⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Temprano en la madrugada, un tiempo en el que normalmente estaría profundamente dormido, pero hoy no era así.
Rashid se había levantado temprano y, con la ayuda de Eva, la jefa de las doncellas del Palacio del Príncipe Heredero, se estaba preparando.
Él se miró en el gran espejo y dijo:
—El cuello de la camisa es demasiado largo, parece incómodo. Es mejor que lo cambie por uno más corto.
—El color del broche no me convence. Tráeme uno con zafiros incrustados.
—Pensándolo bien, el peinado de antes era mejor.
Sol, que observaba la escena desde un lado, abrió la boca de asombro.
Normalmente, se pone la camisa y los pantalones como si nada, entonces, ¿por qué está haciendo todo esto? ¡Ni siquiera la dama más empeñada en conquistar al hombre más codiciado del Imperio se arreglaría con tanto esmero!
Sin embargo, a diferencia de la sorprendida Sol, Eva lo ayudaba con calma y dedicación.
¿Cuántas horas habían pasado?
Sol, que luchaba por no aburrirse y cabeceaba de sueño, se dio cuenta y abrió los ojos de golpe.
Pero enseguida, Sol soltó un grito y cerró los ojos con fuerza.
No era para menos; la apariencia de Rashid, ya listo, era deslumbrante.
Su hermoso rostro resaltaba bajo el cabello plateado, peinado impecablemente hacia atrás.
Bajo sus cejas arqueadas, sus ojos violetas brillaban como joyas.
El uniforme blanco que ceñía su fuerte cuerpo y el broche azul púrpura que resplandecía en su pecho completaban su impresionante aspecto.
Incluso Sol, que había servido a su lado durante años, no pudo evitar asombrarse ante su tremenda belleza.
Sol, tartamudeando, dijo:
—Su Alteza, en este momento no necesitaría llevar una espada para ganar una guerra. Por mucho que los enemigos sean despiadados, caerían de rodillas, rendidos ante su presencia.
Rashid ignoró a Sol, sin saber si hablaba en serio o en broma, y empezó a caminar.
—Estoy listo, vámonos.
—Ah, sí.
Sol asintió y siguió a Rashid.
El lugar al que se dirigían era el Palacio Imperial.
En breve, allí aparecería Siana, quien acababa de regresar de un largo viaje.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
En la gran sala de audiencias del Palacio Imperial, estaban reunidos todos los miembros de la familia imperial.
En el centro de la elevada plataforma se encontraban el Emperador y la Emperatriz.
A un lado estaban los príncipes y princesas, y al otro, las cuatro consortes imperiales, sentadas en fila.
Todos los miembros de la familia imperial, excepto el Emperador y la Emperatriz, miraban hacia un solo lugar.
Allí estaba Rashid, sentado elegantemente.
Mientras lo observaban, cada miembro de la familia imperial tenía pensamientos variados.
Sabía que Su Alteza el Príncipe Heredero era extremadamente guapo, pero no me imaginaba que fuera así. Parece más una figura de otro mundo.
Maldita sea, ¿cómo puedo estar sintiendo esto por un hermano de sangre?
Hermano, por favor, mírame aquí, solo una vez, sniff sniff.
Los que estaban embelesados con Rashid fueron devueltos a la realidad por la voz del sirviente que se escuchó desde fuera de la sala.
—La Princesa Siana ha llegado.
En ese momento, los miembros de la familia imperial, que estaban con la mente en blanco, arreglaron sus expresiones y giraron la cabeza hacia la entrada de la sala de audiencias.
La Emperatriz, que había estado sentada en silencio, hizo lo mismo.
Entre la familia imperial, solo Rashid no pudo ocultar su alegría y apretó el puño.
¡Siana!
El pensar en verla, después de tantos meses de anhelarla, hizo que la sangre corriera con fuerza por todo su cuerpo. Su corazón latía tan fuerte que parecía que iba a explotar en cualquier momento.
Finalmente, Siana apareció.
Rashid contuvo el aliento por un momento cuando vio a Siana, con su cabello dorado ondulado, sus brillantes ojos esmeralda y vestida con un vestido azul celeste.
Es tan hermosa’, pensó, deseando correr hacia ella y abrazarla de inmediato. Sin embargo, en ese instante, Siana miró a Rashid de reojo, bajó las cejas y sonrió suavemente, como si le pidiera que esperara un poco más. Con esa encantadora sonrisa, Rashid logró contener su impulso.
Siana se acercó al Emperador y a la Emperatriz, e hizo una reverencia.
—Saludo a Su Majestad el Emperador y a Su Majestad la Emperatriz. ¿Cómo han estado durante este tiempo?
