⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Frente al Palacio del Príncipe Heredero, se había reunido una multitud. Todos habían acudido para verificar el estado del príncipe, quien había regresado herido. Siana, desconcertada entre la multitud bulliciosa, sintió que alguien le tomaba la mano. Era la doncella que siempre la recibía en el palacio.
—Sígame.
Siana, con el rostro sorprendido, asintió y siguió a la doncella, quien la guió hacia el interior del palacio, evitando las miradas de la gente. A diferencia del bullicio afuera, dentro reinaba la calma.
Al entrar en el dormitorio, Siana ahogó un pequeño grito y se tapó la boca. Rashid estaba acostado, pálido como la nieve. En el suelo, al pie de la cama, yacían su armadura y ropas empapadas en sangre roja.
Sol, que estaba de pie junto a la cama, abrió los ojos de par en par al ver a Siana.
—¿Cómo es que está aquí, señorita Siana…?
Al ver la expresión rígida de Siana, Sol suspiró y continuó hablando.
—Vino tras escuchar la noticia, ¿verdad? Este maldito palacio siempre hace un alboroto por cosas sin importancia.
—¿…Qué dijiste?
Por un momento, Siana se sintió invadida por la ira. Mirando a Sol con una expresión severa, Siana gritó con voz firme.
—¿Cómo puedes hablar así cuando tu amo está herido?
—¿Perdón?
—¡Y además, parece que aún no han llamado a un médico!
—Esa es la orden de Su Alteza. Odia a los médicos. Si llamáramos a uno sin su permiso, armaría un escándalo.
—¡Eso es absurdo cuando él está ahí, pálido e inconsciente! ¡Llama a un médico de inmediato para que lo traten como es debido!
La determinación en su voz era asombrosa. Sol, sin darse cuenta, estuvo a punto de responder ‘Sí, señora’. Pero recobrándose, parpadeó y dijo:
—Pero, señorita Siana…
—No importa. Si tanto te preocupa, yo misma iré a buscar al médico.
Cuando Siana intentó salir de la habitación, Sol la detuvo.
—Por favor, escúcheme, señorita Siana.
—Suéltame.
Siana no tenía tiempo que perder con Sol. Solo pensaba en buscar un médico lo más rápido posible. Pero las palabras que siguieron fueron suficientes para detenerla en seco.
—Su Alteza solo está dormido.
—¡¿…?!
Al escuchar esto, Siana abrió los ojos con sorpresa. Miró a Sol con incredulidad y se acercó a Rashid, quien estaba acostado en la cama. Al acercar su oído a los labios de Rashid, escuchó un suave sonido de respiración. Incrédula, colocó su mano en su frente y no sintió fiebre.
Entonces, ¿qué es todo esto?
Siana miró, confundida, las ropas ensangrentadas que estaban en el suelo. Sol, rascándose la cara, respondió:
—Es sangre de los monstruos.
—Entonces, las heridas de Su Alteza son…
Sol señaló el rostro de Rashid, que estaba dormido. En un lado de su hermoso rostro, había una pequeña herida, como si hubiera sido arañado por una uña. Aunque la cicatriz roja parecía dolorosa, no parecía lo suficientemente grave como para poner en peligro su vida.
—¡…!
Fue entonces cuando Siana se dio cuenta de que había cometido un gran error, y su rostro se puso tan rojo como un tomate. La vergüenza la invadió hasta la punta de los cabellos. Siana sintió un fuerte impulso de salir corriendo del palacio.
Se levantó y, con el rostro aún enrojecido, inclinó la cabeza hacia Sol.
—Perdón por haber dicho cosas tan arrogantes sin haber escuchado primero. Lo siento mucho, señor Sol.
—No se preocupe. Es comprensible, dada la preocupación que siente por Su Alteza.
—……
—Y era fácil malinterpretar la situación. Su Alteza parece un cadáver, durmiendo tan profundamente.
Al escuchar eso, Siana frunció el ceño.
—¿Siempre duerme tan profundamente Su Alteza?
Aunque Siana había hecho todo ese alboroto, Rashid no mostraba señales de despertar. Por eso, Siana comenzó a preocuparse si la herida infligida por los monstruos podría haber afectado a Rashid de alguna manera.
Sol respondió:
—Su Alteza suele dormir bien, pero no tan profundamente. Sin embargo…
Sol echó un vistazo a Siana, evaluando su reacción antes de continuar hablando.
—Últimamente, la situación entre usted y Su Alteza no ha sido muy buena. Por eso, no ha podido dormir bien estos días. Apenas ha comido.
—……
Siana recordó lo demacrado que había visto a Rashid hace unos días.
—Luego, cuando escuchó el informe sobre la aparición de los monstruos, salió cabalgando como un loco, o mejor dicho, como un loco blandió su espada y acabó con los monstruos. Incluso con un cuerpo fuerte, nadie podría soportarlo. Apenas regresó al palacio, se desmayó de cansancio y se quedó dormido.
Finalmente, Siana entendió la situación.
Murmuró en voz baja:
—…. Qué alivio.
—……
—De verdad, qué alivio.
La profunda sensación de alivio impregnaba esas palabras repetidas. Sol miró a Siana con una expresión compleja.
Siana, moviendo nerviosamente los dedos, preguntó:
—Pero, ¿la herida en el rostro de Su Alteza no ha sido tratada aún, verdad?
—No. Acabamos de llegar…
—Entonces, ¿puedo tratarla yo?
Los ojos de Sol se abrieron de par en par ante las palabras de Siana.
—¿Usted, señorita Siana?
