⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Las tentaciones de Nini y Nana fueron muy efectivas. Aris, tomada de las manos por ambas, salió tranquilamente de la habitación de Rashid. Claro, sin olvidar mirarlo hasta que la puerta se cerrara y lanzarle una advertencia escalofriante:
—Si rompes la promesa, no te lo perdonaré.
¡Clac!
La puerta se cerró, y solo quedaron dos personas en la habitación.
Rashid, quien estaba acostado en la cama, habló inmediatamente como si hubiera estado esperando.
—Ven a mi lado, Siana.
—…Sí.
Hasta hacía poco, Siana no le daba mucha importancia a la situación. Después de todo, había tenido todo tipo de contacto físico con Rashid antes.
Comparado con abrazos o besos, acostarnos juntos es algo muy inocente.
…Pero no era así.
En el momento en que se subió a la suave cama, su corazón comenzó a latir con fuerza.
¿Por qué me está pasando esto?
Una vez que se acostó cuidadosamente sin cruzar la línea que Aris había trazado, algo aún más abrumador la esperaba: el rostro de Rashid mirándola intensamente desde el otro lado de la cuerda multicolor.
Rashid había perdido peso porque no había comido adecuadamente durante mucho tiempo.
Entonces, ¿no debería verse demacrado y desmejorado?
Sin embargo, con las cicatrices desaparecidas y usando ropa limpia, Rashid no se veía para nada débil. Más bien, su rostro más delgado irradiaba una peligrosa belleza que antes no tenía.
Sin darse cuenta, Siana lo miraba hipnotizada, cuando una suave voz la sacó de su ensimismamiento.
—Gracias, Siana.
Siana, sorprendida, lo miró con ojos abiertos.
—¿Por qué?
—Por salvarme, por cuidarme… por todo.
Siana frunció el ceño como si sus palabras la incomodaran.
—Eres el hombre que amo, Su Alteza. Solo hice lo que debía hacer.
Pero Rashid negó suavemente con la cabeza, como si no estuviera de acuerdo.
Rashid sabía que, aunque las personas estuvieran unidas por un vínculo estrecho, el amor nunca era algo garantizado. Incluso su propia madre, la que lo trajo al mundo, había sido despiadada con él.
Por eso, para Rashid…
—Todo lo que me das es un milagro.
Siana reía alegremente cuando estaba con él, lloraba al verlo sufrir y se enfadaba con aquellos que lo lastimaban. Lo abrazaba y le susurraba incontables veces cuánto lo amaba. Para Rashid, el amor de Siana era algo por lo que estaba profundamente agradecido.
Rashid habló con determinación:
—De ahora en adelante, viviré solo para ti. Dedicaré todo lo que tengo a tu felicidad.
El poder en la cúspide del Imperio, el ejército más fuerte del continente, su cuerpo entrenado capaz de vencer a cien caballeros…
Incluso su más profundo sentimiento estaba destinado solo para Siana.
Rashid la miró a los ojos y le dijo con sinceridad:
—Así que quédate a mi lado. Permíteme devolverte todo el amor que me has dado.
Sus ojos violeta mostraban una emoción tan intensa y desesperada que Siana casi podía sentir su miedo a ser rechazado. Eso la conmovió profundamente, hasta el punto de que casi comenzó a llorar.
Siana había vivido una vida difícil. Su madre murió poco después de su nacimiento, su padre nunca le mostró cariño, y fue maltratada cruelmente por una madrastra malvada.
A pesar de todo, Siana nunca se consideró desafortunada.
Pero ahora…
¿Por qué este hombre, que es mucho más fuerte y grande que yo, me parece tan vulnerable?
Conteniendo las lágrimas, Siana sonrió con dulzura.
—Estaré siempre a tu lado, Su Alteza. Así que, por favor, hazme feliz como lo deseas.
En ese momento, Rashid no pudo contenerse más y se movió con decisión. En un abrir y cerrar de ojos, cruzó la cuerda que Aris había colocado y se subió encima de Siana. Ella lo miró sorprendida.
—Su Alteza, la promesa con la princesa…
—Tú te has quedado en tu lugar, así que el único que ha roto la promesa soy yo.
—…
—Y no es un gran problema. De todos modos, nunca tuve intención de cumplir esa absurda promesa.
Rashid inclinó la cabeza y, atrapando a Siana entre sus brazos, la besó. Sus labios eran tan suaves y dulces que la sensación era suficiente para calmar la sed que había sentido durante semanas sin haber bebido ni una gota de agua.
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Los ojos cerrados de Siana se movieron levemente.
Es de mañana.
El cansancio del día anterior hacía que su cuerpo se sintiera pesado. Quería seguir durmiendo un poco más, pero aun así, se esforzó por abrir los ojos. No era momento para dormir hasta tarde.