Su voz era tranquila, como si solo estuviera saludando después de mucho tiempo. Pero la voz de la Emperatriz, en contraste, tenía un tono severo.
—Ven aquí. Te fuiste del imperio por mucho tiempo para superar la última prueba de la Emperatriz. Entonces, ¿qué logros has traído?
La Emperatriz no perdió tiempo y fue directo al grano. Todos los miembros de la realeza presentes en el palacio hoy se habían reunido para confirmar los logros que Siana había traído.
Siana comenzó a hablar.
—He contribuido a poner fin a un reino que estaba podrido hasta la raíz y a fundar un nuevo país.
Las palabras, pronunciadas con voz clara y calmada, eran impactantes. Sin embargo, nadie en la sala de audiencias se mostró sorprendido, porque todos, incluida la Emperatriz, ya conocían esa información. El hecho de que hubiera negociado con el imperio utilizando la misteriosa flor, el tesoro de la familia real, para establecer un nuevo país, era realmente impresionante.
Sin embargo, la Emperatriz frunció el ceño.
—Pero eso no lo lograste por tus propias habilidades.
—……
—Sin la misteriosa flor que heredaste de tu familia, y sin el apoyo del príncipe heredero del imperio, no habría sido posible. Por lo tanto, me resulta difícil reconocer tus logros.
Las palabras de la Emperatriz eran injustas. Tanto el tesoro de su familia como su relación con el príncipe heredero eran parte del poder que Siana poseía, ya sea por suerte o por esfuerzo.
Sin embargo, en lugar de discutir con la Emperatriz, Siana habló de otra cosa.
—Ya que eso no es suficiente, permítanme hablarles de otro logro que he alcanzado.
—¡¿……?!
La Emperatriz levantó las cejas sorprendida por sus palabras inesperadas. Los demás miembros de la realeza, que también la miraban con nerviosismo, reaccionaron de la misma manera.
Siana continuó.
—Recientemente, el nuevo Asilond, que abrió las puertas a una nueva era, eligió a quienes guiarán al país de una manera completamente diferente al antiguo reino. Es un parlamento compuesto por personas elegidas a través del voto popular.
—¿Y qué?
Aunque era raro, no era algo sin precedentes, por lo que no parecía un logro sorprendente. Pero…
Siana continuó.
—El primer ministro que guiará al nuevo Asilond soy yo, Siana Asilond von Sylith.
—¡……!
En ese momento, los ojos de la Emperatriz se abrieron de par en par. Los miembros de la realeza también abrieron la boca asombrados. Al ver sus reacciones, Siana esbozó una leve sonrisa.
El mismo día en que fue nombrada primera ministra, Siana partió de inmediato, corriendo lo más rápido que pudo sin descanso. Había valido la pena. A juzgar por las reacciones de la realeza, acababan de enterarse de la noticia.
Siana continuó hablando con una voz firme.
—Para alcanzar el puesto de primer ministro en el nuevo Asilond, no importan ni la sangre, ni la familia, ni la riqueza. Lo único que se necesita es el apoyo del pueblo. Puedo afirmar con orgullo que ocupar ese honorable puesto es un verdadero milagro.
Nadie podía contradecir esas palabras. Sin el título de la realeza, ninguno de los presentes podía estar seguro de contar con el apoyo del pueblo para ser elegido líder.
La Emperatriz tampoco pudo decir nada y solo miró a Siana. En medio de un silencio abrumador, se escucharon aplausos.
Era la tercera consorte imperial, Laila. Con el rostro sonrojado, aplaudió mientras decía:
—Una joven de solo 18 años, además una princesa del antiguo reino, ha capturado el corazón del pueblo y ha sido nombrada primera ministra, un puesto comparable al de un rey. ¿No es realmente asombroso?
La cuarta consorte imperial, Angeline, también se armó de valor.
—Felicitaciones por tu gran logro, princesa Siana. ¿O deberíamos llamarte primera ministra Siana?
Siana sonrió mientras respondía a Angeline.
—La historia del reino de Asilond ha terminado, pero mi título permanece. Princesa y primera ministra, ambos son títulos que poseo, así que llámenme como prefieran.
Poco después, los miembros de la realeza se levantaron uno a uno y comenzaron a aplaudir, expresando su admiración por los logros de Siana. La primera consorte imperial, Johanna, y la segunda consorte imperial, Beatrice, también se levantaron con disimulo y aplaudieron.
Mientras tanto, solo la Emperatriz y el Emperador permanecieron sentados en silencio. Rashid miró a ambos y preguntó:
—Padre, madre, ¿acaso no darán una respuesta? ¿Ha superado Siana la prueba de la Emperatriz, o no?
