⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Rashid siempre había sabido que el cariño y las sonrisas de la Emperatriz hacia el Emperador eran falsos. Sin embargo, no lo consideraba algo grave. Para ser más preciso, no le importaba que la Emperatriz odiara al Emperador porque Rashid estaba decidido a seguirla sin importar qué. Por eso, cuando la Emperatriz le ordenó ir al campo de batalla, él fue; cuando le ordenó convertirse en príncipe heredero, lo hizo. Probablemente, si le hubiera dicho que cometiera traición contra el Emperador, también lo habría hecho.
…Si no hubiera conocido a Siana.
Pero ahora no. Rashid ya no podía ser manipulado por su madre. La única que podía mover su alma y su cuerpo ahora era ella.
Por eso Rashid sabía que tenía que salir de allí cuanto antes. Por Siana.
Rashid fue directo al grano.
—¿Qué es lo que desea de mí?
—Expulsa a Siana de este imperio. Y nunca vuelvas a verla.
—¿No le agrada tanto ella?
La Emperatriz esbozó una pequeña sonrisa, como si le resultara divertido.
—No es eso. La considero una chica inteligente y encantadora.
—…
—Pero ella te controla demasiado. Incluso has comenzado a aliarte con nobles para fortalecer tu posición, y todo es por su causa, ¿no?
Si así era antes de la ceremonia de compromiso, después del matrimonio sería aún peor. Siana respaldaría a Rashid y se enfrentaría a la Emperatriz. Una nuera así no era algo que la Emperatriz estuviera dispuesta a aceptar.
—Si te separas de ella, te perdonaré tus crímenes y te restituiré en tu posición de príncipe heredero. Todo volverá a ser como antes.
Como antes.
Rashid entendió el significado oculto en esas palabras. Lo que su madre realmente quería decir era que volviera a ser una marioneta que obedeciera sus órdenes.
El hermoso rostro de Rashid se volvió frío como el hielo.
—…
La situación de Rashid era crítica. Independientemente de la verdad, había sido capturado como sospechoso de intentar asesinar al Emperador, un crimen que no podía ser perdonado, ni siquiera para el príncipe heredero. Con una orden del Emperador, Rashid podría ser ejecutado al día siguiente.
Es cierto que Rashid contaba con el apoyo de algunos nobles y del ejército, pero dada la gravedad de su crimen, estos aliados no podrían actuar de manera abierta.
En tal situación, la única que podría salvarlo era la Emperatriz, quien controlaba al Emperador.
…A pesar de eso, Rashid no podía aceptar la oferta de su madre. No quería hacerlo.
Con voz baja, Rashid preguntó:
—¿Qué hará si rechazo su propuesta?
Rashid conocía bien las ambiciones de la Emperatriz. Desde pequeño, ella lo había educado con rigor y lo había empujado al campo de batalla para prepararlo como el próximo Emperador.
¿Podría una madre así abandonarlo ahora?
Sorprendentemente, la Emperatriz estaba dispuesta a hacerlo.
—A diferencia de antes, ahora el Emperador está bajo mi control. No tengo nada que temer con él a mi lado.
—…
—Una marioneta que no obedece solo necesita ser desechada, Rashid.
Sus palabras eran tan duras y aterradoras que costaba creer que vinieran de una madre hacia su propio hijo.
A pesar de ello, la expresión de Rashid no mostró ninguna alteración. Solo parecía estar recibiendo una confirmación de algo que ya sabía.
Eso molestó a la Emperatriz.
Dio un paso adelante y apoyó su mano en las rejas, mirando fijamente a Rashid.
—Sí, siempre has sido indiferente sobre lo que pueda pasarte. Pero, ¿seguirás tan tranquilo si Siana se ve involucrada?
—¡…!
En ese momento, los ojos de Rashid, que habían permanecido tranquilos, brillaron intensamente.
La mirada de la Emperatriz se llenó de placer al ver esa reacción.
Y continuó hablando:
—Si te marcan como el asesino del Emperador, podrán acusar a la princesa Siana, tu prometida, como cómplice.
Siana era la primera ministra y la única princesa del nuevo Asilond, pero ese título no significaba nada frente a la autoridad del imperio. La Emperatriz, manipulando al Emperador, podría destruir a Siana en cualquier momento, arrebatándole su estatus, su posición e incluso su vida.
En ese instante, se escuchó un fuerte crujido.
Las cadenas que mantenían las manos de Rashid atadas se rompieron. Fue una demostración de una fuerza increíble.
Antes de que la Emperatriz pudiera reaccionar a la fuerza sobrehumana de Rashid, él ya estaba a su lado.
Rashid extendió el brazo a través de las rejas y agarró con firmeza el delgado cuello de la Emperatriz con una mano llena de venas hinchadas.
Con una voz cargada de ira, Rashid le advirtió:
—No toque ni un solo cabello de Siana. Si se atreve a hacer algo, no la perdonaré, no importa quién sea.
