⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—Ah, qué alivio.
Grace y Chuchu soltaron un suspiro de alivio mientras abrazaban a Siana. Los brazos grandes y firmes de ambas mujeres eran increíblemente cálidos.
Sin embargo, Siana no tuvo tiempo de descansar en esos brazos.
Deslizándose fuera del abrazo de las dos, Siana dijo:
—Tenemos que apagar el fuego lo más rápido posible. El palacio no está en absoluto preparado para un incendio, y si lo dejamos así, las llamas se volverán incontrolables.
Siana se dirigió primero al general del ejército imperial, Daltan.
Afortunadamente, Daltan había salido ileso del palacio y estaba reuniendo a los soldados dispersos.
Siana habló:
—General Daltan, divida a los soldados en cuatro grupos. Vamos a dividir el palacio en zonas: este, oeste, sur y norte, para que puedan controlar el incendio.
Siana desplegó un papel que había traído consigo y dibujó rápidamente.
Era un mapa simplificado del palacio.
—Hay estanques en los lados este y oeste del palacio, así que pueden sacar agua de allí. Además, en el almacén del norte hay objetos peligrosos que podrían causar problemas si se incendian, así que tengan especial cuidado.
Siana marcó puntos clave en el mapa y agregó explicaciones para que los soldados entendieran.
Daltan, que la observaba asombrado, finalmente asintió con la cabeza.
—Seguiremos las órdenes de la princesa.
Daltan lideró a los soldados y comenzaron a apagar el incendio en el palacio.
Grace y Chuchu preguntaron:
—¿Qué podemos hacer nosotras?
Ansiosas por ayudar de alguna manera, Siana les dijo:
—Su Alteza y Chuchu, acompáñenme a establecer una sala de emergencias temporal para atender a los heridos.
—Entendido.
—De acuerdo.
Grace y Chuchu respondieron con voces firmes y se pusieron manos a la obra.
Ambas prepararon un área cubierta con mantas, lejos del humo, donde los heridos pudieran recostarse. Luego comenzaron a buscar y traer a los heridos dispersos por todo el lugar.
Mientras tanto, Siana encontró a los sirvientes más rápidos y les pidió que trajeran médicos y medicinas del pueblo.
Después, reunió a las doncellas que no estaban heridas para ayudar a tratar a los heridos.
El fuego había sido tan repentino que había muchas personas lesionadas.
Algunas sólo tenían heridas leves, pero otras sufrían de terribles quemaduras.
—¡Sálvenme, por favor! ¡Se los ruego!
Una de las doncellas, con la mitad de su cuerpo quemado, gritaba y sollozaba.
Las caras de los que la veían palidecían de horror.
Sin embargo, Siana, sin pestañear, examinó a la doncella.
Las quemaduras son demasiado graves. Esto no se puede tratar con medicina convencional.
Siana sacó una pequeña botella de vidrio de su pecho. Dentro de la botella había un líquido de un color extraño.
Era un jugo hecho de una flor mística.
Siana dejó caer una gota del jugo sobre la herida de la doncella.
De inmediato, ocurrió algo asombroso.
La piel que se había derretido comenzó a regenerarse y pronto estaba tan limpia como si nada hubiera pasado.
Todos, incluida la doncella que estaba medio fuera de sí de dolor, quedaron boquiabiertos al ver lo que sucedía.
Poco después, muchos heridos extendieron las manos hacia Siana.
—Princesa, por favor, déme de esa medicina.
—Me duele mucho la pierna rota.
—Yo también, por favor, a mí también.
Sus voces eran lastimosas y de alguna manera aterradoras.
Sin embargo, Siana negó con la cabeza fríamente.
—Solo usaré esto para quienes estén en un estado crítico, aquellos que estén entre la vida y la muerte. Por favor, cedan este remedio a quienes realmente lo necesitan.
En ese momento, algunas miradas mostraron descontento.
Al ver esto, Grace frunció el ceño y dijo:
—No te quejes por cosas innecesarias. Es mil veces mejor tener una lesión leve que poder curar con unas vendas, que haber quedado tan gravemente herido como para necesitar ese medicamento.
Chuchu asintió.
—Tienes toda la razón.
Diciendo esto, ambas mujeres inflaron sus musculosos brazos mientras vendaban a los heridos.
Los pacientes cerraron la boca de inmediato, temerosos de que esos brazos pudieran causarles más daño con solo un poco más de fuerza.
La larga noche pasó en un suspiro.
El fuego en el palacio se apagó casi al amanecer del día siguiente.
Daltan anunció en voz alta:
—¡El incendio mayor ha sido extinguido! Ahora pueden estar tranquilos.
