⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Siana levantó su falda e hizo una reverencia a Vera antes de irse. Para cuando Vera recobró el sentido, Siana ya había desaparecido.
—…
Vera miró el lugar donde Siana había estado, con una expresión compleja en su rostro. Una montaña de papeles estaba apilada sobre el escritorio, prueba del esfuerzo que Siana había puesto durante la última semana. Siana se había sentado en una silla desvencijada, con la espalda recta, revisando y corrigiendo los documentos cientos, incluso miles de veces. Al principio, Vera pensó: ‘Debe de estar cansada, pero aun así se sienta tan erguida. Las princesas son realmente impresionantes’. Luego pensó: ‘Vaya, tiene una concentración increíble, ¿ni siquiera tiene sueño?’.
Y ahora…
Vera murmuró para sí misma.
—Estaba desesperada.
Como si intentara reparar, aunque fuera un poco, los errores que había cometido. Vera apretó los labios, sintiendo un tipo de emoción que nunca había querido experimentar por alguien de la realeza, a quienes despreciaba profundamente.
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Vera y el ejército revolucionario reunieron a la gente en la plaza y gritaron:
—¡Terminemos con la era en la que decenas de miles de personas soportaban un infierno de sufrimiento para que unos pocos elegidos de la realeza y la nobleza vivieran felices!
—¡Construyamos un nuevo país donde podamos soñar con un mañana mejor, donde podamos abrazar a niños que sonríen felices en lugar de ver morir de hambre a los pequeños!
Las voces de los plebeyos que apoyaban al ejército revolucionario resonaron por todo el pequeño país. En medio de la multitud, una mujer susurró nerviosa a su amiga:
—¿Es seguro que estemos aquí, abogando abiertamente por un nuevo país?
Estaba preocupada de que el ejército imperial, que ocupaba el reino, no permitiera tal alboroto. Su amiga asintió con la cabeza.
—No te preocupes. La princesa Siana está de nuestro lado.
La princesa Siana, quien había estado desaparecida y recientemente había reaparecido, no solo había sobrevivido, sino que había sorprendido a todos con su apoyo oficial al ejército revolucionario. Sin embargo, la mujer aún mostraba inquietud y volvió a preguntar:
—Pero aunque la princesa esté de nuestro lado, ¿qué poder tiene ella realmente?
—¡Vamos! ¿No has oído el rumor?
—¿Qué rumor?
La amiga le susurró al oído:
—Dicen que la princesa tiene una relación especial con un alto funcionario del Imperio. Por eso, el ejército imperial no se atreve a oponerse al ejército revolucionario.
Los ojos de la mujer se abrieron de par en par ante esa revelación.
—¿De verdad?
—Sí. Algunos dicen que es solo un rumor, pero yo lo creo. Fíjate en cómo el ejército revolucionario, que antes actuaba con cautela temiendo al ejército imperial, ahora se ha vuelto tan audaz desde que la princesa regresó.
La mujer parpadeó, sorprendida, y luego preguntó:
—Pero, ¿por qué la princesa está ayudando a construir un nuevo país? Ella debería ser la que más se opusiera a la fundación de un nuevo reino.
—Quién sabe. Una simple mujer ignorante como yo no puede entender los pensamientos de alguien tan noble.
Con un tono sarcástico, su amiga continuó, con un brillo en los ojos:
—De todos modos, es algo bueno, ¿no? Si se funda el nuevo país que el ejército revolucionario está promoviendo, al menos la situación será mejor que la de ahora, donde es difícil conseguir siquiera una comida al día, aunque trabajes hasta el agotamiento.
Una vida en la que no tendrían que preocuparse por las comidas y podrían disfrutar de las tres comidas diarias. Un deseo modesto, pero un sueño desesperadamente anhelado para ellos. La mujer asintió de acuerdo con las palabras de su amiga, y pronto ambas comenzaron a gritar junto con el ejército revolucionario.
—¡Construyamos un nuevo país!
Sin embargo, no todos compartían el entusiasmo que llenaba el ambiente. Algunos, con rostros preocupados, miraban la situación con inquietud.
Eran los nobles.
En la sala de reuniones del palacio, decorada con brillantes adornos dorados, se habían reunido personas con ropas elegantes. Eran los nobles que habían recibido una invitación de la princesa Siana. Pero, a pesar de sus atuendos ostentosos, sus rostros no mostraban ninguna alegría.
Habían creído que la princesa Siana estaba muerta, pero ahora había regresado, y además, se había convertido en la amante del príncipe heredero del Imperio. Cuando los nobles se enteraron de esta noticia a través de sus fuentes, levantaron sus copas en celebración.
—¡Ya no tenemos que preocuparnos por el ejército imperial! ¡El Reino de Asilond resurgirá de nuevo!
Sin embargo, la alegría no duró mucho.
Uno de los nobles golpeó la mesa con el puño y gritó:
—¡¿Cómo puede la princesa estar apoyando a esos malditos revolucionarios que hablan de fundar un nuevo país?! ¡Esto es inaudito!
—¿No fue la princesa Siana tratada con extrema severidad por el rey y la reina cuando ellos estaban vivos? Tal vez esto es su manera de vengarse.
Los nobles dejaron escapar gemidos de lamentación al escuchar esto.
—Pero, aunque así fuera, ¿cómo puede una princesa comportarse de manera tan inmadura y siniestra?
