⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
María Vishol, o mejor dicho, la mujer que ahora, después de más de veinte años, encarnaba perfectamente el papel de Emperatriz, estaba sentada en una pequeña celda. Era una celda solitaria, reservada para miembros de la realeza que habían cometido crímenes graves.
La puerta, que había estado firmemente cerrada, se abrió. Quien entró fue Siana.
La Emperatriz no guardaba ningún rencor personal hacia Siana. Sin embargo, debido a las acciones que Siana había llevado a cabo para salvar a Rashid, todos los planes de la Emperatriz se habían arruinado. Por eso, en los ojos de la Emperatriz había un rastro de resentimiento.
Siana, dirigiéndose a la Emperatriz, habló:
—He venido a hablar con Su Majestad en nombre de Su Alteza.
—……
La Emperatriz se mantuvo en silencio, con los labios firmemente apretados. Siana continuó.
—He llegado a conocer lo que ocurrió antes de que Su Majestad se casara. Su Majestad….
Antes de que Siana pudiera terminar, la Emperatriz gritó con una voz quebrada:
—¡Basta!
Era una mirada tan aterradora que era difícil creer que había estado en silencio todo el tiempo.
—No sé qué te han contado, pero si pretendes hablar como si lo supieras todo, cierra la boca. No sabes nada. Nadie sabe.
Nadie podía comprender el terrible infierno que había vivido.
Siana no refutó esas palabras.
Tal como dijo la Emperatriz, Siana no era más que una extraña. No podía medir la profundidad del sufrimiento de la Emperatriz.
Sin embargo…
—No sé nada sobre el dolor de Su Majestad, pero sí conozco el final de la historia entre Su Majestad y Elliot.
—¡……!
Después de que María le dijera a Elliot aquellas crueles palabras y se marchara, él quedó sumido en la desesperación.
Pasaron algunos meses. Elliot murmuraba:
( No, María me dijo que me amaba. No puede ser que realmente haya entregado su corazón al Emperador. )
Estaba seguro de que el Emperador había forzado a la bella y delicada María. Seguramente ella estaba sufriendo en los brazos de ese hombre cruel.
Debo salvar a María de alguna manera.
Elliot reunió dinero y buscó a un noble en la capital.
Era un noble con quien Elliot tenía una relación cercana debido a los negocios de su compañía. Elliot le mostró el dinero que llevaba y le suplicó que le ayudara a obtener una audiencia con la recién coronada Emperatriz.
El noble, aunque incómodo con la petición, chasqueó la lengua, pero cuando Elliot le ofreció más dinero, accedió de mala gana.
Con la ayuda del noble, Elliot logró entrar en el palacio.
¿Tuvo suerte?
Antes de llegar a la residencia de la Emperatriz, Elliot vio a María.
Sin embargo, a pesar de haberse reencontrado con la mujer que tanto había anhelado ver, no pudo dar ni un solo paso hacia ella.
María ya no era la joven sencilla y tímida que él conocía. Llevaba una corona de oro adornada con docenas de joyas y un vestido dorado que irradiaba nobleza.
Pero eso no fue lo peor…
María sonreía, tan radiante como una flor de primavera, mientras miraba al Emperador.
Elliot comprendió.
Todo lo que había pensado no era más que un juicio egoísta.
Ella es feliz. Al lado de otro hombre.
Elliot se hundió en la desesperación, una desesperación mucho más profunda que cualquier otra que hubiera sentido antes.
Elliot dejó el palacio y se marchó.
—…Y luego, se quitó la vida.
Al oír las palabras de Siana, los ojos de la Emperatriz se abrieron de par en par.
La mirada temblorosa de la Emperatriz revelaba su desconcierto, preguntándose cómo Siana sabía sobre aquello.
Siana respondió:
—Evelyn me lo contó.
—¡……!
Esto sucedió después de que Rashid tomara el palacio y la Emperatriz fuera encarcelada. Evelyn había pedido una audiencia con Rashid.
Con su habitual calma desaparecida, Evelyn se arrodilló ante Rashid y le habló.
( Cuando vi a mi hermano ahorcado, fui corriendo a gritarle a la Emperatriz. ¡Es culpa tuya que mi hermano esté muerto! Si sientes aunque sea un poco de remordimiento por él, ¡venga a mi hermano y destruye al Emperador! )
Evelyn había estado detrás de todas las acciones de la Emperatriz.
