⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
La piedra mágica que permitía el traslado a través del espacio era un objeto tan raro que incluso dentro del Gremio Mystic, que poseía todo tipo de piedras mágicas, se consideraba un tesoro. Kiran sabía que, al llevarse algo tan valioso sin avisar, lo más probable era que su madre y su hermana lo mataran en cuanto regresara a casa.
—No me importaría morir por la princesa Siana, pero no pienso sufrir una muerte tan absurda por el príncipe heredero. Le cobraré por la piedra mágica —dijo Kiran, pensando en exigir un precio diez veces mayor al que realmente valía.
Aunque sus palabras eran bastante insolentes, Rashid asintió tranquilamente, como si lo considerara justo.
—Te pagaré lo que pidas. Sin embargo, quisiera pedirte otro favor.
—¿De qué se trata?
—¿Cómo se puede revertir el control mental de alguien bajo el influjo de un hechizo?
Kiran levantó una ceja, sorprendido por la súbita pregunta. Sabía que Rashid se refería al Emperador.
El hecho de que un hechicero estuviera controlando al Emperador de un reino era un asunto aterrador e indignante. Kiran respondió con seriedad:
—Ya le mencioné a la princesa Siana que no existe una piedra mágica que pueda deshacer un hechizo así. Al menos, no en el Gremio Mystic.
Si la compañía más importante del continente no poseía una piedra mágica de ese tipo, era casi como si no existiera en absoluto.
—Sin embargo, el no tener una piedra mágica no es un gran problema. Si encontramos al hechicero que lanzó el hechizo, podremos revertirlo de una manera más segura.
—¿Es posible encontrar al hechicero?
Encontrar a un mago que se ha ocultado es casi un milagro. Aun así, Kiran asintió. El Gremio Mystic mantenía contacto cercano con muchos magos debido al comercio de piedras mágicas, lo que les daba acceso a una vasta red de información sobre ellos.
—Hay pocos magos que posean el poder para controlar la mente, y menos aún que estén lo suficientemente locos como para hacer algo así. Estoy seguro de que fue Yong —dijo Kiran, identificando de inmediato al mago que había hechizado al Emperador.
—Yong es un mago codicioso y materialista, y además tiene una curiosidad infantil. Si le presentamos un cebo que le resulte interesante, tarde o temprano se mostrará. Aunque puede llevar algo de tiempo.
—¿Cuánto tiempo?
Kiran se encogió de hombros ante la pregunta de Rashid.
—Como no lo atraparemos, sino que él tiene que caer en la trampa, no puedo garantizar un plazo. Podría aparecer mañana mismo o, en el peor de los casos, dentro de varias décadas.
Los ojos de Rashid se entrecerraron. No era alguien con la paciencia suficiente para esperar un tiempo indefinido, y tampoco disponía de tanto tiempo. Al ver su reacción, Kiran abrió los ojos con asombro y dijo:
—¿Acaso la princesa Siana no te ha contado aún?
—¿De qué hablas?
—Sobre cómo se puede devolver al Emperador a la normalidad sin necesidad de una piedra mágica ni de encontrar al hechicero.
Los ojos de Rashid se abrieron con sorpresa.
Kiran, disfrutando del pequeño triunfo que sentía al ver cómo Rashid reaccionaba a sus palabras, explicó:
—La Torre del Pecador. En esa misteriosa torre, ubicada en el palacio imperial, existe el poder de anular toda magia. La princesa Siana me dijo que si el Emperador entra en la Torre del Pecador, podría recuperar su mente.
Rashid murmuró en voz baja, como comprendiendo la situación. Era una idea con posibilidades. Kiran, sintiéndose victorioso, sonrió mientras continuaba:
—Por tu expresión, parece que la princesa no te ha contado nada.
Tal como decía Kiran, Siana no le había mencionado nada a Rashid sobre el Emperador ni la Emperatriz. Había querido que Rashid pudiera descansar al menos un día después de todo lo que había pasado. Pero Siana no había estado simplemente disfrutando de su tiempo con él sin ningún plan.
Kiran, con aire triunfal, prosiguió:
—Justo después de salvarte, la princesa Siana distribuyó panfletos por toda la capital.
Los panfletos decían que el Emperador estaba siendo controlado por un hechicero y que la única manera de romper el hechizo era que el Emperador entrara en la Torre del Pecador, donde toda la magia desaparecería. Al darse cuenta de la situación, muchos nobles, incluidos el Duque Angelus, se reunieron frente al palacio y clamaron:
( ¡Su Majestad, por favor, diríjase a la Torre del Pecador y libere nuestras inquietudes! )
El Emperador se enfureció ante las demandas de los nobles.
—¿Cómo se atreven a insinuar que estoy siendo controlado? ¡No perdonaré a nadie que continúe diciendo tales blasfemias!
Sin embargo, su reacción desmedida solo avivó las sospechas de los nobles.
