⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Sheria estaba en una pequeña habitación dentro de la villa donde se celebraría la ceremonia de compromiso.
Había entrado tras recibir la llamada del Duque Vaveloa.
—Sheria.
El Duque Vaveloa la miró con un rostro inquieto y la llamó con voz tensa.
—¿Has oído la noticia de que tu hermana ha sido investida con el título de marquesa?
—¿Por qué me dices eso el día de mi compromiso con Lenox?
Sheria respondió con su característico tono alegre mientras se acomodaba tranquilamente en el asiento frente a él.
—Ella ya no es de la familia. Simplemente, olvídala.
El Duque Vaveloa dudó antes de responder.
—No… pero sigue siendo tu hermana. Además, parece que tiene bastante talento…
—Padre, ahora no es momento de pensar en ella, sino en el auge de nuestra casa. Su Santidad el Papa nos ha elegido directamente, ¿no es así?
—Eso es cierto, pero…
El Duque frunció el ceño.
En lugar de responder, Sheria sacó de su pecho un pequeño frasco que había guardado con mucho cuidado.
Era una botellita de agua bendita, apenas del tamaño de dos falanges de su dedo índice.
En su pálido rostro se dibujó una sonrisa, tan bella como una máscara.
—Padre, beba esto primero. Es agua bendita.
El Duque Vaveloa, siempre orgulloso de su voluntad, frunció el ceño ante el tono imperativo de su hija.
—¿Me estás obligando?
Sheria abrió mucho los ojos y negó con la cabeza, como si no entendiera a qué se refería.
—¡Por supuesto que no! Si bebe esta agua bendita, gozará de buena salud y felicidad por mucho tiempo. Solo quiero ofrecerle una bendición, padre.
—…¿De verdad?
El Duque la miró con sospecha.
—Esta agua ha sido bendecida personalmente por Su Santidad el Papa.
—¿Por el mismo Papa?
Ante la mención del Papa, los ojos del Duque Vaveloa se llenaron de codicia. Miró la copa de cristal con una expresión avariciosa.
—Hmm, bien. No habrá problema, ¿verdad?
—Por supuesto que no. Hoy es un día sagrado, el día de mi compromiso. Beba la bendita agua y bríndeme su bendición también, padre.
Aunque su expresión mostraba cierta incomodidad, el Duque asintió y tomó un sorbo de la botella.
Bajó la cabeza y, poco a poco, comenzó a dormitar.
Una sonrisa hermosa y encantadora se extendió en los labios de Sheria.
Se inclinó hacia adelante y acercó su rostro al del Duque. Luego, le susurró algo en voz baja.
—Padre, por favor, descanse en paz.
Su mirada brilló con codicia por un instante.
—Entonces, me marcho.
Sheria se puso de pie.
Para que la ‘bendición’ del agua bendita surtiera efecto correctamente en una persona, era necesario algo de tiempo.
Solo tenía que mantener a su padre en aquella habitación durante la ceremonia de compromiso.
Sheria salió al pasillo, pero en ese momento, un hombre apareció de repente y le agarró la muñeca con brusquedad.
—¿Lo has oído?
Sheria se quedó rígida por un instante al ver al hombre que la había sujetado sin previo aviso.
—La ceremonia de investidura del Marqués Kinoa comenzó hace diez minutos.
Su voz era áspera y agitada.
—… ¿Lenox?
Sheria miró a su prometido, que vestía un lujoso uniforme negro con borlas en los hombros.
Sus ojos vacilaron por un momento, pero pronto recuperaron su brillo astuto.
—Parece que mi hermana está tramando algo.
En su expresión apareció un leve gesto de desprecio antes de desvanecerse.
Por mucho que Meldenique hubiera demostrado habilidades sobresalientes últimamente, la gente no cambia tan fácilmente sus prejuicios.
Además, Sheria tenía algo que su hermana no poseía: su mejor arma secreta.
—Nosotros tenemos a Su Santidad el Papa y la espada sagrada. ¿Qué podría hacer ella contra eso, Lenox?
—…No, esa mujer es astuta. No podemos confiarnos.
Lenox mordió sus labios y bajó la mirada por un instante.
La expresión de Sheria, normalmente relajada, se endureció.
—No te preocupes. Pase lo que pase, Su Santidad el Papa nos protegerá.
Pensando en la hermosa y espléndidamente decorada pasarela nupcial, Sheria esbozó una leve sonrisa.
—Lenox.
—…¿Hmm?
—Yo también tengo algo preparado.
—…¿Algo preparado?
Sheria recordó el rostro de su padre después de haber bebido el agua bendita.
El Duque Vaveloa ya estaba en sus manos. A partir de ahora, sería su marioneta.
—Mi hermana aún no lo sabe.
Lenox mostró una expresión confundida, pero pronto su rostro se relajó con una sonrisa radiante.
—¿Es así?
—Sí. Su Santidad ha planeado todo con gran detalle. Así que no te preocupes. Al final, seremos los vencedores en este tablero de juego.
Lenox acarició suavemente la mejilla de su prometida y le dedicó una sonrisa seductora.
—Entonces, es hora de irnos.
Sheria preguntó en voz baja.
—Ah, Lenox. ¿Has encontrado la espada heroica, Dominique?
—No. Pero tenemos otra espada ego, así que será suficiente.
Estaban convencidos de que la fama de la legendaria espada Dominique haría que su ceremonia de compromiso fuera aún más grandiosa.
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Las campanas sonaron.
Era el momento en que los prometidos debían entrar al salón de la ceremonia.