La Emperatriz negó con la cabeza, con el rostro distorsionado por el dolor.
—No, Evelyn vino a buscarme solo por mi bien. Ella fue mi apoyo cuando recibí la noticia de la muerte de Elliot, para que no me derrumbara. ¡No tuvo nada que ver con todo esto!
Siana frunció el ceño al ver a la Emperatriz defender desesperadamente a Evelyn.
Quedaba claro cuánto se preocupaban la una por la otra.
La Emperatriz no es una mujer cruel y despiadada.
Simplemente era una mujer que había amado profundamente a un hombre. Una víctima trágica, atrapada en la red de un poder soberbio, cuyo amor se había convertido en tragedia.
Siana realmente sentía lástima por ella.
Pero, aun así…
Siana, con una voz llena de angustia, dijo:
—No debió hacerlo.
—……
—El príncipe que nació de su vientre no tenía la culpa.
Odiar al niño que solo la amaba, empujarlo hacia la muerte, y al final, intentar incriminarlo para matarlo… eso era un crimen imperdonable.
La Emperatriz, viendo el rencor y la ira en los grandes ojos de Siana, se quedó sin palabras por un momento.
No era porque sintiera de repente culpa por su hijo.
Era porque comprendía perfectamente el dolor de Siana, quien casi había perdido al hombre que amaba.
Eso era todo.
Con el rostro sombrío, la Emperatriz preguntó:
—Debes odiarme… ¿Vas a matarme?
Siana quería responder que sí.
Pero no podía.
Por más atrocidades que hubiera cometido, ella seguía siendo la madre de Rashid.
Lo más importante que la ira de Siana era el corazón de Rashid, y ella quería protegerlo a toda costa.
—Su Alteza no desea eso.
—¡…!
La Emperatriz abrió los ojos ampliamente, sorprendida por aquellas palabras inesperadas. Recordaba vívidamente a Rashid acercándose con una espada ensangrentada, dispuesto a matarla. ¿Cómo era posible que él no quisiera su muerte?
Con una expresión seria, Siana continuó hablando.
—Por supuesto, eso no significa que los crímenes de Su Majestad serán perdonados.
La Emperatriz pasaría el resto de su vida en un exilio lejano, en un lugar donde nadie iba ni venía. Estaría acompañada por la doncella Evelyn.
En ese momento, los ojos de la Emperatriz se agrandaron aún más.
—¿Me devolverán a Evelyn?
—Es una persona preciada para Su Majestad. Su Alteza dijo que no desea quitarle a alguien tan importante para usted nunca más.
La Emperatriz permaneció en silencio, con una expresión complicada. A pesar de la aterradora mirada con la que había sostenido la espada, al final, Rashid no fue capaz de decapitarla.
Lejos de eso, le había impuesto un castigo sorprendentemente indulgente.
La Emperatriz murmuró:
—Por eso te odié aún más, Rashid.
Por miedo a que su corazón pudiera ablandarse y mostrar aunque fuera una pizca de afecto hacia la sangre de aquel hombre terrible, algo que no podía soportar.
Sin embargo, sus sentimientos hacia Rashid no iban más allá de eso.
En sus ojos no había ningún rastro de arrepentimiento ni afecto por su hijo.
Por eso, Siana, con una expresión de dolor, dio media vuelta.
No podía seguir enfrentándose a aquella mujer que le generaba tantos sentimientos encontrados: odio, lástima, aversión, compasión…
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Cuando se decidió el exilio de la Emperatriz, la gente expresó su descontento. Aunque fuera la Emperatriz, el castigo para alguien que había manipulado al Emperador era demasiado indulgente.
Sin embargo, nadie se atrevió a decirlo en voz alta.
Después de todo, fue Rashid quien dictó el castigo.
El príncipe heredero Rashid era ahora, sin lugar a dudas, la figura más poderosa del imperio. Decirle que ejecutara a su propia madre requería un valor inmenso, casi suicida.
Pero aún se pueden decir otras cosas, pensaron algunos.