—Sí. Puedo encargarme de un tratamiento tan sencillo.
—Su Alteza se alegraría mucho si lo supiera. Aunque no lo sabrá porque está profundamente dormido.
Sol asintió con una ligera sensación de compasión hacia Rashid.
—Si usted se encarga, será un alivio para mí. Se lo agradeceré.
Sol recogió la armadura y la ropa ensangrentadas que estaban tiradas bajo la cama y salió discretamente del dormitorio.
En la amplia habitación solo quedaron Rashid y Siana. De pie junto a la cama, Siana abrió el frasco de medicamento que Sol le había dado. El olor amargo del ungüento indicaba que ayudaría a cicatrizar la herida.
Siana comenzó a aplicar cuidadosamente el ungüento sobre la herida en el rostro de Rashid. A pesar de que el ungüento debía arder al contacto con la herida, Rashid no se movió en absoluto.
Debe estar realmente exhausto.
Para Siana, Rashid siempre había sido una persona fuerte. Siempre se mostraba relajado y con una sonrisa en el rostro. No podía creer que ahora estuviera durmiendo como si toda su energía se hubiera desvanecido.
…Y saber que soy la causa de su estado.
El pecho de Siana se apretó con un sentimiento de culpa.
Fue en ese momento.
—…
Rashid entreabrió los ojos. Antes de que Siana pudiera decir algo, Rashid habló.
—Wow, Siana está aquí.
Los ojos de Rashid se suavizaron con una leve sonrisa. Su rostro, que momentos antes había mostrado signos de agotamiento, ahora solo reflejaba pura felicidad.
Rashid, sin abrir completamente los ojos, murmuró algo. Aunque su voz era tan suave como una brisa rozando pétalos, Siana lo escuchó claramente.
—Te quiero.
En ese instante, el calor subió hasta las orejas de Siana. Afortunadamente, la travesura de Rashid terminó ahí. Rashid volvió a cerrar los ojos.
Solo después de escuchar su respiración tranquila, Siana soltó el aire que había estado conteniendo.
—Ha…
Logró calmar su respiración, pero no podía calmar el resto. Su rostro estaba ardiendo, sus manos temblaban, y su corazón latía con fuerza. Con una expresión casi al borde del llanto, Siana miró a Rashid y murmuró:
—¿Por qué me haces esto?
Si sigues haciendo esto, yo también querré dejarme llevar sin pensar en nada.
Algo completamente ajeno a mí.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Un rostro redondo, ojos dulces con las comisuras ligeramente caídas, y labios pequeños. Sin duda, la pequeña criatura que descansaba en sus manos era Siana.
Rashid abrió los ojos sorprendido y preguntó:
—Siana, ¿por qué te has hecho tan pequeña?
Siana respondió con voz clara:
—He vuelto a mi forma original. En realidad, soy un hada.
La revelación no sorprendió a Rashid en lo más mínimo. Simplemente asintió como si lo hubiera esperado.
Siana frunció el ceño al ver la reacción de Rashid.
—Pero, Su Alteza, tenemos un problema.
—¿Cuál es?
—¿Cómo voy a trabajar con este cuerpo?
Rashid sonrió, como queriendo tranquilizarla.
—Yo lo haré por ti.
—¿Qué?
—Haré lo que me digas. Así que solo dime qué hacer.
¿Ordenar al príncipe heredero que barra el amplio patio, que cosa ropa con una pequeña aguja, y que lave montones de ropa con un palo de lavandería?
Siana frunció el ceño, confundida, pero luego se encogió de hombros.
—Si es algo que tiene que hacerse, no hay más remedio.
Rashid sonrió radiante y puso a la pequeña Siana en el bolsillo de su pecho. Ella encajaba perfectamente ahí.
Con la cabeza asomando por el borde del bolsillo, Siana extendió el brazo y dijo:
—Bien, empecemos por limpiar el jardín.
—De acuerdo.
Rashid asintió y comenzó a moverse según las instrucciones de Siana. Aunque era la primera vez que realizaba un trabajo tan duro, no se sintió en absoluto cansado. Simplemente estaba feliz.
¡Porque estaba con Siana!
Además, Siana, que se movía dentro del bolsillo mientras daba órdenes, era increíblemente adorable. Con el trapeador largo en la mano, Rashid preguntó con ojos brillantes:
—Siana, ¿dónde limpio ahora?
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Rashid abrió los ojos de par en par. Después de parpadear varias veces, se dio cuenta de que acababa de despertar de un sueño. De inmediato, una ola de frustración lo invadió.
¡No debería haberme despertado!
Debería haber hecho lo que fuera necesario para seguir durmiendo. Justo cuando cerró los ojos nuevamente para intentar volver a dormir, escuchó una voz áspera.
—¿Qué clase de sueño estabas teniendo para estar sonriendo como un idiota y luego despertarte con cara de querer matar a alguien?
Fue entonces cuando Rashid notó a la persona sentada junto a la cama. Era Aris, mirándolo con una expresión de fastidio mientras cruzaba los brazos.
Rashid abrió los ojos sorprendido.
—¿Qué haces aquí…?
Era la primera vez que Aris venía a los aposentos de Rashid. Aunque Rashid en alguna ocasión la había invitado a visitarlo, Aris siempre había rechazado la invitación bruscamente, diciendo que no tenía ningún interés en ir.
—No es que haya venido porque quería. Vine para verte, ya que estás enfermo, y para hablar de algo.
La expresión de Rashid se endureció al escuchar esto.
Solo había una razón por la que Aris se molestaría en venir a verlo.
Debe haber venido a pedir permiso para ir al este.
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