El Marqués Acter, que estaba sentado en la cabecera de la mesa, se llevó una mano a la frente y murmuró:
—Si al final iba a sobrevivir solo para hacer cosas como estas, hubiera sido mejor que muriera ese día…
Las palabras siniestras hicieron que todos en la sala guardaran silencio. Sin embargo, ninguno de los nobles reprochó al Marqués por lo que había dicho. La furia y el sentimiento de traición que sentían hacia Siana eran tan intensos que compartían en gran medida sus palabras.
Además, la imagen que los nobles tenían de Siana no era precisamente positiva.
¿Qué tenía de especial? Solo era princesa de nombre.
Siana casi nunca salía del castillo, y los nobles solo la veían en los banquetes que se celebraban en el palacio. En esos momentos, Siana solía quedarse en un rincón, ocupada observando a los demás en silencio. Eventualmente, siempre cometía algún error y era regañada por la nueva reina, mientras el rey chasqueaba la lengua con desaprobación, y los nobles se reían a escondidas. Pero en ninguna ocasión Siana se enojó ni lloró.
Solo sonreía.
Al ver eso, los nobles pensaban…
La princesa tonta y estúpida del reino.
Todos los nobles despreciaban a Siana por igual. Un noble rechinó los dientes y dijo:
—No entiendo cómo una princesa así pudo conquistar el corazón del Príncipe de Sangre. Aunque era algo linda, no tenía una belleza tan destacada como para atraer a un hombre como el príncipe heredero de inmediato, ¿verdad?
—Bueno, seguramente hizo lo que fuera necesario para sobrevivir. Puede que no tenga otras habilidades, pero siempre fue buena para adaptarse a las circunstancias y complacer a los demás.
—¿Estás diciendo que olvidó su condición de princesa y se rebajó a cortejar al príncipe heredero del enemigo?
—Qué asco.
Mientras los nobles se lanzaban críticas mordaces, empezaron a sentir que el temor vago que habían albergado hacia Siana se desvanecía. Se intercambiaban comentarios con rostros cada vez más furiosos.
—No podemos permitir que una princesa sin dignidad ni inteligencia destruya nuestro país de esta manera.
—Es verdad. Hasta ahora no hemos podido hacer nada porque la princesa ha rehusado recibirnos, pero hoy, aquí, debemos dejarle claro lo que está haciendo mal y cuán enfurecidos estamos.
Fue en ese momento que una voz resonó en la sala.
—¡La Princesa Siana ha llegado!
La voz fuerte de una doncella llenó la sala de reuniones. Los nobles cerraron los labios y aguzaron la vista, como si hubieran hecho un pacto. Cuando Siana apareciera, la atacarían ferozmente, como tigres, tal como lo había hecho la nueva reina. Entonces, Siana temblaría y bajaría la cabeza, pidiendo perdón, tal como lo había hecho ante la nueva reina.
Sin embargo…
Tac, tac.
El sonido de los tacones resonó cuando la mujer apareció, pero era completamente diferente a la que conocían. Un vestido azul oscuro, ojos afilados que se levantaban en las comisuras, labios rojos. La mujer que apareció allí parecía feroz, como si hubiera venido del mismo infierno.
Los nobles abrieron la boca en shock, sus mandíbulas casi cayendo.
—¿P-princesa Siana?
Alguien entre los nobles preguntó con incredulidad. En ese momento, una de las dos robustas doncellas que seguían a Siana exclamó con voz severa:
—¡¿Quién se atreve a hablar antes de recibir permiso de la princesa?!
—¡…!
El noble que había abierto la boca se calló de inmediato, como si le hubieran dado una bofetada. En el silencio asfixiante, Siana avanzó lentamente. Lo sorprendente fue que Siana se sentó en la silla dorada que estaba en el centro de la plataforma. Los ojos de los nobles se llenaron de confusión.
Ese era el asiento del rey.
El Marqués Acter, que estaba entre los nobles, con el rostro distorsionado, habló:
—Princesa, permítanos hablar antes de presentar nuestros respetos.
—Haga su comentario.
—¡…!
Los ojos de Acter y los de los nobles se agrandaron aún más. La voz de Siana era completamente diferente de lo que recordaban. Esa voz que antes era cálida como la brisa primaveral, ahora era fría como el viento en pleno invierno.
¿De verdad esa mujer es la princesa Siana? Lo único que tiene en común con la antigua princesa son su color de cabello, sus ojos y su pequeña estatura.
El Marqués Acter estaba genuinamente perplejo. Pero había cosas más importantes que cuestionar en ese momento. El Marqués Acter habló con voz solemne:
—Aunque usted sea la princesa, no es apropiado que se siente en el trono del rey. Debería ocupar la silla que está a su lado.
El trono siempre pertenecía al rey. Incluso si el rey no estaba presente o había fallecido, eso no cambiaba. Sin embargo, en lugar de mostrar vergüenza por su supuesta equivocación, Siana esbozó una sonrisa torcida en sus labios rojos.
—Soy la única miembro sobreviviente de la realeza en el Reino de Asilond. ¿Por qué no debería sentarme en este trono?
—¡…!
Sus palabras impactaron tanto a los nobles que quedaron boquiabiertos. Aunque fuera la última princesa, lo que había dicho era tremendamente insolente. Recuperando la compostura, los nobles comenzaron a mirar a Siana con furia, pero, a pesar de sus miradas amenazantes, no se atrevieron a decir nada.
Los ojos de Siana, que los miraban desde lo alto de la plataforma, eran afilados y brillantes. Los nobles conocían bien esa mirada.
Se parece tanto a la difunta reina…
Poco a poco, la furia en los ojos de los nobles fue reemplazada por el temor.
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