⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Rashid aún no había respondido a la carta de la Emperatriz Viuda. En el momento en que el emperador diera su consentimiento, Aris iría a donde ella quisiera, junto con Siana. Al recordar esto, Rashid se mordió el labio.
Aris, ignorando la expresión sombría de Rashid, habló con un rostro altivo.
—¿Escuchaste lo que dijo Abuela? Estoy pensando en ir al este por un tiempo.
—…
—Abuela dijo que sería bueno tener una doncella que conociera bien la cultura del este y la casa del Marqués de Medicis, así que estoy pensando en contratar a una nueva doncella cuando llegue allí. Llevarme a las tres doncellas actuales sería un poco problemático.
—¿…?
Rashid se dio cuenta de que las palabras de Aris no se dirigían en la dirección que él pensaba. Con una expresión desconcertada, Aris continuó.
—Así que estaba pensando en dejar a una de las doncellas en el palacio imperial. No me siento tranquila dejando el palacio vacío, así que planeo enviar a esa doncella a tu palacio. ¿Qué piensas?
—…¿Qué?
Ante el parpadeo estúpido de Rashid, Aris frunció el ceño y luego suspiró profundamente, como si estuviera a punto de decir algo que realmente no quería.
—Te lo diré una sola vez, así que escucha bien. Estoy hablando de enviar a Siana contigo.
—¡…!
Rashid abrió los ojos de par en par y su boca quedó entreabierta, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar. Sin cuestionarlo, aceptó las palabras de Aris de inmediato.
—Haré que Siana sea feliz para siempre.
—…Oye, no estoy diciendo que te cases con Siana. Solo estoy pidiéndote que la cuides mientras estoy en el este.
Aris puso una expresión seria, y Rashid rápidamente corrigió sus palabras.
—Te prometo que le proporcionaré a Siana el mejor ambiente laboral. Además del salario que recibe del palacio imperial, le daré un pago extra, cada comida será de la más alta calidad, y sólo trabajará cuando lo desee.
Al ver cómo Rashid, que hasta hacía poco parecía estar al borde de la muerte, ahora hablaba con entusiasmo y ojos brillantes, Aris no pudo evitar sorprenderse.
Ya lo sabía, pero este hombre pierde la razón cuando se trata de Siana.
Aun así, había algo de lo que podía alegrarse: al menos no había perdido la razón en un mal sentido. Rashid protegería a Siana con esmero, sin importar lo que sucediera en el peligroso palacio imperial.
Y había otra razón por la cual Aris había decidido enviar a Siana con Rashid.
—Hermano.
—Sí.
Rashid estaba tan lleno de alegría que no podía expresarlo con palabras.
Estaba preparado para asentir y aceptar lo que fuera que Aris dijera.
Aris continuó hablando, dirigiéndose a Rashid.
—¿Fuiste tú quien me envió a Siana?
—…
Por supuesto, Rashid nunca le había dicho eso a Aris. Sin embargo, Aris lo había descubierto a través de Nini y Nana.
( Hemos oído de otras doncellas que la llegada de Siana al palacio de la princesa Aris no fue una coincidencia. )
El lugar al que normalmente se asignaba a una doncella aprendiz era la lavandería o la cocina. Era casi imposible que una doncella fuera directamente al palacio de un miembro de la realeza a menos que lo solicitara primero. No importaba que ese miembro de la realeza fuera una princesa despreciada.
Sin embargo, Siana fue enviada al Palacio Ruby, donde estaba Aris, tan pronto como se convirtió en doncella oficial.
( Dicen que el príncipe heredero intervino. Parece que Su Alteza quería asignar una excelente doncella a la princesa. )
( Ojalá nos hubieran enviado a la princesa antes. )
Añadieron Nini y Nana con una sonrisa.
Recordando las caras de esas dos, Aris levantó la cabeza y cruzó miradas con Rashid.
—Gracias.
—…
—Gracias a que me enviaste a Siana, mi vida cambió.
Aris a veces se preguntaba cómo habría sido su vida si no hubiera tenido a Siana.
Probablemente habría seguido viviendo con una apariencia descuidada, atormentando a las doncellas porque no se cuidaba adecuadamente. Habría odiado el mundo que la dejaba abandonada.
Pero ahora no era así.
—Conocí a Siana y me convertí en una princesa de verdad. Ya no odio a todas las doncellas y, gracias a Abuela, ya no soy despreciada.
—…
—Espero que Siana también haga un milagro contigo, como lo hizo conmigo. Lo digo en serio.
Rashid, que había estado mirando a Aris con una expresión ausente, no pudo ocultar su sorpresa cuando preguntó:
—No sabía que me querías tanto.