—Ugh…
La Emperatriz no podía respirar debido a la fuerza que apretaba su cuello. Era aterrador y doloroso. En ese instante, sintió que la muerte se acercaba.
—¡Maria!
Al escuchar la voz de Evelyn, la Emperatriz abrió los ojos de golpe. Parpadeó y finalmente se dio cuenta de que lo que acababa de ocurrir no era real. Todo había sido una ilusión. La mirada aterradora de Rashid, con sus ojos violetas que la fulminaban, había desencadenado una visión aterradora, fruto del miedo que la había invadido.
Evelyn, quien había apoyado a la Emperatriz, le preguntó:
—¿Estás bien?
—…
En lugar de responder, la Emperatriz miró a Rashid, que estaba más allá de las rejas. Ni siquiera un demonio que hubiera vendido su alma al diablo tendría una mirada tan aterradora.
Finalmente, la Emperatriz recordó el horrible apodo de su hijo: ‘El Príncipe de Sangre’. Con los labios temblorosos, murmuró:
—Definitivamente eres hijo de ese hombre. Qué repulsión. Me das escalofríos. ¡Ojalá nunca hubieras nacido!
Después de lanzar esta maldición, la Emperatriz se calmó lo suficiente para hablar de nuevo.
—No te haré esperar mucho. Te daré exactamente una semana. Hasta entonces, debes darme una respuesta.
No era que le estuviera dando tiempo para pensar cómodamente. La Emperatriz no planeaba darle ni comida ni una gota de agua a Rashid durante ese tiempo. Sabía que, en medio de un dolor extremo que amenazaba su vida, Rashid tomaría una decisión.
Morir como un perro culpable de intento de regicidio, o limpiar su nombre y volver a ser mi marioneta.
La respuesta que la Emperatriz esperaba de Rashid solo podía ser una de esas dos opciones.
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Siana se encontraba en una mansión alejada del palacio imperial. Era un refugio secreto que Rashid había preparado para emergencias.
En la mansión se encontraban los caballeros de la Sombra Negra y cuatro sirvientes que atendían a Siana.
Sentada en una silla, Siana mordía sus labios con ansiedad.
Poco después, uno de los caballeros de la Sombra Negra entró en la habitación. Al verlo, Siana se levantó de un salto.
—¿Qué está sucediendo?
—El príncipe heredero se reunió con sus majestades, el Emperador y la Emperatriz, y allí desenvainó su espada contra el Emperador. Aunque su majestad resultó herido, afortunadamente, su vida no corre peligro.
Aunque era una información importante, Siana tenía algo aún más urgente que quería saber.
—¿Y el príncipe?
—Ha sido encarcelado en la Torre de los Criminales por el crimen de intentar asesinar al Emperador.
—¡…!
El rostro de Siana se puso pálido.
La Torre de los Condenados.
Era un lugar donde se encerraba a los miembros de la familia real que habían cometido atrocidades. Nadie podía visitar a los prisioneros allí, y la vigilancia era tan estricta que escapar era imposible.
La única forma de salir de la torre era convertirse en un cadáver después de beber el veneno que el Emperador ordenara.
Siana negó con la cabeza, con una expresión incrédula.
—¡El príncipe heredero nunca intentaría asesinar al Emperador!
No estaba defendiendo a Rashid por una cuestión emocional. Rashid no era ni tan impulsivo ni tan tonto como para cometer un acto así, especialmente cuando estaba siendo acusado sin salida.
Pero…
El caballero que informaba a Siana respondió con una expresión incómoda.
—El príncipe heredero tiene el espeluznante apodo de ‘El Príncipe de Sangre’. Además, recientemente ha estado consolidando notablemente su poder —El caballero continuó hablando—. Se está formando una opinión pública que sugiere que, deseoso del trono, el príncipe heredero actuó sin pensar, cometiendo un acto despiadado.
El rostro de Siana se volvió aún más pálido.
Aunque el Emperador había perdido parte de su poder por no haberse ocupado adecuadamente de los asuntos del estado durante mucho tiempo, seguía siendo el Emperador. Era la figura más noble del imperio. El hecho de que alguien hubiera intentado acabar con la vida del Emperador enfurecía a muchas personas.
Ni siquiera Rashid, el héroe del imperio, podría escapar de las consecuencias.
El caballero, observando la reacción de Siana, añadió con cautela:
—Algunos dicen que el príncipe heredero debería ser ejecutado inmediatamente, sin importar quién sea.
Ante esas terribles palabras, Siana se tambaleó. Garnet y Lina, las doncellas que estaban a su lado, la sostuvieron. Apoyada en ellas, Siana mordió sus labios.
Quería correr al palacio inmediatamente y proclamar la inocencia de Rashid.
Pero no podía hacerlo.
El palacio ahora la buscaba bajo la sospecha de que podría haber sido cómplice en la traición de Rashid.
Si la capturaban, sabía lo que sucedería.
Sería usada como un señuelo para manipular a Rashid.
Era la peor situación posible.
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