⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Al observar eso, Siana se burló interiormente. Los arrogantes nobles solo temían a una persona: la nueva reina. La crueldad de la nueva reina era bien conocida. No le importaba azotar a sus sirvientes y doncellas frente a todos, y a menudo descargaba su feroz ira contra los nobles también. Hubo un noble que fue decapitado por hablar mal de la nueva reina.
El miedo que cala hasta los huesos no desaparece fácilmente’
Sabiendo eso, Siana se maquilló intensamente y adoptó una expresión despiadada, imitando a la nueva reina. El resultado fue un éxito. Los nobles, que siempre se habían burlado de Siana y la consideraban inferior, ahora estaban pálidos y con la cola entre las piernas.
Esos que eran tan arrogantes cuando yo les sonreía, ahora cambian su mirada solo porque me comporto fríamente… qué ridículo y patético.
En medio de la atmósfera silenciosa, las doncellas que estaban a ambos lados de Siana rompieron el silencio. La doncella de cabello corto y negro miró con desdén a los nobles y dijo:
—¿Acaso los nobles del Reino de Asilond no conocen las reglas básicas de etiqueta? ¿Por qué no saludan de inmediato a la princesa?
La robusta doncella que estaba a su lado asintió.
—Eso parece. Aquí solo se han reunido ineptos.
—¡…!
Las palabras eran increíblemente arrogantes e insolentes para venir de simples doncellas. Sin embargo, los nobles no podían decir nada. Las dos doncellas llevaban elegantes vestidos de estilo imperial, y su actitud y manera de hablar no eran normales.
Deben ser nobles del Imperio, sin duda.
Con ese pensamiento, los rostros de los nobles palidecieron de inmediato. Se apresuraron a inclinarse.
—Saludamos a la Princesa Siana.
Siana, observando a los nobles inclinados, finalmente habló después de un largo rato.
—Levanten la cabeza.
Los nobles, al enderezarse, mostraban rostros enrojecidos, pálidos y distorsionados. Siana sonrió internamente.
Parece que les molesta estar bajo mi control. Y al mismo tiempo, tienen miedo de mis doncellas.
Aunque encontró la situación divertida y deseaba atormentarlos un poco más, se contuvo. Tenía algo importante que obtener de los nobles ese día y quería concentrarse solo en eso.
Siana habló:
—Desde que regresé al palacio, han llovido las solicitudes de audiencia de ustedes, pero he estado ocupada y no he podido atenderlas. Les pido su comprensión por no haber podido hacerlo antes.
Aunque sus palabras eran educadas, su tono y expresión no mostraban ningún deseo de disculparse. Era como si dijera: ‘¿Y qué van a hacer al respecto?’
Los rostros de los nobles se torcieron al captar la intención de Siana. El Marqués Acter, con una expresión severa, habló:
—Queríamos pensar eso. Que, habiendo pasado por tantas dificultades, estaría ocupada al regresar al reino. Sin embargo, no podemos ocultar nuestra decepción al ver la conducta que ha mostrado.
—¿Qué es lo que les ha decepcionado tanto? —preguntó Siana con descaro.
El Marqués Acter, incrédulo ante su desfachatez, elevó la voz:
—¡¿Acaso no ha apoyado a esos revolucionarios que no valen más que gusanos?!
—…
—Como usted misma dijo hace un momento, es la única superviviente de la familia real de Asilond. Eso significa que tiene el deber y la responsabilidad de proteger este país. ¿Cómo puede entonces actuar de esa manera? ¿Realmente desea destruir esta tierra por completo?
La voz del anciano estaba llena de reproche y resentimiento, y decenas de nobles lo respaldaban con miradas feroces, lo que resultaba bastante intimidante. Aun así, Siana respondió sin pestañear:
—Hice esa elección porque quiero salvar esta tierra.
—¿Qué, qué ha dicho?!
Siana continuó, mirando fijamente al Marqués:
—Como bien saben, este país ha estado podrido desde hace mucho tiempo. La realeza y la nobleza no se preocupaban por su pueblo; en lugar de eso, solo pensaban en cómo exprimirlo hasta la última gota. Los plebeyos han tenido que soportar tiempos tan dolorosos que morir hoy no les causaría el menor pesar.
Un país que solo conocía la corrupción, la tiranía, el lujo y la codicia de los poderosos. Un país donde la esperanza y la justicia habían desaparecido. Siana abrió sus labios rojos y declaró:
—Estoy aquí para acabar con este reino, que ha sido más terrible que el mismo infierno. Ese es el único acto que puedo hacer como la última miembro de la familia real de Asilond, Siana Asilond von Sylith.
—¡…!
La impactante declaración dejó a los nobles sin aliento. Hasta hace un momento, pensaban que el apoyo de Siana a los revolucionarios se debía únicamente a sus emociones personales. Creían que ella solo respaldaba la revolución por resentimiento hacia los nobles que la habían hecho sufrir, y que, una vez satisfecha, haría las paces con ellos y abandonaría a los revolucionarios. Después de todo, para la única princesa del Reino de Asilond, aquellos que clamaban por un nuevo país eran solo alborotadores.
Pero no era así. La princesa Siana apoyaba sinceramente la creación de un nuevo país. Era algo tan sorprendente que el Marqués Acter comenzó a temblar de rabia y traición.