Tengo mucho que hacer. Tengo que revisar la situación del palacio imperial y reunir a los nobles para discutir un plan.
Cuando finalmente logró abrir los ojos, dejó escapar un pequeño sonido de sorpresa.
Esperaba ver a Rashid durmiendo plácidamente a su lado, pero en su lugar, él estaba de pie junto a la cama, mirándola. Ya se había levantado y había cambiado su cómoda ropa de dormir por una camisa oscura.
Su cabello despeinado ahora estaba cuidadosamente peinado, y sus ojos violetas brillaban como gemas de la más alta calidad. No quedaba rastro del cansancio que había pasado en los últimos días ni de la sensación de vulnerabilidad que había mostrado la noche anterior. Lo único que se percibía en él era una abrumadora presencia y una energía desbordante.
Siana, que lo miraba embelesada, frunció el ceño y le dijo:
—¿Por qué te levantaste tan temprano? Podrías haber dormido un poco más.
Rashid soltó una pequeña risa. Los ojos de Siana reflejaban preocupación, como si temiera que Rashid se estuviera exigiendo demasiado. Sin embargo, a pesar de sus temores, Rashid ya había recuperado por completo su salud, gracias al poder de una misteriosa flor y a su resistencia sobrehumana.
Aun así, Rashid sintió el impulso de comportarse como un niño mimado, deseando que Siana lo cuidara un poco más. Había sido tan feliz mientras ella lo atendía. Pero, por supuesto, Rashid no era tan inmaduro como para actuar de esa manera.
Rashid se inclinó y acarició el cabello de Siana, que seguía acostada en la cama.
—Mi cuerpo ya está completamente recuperado. Así que no te preocupes y sigue durmiendo.
—¿De verdad?
—Sí.
El alivio que sintió Siana fue inmenso. Solo entonces se dio cuenta de lo tensa que había estado mientras Rashid no estaba. Al relajarse, una oleada de sueño incontrolable la invadió.
—Entonces dormiré un poco más.
Siana sonrió y cerró los ojos de nuevo, y pronto cayó en un profundo sueño.
Rashid observó a Siana dormir por un buen rato antes de salir de la habitación. Afuera lo esperaba Aris, quien lo miraba con los brazos cruzados y una expresión aterradora en su rostro. Su rostro demacrado revelaba que no había dormido en toda la noche.
—Vamos, dime la verdad. ¿Cruzaste la línea que tracé o no?
Rashid, sonriendo, acarició la pequeña cabeza de Aris.
—No te preocupes. Siana cumplió con su promesa.
Sin embargo, Aris comenzó a temblar de ansiedad.
—¿Y tú, hermano?
Ante el silencio de Rashid, Aris gritó:
—¡¿Por qué no respondes?!
—Estoy decidiendo si es mejor mentirle a mi hermanita o si debería ser sincero y decirle la verdad.
—¡¿Qué?!
Cuando Aris comprendió lo que eso significaba, gritó ‘¡Aaahhh!’ y corrió hacia Rashid. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, Nini y Nana la sujetaron de ambos brazos.
—¡Cálmese, Princesa! Un ataque tan directo no le sienta bien.
—Así es. En lugar de eso, planifiquemos una venganza más elaborada para que Su Alteza no tenga escapatoria.
—¡No me importa eso! ¡Voy a arrancarle el pelo ahora mismo!
Ignorando el alboroto de las tres mujeres, Rashid continuó caminando. Poco después, se encontró con un joven de cabello anaranjado y ojos dorados: Kiran.
Kiran había llegado recientemente tras recibir una carta urgente de Siana, quien había escuchado del Marqués Wilhelm que la Emperatriz podría estar controlando al Emperador.
( Si de verdad el Emperador está siendo controlado por un hechicero, necesitamos una piedra mágica que pueda romper ese mago. )
La compañía Mystic, dirigida por la madre de Kiran, tenía la mayor cantidad de piedras mágicas en todo el continente. Sin embargo, aunque Kiran quiso ayudar, no había ninguna piedra mágica con las capacidades exactas que Siana requería. Aun así, Kiran se las arregló para traer otra piedra que Siana necesitaba: una que permitiera el transporte a través de espacios. Gracias a esa piedra, Siana había logrado sacar a Rashid del tribunal.
Después de que Siana le contara a Rashid lo sucedido, él inclinó ligeramente la cabeza.
—Me has ayudado.
—¡…!
Los ojos de Kiran se abrieron de par en par, como un gato sorprendido. Nunca imaginó que el infame ‘Príncipe de Sangre’ le agradecería tan fácilmente. Desconcertado y sin poder ocultar su sorpresa, Kiran respondió con el rostro enrojecido:
—No hace falta que me des las gracias. Después de todo, no lo hice gratis.
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