⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—No entiendo fácilmente esta decisión. Supongo que las otras doncellas en prácticas sienten lo mismo. Por favor, dennos una explicación adecuada.
Lip quería decir ‘¿Por qué debería hacerlo?’ pero se contuvo. Las doncellas en prácticas merecían conocer la verdad.
—La fiesta del té que se celebró hace unos días no fue un evento ordinario. Fue una ocasión para evaluar las habilidades de las doncellas en prácticas.
—¡…!
—¿No es necesario decir quién se destacó más en la fiesta del té?
En lugar de una respuesta, cayó un silencio.
Lip, sin prestar atención a la tensión, se dirigió a Siana:
—Así que, Siana, mañana al amanecer ve al Palacio Ruby. Allí servirás a Su Alteza la Princesa.
Siana tardó un momento en responder.
—…Sí.
—Eso es todo por hoy.
Con eso, Lip abandonó el comedor, pasando junto a Jeanne, quien temblaba de rabia.
—…
Siana ya no podía disfrutar de la manzana como lo había hecho antes. Todo debido a las miradas de las demás doncellas en prácticas.
Para ellas, convertirse en una doncella oficial significaba dar el primer paso hacia su sueño. Y que Siana, quien había llegado última, fuera la primera en lograrlo, no podía más que provocar resentimiento. Debían sentir envidia y rencor.
Solo porque estoy acostumbrada a ser rechazada, no significa que no me afecte.
Siana no quería enfrentarse al odio de las demás. Así que, en el momento en que decidió salir del comedor apresuradamente, un cuerpo enorme la envolvió.
—¡Felicidades, Siana!
—¡Ah!
Chuchu la abrazó y continuó hablando.
—Sabía que serías la primera en convertirte en una doncella oficial. Has trabajado más duro que nadie.
Siana, sintiendo la presión de los enormes músculos, levantó la cabeza. El rostro de Chuchu irradiaba verdadera felicidad, como si ella misma hubiera sido ascendida a doncella oficial.
Y no era solo Chuchu.
—Felicidades.
—Me alegra mucho por ti, Siana.
Las otras doncellas también la felicitaron con una sonrisa. Aunque sus ojos reflejaban un ligero pesar, no había ni un rastro de rencor o envidia hacia Siana.
Siana, frunciendo ligeramente el ceño, preguntó:
—…¿Están bien con esto?
Una de las doncellas en prácticas, comprendiendo la pregunta, se rascó la nariz antes de responder.
—Es un poco frustrante, pero ¿qué le vamos a hacer? Sinceramente, lo hiciste bien durante la fiesta del té.
—Exacto. Y gracias a ti, hoy hemos podido disfrutar de comida deliciosa.
—Yo no soy de esas que envidian a sus compañeras por ser promovidas antes.
—Qué gracioso. Apenas mencionaron tu nombre, empezaste a quejarte.
—Eso fue un reflejo instintivo. Soy humana, no es como si pudiera alegrarme siempre.
Observando a las doncellas en prácticas discutir, Siana no pudo evitar soltar una carcajada.
Lo había olvidado por un momento. Estas personas son completamente diferentes de aquellas que conocí cuando era princesa.
Ellas eran sinceras, no habían sido corrompidas por la oscuridad del palacio real.
Con una voz clara, Siana exclamó:
—Gracias a todas. Cuando reciba mi primer salario como doncella oficial, les invitaré algo delicioso.
Las doncellas en prácticas estallaron en vítores.
—¡Eres genial, Siana!
—¡Eres generosa, Siana!
En medio del bullicio, solo una persona mantenía una expresión sombría: Jeanne.
—¿Qué es este ambiente? ¿Acaso no ven que todo es por dinero?
Pero nadie respondió a las palabras de Jeanne. Ya no era la líder de las doncellas en prácticas.
Incapaz de aceptar la situación, Jeanne gritó:
—¡Ya verán, se lo diré todo a mi papá!
Chuchu la miró con desprecio y respondió:
—Qué tontería estás diciendo.
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Esa noche, Siana comenzó a hacer su equipaje. Después de convertirse en una doncella oficial, tendría que mudarse a la residencia del palacio asignada.
Aunque no tengo mucho que llevar.
Cuando dejó el reino, no tuvo tiempo de preparar muchas cosas. Solo tenía un conjunto de ropa casual para salir, unas pocas prendas interiores y una pequeña caja de joyas.
Siana miró su habitación con una mezcla de nostalgia. Una pequeña habitación sin luz solar, con un olor a moho rancio y paredes agrietadas por las que a menudo pasaban insectos con demasiadas patas. Cuando llovía, el techo goteaba, empapando el suelo.