—No entiendo cómo ha llegado a tener ideas tan espantosas, pero hay algo claro. Si continúa por este camino, sin duda se arrepentirá profundamente. Porque nosotros, los nobles, nos uniremos para detenerlo a toda costa.
Aunque fue una amenaza pronunciada con decenas de nobles apoyándola, Siana simplemente sonrió. Como si no tuviera miedo alguno.
—Si hay alguien que desee hacerlo, no lo impediré. Pero tengan en cuenta una cosa —dijo Siana, bajando la mirada—. Cuando llegue el nuevo país, muchas de las cosas existentes desaparecerán. Lo primero será eliminar las familias nobles que han disfrutado de una vida lujosa con todo tipo de privilegios.
—¡…!
—Sin embargo, a aquellos que apoyen la creación del nuevo país, les concederé una pequeña consideración. Mantendrán su título nobiliario y el nombre de su familia.
Eso no era una concesión, sino una amenaza feroz. Si no obedecían sus palabras, perderían todo lo que valoraban más que sus vidas.
—Princesa…
El Marqués Acter, temblando de rabia, intentó hablar, pero Siana levantó la mano.
—Basta. No quiero escuchar lo que tienen que decir. De todos modos, solo dirán cosas predecibles.
—Pero…
En ese momento, las dos doncellas a su lado alzaron sus robustos brazos y gritaron:
—¡Cállense! ¿Quién osa contradecir las palabras de la princesa?
Parecía que si alguien decía una palabra más, estarían dispuestas a romperle las piernas. Un silencio sofocante llenó la sala de reuniones.
Con una sonrisa satisfecha, Siana habló.
—No quiero que este asunto se prolongue. Así que, aquellos que deseen apoyar conmigo la creación del nuevo país, envíenme una carta dentro de una semana. Aquellos que no lo hagan, entenderé que han decidido tomar un camino diferente al mío.
No agregó ninguna amenaza explícita sobre las consecuencias de no cumplir, pero no era necesario. Su voz era lo suficientemente arrogante y escalofriante.
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Los nobles gritaban con rostros llenos de ira.
—¡La princesa está claramente loca!
—Estoy de acuerdo. Si estuviera en su sano juicio, no haría algo tan espantoso.
La furia de los nobles hacia Siana había alcanzado su punto máximo. Con ojos encendidos de ira, los nobles dijeron:
—Jamás estaré de acuerdo con algo así.
—Yo tampoco. No importa si detrás de la princesa están los soldados imperiales o esos malditos revolucionarios, defenderé el nombre del Reino de Asilond sin temor.
El Marqués Acter, en el centro de los nobles, asintió con la cabeza.
—Eso es lo correcto. Aunque la princesa tiene el respaldo de las tropas imperiales y se comporta de manera obstinada, no puede ignorarnos y proceder con sus planes.
Si Siana intentaba crear un nuevo país en contra de los nobles, el reino se dividiría en dos. En ese caso, establecer un nuevo país no sería nada fácil. Siana seguramente no deseaba que las cosas llegaran a ese punto.
Los nobles se miraron entre sí y asintieron. Sus miradas reflejaban una firme determinación de unidad.
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—Ha llegado una carta del Conde Alexia. Es un documento de apoyo al nuevo país.
—También ha llegado la carta de apoyo del Barón Sharon. Vaya, es bastante extensa. Dice que está dispuesto a hacer lo que sea necesario para el nuevo país.
Ante las palabras de Grace y Chuchu, Siana sonrió amablemente.
—Qué palabras tan amables.
Grace parpadeó mientras miraba a Siana.
—¿Quién podría imaginar al ver esa cara, que es la misma persona que hace poco amenazó a los nobles con el rostro de una villana?
El día en que Siana se enfrentó a los nobles, Grace y Chuchu se ofrecieron voluntariamente como sus doncellas. Era por el bien de Siana, que no tenía a ninguna doncella adecuada.
Ese día, Grace y Chuchu no pudieron evitar sentirse asombradas. Primero, por la transformación de Siana con su maquillaje oscuro, que la hacía parecer una persona completamente diferente. Segundo, por la arrogancia en el comportamiento de Siana, que la hacía intocable. Y tercero…
—¿Cómo supiste que los nobles reaccionarían así? Después de la reunión, sus caras estaban horribles. Pensé que no aceptarían tus palabras tan fácilmente.
Chuchu también estuvo de acuerdo con Grace y miró a Siana.
Siana respondió con calma:
—No hice una predicción extraordinaria. Solo conocía bien a los nobles de este país.
A pesar de sus palabras sobre las tradiciones del Reino de Asilond, los nobles no tenían ni un gramo de patriotismo. Solo les importaba cómo sacar el máximo provecho para sí mismos.
Siana continuó:
—Recientemente, los revolucionarios han ganado fuerza y, lo más importante, tengo el respaldo del Imperio.
Por supuesto, Siana no lo mostraba abiertamente, pero…
Mirando a Grace y Chuchu, Siana dijo:
—Las dos mujeres que se presentaron como mis doncellas llevaban vestidos de estilo imperial y hablaban con acento imperial.
Además, Grace irradiaba la majestad y elegancia propias de la realeza. Los nobles seguramente se dieron cuenta con facilidad de que Grace era una dama de alto rango en el Imperio.
—Aunque no lo mostraron en la superficie, por dentro debieron estar aterrados.
¿Una mujer así como doncella? Entonces, el poder que la princesa Siana tenía en el Imperio debía ser mucho mayor de lo que imaginaban.
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