible que no lo sepa.
—¿Qué ocurre, Xion?
El ambiente se tornó cálido, ajeno a la tensión entre Sheria y yo.
La aparición del adorable príncipe menor hizo sonreír a todos los presentes.
Incluso el rostro de la Emperatriz, quien sufría de migrañas crónicas, se iluminó.
—¡Sí, aquí estoy! ¿Se encuentra mejor?
Axion, con una expresión madura y una postura erguida, echó un vistazo alrededor y abrió los ojos con sorpresa.
—¡Oh! ¡Hola, Mel!
Su actuación era impresionante.
—¿Qué haces aquí?
—La Emperatriz me ha invitado a su fiesta del té.
Contuve la risa al notar que Axion hablaba como si estuviera leyendo un libro.
—Ya veo.
El niño se sentó en una silla infantil que el chambelán le acercó y tomó su lugar junto a su madre.
—Mis disculpas por irrumpir en la fiesta del té de las damas.
Dios mío, es tan maduro. Parece un caballero de verdad.
Tal vez sintió mi mirada de admiración, porque Axion alzó el mentón con orgullo.
—Madre, ¿ha escuchado esto? Hace poco, ¡padre se volvió increíblemente fuerte!
—Ah, sí, es cierto.
—¡Sí! ¿Pero sabe que todo es gracias a Lady Meldenique?
Axion comenzó a contarle a la Emperatriz sobre el regalo que le había dado al emperador y sobre los diversos inventos sorprendentes que le había mostrado.
—Ah, ¿así que tú eras la persona con la que Axion quería casarse?
La Emperatriz, quien había escuchado atentamente, se dio cuenta de que yo era la persona de la que hablaba su hijo.
Su expresión se suavizó como la nieve en primavera, y su mirada hacia mí se tornó aún más amable.
Así es como se eleva el valor propio sin necesidad de alardear.
Mencionar la autoridad del Papa para engrandecerse es una táctica de aficionados.
Lo auténtico es cuando los demás lo reconocen por sí mismos.
Respondí con una sonrisa ligera.
—Así es, Majestad. Me honra saber que al Emperador le gustaron los caramelos de salien que le regalé. Esta vez, he traído flores para la salud de Su Majestad.
La Emperatriz inclinó la cabeza con interés.
Axion, su hijo más querido y en quien más confiaba, selló la conversación con su comentario.
—Ah, ¿te refieres a ese invento increíble?
—¿Invento increíble?
—Sí, escuché que es completamente diferente del poder divino o las medicinas comunes. ¡Dicen que el poder divino normal tiene efectos secundarios!
Axion me miró de reojo.
Tal como habíamos ensayado la noche anterior a través de la esfera de comunicación, estaba siguiendo el plan a la perfección.
—¿Efectos secundarios?
La Emperatriz, quien había sufrido los efectos secundarios de las medicinas toda su vida, frunció el ceño.
Sheria sonrió sutilmente y respondió.
—Mi poder divino no tiene efectos secundarios.
Axion vaciló por un momento, pero su mente aguda y astuta no lo defraudó.
—Qué extraño. ¿Cómo puede confiarse en el poder divino de alguien que ni siquiera ha sido ordenado como sacerdote, señorita?
Mantuve la sonrisa pintada en mi rostro mientras observaba a la Emperatriz.
Era su turno de decidir.
Y su balanza ya se inclinaba hacia un lado.
—Entonces, probemos primero lo que Lady Meldenique ha preparado.
Saqué una bolsita de té con la raíz de la flor de Hiphoanel que había preparado con anticipación.
Había hecho algunos ajustes para esta ocasión especial.
—Sí, se lo mostraré de inmediato.
Las raíces de la flor de Hiphoanel, contenidas en la bolsita de té, se disolvieron suavemente en el agua.
Momentos después, la Emperatriz tomó un sorbo de la infusión que había preparado.
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