⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Rashid, temblando violentamente, abrazó a Siana y reflexionó. En realidad, cuando Siana apareció en la sala del juicio, Rashid estuvo a punto de perder el control.
Tenía miedo de que Siana resultara herida, o peor aún, que fuera capturada por la Emperatriz y no pudiera volver a verla nunca más. Sin embargo, Rashid permaneció en silencio, solo porque no quería interferir con el esfuerzo de Siana para rescatarlo. No podía permitir que su esfuerzo fuera en vano.
Pero, aun así…
—Tenía tanto miedo.
El terror aún no desaparecido seguía ahí, haciéndolo temblar visiblemente. Siana levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con los de Rashid.
—Su Alteza… —murmuró.
Rashid acarició el rostro de Siana con una mano temblorosa. Tenía tantas cosas que quería decirle al reencontrarse:
¿Has estado bien? ¿No te has sentido sola ni asustada? ¿Ha sido difícil? Te extrañé. Te amo.
Sin embargo, las primeras palabras que salieron de la boca de Rashid fueron completamente distintas de lo que había planeado. Con una voz débil, afectada por la medicina, dijo:
—Cásate conmigo, Siana.
—¡…!
Siana abrió los ojos de par en par, completamente sorprendida por sus palabras inesperadas. Bajo sus brillantes ojos color esmeralda, una lágrima rebelde cayó mientras una sonrisa radiante aparecía en su rostro.
—Sí —respondió ella.
Su respuesta fue tan inmediata que no mostraba ni un atisbo de duda.
Tras un largo abrazo, Siana finalmente empujó suavemente a Rashid.
—Me encantaría seguir así, pero Su Alteza no está en buen estado. Primero, déjame curarte —dijo ella.
Aunque Rashid puso una cara de desaprobación, asintió con la cabeza obedientemente. Siana llamó a un caballero de la Sombra Negra para que cortara las cadenas que ataban los brazos de Rashid. Su rostro se contrajo al ver lo mal que estaban las muñecas de Rashid después de tanto tiempo encadenado.
Con delicadeza, Siana aplicó el jugo de la misteriosa flor en las heridas de las muñecas de Rashid. Luego, lo hizo en su rostro y en varias partes de su cuerpo llenas de heridas. Al sentir las manos pequeñas de Siana moviéndose por su cuerpo, Rashid se rió suavemente.
—¿No decías que no debía usar la flor para asuntos personales? —comentó con una voz un poco más clara, gracias a haber tomado una gota del jugo.
—No te preocupes por eso. Esta flor no es de Asilond, es mía —respondió ella.
Antes de abandonar el reino, el consejo le había permitido a Siana llevar una cantidad de la flor mística para su propio uso. Ella aceptó esa oferta.
—De ahora en adelante, todas las flores que tengo las usaré solo para Su Alteza. Así que, si te haces daño, no lo ocultes y ven a mí, ¿entendido?
—…Sí —dijo Rashid, aunque su voz todavía se quebró un poco, a pesar del poder curativo de la flor.
Poco a poco, todas las heridas y cicatrices en el cuerpo de Rashid desaparecieron, devolviéndole su belleza resplandeciente. Aun así, Siana lo acostó en la cama y, con una expresión decidida, le cubrió el pecho con una manta.
—Las heridas han sanado gracias al poder de la flor, pero tu cuerpo aún no se ha recuperado por completo debido al largo tiempo que pasaste encadenado y sin comer adecuadamente. Hasta que te recuperes, me encargaré de cuidar de ti —declaró ella firmemente.
Rashid no se opuso. De hecho, dejó que Siana lo atendiera con una expresión de pura felicidad.
—Ah… —dijo Rashid, abriendo la boca como un pajarito mientras se apoyaba en la cama.
Siana, con un plato de sopa en una mano, le dio una cucharada de sopa suave y cálida a Rashid.
—¿Está bien? —preguntó con cuidado, consciente de que Rashid había comido muy poco en los últimos días.
Él sonrió y asintió.
—Está deliciosa.
Al escuchar esas palabras, Siana suspiró de alivio.
—Pensé que te costaría digerirla, así que la hice muy ligera. Apenas le puse sal ni trozos grandes. Mañana te haré algo más sabroso —prometió.
—Sí.
Después de la comida, disfrutaron de un momento de té.
—Me encantaría darte té negro, pero podría ser demasiado para tu cuerpo. Hoy te prepararé té de cebada —dijo Siana.
Aunque Rashid sintió una pequeña decepción, esta rápidamente desapareció. La razón era simple: Siana, con la tetera en la mano, era increíblemente hermosa. No importaba si estaba sirviendo un té de lujo o uno más simple como el de cebada, era perfecta.
Siana, al notar su intensa mirada, sirvió el té de manera elegante.
El té de cebada, humeante y claro, llenó la taza. Rashid, apoyado en la cama, tomó un sorbo y su rostro se iluminó con una sonrisa brillante.
—No sabes cuánto he anhelado este sabor mientras sufría de una sed insoportable.
—…
—El té que tú preparas siempre es el mejor, Siana.
Al ver a Rashid sonreír como un niño inocente, el corazón de Siana dio un vuelco. Había pasado por tanto dolor bajo el control de su madre, y ahora que había vuelto a su lado, su sonrisa era aún más hermosa.
