⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Siana se rió a carcajadas y dijo:
—La cara de Isaac, digo, del señor Isaac, al ver a la princesa Grace retándolo a un duelo, fue increíble. Para ser honesta, fue muy satisfactorio.
Rashid respondió:
—No hables de otros hombres frente a mí.
Aunque su voz era bastante fría, Siana no se asustó en absoluto. Eso se debía a que Rashid estaba acostado en la cama, con rodajas de pepino esparcidas por todo su rostro.
Mientras ponía la última rodaja de pepino en la cara de Rashid, Siana le respondió en tono juguetón:
—Guarda los celos para después de que termine el tratamiento de pepino. No querrás que se caigan las rodajas que tanto me costó colocar.
Rashid se quedó en silencio ante las palabras de Siana. En unos días, Rashid sería coronado como la figura más noble y poderosa del imperio, y esta preparación era parte del ritual previo a la coronación. Quien recibiera la corona dorada debía aparecer impecable de pies a cabeza. Se esperaba que Rashid, considerado el más bello entre los Emperadores de la historia, no fuera una excepción a esa norma.
Originalmente, las doncellas especializadas en este tipo de tareas debían encargarse de prepararlo. Sin embargo, Siana se había ofrecido a hacerlo ella misma, insistiendo en que no dejaría que otras mujeres lo tocaran.
Todas las mañanas y noches le aplico mascarillas en la cara, le pongo aceite perfumado en el cabello y lo peino, y le canto una canción de cuna para que duerma bien.
Aunque era una rutina algo tediosa, no mostraba ninguna señal de estar cansada. No solo la felicidad de cuidar al hombre que amaba la motivaba, sino también la satisfacción de ver cómo su belleza crecía con cada atención que le daba.
Cuando Siana retiró las finas rodajas de pepino del rostro de Rashid, tuvo que taparse la boca para no gritar.
¡Es como si toda la vitalidad del pepino se hubiera absorbido en su cara!
El rostro de Rashid lucía radiante y húmedo. Además, después de varios días de cuidados meticulosos, su cabello plateado brillaba y sus ojos violetas estaban más claros que nunca.
Rashid, viendo cómo Siana lo observaba embelesada, sonrió suavemente, haciendo que sus ojos se curvaran. Ante la radiante sonrisa del apuesto hombre, Siana cerró los ojos instintivamente.
—¿Podrías dejar de sonreír así de brillante? Me estás deslumbrando —dijo Siana, mientras Rashid reía suavemente, divertido.
—¿Te gusta tanto esta cara?
—Preguntar si me gusta o no es irrelevante. Tu rostro no es algo que pueda juzgarse por gustos.
Por más diversos que fueran los gustos de las personas, los estándares absolutos de belleza no varían tanto. El cielo azul después de la lluvia, una rosa en plena floración en mayo, un diamante brillante. El rostro de Rashid, perfecto en forma y proporciones, era como una de esas maravillas. Todos, sin excepción, lo considerarían hermoso.
Rashid sonrió con satisfacción al escuchar las palabras de Siana. Mientras ella acariciaba su rostro, continuó hablando:
—No soy muy exigente con la apariencia de los demás, así que nunca imaginé que el hombre que amo sería tan increíblemente apuesto.
—Ya veo.
—¿Y tú? ¿Alguna vez imaginaste tener una pareja como yo?
Sorprendentemente, Rashid asintió sin dudarlo.
—¿No te lo he dicho? Siana, tú has sido mi tipo ideal desde hace mucho tiempo.
Siana lo miró sorprendida.
Ella no era fea, pero tampoco era una belleza destacada. Si se vestía de manera sencilla y permanecía en silencio, la mayoría de las personas pasaban de largo sin notarla. Sin embargo, las palabras de Rashid no eran mentira.
—A menudo, mis subordinados o nobles me preguntaban qué tipo de mujer me gustaba. Siempre respondía lo mismo.
Mientras hablaba, Rashid sostuvo el redondo rostro de Siana con ambas manos.
—Decía que me atraían las mujeres con un rostro redondo, ojos ligeramente caídos, piel clara como la leche y lo suficientemente pequeñas como para caber en mis brazos.
—¿De verdad?
—Sí. Es como si tu apariencia fuera una manifestación perfecta de lo que siempre he considerado bello.
—¡Vaya!
Siana, sin darse cuenta, se encontró acostada en la cama, con Rashid sobre ella. La intensa pasión en los ojos violetas de Rashid hizo que su rostro se sonrojara. Sin embargo, Siana luchó por mantener la compostura.
Últimamente, siempre crea este tipo de atmósfera. No puedo ceder.
Siana era partidaria de la castidad antes del matrimonio (no por una razón importante, sino por su sueño de tener una noche especial de bodas). Así que debía detener a Rashid.