Por supuesto, la Emperatriz quería decir: ‘¡Qué tontería! No puedes superar la prueba de la Emperatriz con logros insignificantes como esos’. Pero las miradas de Rashid y los otros miembros de la realeza eran intimidantes.
La Emperatriz buscó desesperadamente el apoyo del Emperador, pero él tenía una expresión ausente, como si no le importara en absoluto.
Al darse cuenta de esto, la Emperatriz apretó los dientes. No tenía a nadie de su lado.
Finalmente, la Emperatriz logró controlar su expresión distorsionada y habló.
—Felicidades, Siana.
—¡…!
La Emperatriz continuó hablando a Siana, quien abrió los ojos con sorpresa.
—Has superado la prueba de la Emperatriz. Te reconozco como la prometida de Rashid.
Sus palabras sonaban como si aceptara de buena gana la relación entre ambos.
Pero Siana, que estaba frente a la Emperatriz, se dio cuenta de que sus ojos no sonreían en absoluto.
Al contrario, bajo sus ojos azules, había una ira evidente.
Que la madre del hombre que amo me mire de esa manera no es, desde luego, algo agradable.
Pero eso fue todo.
Siana no tenía intención de renunciar a lo que más deseaba solo para apaciguar a la Emperatriz.
Así que Siana levantó la falda de su vestido e inclinó la cabeza.
—Estoy profundamente agradecida por la cálida bienvenida de Su Majestad el Emperador, Su Majestad la Emperatriz y de todos los miembros de la familia imperial. Haré todo lo posible por no avergonzarlos como la prometida de Su Alteza.
En cuanto terminó de hablar, Rashid se levantó de su asiento y se acercó a Siana.
—¡Ah!
Siana soltó un pequeño grito.
Rashid la había levantado en sus brazos de un solo movimiento.
—¡Su Alteza! ¿Qué es lo que…?
Rashid le sonrió radiante a Siana, que estaba sorprendida por su repentino atrevimiento.
—¡Eres la mejor, Siana!
Dijo Rashid, mirando a la Emperatriz y a los miembros de la familia imperial, que lo observaban con rostros estupefactos.
—Voy a llevarme a mi prometida. Hemos estado separados por demasiado tiempo, y no puedo soportar estar sin ella ni un minuto más.
—¡Rashid!
La Emperatriz lo reprendió, pero Rashid continuó sin prestar atención.
—La ceremonia de compromiso se celebrará pronto. Espero que todos los miembros de la familia imperial asistan y nos den su bendición.
Con esas palabras, Rashid salió de la sala de audiencias con Siana en brazos.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Siana llegó a la habitación de Rashid.
Aún en sus brazos.
Siana, con el rostro más rojo que un tomate, comenzó a pisar el suelo nerviosamente.
—Su Alteza, ¿cómo pudo hacer algo así?
Había sido levantada en brazos frente a la familia imperial, quienes valoraban tanto el decoro.
Y no solo eso, sino que también nos vieron otros sirvientes y doncellas mientras veníamos al palacio del Príncipe Heredero.
Era algo muy embarazoso para Siana, que incluso en privado hubiera preferido evitar muestras de afecto tan intensas en público.
De verdad, es demasiado.
Siana cerró los ojos con fuerza y golpeó ligeramente los anchos hombros de Rashid.
Para Rashid, solo le hacía cosquillas, como si una ardilla intentara darle un masaje.
Rashid le dio un beso en la mejilla a Siana, que aún estaba en sus brazos, y susurró:
—Lo siento, tenía tantas ganas de tocarte.
—……
Los labios de Rashid rozaron el lóbulo suave de la oreja de Siana.
—Quería escuchar tu voz.
—……
Los labios de Rashid tocaron los párpados cerrados de Siana.
—Te he extrañado tanto.
—……
Los besos de Rashid no terminaron ahí.
Besó la punta de su pequeña nariz, su frente, su largo cabello, su cuello suave y hasta su clavícula ligeramente sobresaliente.
Siana ya no podía enojarse con el hombre que la amaba con tanto fervor y desesperación.
Siana abrió lentamente los ojos.
Los ojos violetas de Rashid la estaban mirando.
Con una mirada completamente enamorada.
Thump.
Siana sintió su corazón latir con fuerza mientras decía:
—Yo también tenía algo que quería decirte.
—¿Qué es?
Mientras Rashid le daba otro beso en los labios, Siana respondió:
—Te amo.
—……
Rashid la miró atónito por un momento, luego la abrazó fuertemente, estrechando su pequeño cuerpo contra el suyo.
El latido del corazón de Rashid resonaba más fuerte que el de Siana.
Finalmente, Siana se dio cuenta.
Había regresado a su lado.
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