…Aun así, era mucho mejor que la habitación que tenía cuando era princesa.
Al menos aquí no lloraba con la cara enterrada en la almohada. No tenía que soportar el dolor en sus piernas hinchadas por los azotes. No vivía con miedo de escuchar un golpe en la puerta llamándola. Solo tenía que dejarse caer en la cama y dormir, cansada.
Fue duro, pero también fue agradable.
En ese momento, alguien tocó suavemente la puerta.
Cuando Siana la abrió, se sorprendió al ver a Chuchu, sudando en la frente.
Chuchu le habló a Siana.
—Mano.
Chuchu le entregó algo en la mano que Siana había extendido de forma natural.
—Es un regalo por haberte convertido en una doncella oficial. Tuve que rogarle a la doncella supervisora para que me dejara salir del palacio a comprarlo.
El objeto que Chuchu había colocado en la mano de Siana era un pasador de pelo de color esmeralda, igual que el color de los ojos de Siana.
Chuchu se rascó la mejilla mientras hablaba.
—A diferencia de las doncellas en prácticas, las doncellas oficiales suelen adornarse un poco. Todas llevan pasadores en el cabello, así que compré uno para ti. Para que no te sientas inferior.
—……
Siana no pudo decir nada durante unos momentos.
Mientras trabajaba como doncella en prácticas, no recibía ningún salario. Solo le proporcionaban una pequeña cama y lo justo para no pasar hambre.
La mayoría de las doncellas en prácticas solían vivir con el dinero que habían traído de sus casas, ahorrándolo cuidadosamente.
Eso incluía a Chuchu.
Y, sin embargo, me ha comprado este pasador.
A simple vista, no era un objeto costoso como los que usaban los nobles. Era un artículo sencillo, con una joya falsa incrustada.
Pero Chuchu probablemente había tenido que gastar todos sus ahorros para comprarlo.
¿Cómo podría describir lo que estaba sintiendo?
Es como si alguien me estuviera pellizcando el corazón.
Siana se mordió el labio. De lo contrario, sentía que las lágrimas podrían empezar a brotar tontamente.
Chuchu, al ver la expresión de Siana, se mostró preocupada.
—¿Qué… qué pasa? ¿No te gusta el pasador? Le pedí al dueño que me diera el más bonito.
—……
—Vaya. Tal vez debería haber elegido el de al lado.
Los finos brazos de Siana rodearon el robusto abdomen de Chuchu.
Siana cerró los ojos y habló.
—Gracias, Chuchu. Es realmente hermoso.
Al sentir la emoción en la temblorosa voz de Siana, Chuchu finalmente se relajó.
Sonriendo ampliamente, Chuchu acarició la pequeña cabeza de Siana, que apenas llegaba a su pecho.
—No es nada, entre amigas.
Esas palabras llenaron el corazón de Siana de una cálida sensación.
Capítulo Extra 1
El día de una doncella en prácticas comenzaba antes de que saliera el sol.
Lo primero que hizo Siana al abrir los ojos en la oscuridad fue arreglarse.
El palacio real es un lugar donde la ‘elegancia’ es lo más importante. Esto también se aplicaba a las doncellas en prácticas, que tenían que realizar todo tipo de tareas arduas.
Siana se trenzó cuidadosamente su largo cabello color miel y se puso el uniforme gris.
Aun así, me gusta bastante esta ropa.
El uniforme de doncella era un vestido simple sin adornos, pero era práctico para trabajar, con muchos bolsillos.
A diferencia del uniforme, que estaba cuidadosamente diseñado para estar a la altura de la dignidad del palacio, el desayuno era modesto.
Por lo general, consistía en el pan y la sopa que habían sobrado del día anterior.
Después de un desayuno rápido, Siana se dirigió a su lugar de trabajo asignado.
Hoy, le habían asignado la lavandería.
Vaya, cuánta ropa.
Mirando la montaña de ropa sucia apilada, Siana tragó saliva.
Pero no tuvo mucho tiempo para quedarse mirando.
—¿Qué estás haciendo? Ven y comienza a trabajar. No debe quedar ni una sola mancha.
—¡Sí!
Con una respuesta enérgica, comenzó la jornada infernal de lavado.
Mientras golpeaba las telas mojadas con el mazo, escuchó susurros a su alrededor.
—Dicen que Su Majestad el Emperador no regresará al palacio este mes tampoco.
Mientras trabajaban en el palacio, era común que los sirvientes y doncellas hablaran sobre las pequeñas noticias del palacio, como en ese momento.
Cada vez que ocurría, Siana fingía estar absorta en su trabajo mientras aguzaba el oído.
En la vida en el palacio, la información era poder.
