⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—…….
En ese momento, reinó el silencio.
¿Acabo de decir una tontería absurda?
Siana cerró los ojos con fuerza, pensando que realmente todo había terminado. Sin embargo, la espada de Rashid no se movió. En cambio, solo escuchó un leve ‘je’.
Si no se trataba de una alucinación, era sin duda la risa de Rashid.
Un momento después, Rashid habló con una voz que parecía haberse suavizado un poco.
—Me gustaría ver tu cara.
Siana tragó saliva y levantó la cabeza lentamente. En el instante en que sus ojos se encontraron con los de Rashid, Siana no pudo evitar quedarse atónita.
¡Guau! ¿Qué clase de belleza es esta?
De cerca, la cara de Rashid era completamente diferente a como se veía desde lejos. Su cabello plateado manchado de sangre y sus largos pestañas enmarcaban unos ojos violetas y misteriosos. Era tan hermoso que parecía irreal.
Dicen que no hay rival para su espada en todo el continente. Me pregunto si aprovechó para cortar cabezas mientras sus enemigos estaban distraídos, embelesados por su rostro.
Mientras pensaba en cosas absurdas, Rashid bajó la mirada y dijo:
—Tal como dijiste, tu cara es redonda y sin gracia, como un pan hecho solo de harina.
¿Acaso eso significa que estoy rechazada en la entrevista?
Siana mordió sus labios con nerviosismo.
¿Quién sabe cuánto tiempo pasó? Rashid sonrió suavemente con una expresión traviesa, con una mirada seductora que podría cautivar a cualquiera al instante.
—Bien. Puedes convertirte en doncella del palacio imperial, tal como deseas.
—¡Ah…!
Los ojos de Siana brillaron intensamente. ¡Había sobrevivido en medio de este infierno!
Apretando los puños con fuerza, Siana rápidamente se recompuso. Debía expresar su gratitud adecuadamente a su benefactor por brindarle tal oportunidad. Siana se puso de pie, enderezó su espalda y tomó los extremos de su falda, haciendo una elegante reverencia. Era un saludo perfecto de princesa, refinado a lo largo de muchos años.
—Gracias, su alteza el príncipe heredero. Siana Ashilon de Sylith, jamás olvidará este favor.
Rashid, que había estado mirando a Siana con los ojos muy abiertos, se rió entre dientes y murmuró para sí mismo, tan bajo que Siana no lo pudo oír.
—He encontrado algo lindo.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Y así, Siana ocultó su identidad y se convirtió en una doncella aprendiz del imperio.
Pasar de ser una princesa de un reino a una doncella en un país extranjero podría haberla sumido en la desesperación, pero Siana no se sintió afectada en lo más mínimo.
Cada vez que me muevo, se hace pan, la ropa sucia se limpia y el jardín se embellece.
Los ojos esmeralda de Siana brillaban.
Esto es mucho más cómodo que mis días de princesa, en los que tenía que beber té, bailar y sonreír como una muñeca, todo el día apretada en un corsé. ¡Ser doncella es lo mejor!
Incluso pensó que tal vez podría vivir como doncella del palacio imperial por el resto de su vida. Por supuesto, la vida en el palacio no era siempre tan feliz.
Mientras Siana se agachaba para limpiar el mármol, una voz maliciosa resonó por encima de su cabeza.
—Hum. Otra vez haciendo cosas que no te han pedido. ¿Quieres agradar tanto a las demás doncellas?
Siana levantó la cabeza.
La mujer que la miraba desde arriba con la nariz en alto era Jeanne, otra doncella aprendiz como ella. Jeanne, con una expresión maliciosa en su rostro, habló mientras los seguidores que traía a su espalda la observaban como peces dorados.
—No importa lo duro que trabajes, sigues siendo una esclava traída de un país derrotado. Por mucho que te esfuerces, nunca llegarás a ser una doncella oficial.
