⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Desde el incidente, Siana había desaparecido sin dejar rastro. Sin embargo, si se celebraba un juicio donde la vida de Rashid estaba en juego, era muy probable que ella no pudiera contenerse y apareciera. Si en ese momento lograban capturar a Siana, la Emperatriz tendría un arma segura para manipular a Rashid. Así, finalmente, la Emperatriz tendría el poder de controlar tanto al Emperador como a Rashid. Frente a los nobles inclinados ante ella.
Una sonrisa torcida apareció en el rostro de la Emperatriz. Evelyn, observándola fijamente, asintió con la cabeza.
—Entonces, procederemos con el juicio.
—Sí, pero asegúrate de prepararlo todo minuciosamente.
Reunirían a los caballeros más capaces para rodear el tribunal y, si alguien mostraba el más mínimo signo sospechoso, lo capturarían de inmediato. En especial, si veían a una mujer con cabello plateado y ojos esmeralda, serían aún más rigurosos.
Esa tarde, una gran noticia se difundió por todo el palacio imperial: se llevaría a cabo el juicio formal del príncipe heredero Rashid, acusado de intentar asesinar al Emperador.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
En la cima de la Torre de los Condenados, en una oscura habitación donde no entraba ni un rayo de luz, Rashid estaba encadenado de brazos, atrapado. Su rostro, que una vez fue tan hermoso como una estatua, ahora estaba demacrado, con los labios completamente resecos. No era de extrañar; en los últimos días, Rashid no había probado comida ni agua.
Por más fuerte que fuera una persona, no se podía sobrevivir varios días sin agua. Rashid no seguía vivo por su fuerza sobrehumana.
Plop.
Una gota de agua cayó sobre los labios de Rashid.
—¡…!
El cuerpo de Rashid reaccionó de inmediato. Al abrir los ojos, vio a la Emperatriz sobre él, mirándolo con una expresión fría, como si observara un insecto moribundo. En su mano, la Emperatriz sostenía una botella de cristal llena de agua clara. Durante los últimos días, cada vez que Rashid perdía el conocimiento por deshidratación, era la Emperatriz quien le daba agua. No en grandes cantidades, solo lo suficiente para mantenerlo con vida.
Sin embargo, esa pequeña gota de agua que tocó el cuerpo reseco de Rashid fue suficiente para intensificar su deseo. Quería beber agua. Beber tanto que su cuerpo se llenara y rebosara de ella. Era un instinto primario.
La Emperatriz levantó las cejas al ver la mirada en los ojos de Rashid y dijo:
—Entonces, ¿volverás al regazo de tu madre, Rashid?
Solo tenía que asentir. Si lo hacía, podría beber el agua que la Emperatriz sostenía en sus manos y dejar atrás esa torre oscura y húmeda para regresar a una cómoda y cálida cama. Podría comer deliciosos manjares, dormir en paz y disfrutar de una felicidad parecida al paraíso.
Aun así, Rashid no asintió. Sabía que podría mentir y superar ese momento, pero también sabía que la Emperatriz no era alguien fácil de engañar. Si Rashid aceptaba volver a ella, la Emperatriz seguramente encontraría una forma de hacer que la obedeciera completamente.
Así como lo hizo con el Emperador, me lanzará un hechizo a mí también.
El hechizo sería el método más seguro para atar a Rashid. Una vez bajo el hechizo, Rashid perdería su voluntad, igual que el Emperador, y sería manipulado por la Emperatriz. Y tal vez, olvidaría a Siana para siempre.
Los ojos violetas de Rashid brillaron con un resplandor aterrador al llegar a esa conclusión. La Emperatriz, al ver esa mirada, mordió sus labios inconscientemente.
Es escalofriante.
Era extraño. La Emperatriz tenía la vida de Rashid en sus manos. Si lo deseaba, podría acabar con él en ese mismo instante. Sin embargo, no sentía que tuviera el control sobre él. Era una sensación horrible.
La Emperatriz miró a Rashid con una expresión furiosa y determinada.
—A pesar de todo, te niegas a escucharme. Eres verdaderamente despreciable.
Según su plan original, la Emperatriz debía haberle dado veneno a Rashid, ya que se negaba a obedecerla. Pero decidió hacer un pequeño cambio.
—Los nobles han exigido un juicio para juzgar tus crímenes, Rashid.
—…
—Claro que no es algo para alegrarse. Lo único que significa es que has perdido la oportunidad de morir en paz, sin ser visto por nadie.
La Emperatriz planeaba anunciar los crímenes de Rashid ante los nobles y ejecutarlo inmediatamente después.
