⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Un segundo, dos segundos, tres segundos.
El tiempo pasaba, tic-tac, tic-tac.
Moodcella comenzó a animarme con las manos sudorosas por la emoción. Y entonces, la Emperatriz abrió lentamente los ojos y murmuró con una voz ronca.
—Es extraño, muy extraño.
—… ¿Perdón?
¿Acaso algo salió mal?
Tragué saliva con seriedad, sintiendo la tensión.
La Emperatriz tomó mi mano de repente y, con una voz cansada, murmuró:
—El dolor de cabeza, la sensación de asfixia… todo desapareció de golpe.
—Ah…
Qué alivio.
—Habrá que seguir observando, pero no esperaba que los síntomas desaparecieran tan rápido.
—Por favor, reciba únicamente mi tratamiento por el momento, Su Majestad.
Sin importar cómo lo viera, estaba claro que la familia Kinnoa estaba llena de genios.
Me impresioné internamente y continué hablando.
—Durante un tiempo, la ayudaré a tomar su medicina una vez por semana.
—De acuerdo. Hace mucho que no me sentía tan cómoda. Ni siquiera tengo náuseas…
La Emperatriz tomó mis manos con fuerza y las sacudió repetidamente.
—Muchas gracias, de verdad.
—No es nada.
—Los médicos de la corte me dijeron lo mismo. Que mi problema de retroceso de maná era difícil de tratar. Que era diferente a los demás. ¿Cómo has logrado desarrollar un método así?
Con la misma voz con la que le vendí caramelos de hierbas hechos con raíz de Silan al emperador, le susurré con seriedad:
—Pasé años sufriendo y experimentando. Después de mucho tiempo e inversión, finalmente hice este descubrimiento.
—¡Oh, oh…!
—Es un honor haber sido de ayuda para Su Majestad.
—No tenía ninguna expectativa, pero vaya sorpresa. Pensaba que la fuerza sagrada sería más efectiva, así que consideré intentarlo por ese lado.
—Madre, Mel también le dio un regalo maravilloso a Padre. ¿No sería increíble si nos convirtiéramos en familia?
Todos en la sala reían con alegría… excepto una persona: Sheria.
Sheria, con una sonrisa tan rígida como la de una muñeca, dejó su taza de té sobre la mesa.
¡Clang!
El sonido resonó con fuerza cuando la taza chocó contra la mesa.
Su falta de modales sorprendió a todos, haciendo que se detuvieran en seco.
El rostro de Sheria estaba inusualmente tenso, pero pronto sonrió y habló.
—Ah, lo siento. Se me resbaló la mano.
Sheria se disculpó con una sonrisa ligera.
—Es un gran honor saber que mi hermana mayor puede tratarla.
—Lady Sheria, lamento que haya tenido que venir para nada. Pero confío en que lo comprenderá.
—… ¿Perdón?
Ignorándola por completo, continué hablando.
—Si se combina esta medicina con otros tratamientos, podría generar toxicidad. Por desgracia, tendremos que posponer la demostración de su poder sagrado para otro día. La salud de Su Majestad es la prioridad.
Como si la situación la hubiera tomado por sorpresa, la mano de Sheria, que sostenía la taza de té, se puso completamente blanca.
La observé en silencio, notando cómo sus huesos se marcaban en el dorso de su mano.
Si se sentía frustrada porque todos sus planes se habían desmoronado… bueno, no era mi problema.
—… Sí, deseo la pronta recuperación de Su Majestad.
Sheria respondió con un hilo de voz casi inaudible.
Yo sabía bien que a ella no le importaba en absoluto la enfermedad de la Emperatriz.
Lo único que le interesa es el beneficio que obtendría si lograra curarla.
Estaba a punto de casarse con el Duque Hesman, pero al ausentarse, su reputación quedó manchada con rumores de infidelidad. Debía estar desesperada.
Justo en ese momento, una de las jóvenes damas sentadas junto a la Emperatriz pareció notar la tristeza en la voz de Sheria y trató de consolarla.
—Pero el poder sagrado es una gran bendición, así que si en el futuro se presenta la oportunidad, podríamos…
Sin embargo, Moodcella, quien odiaba a Sheria aún más que yo, reaccionó de manera diferente.
—¡Ja!
Lady Moodcella resopló con desdén, haciendo que la joven que hablaba se sobresaltara y cerrara la boca de inmediato.
Moodcella miró a Sheria con una expresión de absoluto desprecio, casi fulminándola con la mirada.
—Lady Meldenique, ¿cómo ha logrado desarrollar algo así?
Moodcella le dio la espalda a Sheria y se dirigió a mí, ignorándola por completo.
En ese momento, Axion también intervino, comenzando una cadena de elogios.
—¡Es realmente increíble!
—Sí, de verdad. ¿Dónde se había estado ocultando un talento como el suyo?
La Emperatriz, que no entendía del todo la dinámica de la alta sociedad, asintió con calidez mientras me elogiaba.
—Será mejor que nos reunamos al menos una vez por semana.
—Es un honor, Su Majestad.
A largo plazo, también me convenía estrechar lazos con la Emperatriz.
Después de todo, la Academia Real de Maltend estaba justo al lado de la sede principal de mi papelería.
Las conexiones son clave en la vida.
Sostuve con firmeza la mano de la Emperatriz y le dediqué una sonrisa suave.
—Lady Moodcella Maxon… ¿es así?
Sheria, quien nos observaba en silencio, dirigió su mirada hacia Moodcella y habló.
—Sí, ¿y qué?