La Consorte imperial Laila habló:
—Su Alteza, ahora que la situación en el palacio se ha calmado, deberíamos llevar al Emperador a la Torre de los Condenados para liberar el hechizo que lo tiene cautivo.
Muchos nobles y miembros de la familia real apoyaron la propuesta de Laila, considerándola sensata.
En especial, aquellos que no respaldaban a Rashid asintieron con más fuerza. Temían que, si Rashid consolidaba su poder, el trono quedaría fuera de su alcance. Aunque el Emperador ya no era tan fuerte como antes, esperaban que recuperara la cordura y protegiera el trono.
Sorprendentemente, Rashid asintió sin resistencia.
Al escuchar la noticia, Siana le dijo:
—Si el Emperador recupera la razón, eso podría ponerle a usted en una situación desventajosa.
No era solo una posibilidad, era algo casi seguro.
Fuera agradecido o no con Rashid por haberlo restaurado, el Emperador seguiría siendo el Emperador. Seguramente buscaría reforzar nuevamente su poder.
Sin embargo, Rashid sonrió, despreocupado.
—No importa. Ya no hay forma de que mi padre pueda controlarme.
No era como cuando casi ocurrió el intento de regicidio, con la balanza del poder tambaleándose en el medio.
Ahora, la balanza estaba abrumadoramente inclinada hacia Rashid. Ese flujo no podía cambiar fácilmente.
Incluso si el Emperador intentara culpar a Rashid nuevamente por los intentos de autolesión, la situación ya no sería la misma.
Siana lo sabía, pero su rostro no mostraba alivio.
—¿No odias al Emperador?
El Emperador había hecho cosas terribles a la Emperatriz, y las consecuencias de esos crímenes habían recaído sobre Rashid también.
Rashid respondió con voz fría:
—Me da asco.
—…….
—Por eso, aún más, debe recuperar la razón. Debe pagar por los crímenes que cometió.
Con esas palabras, Siana comprendió.
El Emperador, una vez recuperado, nunca volvería a vivir la vida pacífica y lujosa que había tenido antes.
Siana frunció el ceño y tomó la mano de Rashid. Rashid sonrió levemente y la atrajo hacia sus brazos.
Sin embargo, para sorpresa de muchos, el Emperador nunca llegó a la Torre de los Condenados.
Todo ocurrió mientras Rashid y Siana tomaban el té juntos.
—¡Su Alteza el Príncipe Heredero! ¡El Emperador…!
Al oír la voz agitada de un sirviente, Rashid y Siana se dirigieron rápidamente al palacio del Emperador. Allí, alrededor del palacio, se habían reunido varios miembros de la familia real y sirvientes.
Todos miraban hacia un mismo lugar.
El techo del edificio. En lo alto, el Emperador estaba de pie, peligrosamente.
Rashid frunció el ceño.
—¿Qué ha pasado?
El Emperador, cuya mente fluctuaba constantemente, pasaba la mayor parte de su tiempo en su dormitorio.
Un sirviente del Emperador, con el rostro pálido, respondió:
—El Emperador se sintió sofocado después de pasar tanto tiempo acostado, y dijo que quería dar un paseo. Parecía tan tranquilo que no pudimos desobedecer.
En ese momento, la voz del Emperador resonó desde el techo, fuerte y clara.
—¡Soy un pecador irredimible!
El Emperador, tras decir esas palabras incomprensibles, continuó.
—He utilizado este poder para causar sufrimiento a muchos. Ahora, debo pagar por esos pecados. Esta es la única forma en que puedo reducir mi culpa.
Esas fueron las últimas palabras del Emperador.
El Emperador se lanzó desde el techo.
En ese mismo instante, tanto Rashid como Siana extendieron la mano para cubrir los ojos del otro.
Siana fue un poco más rápida.
Las pequeñas manos de Siana cubrieron los ojos púrpuras de Rashid.
¡Thud!
Con un ruido sordo, algo pesado cayó al suelo, seguido de un grito que resonó por todo el lugar.
Algunas personas, manteniendo la compostura, se acercaron al Emperador. Estaba tendido en el suelo, con los huesos rotos y las entrañas destrozadas.
El hombre más noble del imperio había muerto de la manera más terrible.
N/Nue: Y bien merecido.
Comments for chapter "182"
MANGA DISCUSSION