⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Evelyn fulminó con la mirada a Elliot.
—¿Qué es esto? Estaba divirtiéndome con María, ¿por qué te metes? Además, se supone que ahora deberías estar en clase.
—El profesor tenía algo que hacer hoy, así que la clase terminó pronto.
—¿Ya terminó una clase que apenas había comenzado?
—Sí, así es.
Con una expresión sospechosa, Elliot se dirigió rápidamente hacia donde estaba María. Se inclinó ligeramente y la saludó con cortesía.
—Ha pasado un tiempo, señorita María.
Fue una reverencia educada, típica de un caballero. Las mejillas de María se sonrojaron como un melocotón mientras levantaba ligeramente la falda de su vestido.
—Ha pasado un tiempo, señor Elliot.
Elliot siempre se comportaba con mucha formalidad cada vez que veía a María, y ella hacía lo mismo. Lo trataba como a un joven noble, no como a un simple plebeyo. Evelyn, al ver la escena, sonrió con diversión.
—Solo ha pasado una semana, pero actúan como si hubiera sido mucho tiempo.
Evelyn, de repente, continuó con tono juguetón:
—Bueno, puede que para María no haya sido tanto, pero para Elliot… ¡Él preguntaba decenas de veces al día cuándo volvería a ver a María! ‘María, María, María’, ¡me estaba volviendo loca de tanto oírlo!
—¡Evelyn! —Elliot gritó avergonzado, pero Evelyn lo ignoró, lanzándole una mirada que decía ‘¿y qué?’, mientras abrazaba a María.
El cuerpo pequeño de María desapareció en los brazos de Evelyn, que era mucho más alta.
—Elliot, siempre te lo digo, María es mi amiga más querida. No tengo intención de compartirla con mi hermano mayor.
—Evelyn, si realmente aprecias a la señorita María, no deberías hacer eso. Deberías dejar que conozca a muchas personas y que amplíe su círculo social.
—¿Ah, sí? Entonces, debería presentarle a Daniel o Edward. Ambos me han estado suplicando para que los presente con María.
Elliot, con rostro serio, gritó:
—¡Eso no puede ser!
—……
—……
Un silencio incómodo invadió el ambiente. María lo miraba con los ojos muy abiertos, Elliot se cubría la boca con el rostro enrojecido, y Evelyn apenas podía contener una carcajada. Finalmente, no pudo más y soltó una risa fuerte. Evelyn, siempre traviesa y descarada, disfrutaba molestando a su hermano mayor, que era considerado y honesto.
Me encantaría seguir molestándolo, pero…
Evelyn bajó la mirada, notando que María la miraba con reproche en sus grandes ojos. Parecía que María estaba diciéndole con su expresión:
Eso fue demasiado, Evelyn. Mira lo incómodo que está Elliot.
Para la mayoría de la gente, María era simplemente una chica bonita y tranquila. Pero Evelyn, que era su amiga más cercana, sabía algo más:
María no soporta que se metan con la persona que le gusta.
Si continuaba molestando a Elliot, María podría enfadarse de verdad. Y como no quería herir los sentimientos de su amiga, Evelyn se encogió de hombros y dijo:
—Está bien, lo incluiré. Juguemos los tres.
Como siempre, los tres se sentaron alrededor de una mesa redonda en el jardín, con té caliente y coloridas galletas, y charlaron alegremente. En los días soleados, iban a pescar al lago cercano, y en otras ocasiones, se retiraban a la biblioteca de la casa de Evelyn a leer sus libros favoritos.
Durante todos esos momentos, Elliot no podía dejar de mirar a María. Su cabello dorado, que brillaba bajo el sol, sus largas pestañas y su delicado vestido que se balanceaba suavemente con el viento. María era tan hermosa, tan deslumbrante, que le dejaba sin aliento. Cuando sus ojos se encontraban, las mejillas de Elliot se sonrojaban inmediatamente, y lo mismo le pasaba a María.
