⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
No parecía el Príncipe Heredero empuñando una espada ensangrentada en el campo de batalla.
La mirada de Siana era tan escalofriante mientras observaba a los nobles. Como si supiera lo que pasaba por sus mentes, bajó las cejas.
—No estoy loca, no se preocupen. Sé muy bien que el método que mencioné es demasiado violento y peligroso, tanto para mí, como para ustedes y para este país.
—…
—Si hubiera una forma de salvar a Su Alteza sin recurrir a esa medida extrema, la elegiría con gusto… ¿Me ayudarán a lograrlo?
Su voz, que momentos antes había sido violenta y amenazante, ahora sonaba elegante, como si aquella escena anterior no hubiera existido. Aun así, los rostros de los nobles seguían tensos. Incluso el Duque Angelus, que estaba sentado más cerca de Siana, no pudo relajarse.
El Duque Angelus recordó con seriedad lo que había sucedido unas horas antes. Siana había aparecido en la casa del Duque sin previo aviso. Angelus comprendió de inmediato por qué ella, que había permanecido oculta, había corrido el riesgo de buscarlo. Estaba claro que había venido a pedirle que ayudara al Príncipe Heredero, tal como lo había hecho en la carta suplicante que envió anteriormente.
Sin embargo, esa suposición era incorrecta. En cuanto se encontraron, Siana gritó con una voz resonante:
( ¿Así es como pagas el favor de haber protegido a tu hija y a tus nietos? )
La intensidad que mostraba era tan sorprendente que resultaba difícil creer que fuera solo una chica de dieciocho años. El Duque comprendió en ese momento que el perdón otorgado a su hija, Verónica, por la mentira sobre haber tenido un hijo con Rashid, y su posterior manipulación para ganarse al Duque, no había sido obra exclusiva de Rashid. Detrás de todo estaba Siana.
Su Majestad el Emperador es una persona temible. Y el Príncipe Heredero está en una situación precaria, sin saber si sobrevivirá hasta mañana…
Por eso el Duque Angelus había estado evaluando hacia dónde se inclinaba el equilibrio de poder entre el Emperador y el príncipe desde el incidente. Pero ahora su decisión estaba clara.
Su Majestad el Emperador no me guardará rencor por haber apoyado al Príncipe Heredero en algún momento. Es más, si sigo ignorando esta situación y algo le sucede al Príncipe Heredero…
La mirada del Duque Angelus se encontró con la de Siana. En los ojos esmeralda de Siana brillaba una resolución escalofriante: no perdonaría a quienes permitieran la muerte de su prometido a través de la inacción cobarde.
El Duque tragó saliva. En esta situación, solo había un camino que podía tomar.
El Duque Angelus se levantó de su silla.
—Como fiel servidor que juró lealtad a Su Alteza, siento una gran vergüenza por no haber hecho nada mientras su vida corría peligro.
El Duque Angelus inclinó la cabeza.
—Ya no tengo dudas. A partir de ahora, actuaré por el bien del Príncipe Heredero, poniendo en juego el honor de la Casa de Angelus.
—¡…!
Los ojos de los nobles sentados a lo largo de la larga mesa se abrieron de par en par. Esa declaración significaba que el Duque Angelus estaba completamente del lado del Príncipe Heredero.
Desde el principio, los nobles presentes en esa reunión eran seguidores de la Casa de Angelus. No tenían razones para caminar un camino diferente al de su líder. Además, como el Duque, los nobles ya habían hecho sus cálculos y tomado su decisión.
Uno tras otro, los nobles comenzaron a levantarse. Al poco tiempo, todos estaban de pie y con la cabeza inclinada.
Siana miró a los nobles inclinados frente a ella y esbozó una sonrisa amarga.
Ignoraron una carta sincera, pero ahora que he mostrado una cara feroz y los he amenazado con sus vidas, finalmente reaccionan.
Sin embargo, no se sentía ni herida ni enojada por su comportamiento. Era simplemente el resultado de no haber construido aún la suficiente influencia.
Lo importante es que ahora puedo hacer que se muevan.
Los ojos esmeralda de Siana brillaban como los de un leopardo antes de la caza.
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En el Palacio Imperial, el Emperador yacía en la cama, su rostro pálido a causa de una herida de espada. Aunque no era una herida mortal, era lo suficientemente grave como para hacer que sangrara profusamente. Según el médico, la recuperación completa tardaría varios meses.
La Emperatriz miró fríamente al Emperador mientras murmuraba:
—Ojalá lo hubieran apuñalado tan profundo que le hubieran destrozado las entrañas.
Evelyn, quien estaba a su lado, respondió mientras acariciaba el hombro de la Emperatriz.
—Si hubieran hecho eso, por muy fuerte que sea Su Majestad, no habría podido soportarlo y habría muerto en el acto.