—Desde ayer, el Emperador y los nobles han estado enfrentados. El Emperador niega estar controlado, pero los nobles le exigen que lo demuestre. Han pasado toda la noche en una confrontación sin tregua.
La situación era tan tensa que el Emperador estaba demasiado distraído para preocuparse por Rashid, quien había huido tras ser acusado de intentar asesinarlo.
—Si el Emperador sigue negándose a entrar en la Torre del Pecador, su credibilidad se desplomará —explicó Kiran.
Y si el poder del Emperador disminuía, naturalmente, los seguidores de Rashid se fortalecerían.
Kiran, cruzado de brazos, habló en tono burlón:
—Así que, su alteza puede quedarse aquí descansando plácidamente y moverse cuando llegue el momento adecuado. La princesa Siana, la persona más inteligente del mundo, ya ha preparado todo el escenario para usted.
Finalmente, Rashid comprendió por qué Siana se había tomado el tiempo para cuidarlo y mostrarse relajada, a pesar de la urgencia de la situación. Siana quería que Rashid recuperara sus fuerzas y aguardara el momento más seguro y fácil para regresar al palacio.
Los labios de Rashid se curvaron en una sonrisa.
Siana es realmente increíble, pensó.
Rashid estaba completamente fascinado por la inteligencia y la ternura de Siana. Deseaba seguir su plan sin vacilar. Pero… Rashid murmuró en voz baja:
—No quiero alargar más esto y seguir causándote problemas.
La atmósfera despreocupada de Rashid, que hasta hace poco parecía la de un noble joven disfrutando de unas vacaciones, cambió de repente. Su mirada relajada se agudizó y su sonrisa desapareció por completo.
Rashid levantó una mano. En ese instante, la Orden de los Caballeros de la Sombra Negra, que había estado oculta, apareció. Mirando a los caballeros arrodillados, Rashid dio su orden:
—Reúnan a todo el ejército de la capital, en nombre del príncipe heredero Rashid Revijon de Arden.
La Orden de los Caballeros de la Sombra Negra respondió al mandato de su amo con un silencioso asentimiento en lugar de un estruendoso grito, y pronto desaparecieron como humo. Kiran lo miró con incredulidad.
—Alteza, todavía es usted un criminal acusado de intentar asesinar al Emperador. Huyó en medio del juicio, lo que agrava aún más su crimen. ¿Cree que el ejército obedecerá sus órdenes?
De hecho, mientras Rashid estaba prisionero en la Torre de los Condenados, su ejército no había actuado en absoluto. Sin embargo, Rashid respondió con calma:
—En ese momento, no podía darles ninguna orden, así que no tuvieron opción. Mis hombres no son lo suficientemente astutos como para actuar por su cuenta.
Pero ahora era diferente. Rashid había salido del palacio y había dado una orden directa, y sus soldados obedecerían sin dudarlo. Estaban motivados no solo por su respeto y lealtad hacia él, sino también por el temor grabado en sus corazones tras tantas batallas juntos. Para ellos, Rashid era un comandante al que no podían desobedecer bajo ninguna circunstancia.
Kiran, aún atónito, preguntó:
—¿Y qué piensas hacer con el ejército? No estarás pensando en algo tan loco como invadir el palacio, ¿verdad?
Sorprendentemente, Rashid no negó sus palabras. En lugar de eso, sus ojos violetas brillaron de manera amenazante, como los de un león a punto de salir a cazar.
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Siana abrió los ojos. El cielo reflejado en la ventana mostraba un atardecer rojizo. Al verlo, Siana frunció el ceño y murmuró:
—Vaya… Por mucho que su alteza me dijera que descansara bien, he dormido hasta esta hora…
Había sido una siesta increíblemente larga. De un salto, Siana se levantó de la cama y salió de la habitación. Sin embargo, la atmósfera en la mansión le pareció extraña.
¿Por qué está todo tan misteriosamente tranquilo? ¿Qué es este sentimiento? pensó mientras fruncía el ceño.
La primera persona con la que se cruzó fue Aris, quien estaba de pie en el pasillo. Aris, con una expresión brillante, corrió hacia Siana y la abrazó por la cintura.
—¡Te has despertado, Siana! Dormías tan profundamente que pensé que eras una princesa de cuento de hadas. Si no te despertabas, estaba a punto de darte un beso.
Siana se rió mientras acariciaba la pequeña cabeza de Aris.
—Gracias por preocuparte por mí. ¿Dónde está su alteza?
Era una pregunta casual. Supuso que Rashid estaría en una habitación tranquila o en el bosque cercano a la mansión. Sin embargo, la respuesta de Aris fue impactante.
—Mi hermano se fue al palacio.
Los ojos de Siana se abrieron de par en par.
—¿Al… palacio?
—Sí —respondió Aris, y le contó lo que había ocurrido mientras Siana dormía.
Después de que Rashid diera la orden de movilización, sorprendentemente, los soldados de la capital se movieron sin dudarlo, y lo hicieron con una rapidez asombrosa.
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