Parecían dos tomates maduros a punto de estallar. A pesar de todo, ninguno de los dos apartaba la mirada, sonriendo torpemente y compartiendo palabras nerviosas.
—¿Te gusta ese libro?
—Sí, es muy interesante.
Evelyn, al observar a los dos, suspiraba:
Qué par de tontos. Se gustan tanto, pero actúan como niños. ¡Deberían tomarse de la mano, besarse y empezar a salir de una vez!
Sin embargo, a diferencia de la valiente Evelyn, Elliot y María eran personas cautelosas y tímidas. Su amor avanzaba lentamente, pero con firmeza, creciendo día a día.
Hasta que un día, Elliot, con una expresión nerviosa, le dijo:
—Señorita María, hace unos días descubrí un lugar maravilloso. ¿Le gustaría ir conmigo?
Elliot añadió rápidamente:
—Sin Evelyn.
En ese momento, el corazón de María comenzó a latir con fuerza. Sus manos sudaban y su boca se secaba, pero logró mantener la compostura y asintió con calma.
Poco después, llegaron a un bosque apartado, algo alejado del pueblo. Bajo los altos árboles que se alzaban hacia el cielo, un lago azul resplandecía, y sobre él volaban aves blancas.
María, con el rostro lleno de asombro, murmuró:
—Es un lugar realmente hermoso.
Mientras María admiraba el paisaje, Elliot dijo:
—¿Verdad que es hermoso? Me sorprendí mucho cuando lo vi por primera vez. Se parecía mucho a los paisajes de Moldias que vi en un libro.
—¿Moldias?
—Sí, Moldias es un famoso destino turístico en el sur. Tiene árboles altos como estos y, al otro lado, se extiende un hermoso mar color esmeralda. Gente de todo el continente visita ese lugar paradisíaco.
Debido a su situación económica, María nunca había tenido la oportunidad de viajar, y mucho menos a un lugar tan lejano como el sur.
María escuchaba con ojos brillantes, como si estuviera oyendo una historia fascinante. Elliot continuó hablando:
—Después de ver la pintura del paisaje de Moldias, tomé una decisión. Algún día, quiero ir allí con la persona que amo. ¿Irás conmigo…?
Las palabras de Elliot fluyeron tan naturalmente que a María le costó un momento entender lo que había dicho. Tardó unos segundos en abrir los ojos sorprendida.
—¿Qué?
Sin perder la oportunidad, Elliot se arrodilló frente a ella. Luego, sacó una pequeña caja de su bolsillo y la abrió. Dentro, había un anillo que brillaba. Con la cara tan roja como sus orejas, Elliot dijo:
—Perdón por sacar este tema tan repentinamente. En realidad, quería hablar de esto mientras paseábamos por el bosque, pero no pude calmar mis nervios…
Hablando rápidamente y sin parar, Elliot se detuvo de repente. Tomó una gran bocanada de aire y dijo:
—¿Te casarías conmigo?
El silencio inundó el amplio bosque. María miró a Elliot, aún con los ojos bien abiertos. Ante su prolongado silencio, Elliot frunció el ceño.
—¿Soy muy poco para ti, verdad?
Finalmente, María salió de su asombro y negó con la cabeza.
—No es eso.
Aunque María era de noble cuna, su familia había caído en desgracia, y ahora solo quedaba el nombre. Además, como mujer, no heredaría el título familiar. Por otro lado, Elliot era el único heredero de una rica compañía comercial. No había un desequilibrio tan grande entre ellos, pero Elliot sinceramente sentía que María era demasiado para él.
—No es solo por el estado de tu familia. Tú eres deslumbrantemente hermosa, elegante como una princesa, tu voz es tan clara como el canto de un pájaro, y eres tan tranquila que no te enfadas fácilmente, sin importar la situación…
María, incapaz de soportar más cumplidos, exclamó:
—¡Detente! Es muy incómodo escuchar tantos elogios así, tan de golpe.