Jeanne, que actuaba como la líder de las doncellas aprendices, siempre había despreciado a Siana. Tal vez por envidia o por sentirse superior. Algo así.
Antes de que Siana pudiera decir algo, se escucharon pasos fuertes y pesados.
Y apareció otra doncella aprendiz, Chuchu.
—¿Otra vez molestando a la que trabaja en silencio, Jeanne? ¡Ya basta de eso!
Ante el grito de Chuchu, Jeanne se estremeció. Incluso para alguien tan intrépida como Jeanne, Chuchu era una adversaria incómoda. Tenía un físico robusto y una gran fuerza.
Así que Jeanne decidió dar un paso atrás.
—Las pobrecitas que no tienen nada, diviértanse juntas.
Jeanne resopló y se dio la vuelta, no sin patear los utensilios de limpieza de Siana mientras se iba. Las demás doncellas aprendices rieron y siguieron a Jeanne.
—Maldita sea.
Chuchu, con una expresión atónita, miró a la figura que se alejaba de Jeanne y luego dirigió su mirada a Siana.
—Deberías dejar de quedarte callada y enfrentarla de una vez. Ella sigue molestándote porque no haces nada al respecto.
Siana se sintió un poco impactada.
¿Esto cuenta como acoso?
Para Siana, que había crecido soportando los malos tratos de la nueva reina, esto no era más que una nimiedad. Había cosas mucho más terribles y crueles. En comparación, los caprichos de Jeanne parecían hasta infantiles.
Chuchu, sin saber lo que pasaba por la mente de Siana, murmuró con una expresión preocupada.
—Bueno, supongo que no es fácil enfrentarse a ella, considerando la posición de su familia…
Jeanne tenía razones para ser tan arrogante, incluso siendo solo una doncella aprendiz. Era la hija de un comerciante bastante influyente en el imperio.
Como en casi todo, los contactos eran importantes también para ascender en la jerarquía de las doncellas. Era un hecho que Jeanne sería la primera de las aprendices en convertirse en doncella oficial y prosperar.
Por eso, otras doncellas aprendices la seguían como peces dorados, esperando poder recoger las migajas de su éxito.
Chuchu suspiró profundamente y murmuró:
—Una chica que no trabaja bien, solo por confiar en sus contactos, va a llegar muy alto. Maldita sea este mundo.
Chuchu, con su gran físico y fuerza, era considerada una aprendiz prometedora entre algunas de las doncellas, pero ni siquiera ella podía asegurar su futuro.
Ella no era más que la hija de un simple minero. Y la pequeña niña a su lado estaba en una situación aún peor que la suya. Chuchu chasqueó la lengua y preguntó:
—¿Pero de verdad no tienes a nadie a quien recurrir? Aun así, siendo una extranjera que entra como aprendiz de doncella en el palacio imperial, debe haber alguien que te haya ayudado.
Alguien que la haya ayudado… Sí, había alguien.
Ese alguien era Rashid, el príncipe heredero de este imperio. Fue él quien convirtió a una princesa de un reino derrotado, que debió haber muerto o haber sido encarcelada, en una doncella del palacio. Sin embargo, Siana no le dio demasiada importancia a ese acto.
Probablemente me consideró patética o divertida cuando, olvidando mi dignidad de princesa, me arrodillé rogando por mi vida.
Era simplemente la compasión momentánea y caprichosa de alguien que lo tenía todo. No había ninguna razón para que eso tuviera un significado importante.
Quizás el príncipe ya se había olvidado de Siana. Por eso, Siana respondió con firmeza:
—No, no tengo a nadie.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
—¿Cómo está esa chica?
El caballero de la guardia del príncipe heredero, Sol, volvió la cabeza hacia el dueño de la voz. Rashid, el príncipe heredero, estaba recostado en un sofá. Su cabello plateado brillaba y sus misteriosos ojos violetas se asomaban bajo sus largas pestañas del mismo color plateado.
