⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Yvette levantó los ojos. Era una mirada feroz, imposible de asociar con una niña joven. Blaine sabía que su hija solo ponía esa cara cuando estaba tramando algo malvado. Al darse cuenta de ello, Blaine frunció el ceño.
—¿En qué estás pensando?
—Cuanto más lo pienso, más me molesta. Parece que tendré que aplastar a esa chica.
Los fuertes pueden pisotear a los débiles. Esa es la ley de este palacio imperial. Por eso, en lugar de reprender la maldad de su hija, Blaine le acarició el cabello y dijo:
—No seas demasiado dura. La gente habla.
—Lo sé.
Yvette sonrió, como si le dijera que no se preocupara. Era la sonrisa de un cocodrilo.
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El rostro de Aris parecía el de alguien que se había encontrado con lo peor del mundo. En sus manos, sostenía una invitación decorada con rosas, una carta de la princesa Yvette.
—Quisiera reforzar nuestra relación tomando una taza de té contigo, hermana, después de tanto tiempo.
Aris murmuró con una expresión de disgusto.
—¡Como si realmente quisiera! Solo quiere molestarme a su antojo.
En realidad, no había muchas personas en el castillo que molestaran a Aris. Para acosar a alguien, uno tenía que estar a un nivel similar. Siendo solo la séptima princesa, Aris era menos importante para los miembros de la familia real que una hormiga. La mayoría de los miembros de la realeza no se preocupaban por lo que Aris hiciera, tanto que ni siquiera se darían cuenta si desapareciera de repente.
Pero Yvette no era así.
La madre de Yvette, Blaine, había sido una doncella y no provenía de una gran familia. El favor del Emperador también fue pasajero. Solo era una de las muchas concubinas de bajo rango. Naturalmente, la posición de su hija Yvette también era baja. Por eso, Yvette se desquitaba con Aris cada vez que podía. Aris era uno de los pocos objetivos fáciles en el palacio imperial.
Aris murmuró con una expresión sombría.
—No quiero ir.
Sin embargo, si no asistía a la fiesta de té, Yvette seguramente la buscaría en el Palacio Ruby para preguntar por qué no había ido. Lamentablemente, Aris no tenía una madre que pudiera detener a Yvette. Ella entraría en el Palacio Ruby sin permiso, dejando sucio todo a su paso.
—Es mejor ir y soportar la humillación que dejar que venga aquí.
Aris cerró los ojos con fuerza, y Siana le preguntó:
—¿Cómo te molesta, princesa?
—…
Aris jugueteó con sus manos y respondió en voz baja.
—No es que me agarre del cabello y me insulte ni nada de eso.
Por muy fácil de molestar que fuera, Aris seguía siendo una princesa, e Yvette también lo era. No la molestaba de una manera tan burda. El acoso de Yvette era más sutil.
—Se pasa toda la fiesta de té riéndose de mí.
Aris se sonrojó ligeramente mientras hablaba.
—…de mi apariencia o de mis modales. No tengo nada de princesa.
Y era cierto. Últimamente, Aris había ganado algo de peso y su apariencia era bonita. Pero ser una princesa no solo se trataba de tener buena apariencia. Se requería una apariencia digna y buenos modales.
Sin embargo, Aris no sabía nada de etiqueta.
Una persona que le dice al príncipe heredero que se marche con total descaro…
Siana sintió un dolor de cabeza al recordar ese momento.
Hemos dejado que la princesa haga lo que quiera hasta ahora, pero no podemos seguir así.
Aris necesitaba aprender los modales básicos. No para impresionar a los demás, sino para su propia supervivencia.
Siana habló con determinación.
—No tiene de qué preocuparse. Podemos aprender los modales antes de la fiesta de té.
El rostro de Aris se oscureció. En el palacio, no se asignaban maestros de etiqueta a las princesas. Enseñar modales era tarea de las madres. Pero Aris no tenía madre y nunca había aprendido buenos modales.
Para aprender etiqueta, Aris tendría que pedírselo a algún miembro de la familia real.
—Como si hubiera alguien dispuesto a enseñarme….
Bueno, en realidad había una persona.
Aris frunció el ceño al pensar en una cara sonriente.
—Si me vas a sugerir que se lo pida a Rashid, olvídalo.
Últimamente lo había visto con más frecuencia, pero para Aris, Rashid seguía siendo un extraño. No quería deberle más favores. Siana también sabía eso.
—No se preocupe. No necesitará la ayuda del príncipe heredero ni de nadie más.