—Ante la multitud reunida, beberás veneno y caerás. El dolor abrasador quemará tu garganta y tus entrañas, y gritarás de agonía. Poco a poco, tu cuerpo se paralizará, comenzarás a babear y a vomitar sangre, hasta que finalmente perderás la consciencia.
—…
—Una muerte verdaderamente vergonzosa y miserable, ¿no crees?
Una sonrisa torcida apareció en el hermoso rostro de la Emperatriz.
Rashid comprendió las intenciones de la Emperatriz. En ese momento, ella le lanzaba amenazas feroces, diciendo: ‘¿Aún no vas a obedecerme?’. Sin embargo, en lugar de reaccionar a sus amenazas, Rashid cerró los ojos, como si ya no quisiera enfrentarse a ella. Al ver esto, la Emperatriz rechinó los dientes y comenzó a lanzar insultos venenosos.
—Si crees que te he dejado vivir hasta ahora y que no puedo matarte, estás muy equivocado. No te considero mi hijo. Solo eres un demonio que nació de la semilla que ese hombre dejó a la fuerza en mi vientre.
N/Nue: Sabía que era así… Está puesta como la villana pero, duele que haya sido como lo esperaba…
Mientras la Emperatriz desataba sus emociones reprimidas como una tormenta,
Rashid pensó: El hecho de que ella no mencione a Siana a pesar de toda esta rabia… debe significar que Siana está a salvo. Afortunadamente, parecía que Siana se había escondido bien. Solo eso evitaba que la situación fuera la peor para Rashid.
No obstante, la realidad seguía siendo difícil. Las cadenas que ataban los brazos de Rashid eran resistentes, y su cuerpo, herido y privado de agua y comida durante tanto tiempo, apenas podía mover un dedo.
Nunca imaginé que me sentiría tan débil…
Por primera vez en su vida, Rashid se sentía impotente, pero no tenía tiempo para lamentarse. Cambió rápidamente el enfoque de sus pensamientos.
Este no es momento para pensar en tonterías.
Dijeron que habría un juicio en unos días, lo que significaba que saldría de la Torre de los Condenados. Eso le podría dar una pequeña oportunidad de escapar. Sin embargo, lamentablemente, Rashid no pudo continuar con sus pensamientos. Sentía una densa niebla llenando su mente, y pronto, un agotador sueño lo invadió. Su cuerpo, al borde de sus límites, había elegido esa forma de sobrevivir. Poco después, Rashid perdió el conocimiento.
Y como siempre, Siana apareció en sus sueños.
El joven Rashid temblaba, cubierto de heridas. No entendía nada. No sabía dónde estaba ni por qué tenía esas horribles heridas. Solo había una cosa que sabía con certeza: su miedo había alcanzado su límite. Tenía miedo del espacio oscuro que lo rodeaba, sin una sola fuente de luz. Sus heridas dolían mucho.
Pero lo más aterrador era el temor a la persona que lo perseguía, empuñando una espada ensangrentada. Por eso, cuando la puerta se abrió con un suave clic desde el otro lado de la oscuridad, el corazón del joven Rashid dio un vuelco.
Tap, tap.
El sonido de los pasos acercándose hacia él lo hizo respirar con dificultad.
—No, no quiero. No quiero morir. No quiero…
Tenía que levantarse y correr, pero su cuerpo no le respondía. No veía nada, y respirar se hacía difícil. En medio de ese dolor agónico, una voz clara se escuchó.
—¿Estás bien?
—¡…!
En ese instante, la angustia que oprimía al joven Rashid se disipó de golpe. La voz era tan clara que le brindaba alivio. Lentamente, el joven Rashid abrió los ojos. Para su sorpresa, la oscuridad había desaparecido y la luz brillante entraba por una pequeña ventana. Allí estaba una niña.
Era pequeña, con el cabello color trigo, como pan recién horneado, y ojos esmeralda tan frescos como los primeros brotes de la primavera. Su rostro redondeado era encantador.
El joven Rashid la miró atónito y murmuró:
—…Siana.
Al escuchar su nombre, la niña abrió los ojos sorprendida y preguntó:
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Porque soy tu prometido.
—Dices cosas raras. ¿Será porque estás muy herido?
Siana frunció el ceño con seriedad, pero pronto extendió su mano hacia el joven Rashid, como si supiera que no era el momento para bromear.
—No sé exactamente lo que está pasando, pero pareces estar sufriendo mucho. Así que toma mi mano —dijo Siana con su voz clara—. Te ayudaré.
Siana era dos palmos más baja que el joven Rashid. Sus manos eran tan pequeñas que apenas podrían levantar una piedra. Aun así, el joven Rashid sintió cómo todo el miedo que lo invadía desaparecía.
Era algo sorprendente.
Comments for chapter "168"
MANGA DISCUSSION