—¡¿Qué tontería estás diciendo?! No es porque te quiera, es porque te estoy devolviendo el favor por enviarme a Siana, que es un tesoro para mí.
Aris respondió, disgustada, y continuó hablando.
—Te lo repetiré: no te estoy dando a Siana para siempre. Solo te la estoy dejando mientras recupero fuerzas en el este.
Aris no planeaba simplemente aceptar el poder que la Emperatriz Viuda le ofrecía en la casa del Marqués de Medicis. Tenía la intención de convertirlo en una fuerza que estuviera completamente de su lado, incluso sin la Emperatriz Viuda. Nadie más la menospreciaría.
Era una ambición audaz para una niña de diez años.
Rashid la miró con ojos llenos de admiración y dijo:
—Tal vez, en el camino hacia el trono, mi mayor rival seas tú.
Era ridículo que el príncipe heredero, con una posición tan sólida como futuro Emperador, considerara a su hermana menor, que no tenía ningún apoyo, como su rival.
Sin embargo, Aris no negó esas palabras ridículas con un movimiento de cabeza.
En su lugar, puso ambas manos en las caderas y, con una expresión arrogante, pronunció una sola frase.
—Hmph, ¿apenas te das cuenta?
Rashid no pudo evitar reír ante la actitud imponente de Aris.
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Aris salió del palacio del príncipe heredero. Siana estaba parada frente al palacio, con una expresión más compleja de lo habitual. Aris se dirigió a ella.
—He terminado de hablar con mi hermano. Cuando me vaya al este, tú te irás al palacio del príncipe heredero.
Los ojos de Siana se agitaron ante las palabras de Aris. Aris había mencionado esto después de que Siana regresara del palacio de Rashid el día anterior. La orden de Aris de trasladarse al palacio del príncipe heredero sorprendió a Siana. Cuando le preguntó por qué decía eso de repente, Aris respondió:
—Tú misma lo dijiste. Cuando me vaya al este, estaré lejos del palacio, así que sería bueno tener a alguien que me mantenga informada sobre lo que sucede en el palacio.
Era cierto que Siana había hecho esa sugerencia.
Planeaba encontrar a una doncella que pudiera captar rápidamente la situación en el palacio y utilizarla como informante para la princesa…
Nunca imaginó que le encomendarían esa tarea a ella.
Con la aparente sorpresa de Siana, Aris dijo:
—No tengo a ninguna doncella tan inteligente y confiable como tú.
Siana preguntó, mirando a Aris que decía que era la persona perfecta para esa tarea.
—¿Realmente me dejas aquí solo por esa razón?
—…
Ante las palabras de Siana, Aris mordió su labio. La verdad es que Aris había tomado esta decisión después de ver la expresión de Siana cuando escuchó que Rashid había regresado herido por un monstruo. Su rostro pálido y sus ojos temblorosos…
Aris no tuvo más remedio que reconocerlo: el afecto de Siana por Rashid era más profundo y doloroso de lo que había imaginado.
Sin embargo, incluso después de regresar del palacio del príncipe heredero, Siana no mencionó nada a Aris. No mostró ni el más mínimo indicio de querer quedarse en el palacio, y comenzó a prepararse para irse al este.
Al ver a Siana actuar así, Aris tomó una decisión.
Siana, quiero que seas feliz. Tanto como yo lo he sido gracias a ti.
Pero en lugar de decir esas palabras, Aris adoptó una expresión traviesa y dijo:
—En realidad, hay otra razón por la que te dejo aquí.
Siana la miró, preguntándose cuál era, y Aris se encogió de hombros.
—Para ser honesta, no creo que separarnos por un tiempo sea gran cosa. Podemos mantenernos en contacto por carta, y si te extraño mucho, puedo ir a verte.
—…
—Pero parece que mi débil hermano no lo ve así. Cuando escuchó que te irías lejos, puso una cara como si fuera a morir de inmediato y comenzó a deprimirse. Qué patético.
Aris hizo un sonido de desprecio con su lengua mientras continuaba hablando.
—Así que decidí que, por una vez, sería como salvarle la vida dejándote aquí. Aunque lo siento por ti. Debe ser desagradable cuidar a una criatura tan grande y fuera de sí después de haber estado a mi lado, tan linda y encantadora.
—…
Aris se puso de puntillas y extendió la mano. Siana comprendió su intención y se inclinó para que Aris pudiera alcanzar su rostro. La pequeña mano de Aris tocó la redonda barbilla de Siana.
Aris la miró a los ojos y dijo:
—Pero, de todas maneras, el lugar más seguro para ti es el palacio de mi hermano, así que aguanta un poco más. Hasta que regrese del este y pueda protegerte completamente.
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