Sheria la miró fijamente y, con una expresión tímida, se echó el cabello rosado detrás de la oreja.
—Creo que pronto volveremos a encontrarnos.
Aunque su gesto era delicado, sus ojos eran fríos y gélidos.
—Ah, Sheria.
Solté una risa baja y le advertí con calma.
—Tú y yo tenemos mucho de qué hablar. Hay cosas que aún no hemos discutido, ¿verdad?
Nuestras miradas se cruzaron en el aire.
Pero en este lugar, la que ganó fui yo.
Sheria ya no podría llevarse el título de sanadora de la Emperatriz. En este mismo momento, yo se lo había arrebatado todo.
Sheria, como si comprendiera ese hecho, tembló levemente con la punta de los dedos antes de detenerse por completo.
La fiesta del té había concluido a la perfección.
Me dirigí primero a la sala de tocador situada en el interior del jardín.
Era un lugar diseñado para que las damas de la corte pudieran arreglarse la vestimenta.
Seguro que Sheria intentará acercarse.
Por su actitud de hace un momento, podía suponer que intentaría hablar conmigo cuando estuviera sola.
Y como si lo hubiera predicho, en cuanto entré en la sala de tocador, una voz sonó a mis espaldas.
—Unnie.
Me giré para mirarla.
—¿Qué te parece si charlamos un momento?
Con una voz dulce, como si caminara en un sueño, Sheria me miró fijamente.
La observé y curvé mis labios en una sonrisa.
—Sí, habla con la pared.
La ignoré fríamente y pasé de largo.
—… Te arrepentirás, querida unnie.
Sheria dejó escapar una risa sarcástica, herida en su orgullo.
Lancé una mirada fugaz en su dirección y, con suavidad, pasé la mano por su cabello rosado que flotaba en el aire.
—La que se arrepentirá eres tú, por haber elegido al Duque Hesman.
Vaya, qué pena, recoger la basura que yo tiré.
Cuando comprendió el significado de mis palabras, la expresión de Sheria se volvió peligrosamente fría.
Miré a la muñeca de porcelana que tenía delante y concluí con una última frase.
—Por cierto, ¿el Duque sigue siendo completamente funcional en términos de fertilidad?
—… ¿Qué dijiste?
La voz de Sheria, que sonaba como si paseara en un sueño, bajó ligeramente de tono.
—Lo pateé una vez.
Asentí con la cabeza y sonreí, satisfecha.
Fue en ese instante.
Cuando aparté la mano de su cabello, imágenes del pasado revolotearon en mi mente.
( Sheria, ¿quieres esto? Lo guardé especialmente para ti. )
( No quiero. No quiero estar cerca de ti. )
( Eh, ¿por qué? Soy tu hermana, y… ah, pero… ¡No lo toqué con mis manos! )
Era el chocolate más delicioso que tenía Meldenique. Para Sheria, quizás solo era otro dulce sin importancia.
( No lo toqué con mis manos. Lo guardé con cuidado, así que está completamente limpio. )
Mientras Meldenique señalaba el envoltorio con timidez, la joven Sheria sonrió cruelmente y susurró:
( Aún así, no lo quiero. Todo lo que tienes parece estar maldito. )
En aquel entonces, Meldenique quería a Sheria. No, lo correcto sería decir que la admiraba.
( Unnie, tengo curiosidad por algo. )
( ¿Qué cosa? )
( Tu prometido… ¿qué le gusta? )
( ¿Por qué preguntas eso? )
Sheria sonrió mientras hablaba.
( Es el hombre más famoso de la sociedad. Creo que combinaría bien conmigo. )
En aquel momento, Meldenique se alegró ingenuamente de que Sheria le hablara.
Por eso, con obediencia, le contó sobre Lennox.
Porque le gustaba ver a Sheria sonriendo con tanta felicidad.
Y eso solo llevó a que su prometido y su propia hermana le apuñalaran por la espalda.
¿Esa chica era la protagonista de esta historia?
De verdad, qué caso perdido.
No tenía intención de seguir hablando con ella, pero no podía evitarlo.
Miré a Sheria, que aún mantenía una extraña sonrisa, y volví a abrir la boca.
—Sí, lo llamaron adulterio.
—¡…!
—Pero más importante, deberías ir a ver a tu… ‘maldita’ madre.
En ese instante, una pequeña grieta apareció en el bello rostro de Sheria.
Sin embargo, en un instante, recuperó su radiante sonrisa y continuó hablando.
—¿De qué hablas, unnie? Mamá ya está en un lugar perfecto.
—¿Qué…?
—¿De qué serviría que la visitara?
Una alerta roja resonó en mi mente.
La Sheria que conocía era caprichosa, pero apreciaba a su madre.
Pero ahora no.
Sheria ni siquiera parecía preocupada por el hecho de que su madre estuviera en coma.
Escondí mi desconcierto y me di la vuelta.
Pero Sheria continuó hablando con dulzura a mis espaldas.
—Unnie, en el edificio que dejó mi amada madre, crearé cosas perfectas.
En otras palabras, Sheria planeaba vender agua bendita y objetos sagrados en el edificio frente a mi papelería.
Tal como lo sospechaba, intentaba interponerse en mi camino.
Sin responderle, me dispuse a marcharme.
—Ah, por cierto.
Su voz melosa flotó en el aire.
—La gente en tu papelería… ¿puedo hacerles algo?
—Inténtalo.
Ya no era la misma Meldenique de antes.
—Si es que puedes.
Sin girarme, apreté los dientes y respondí.
Sheria sonrió radiante y agitó la mano hacia mí.
—Sí, unnie.
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