A pesar de su rostro irrealmente hermoso, el cuerpo que se podía vislumbrar bajo su camisa blanca desabotonada era robusto y lleno de vitalidad. Esa dicotomía hacía que todos miraran al príncipe con admiración y fascinación.
Crecí junto a él desde que era un bebé, así que no me impresiona en absoluto, pensó Sol mientras respondía sin dudar sobre ‘esa chica’. Últimamente, solo había una persona en la que Rashid estaba interesado.
—La señorita Siana está bien. Aunque no tiene experiencia en el trabajo físico y es un poco torpe, es diligente e inteligente, por lo que aprende rápido. Pero, como es extranjera, tomará tiempo antes de que se convierta en una doncella oficial.
—Entiendo.
Rashid bajó la mirada, y parecía decepcionado por algo.
—¿Por qué te preocupas tanto por ella?
—No lo sé… Quizás porque me siento culpable. Fui yo quien aplastó su país y mató a su familia.
Sol miró a Rashid con una expresión de incredulidad.
Desde cuándo le importa eso.
Hasta donde Sol sabía, Rashid nunca había sido alguien con una sensibilidad tan delicada. Era alguien que, con una cara hermosa como la de un ángel, cortaba a la gente sin piedad. Un sentimiento tan común como la culpa no encajaba con él.
—De todos modos, aquí solo estamos Su Alteza y yo. Dígame la verdad.
—¿La verdad de qué?
—Su Alteza siempre ha sido débil ante estas cosas, ya sabe. Criaturas pequeñas, con ojos grandes y sin habilidad de combate.
Exactamente. Rashid, conocido como el Príncipe de Sangre, en realidad era un gran… no, un apasionado amante de los animales.
Como prueba de ello, tres animales estaban con él en ese momento.
—Chuchu.
Al escuchar la voz de Rashid, un hurón blanco (una comadreja de cuerpo alargado) hizo un sonido de —¡Kyu!— y subió al cuerpo de su dueño.
—Nyamnyam.
Una ardilla regordeta, con una bellota en cada mano, masticaba con entusiasmo mientras ladeaba la cabeza y hacía un sonido de ¿Chik?
Rashid soltó una carcajada y llamó al último animal.
—Chirpchirp.
Con el sonido de un aleteo, un pequeño pájaro amarillo de plumaje esponjoso voló y se posó en la cabeza de Rashid.
Viendo a Rashid, rodeado de animales y sonriendo felizmente, Sol pensó:
No importa cuántas veces lo vea, sigue siendo surrealista.
El amor de Rashid por los animales no era simplemente porque los encontrara lindos. Les preparaba bocadillos él mismo, les limpiaba los excrementos y los bañaba. Si aquellos que temían al príncipe heredero lo vieran, sería suficiente para dejarlos boquiabiertos.
Rashid acarició al hurón que se acurrucaba en su pecho y se rió entre dientes.
—Ahora que lo mencionas, tienes razón. Se parecen un poco.
—…
—Quizás por eso me siento así. Espero que esa chica se convierta en una doncella oficial y sea asignada a un buen lugar.
Sol dejó escapar un pequeño suspiro. Los deseos de Rashid eran claros. Quería que cuidaran de Siana.
Pero Sol no tenía la intención de cumplir los deseos de su amo sin más.
—Su Alteza, no podemos convertir a una aprendiz de doncella en una doncella oficial sin haber probado su habilidad. No podemos confiar a alguien incapaz la asistencia de alguien tan digno como usted. ¿No está de acuerdo, Su Alteza?
Rashid no toleraba a aquellos que no cumplían con su deber. No es que no le gustaran; simplemente no los perdonaba. Y eso no era diferente en el caso de una simple doncella.
Sin embargo, Rashid no cedió tan fácilmente.
—Tienes razón. Entonces, ¿por qué no probamos sus habilidades para ver si es apta para ser una doncella oficial?
—… ¿Cómo lo sugieres?
Rashid sonrió. Era la sonrisa de un gato que acababa de encontrar un juguete interesante.
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