—¡Perdón! No quería incomodarte. Solo decía la verdad…
El rostro de María se sonrojó aún más. Elliot, sintiéndose un poco avergonzado, cerró los ojos con fuerza.
—¡Deja de decir tonterías, Elliot Holt!
Finalmente, Elliot recobró la compostura y continuó:
—Lo importante es que, desde hace mucho tiempo, te amo, María.
María permaneció en silencio.
—Quiero hacerte feliz. Por favor, dame la oportunidad de hacerlo.
María bajó la vista y miró a Elliot, que aún estaba arrodillado frente a ella, con la cara completamente roja. Sin embargo, sus ojos grises brillaban con un amor puro y cálido hacia ella.
María frunció el ceño.
¿Cómo podría alguien rechazar la propuesta de un hombre tan encantador?
Con una sonrisa temblorosa, María asintió. Elliot deslizó el anillo en el cuarto dedo de su mano izquierda.
Mientras María miraba el anillo con ojos brillantes, Elliot le preguntó:
—¿Te gusta el anillo?
—Sí, es realmente hermoso.
—Me alegra mucho oír eso. La verdad, yo mismo lo hice.
María abrió los ojos de par en par.
—¿Tú lo hiciste?
—Sí. Quería que el anillo de compromiso que llevases lo hiciera yo mismo. Aunque lo hice con esfuerzo, no se compara con los anillos de las joyerías más finas, ¿verdad?
—¡No, para nada!
María exclamó con firmeza. No lo decía como una cortesía. El anillo no tenía un diseño ostentoso ni intrincado, pero su simplicidad lo hacía lucir elegante.
—Especialmente la piedra azul del anillo, me encanta.
La cara de Elliot se iluminó al oír eso.
—Busqué mucho para encontrar una piedra que coincidiera con el color de tus ojos, y finalmente encontré este zafiro de las montañas Elando.
—……
—Estoy muy contento de que te guste.
Elliot sonrió con ternura, y el corazón de María comenzó a latir con fuerza nuevamente. Estaba preocupada de que Elliot pudiera escuchar el sonido de su corazón latiendo tan rápido.
Ese día, los dos pasearon por el bosque. Por primera vez, tomados de la mano.
Con una voz suave, Elliot dijo:
—Después de la boda, viajemos juntos a Moldias. Caminemos por los senderos verdes del bosque, veamos el mar azul y pasemos momentos felices juntos.
María sonrió, imaginando ese futuro tan feliz.
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María le contó a Evelyn que Elliot le había propuesto matrimonio. Evelyn no se sorprendió en lo absoluto. De hecho, sonrió ampliamente.
—Eso significa que tú y yo seremos familia ahora, ¿no?
Ser familia era muy diferente a ser amigas. Significaba despertarse en la misma casa, comer juntas, hablar, viajar…
—Seguro que será divertido. Oh, cuando tengas un bebé, yo lo cuidaré. No me gustan los niños, pero si es tu bebé, seguro que lo amaré.
Sin embargo, decidieron mantener el compromiso en secreto por un tiempo, debido a los planes de Elliot.
Elliot quería asegurarse de que, después de una exitosa transacción comercial en la que había trabajado durante mucho tiempo, pediría oficialmente la mano de María a sus padres. Así, sería más fácil que aceptaran su matrimonio.
Aunque la familia de María había caído en desgracia, seguía siendo noble, y Elliot era un plebeyo. Había una barrera de estatus entre ellos. Elliot quería ser un hombre digno de ella y recibirla como su esposa.
Faltaban tres meses para que Elliot regresara. Para María, esperar ese tiempo no era difícil. En realidad, estaba llena de emoción y felicidad, sabiendo que cuando él regresara, los días cálidos y hermosos, como las flores de primavera, los esperarían.
Hasta que, un día, la madre de María, la baronesa de Bouchol, apareció emocionada y dijo:
—María, la familia del Marqués Medici está organizando una gran fiesta. Han pedido que todas las jóvenes solteras de 15 a 24 años de familias nobles asistan.
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