Incapaz de contener el torrente de emociones que la invadió, extendió su mano hacia Rashid, cuando de repente…
¡Bang!
El fuerte sonido lo había hecho Aris, quien estaba sentada en la mesa junto a la cama.
Después de dejar su taza de té de cebada sobre la mesa, Aris miró a Rashid con ojos furiosos y dijo:
—Hermano, ya has sido curado, has comido y has bebido té. ¿Por qué no intentas dormir un poco? No has dormido bien en mucho tiempo, debes de estar muy cansado.
Sorprendentemente, Rashid asintió obedientemente. Luego, bajó sus largas pestañas y miró a Siana.
—Siana, tengo miedo de cerrar los ojos. Si lo hago, temo que vuelvas a desaparecer. No creo que pueda dormir tranquilo.
Siana le habló con dulzura:
—No te preocupes. Estaré aquí contigo todo el tiempo.
Pero Rashid negó con la cabeza.
Siana continuó:
—Te tomaré de la mano.
Él volvió a sacudir la cabeza. Confundida por lo que él realmente quería, Siana lo miró con los ojos muy abiertos. Entonces, Rashid le dijo:
—Quiero que duermas conmigo en la cama.
En ese instante, Aris gritó:
—¡¿Qué clase de idea horrible es esa?! ¡De ninguna manera!
Siana se encontró con la mirada severa de Aris, cuyo rostro estaba enrojecido, y respondió:
—Princesa, Su Alteza ha pasado por tiempos muy difíciles. Aunque las heridas de su cuerpo hayan sanado con el poder de la flor, las heridas en su corazón no lo han hecho. Su Alteza necesita ser cuidado ahora.
Aris estaba incrédula.
Siana, ¡eso es una ilusión tuya! ¡Ese hombre está perfectamente bien ahora!
No era solo por su apariencia. Los ojos violetas de Rashid estaban brillantes, y su voz estaba llena de vitalidad. Aun así, Siana lo trataba como si fuera una flor delicada que se rompería con el más mínimo soplo de viento. Aris estaba a punto de perder la cabeza.
Pero en esta situación, decirle a Siana: ¡Mi hermano está fingiendo para que sigas cuidándolo! no tendría ningún efecto. Al contrario, Siana probablemente pensaría que era demasiado dura con él.
Así que Aris frunció el ceño y propuso otra idea:
—Si mi hermano realmente necesita dormir con Siana, entonces yo también dormiré con ustedes. La cama es lo suficientemente grande para que los tres durmamos juntos.
Pero Rashid rechazó con firmeza la propuesta de su hermana.
—No.
—¿Por qué no? Si lo único que te cuesta es dormir, no debería importar si yo estoy o no. ¿No es así?
—Sí importa, y mucho.
—¿Ah, sí? ¿Y qué planeas hacer de malo con mi doncella?
—Debemos ser precisos, Aris. Siana ya no es tu doncella. Es mía.
—¿De qué estás hablando? Siana aún no ha renunciado oficialmente a su puesto. Así que, por ahora, sigue siendo mi doncella.
Después de una intensa discusión, Aris finalmente cedió. La razón fue que Rashid, quien había estado hablando con desvergüenza, de repente se llevó una mano a la frente como si se sintiera mareado. No podía seguir insistiendo.
De acuerdo. Aunque sus heridas están más o menos curadas gracias al poder de la flor, probablemente no esté completamente sano todavía. Lo dejaré pasar, pensó Aris, apretando los dientes, pero impuso una condición.
En el centro de la cama donde estaba acostado Rashid, había una cuerda larga y colorida hecha de tela, que la dividía en dos, como si trazara una línea en medio.
Aris, con una expresión aterradora, señaló la cuerda y dijo:
—Solo por esta noche permitiré que duerman en la misma cama. Pero eso es todo lo que toleraré. Rashid, tú te quedas de este lado, y Siana, tú en el otro. No deben cruzar esta línea bajo ninguna circunstancia. No deben tomarse de las manos ni moverse, solo duerman como si fueran rocas sin emociones. ¿Entendido?
Siana respondió enérgicamente:
—Sí, lo haré.
Aris lanzó una mirada fulminante a Rashid, quien permanecía en silencio.
—¿Y por qué tú no respondes, hermano?
Si Rashid se negaba ahora, Aris estaba decidida a llevarse a Siana de inmediato, sin importarle si Rashid no lograba dormir o terminaba llorando por la ansiedad. Por suerte, Rashid asintió, aunque con una expresión poco satisfecha.
En ese momento, Nini y Nana aparecieron justo a tiempo, cada una tomando un brazo de Aris.
—Entonces, princesa, volvamos a su dormitorio.
—Hemos preparado leche caliente para usted. Le ayudará a sentirse cómoda.
—Hemos colocado unas mantas suaves y calentitas en su cama y hemos hecho una muñeca rellena de algodón mullido. Será tan agradable abrazarla.
—Y además, hemos traído la siguiente parte de la novela que leyó anoche. Recuerdo lo mucho que quería saber con quién se quedaría la protagonista entre los siete hombres. Venga, vamos a leerla juntas, princesa.
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