Desesperada por cambiar de tema, dijo lo primero que se le vino a la mente:
—Quizás tu tipo ideal soy realmente yo. No lo recuerdas, pero nos conocimos hace ocho años. Seguro que te enamoraste de mí a primera vista en ese entonces.
Lo dijo en tono de broma, pero Rashid no sonrió en absoluto. Con una expresión completamente seria, respondió:
—La verdad, también he pensado en eso. No recuerdo nada de ese momento, pero creo que podría ser cierto.
Mientras hablaba, Rashid se acercó lentamente y unió sus labios a los de ella.
Siana, aún incrédula, pensó: Esto no puede estar pasando.
Cuando le estaba aplicando la mascarilla, no puse una rodaja de pepino sobre sus labios…
Los labios de Rashid estaban increíblemente húmedos y suaves. Siana estaba a punto de ceder y abrir ligeramente la boca cuando se escuchó un toc, toc.
Rashid pretendía ignorarlo, pero Siana no podía. Con suavidad, empujó su pecho para detenerlo. Rashid frunció el ceño.
Siana, que era la persona más inteligente del mundo, claramente no sabía nada sobre los hombres.
Detenerse en este punto…
Eso era algo extremadamente doloroso y requería una paciencia sobrehumana.
A pesar de eso, Rashid se retiró obedientemente, y Siana suspiró de alivio en silencio. Desde fuera de la puerta, se escuchó la voz del caballero Sol.
—Su alteza, princesa Siana. Ha llegado una visita.
—¿Quién es? —preguntó Rashid con tono amenazante.
Sol respondió:
—Es Kiran, del Gremio Mystic.
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Cuando Rashid tomó el control del palacio imperial, Kiran se había ido en busca del mago que había maldecido al Emperador.
—Utilicé todos los recursos del Gremio Mystic para capturar al mago que escapó, pero ya es demasiado tarde.
Kiran habló con amargura, lamentando la muerte del Emperador. Llevaba una larga cadena de metal, al final de la cual un hombre estaba completamente atado.
Era Yong, el mago.
Siana tragó saliva al verlo.
Este es el mago…
Los magos eran tan escasos y vivían tan ocultos que Siana nunca había visto uno en persona.
Yong era tan pálido que parecía que la sangre no corría por sus venas. Su largo cabello y su rostro de edad indefinida eran igualmente blancos. Lo único que destacaba eran sus ojos, completamente negros, sin nada de blanco visible.
Este hombre da una sensación tan inquietante, como si no fuera humano.
Como si Kiran hubiera captado los pensamientos de Siana, le dijo:
—No se preocupe, princesa. Está atado con cadenas que suprimen su poder. No importa lo poderoso que sea un mago, mientras esté encadenado, es un simple humano.
Yong miró a Kiran con ojos resentidos y dijo:
—Igual que uno atrae a un conejo con una zanahoria, tú engañaste a un inocente mago con oro y lo encadenaste así… Ningún mago en el continente te perdonará por esto.
Kiran respondió con una sonrisa irónica:
—Tonterías. Ya informé a los demás magos de tus terribles crímenes y obtuve su consentimiento para tu castigo. Así que deja de preocuparte por tonterías y mejor piensa en cómo quieres morir más cómodamente.
El rostro de Yong se ensombreció, como el de un niño atrapado haciendo una travesura. Siana lo observaba con una expresión confusa y preguntó:
—¿Es cierto que la Emperatriz te contrató para lanzar un hechizo sobre el Emperador?
Preguntó para confirmar lo que hasta ahora solo era una sospecha. Yong asintió con orgullo.
—Así es. Fue un hechizo muy complejo y difícil. Pero lo completé sin ningún fallo. Bajo las órdenes de la Emperatriz, el Emperador acabó quitándose la vida, ¿no es así?
—¡…!
No había ni una pizca de culpa en el rostro de Yong por la muerte del Emperador causada por su magia. Solo irradiaba orgullo por haber logrado su hechizo con éxito.
Siana sintió un rechazo instintivo hacia él.
Kiran, al notar el malestar de Siana, le dijo:
—Los magos son un tipo de gente que nunca entenderás con los estándares de un humano común. Así que no intentes comprenderlo.
Kiran tenía razón.
Siana no necesitaba saber por qué el mago había hecho lo que hizo. Lo importante era que, al final, el Emperador había muerto de manera trágica.
La Emperatriz fue la que orquestó la muerte del Emperador, pero fue el poder del mago lo que lo hizo posible. Yong era claramente un criminal que había facilitado un asesinato.
Con una mirada fría, Siana preguntó:
—Kiran, ¿cuál es el castigo más terrible que se le puede dar a un mago?
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