Con esas palabras, los soldados que habían estado combatiendo el fuego sin descanso y las doncellas que habían tratado a los heridos se desplomaron en el suelo.
Grace y Chuchu, que habían trasladado y tratado a docenas de heridos en la sala de emergencias, también estaban exhaustas.
Les costaba incluso mover un dedo por el cansancio.
Sin embargo, había alguien que seguía en movimiento, inquieta.
Era Siana.
Siana recorrió todo el palacio para asegurarse de que no quedaran brasas encendidas. Luego, repartió pan y agua que había traído del pueblo entre la gente.
Todos, incluyendo a Grace y Chuchu, se quedaron boquiabiertos al verla.
¿Cómo puede alguien ser así?
Todos recordaron claramente las acciones de Siana durante la noche.
Siana había dado instrucciones a Daltan y a los soldados para apagar el fuego de manera eficiente, y había organizado la creación de una sala de emergencias para cuidar a los heridos.
Ver a Siana, probablemente la persona que más había sufrido de todos los presentes, moverse sin descanso era asombroso.
En medio de esa extraña atmósfera, apareció una mujer. Era Vera, la líder del ejército revolucionario.
Vera había dejado la capital la noche anterior para hablar con otros miembros del ejército revolucionario en diferentes regiones, pero al escuchar que algo había ocurrido en el palacio, había corrido de vuelta.
—Dios mío.
Vera soltó un leve gemido al ver el palacio ennegrecido por el fuego.
Luego, al encontrarse con Siana, se quedó completamente sin palabras.
El rostro de Siana estaba cubierto de hollín, y sus manos estaban llenas de pequeñas heridas y quemaduras. Además, su ropa estaba chamuscada y rasgada en varias partes, con manchas de sangre por todas partes.
—No parece en absoluto la princesa de un reino, su aspecto es terrible —murmuró Vera con el rostro descompuesto.
Siana, entonces, le explicó brevemente la situación.
—Hubo un incendio en el palacio. Afortunadamente, no hubo muertos y el fuego ha sido completamente extinguido, así que no te preocupes.
—……
Siana añadió:
—Y tampoco tienes que preocuparte por la flor mística. La he guardado en un lugar seguro.
Una de las cejas de Vera se levantó en ese instante.
Sin darse cuenta de la reacción de Vera, Siana continuó hablando:
—Solo hay algo que debo mencionar. Tomé la decisión de usar una de las flores.
—…. ¿Qué?
—Firmé un acuerdo comprometiéndome a no usar la flor de manera imprudente, y lamento no haber cumplido esa promesa. Aceptaré cualquier consecuencia por haber roto mi juramento.
—……
Vera, que había estado mirando a Siana atónita, comenzó a rechinar los dientes, claramente enojada.
Fue entonces cuando Grace y Chuchu intervinieron entre las dos.
Grace, apoyando un brazo sobre el hombro de Vera, dijo:
—Oye, líder revolucionaria, no te pongas tan seria. Siana no la usó para sí misma, la situación de los heridos era tan grave que no tuvo otra opción.
Chuchu asintió, concordando.
—Además, si Siana no hubiera arriesgado su vida para sacar las flores del incendio, ahora estarían todas quemadas. No es demasiado pedir que Siana use una de ellas a su discreción, ¿no?
Fue en ese momento cuando la ira de Vera alcanzó su límite.
Agarrando los pequeños hombros de Siana, Vera gritó:
—¿Es eso cierto?
Siana, parpadeando, preguntó:
—¿A qué te refieres? ¿Te refieres a que usé la flor para los heridos, o…?
—No, no a eso. ¡Me refiero a si es cierto que arriesgaste tu vida para sacar las flores!
—No fue una situación tan peligrosa como para decir que arriesgué mi vida.
Vera gritó con fuerza:
—¡El palacio entero estaba en llamas, reducido a cenizas, ¿cómo puedes decir que no era una situación peligrosa?!
Vera podía imaginarlo fácilmente.
Podía visualizar a Siana corriendo por el palacio en llamas con las flores en sus manos.
Con el rostro torcido por la angustia, Vera continuó:
—Princesa, ¿qué te pasa? ¿Qué habrías hecho si te hubieras herido gravemente, o peor, si hubieras muerto? … Esas malditas flores no valen tanto.
Siana frunció el ceño y respondió:
—No son ‘malditas flores’. Son las flores de la esperanza que iluminarán el nuevo reino.
Su voz era clara y serena.
Vera sintió que estaba a punto de romper a llorar.
Comments for chapter "147"
MANGA DISCUSSION