El Duque Lenox Hesman pensaba que todo iba según lo planeado.
El número de invitados en la ceremonia era prueba de ello.
Los nobles más influyentes estaban sentados en más de treinta mesas, observando el espléndido evento.
Todo era perfecto hasta el momento en que, tomados de la mano, cruzaron el arco nupcial adornado con lirios blancos.
Un estruendoso aplauso inundó la sala.
Las exclamaciones de admiración dirigidas hacia la pareja resonaban por todo el salón de compromiso.
Incluso las numerosas cámaras mágicas que transmitían el evento captaban cada instante.
Si lograban finalizar con éxito tanto la ceremonia de compromiso como la fiesta de lanzamiento del objeto sagrado, la mancha del escándalo de infidelidad quedaría completamente borrada.
Lenox entrelazó sus dedos con los de Sheria, que llevaba puestos unos guantes blancos como la nieve, y le habló con dulzura fingida.
—Entremos.
—Sí.
Caminaron juntos por el arco nupcial en dirección al altar.
De las mesas donde estaban sentados los invitados empezaron a surgir rumores y murmullos.
El Duque Hesman frunció levemente el ceño mientras observaba a su alrededor.
—¿Qué está pasando?
Apretó con suavidad la frágil mano de Sheria, que mostraba signos de inquietud, tratando de calmarla.
—No es nada importante. Todo estará bien.
Continuaron su camino hasta llegar frente al altar.
Sin embargo, incluso después de que la hermosa pareja llegara al frente, el alboroto no cesaba.
El oficiante, un hombre de cabello escaso, levantó la voz con autoridad.
—¡Silencio! ¡Guardad silencio!
En el centro del salón se alzaba una enorme tarta de bodas.
Solo tenían que proceder con el corte para continuar con la ceremonia, pero el ruido entre los asistentes hacía imposible seguir adelante.
—No puede ser…
—Espera, ¿qué… qué está pasando?
—Conde Morally, ¿es cierto lo que está diciendo?
Lenox frunció aún más el ceño y se giró.
El centro del alboroto era el Conde Morally y sus vasallos.
El Conde había hecho una gran inversión en los negocios de la familia Hesman recientemente. Además, debido a su participación en el negocio de las comunicaciones mágicas, siempre estaba bien informado y sabía moverse entre las personas adecuadas.
Que un escándalo como este surja en mi ceremonia de compromiso…
El Duque Hesman miró con dureza al Conde Morally y le preguntó.
—¿Qué sucede?
—…Es sobre la espada sagrada. Hay rumores de que es falsa.
El Conde Morally no se atrevía a alzar la voz contra el Duque, pero estaba claramente indignado.
—¿Falsa? ¿De qué estás hablando?
—No es falsa. Por favor, cálmense todos.
El murmullo entre los invitados comenzó a apaciguarse ante la serena voz de Sheria.
¡Bang!
Un fuerte estruendo retumbó en la sala, y alguien comenzó a caminar con paso firme hacia el interior.
—No… ¿Qué significa esto?
Meldenique Kinnoa cruzó sola el arco nupcial y avanzó hacia ellos.
—…¿Hermana?
El cuerpo de Sheria se encogió ligeramente, sorprendida por la aparición inesperada.
—Espero que todos estén bien.
Meldenique sonrió con una expresión relajada mientras hablaba ante la multitud.
—…Qué atrevimiento. ¿Qué estás haciendo?
Hasta ese momento, Lenox aún no comprendía completamente la situación.
( Tienes que casarte conmigo, Lenox. Solo tú me importas. )
Ella había dicho esas palabras. Tal vez había venido al compromiso con la esperanza de recuperarlo.
Justo cuando su rostro se torció con una sonrisa arrogante y burlona, Meldenique habló.
—Disculpe, su excelencia.
Soltó una risita y extendió la mano al aire.
En ese instante, una enorme espada apareció en su mano.
Los nobles presentes, así como los emisarios de otros imperios, la miraron con rostros atónitos.
Por supuesto, las cámaras mágicas instaladas en el salón captaban y transmitían todo en vivo a todo el imperio.
—¿Qué estás haciendo, hermana? ¡Esto es una falta de respeto!
Sheria, aturdida, finalmente reaccionó y comenzó a gritar.
Lenox también recuperó el sentido y la increpó con voz dura.
—Sí, ¿qué demonios significa esto?
—No estoy aquí para ser irrespetuosa.
Meldenique caminó por la alfombra nupcial con paso firme, acercándose al altar donde estaban parados Lenox y Sheria.
—Solo he venido a corregir un hecho.
Lenox miró con el ceño fruncido a Meldenique y la espada en su mano.
A simple vista, la espada parecía vieja y descuidada, con el mango desgastado y la hoja oxidada.
Pero Lenox, que había dedicado años a recolectar numerosas ‘Ego Swords’, notó de inmediato la sensación de opresión que emanaba del arma.
Esa espada era auténtica.
Y tal vez…
Un mal presentimiento se elevó en su pecho, haciéndole apretar los dientes mientras gritaba.
¿Qué estás planeando hacer?
Sus ojos inyectados en sangre se clavaron en Meldenique.
Algo estaba terriblemente mal.
—En el nombre del héroe que salvó el imperio, Dominique.
Meldenique sonrió brillantemente.
—He venido a castigar a los farsantes que se han atrevido a reclamar su linaje y a aquellos que poseen una espada falsa.
En el momento en que sus palabras resonaron en el salón, las manos entrelazadas de Lenox y Sheria se separaron y cayeron al suelo.
¿Falso? ¿Dominique?
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