—Si no ha vuelto al palacio esta vez, ¿no será que Su Majestad está realmente enfermo?
—Por favor, no digas cosas tan siniestras.
Siana, aunque llevaba poco tiempo como doncella en prácticas, sabía que el Emperador estaba ausente.
Hace unos meses, alegando problemas de salud, había viajado al cálido sur para recuperarse.
Y no había ido solo.
La Emperatriz lo había acompañado.
—La Emperatriz lo está cuidando diligentemente, así que seguro que se recuperará pronto.
—Eso espero.
—Por cierto, ¿no es impresionante la Emperatriz? A pesar de lo unida que está la pareja, no debe haber sido fácil para ella dejar el palacio como Emperatriz, y aún así, se fue con él sin dudarlo.
—Siempre ha sido famosa por su naturaleza bondadosa.
—Y es muy hermosa también.
Mientras una de las doncellas hablaba de la Emperatriz con admiración, otra comentó:
—Tal vez por eso Dios le otorgó a la Emperatriz un regalo: Su Alteza el Príncipe Heredero Rashid, un ser perfecto.
En ese momento, Siana dejó de frotar la ropa sin darse cuenta.
Frunció el ceño.
Ya empezaron de nuevo.
Había algo característico en las charlas de las doncellas.
No importaba de qué estuvieran hablando, la conversación siempre terminaba girando en torno al Príncipe Heredero.
Las voces de las doncellas ahora estaban llenas de entusiasmo.
—Mery, dijiste que viste al Príncipe Heredero el otro día mientras llevabas la ropa a la lavandería. Cuéntanos más detalles.
En medio de las miradas de las doncellas, una de ellas respiró hondo antes de comenzar a hablar.
—Primero, su cabello es plateado, pero es un tipo de plata diferente del gris apagado que conocemos. Brilla como si estuviera hecho de finos hilos de plata.
—¿Y qué más? ¿Qué más?
—Su rostro es aún más increíble. Sus ojos, nariz, boca, orejas, todo es perfecto, pero lo que realmente te deja sin aliento son sus ojos. Si ves esos ojos violetas brillando bajo sus largas pestañas… de verdad…
La doncella negó con la cabeza con una expresión atormentada, como si ya no pudiera describir más.
—No, mejor lo dejo así. Con esta pobre capacidad de descripción, no puedo hacer justicia a la apariencia de Su Alteza el Príncipe Heredero. Deberían verlo con sus propios ojos.
Las demás doncellas exclamaron con desesperación.
—¡Yo también quiero!
—¡Pero si nos pasamos todo el día encerradas aquí lavando ropa, ¿cuándo tendremos la oportunidad de ver al Príncipe Heredero?!
—¡Preferiría pasar todo el día arrancando malas hierbas con tal de que me asignen al Palacio del Príncipe Heredero!
Siana no podía creerlo.
¿Están hablando en serio?
El Príncipe Heredero Rashid no solo era famoso por su belleza.
Era aún más conocido por su crueldad.
Desde los trece años, había estado en el campo de batalla. Incluso teniendo en cuenta que los miembros de la familia imperial suelen madurar temprano debido a las feroces luchas por la sucesión, esa edad era demasiado joven.
Lo sorprendente era que, a pesar de su juventud, había comenzado a lograr grandes hazañas en la guerra.
El joven no perdonaba a quienes se interponían en su camino.
Cortaba y cortaba sin piedad.
Dondequiera que pasaba, los cadáveres se apilaban como montañas.
Poco después, recibió el apodo de ‘Príncipe Heredero de Sangre‘. Un nombre que reflejaba el miedo que inspiraba en la gente.
Por eso, el día que Siana cruzó miradas con Rashid, se sorprendió mucho.
Por la belleza de su rostro, que le quitaba el aliento.
… Y por la claridad de su mirada.
Justo antes de que cruzaran miradas, Rashid había matado a una persona.
Cuando alguien acaba de matar, suele notarse de alguna manera.
Los ojos pueden brillar con una intención asesina, o pueden apagarse bajo el peso de la culpa.
Sin embargo, en los vívidos ojos violetas de Rashid no había nada de eso.
Estaban tan tranquilos como si nada hubiera sucedido.
Siana sintió un escalofrío recorrerle todo el cuerpo.
Este hombre no está en su sano juicio.
Por eso, Siana no quería encontrarse con Rashid de ninguna manera.
Y ese pensamiento no cambió, ni siquiera ahora que pasaba días agotadores como doncella en prácticas.
Preferiría estar aquí golpeando la ropa con el mazo que trabajar junto a un loco que podría matarme en cualquier momento.
Ese era el pequeño deseo de Siana, doncella en prácticas.
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