—…Lo sé.
Por eso la Emperatriz había dado una orden astuta al Emperador.
—Que se autolesionara lo suficiente para no poner en riesgo su vida, pero sí para sentir un dolor considerable.
El Emperador cumplió las órdenes de la Emperatriz de manera impecable, sin margen de error. Se cortó a sí mismo sin dudarlo y acusó a Rashid como el culpable de su agresión. Fue un títere mucho más eficiente de lo que la Emperatriz había anticipado.
Ella estaba convencida de que todo saldría como lo había planeado. Pero…
La Emperatriz frunció el ceño y murmuró:
—Que los nobles se movilizaran…
Hace dos días, numerosos nobles, incluido el Duque Angelus, se reunieron frente al palacio imperial y comenzaron a clamar:
( ¡Su Alteza el Príncipe Heredero es un héroe sin igual que ha traído numerosas victorias a este imperio, y Su Majestad el Emperador le prometió el trono! No podemos creer que haya intentado asesinar al Emperador. )
( ¡Este es un incidente grave, que ha dejado heridas en el propio cuerpo del Emperador! Es necesario investigar a fondo cómo pudo ocurrir esto. )
( ¡Exigimos un juicio formal para esclarecer los detalles del incidente! )
La expresión de la Emperatriz se volvió tan fría como el hielo al recordar a los nobles. Ella sabía que, en los últimos meses, Rashid había trabajado intensamente para ganarse el apoyo de la nobleza. Sin embargo, no lo había tomado en serio. Después de todo, Rashid era formidable en el campo de batalla, temido por todos, pero completamente incompetente en la política y la sociedad. Ni siquiera conocía los nombres de los nobles ni sabía cómo relacionarse con ellos. No era solo por su naturaleza indiferente hacia los demás, sino porque la propia Emperatriz lo había moldeado de esa manera.
Rashid solo necesita ser el más fuerte militarmente en este imperio. No necesita saber cómo manejar a los nobles, eso lo puedo hacer yo.
Por eso, la Emperatriz había subestimado las relaciones que Rashid había establecido con los nobles. Creía que esas conexiones frágiles se romperían en cuanto el poder de Rashid flaqueara…
Con una expresión de incomprensión, murmuró:
—Esos cobardes, que suelen esconderse ante el menor peligro, están ahora mostrando una devoción inesperada por Rashid. Parece que ha forjado lazos más profundos con ellos de lo que imaginaba.
Los nobles exigían un juicio para investigar a fondo la verdad detrás del incidente. El objetivo oculto era evidente: si se celebraba un juicio formal, Rashid, al menos, conservaría su vida hasta que se emitiera un veredicto, independientemente de si era culpable o no.
Evelyn habló con cautela:
—No solo están exigiendo un juicio. Han comenzado a difundir rumores en los círculos sociales y en las calles, afirmando que Su Alteza el Príncipe Heredero ha sido víctima de una conspiración vil y ha sido falsamente acusado.
La Emperatriz sonrió amargamente de forma involuntaria. Aquellos rumores, que probablemente eran considerados absurdos por muchos, eran, en realidad, la verdad. Pero pronto borró su sonrisa. No era momento para relajarse.
—Que los nobles se unan y levanten la voz así… Si ignoramos sus demandas y eliminamos a Rashid, la situación podría empeorar.
La Emperatriz tenía al Emperador de su lado, pero este había estado alejándose del gobierno y su poder había disminuido. Lo más preocupante era que el Emperador no estaba en un estado mental pleno. Aunque seguía obedeciendo las órdenes de la Emperatriz, era inestable en otros aspectos. No estaba claro hasta qué punto podría controlar a los nobles si se rebelaban.
Era posible que los nobles aprovecharan este incidente para lanzar una verdadera revuelta.
El rostro de la Emperatriz se endureció ante la posibilidad.
No tomé el poder solo para que me lo arrebaten.
Después de un largo silencio, la Emperatriz habló:
—Debemos aceptar la demanda de los nobles y celebrar el juicio.
Evelyn entrecerró los ojos y preguntó:
—¿Está segura de que es lo correcto?
—Al fin y al cabo, no cambiará nada aunque haya un juicio.
El día en que Rashid supuestamente hirió al Emperador, solo había tres personas en la sala donde ocurrió el incidente: el Emperador, la Emperatriz y Rashid. La única testigo era la Emperatriz, y la víctima, el Emperador, ya había señalado a Rashid como el culpable. Nadie podía desvelar la verdad de lo sucedido ese día.
—Cuando presentemos los hechos del incidente, los nobles dejarán de hablar.
Pero eso no era todo.
—Además, si se celebra el juicio, existe la posibilidad de que Siana aparezca.
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