Con una expresión confiada, Siana se tocó el pecho y añadió:
—Yo misma le enseñaré a la princesa la etiqueta del palacio.
Aris frunció el ceño.
Siana era una doncella de bajo rango. La mayoría de las doncellas de bajo rango eran plebeyas y llevaban poco tiempo en la corte, así que no sabían mucho sobre la etiqueta del palacio.
Pero entonces Aris recordó otro aspecto de Siana.
… Siana sabía servir el té con una elegancia impresionante.
Incluso alguien como Aris, que no sabía mucho de té, podía ver que su habilidad era extraordinaria.
Aris miró a Siana con renovada sorpresa. Siana, con su monótono vestido marrón de doncella, estaba de pie con las manos juntas y la espalda recta. De ella emanaba una especie de elegancia que solo había sentido en la realeza. En ese momento, Aris lo comprendió: Siana no era una doncella común.
Aris parpadeó con sus grandes ojos y preguntó:
—¿Quién eres en realidad?
Siana sonrió con su rostro adorable.
—Una doncella de bajo rango de un país derrotado —Luego, con una mirada brillante, continuó—: Aunque no lo parezca, tengo confianza en servir té y en la etiqueta de la corte. Confía en mí y sígueme. Te enseñaré la etiqueta correcta, princesa.
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Siana comenzó a enseñarle a Aris los modales. En realidad, la etiqueta de la corte real no se podía aprender de la noche a la mañana. Había que prestar atención a detalles complejos desde la postura hasta los gestos y el tono de voz. Por eso, Siana decidió enseñarle solo los modales básicos necesarios para la fiesta de té.
—No debes beber el té antes que el anfitrión. Debes beberlo solo después de que el anfitrión te invite a hacerlo.
—Al beber el té, no debes hacer ruido.
—Después de tomar un sorbo, debes bajar la taza. Y tampoco debe hacer ruido al hacerlo.
El rostro de Aris se puso hosco.
—¿Por qué algo tan simple como beber té tiene que ser tan complicado?
Sin embargo, en lugar de quejarse, Aris cerró la boca con determinación y siguió las instrucciones de Siana. Para alguien que nunca había aprendido formalmente la etiqueta, lo estaba haciendo bastante bien.
—Lo estás haciendo muy bien.
Ante el elogio de Siana, Aris respondió con las mejillas ligeramente sonrojadas:
—Después de todo, he nacido y crecido en la corte.
Aunque no había aprendido formalmente, había visto cómo se llevaban a cabo las ceremonias reales de vez en cuando. Sabía, al menos, cómo era el porte elegante de una dama. Eso la ayudó bastante.
En pocos días, Aris dominó los modales para la fiesta de té. Al bajar la taza vacía con suavidad, Aris sonrió.
—Gracias por servirme un té tan excelente.
Siana aplaudió con el rostro iluminado
—¡Lo hiciste genial, princesa! Desde que entraste en la fiesta de té hasta el final, ¡todo fue perfecto! Aunque solo lo hayas visto, aprender tan rápido… ¿No serás un genio? ¡Claro que sí! ¡Princesa Aris, el genio de la etiqueta!
Ante los exagerados elogios de Siana, Aris soltó un resoplido.
—Sí, ni siquiera sabía que tenía tanto talento. Es tan fácil, demasiado fácil.
Siana se echó a reír al ver a Aris responder con el mentón en alto. Una princesa no era como una noble cualquiera. A diferencia de las nobles, que debían mostrar modestia, una princesa debía ser tan segura de sí misma que rozara la arrogancia. Solo así no sería menospreciada. Por eso, Siana inflaba tanto el ego de Aris. Gracias a eso, Aris, que antes carecía de confianza en la etiqueta, ahora estaba llena de seguridad.
La princesa está lista. El problema ahora es otro.
En las fiestas de té de la realeza, no bastaba con tener buenos modales. También era importante la vestimenta. Pero Aris no tenía un vestido adecuado. En el vestidor solo había unos pocos vestidos. Y los que tenía estaban viejos y ni siquiera le quedaban bien.
¿Qué hago?
Siana reflexionó. Los vestidos eran muy caros. Ni Siana ni Aris tenían dinero para comprar uno. Por un instante, el rostro de Rashid cruzó por su mente.
Si le pido ayuda al príncipe heredero…
Para él, conseguir un vestido para la joven princesa sería más fácil que respirar.
Pero la princesa Aris no querría pedir un favor así.
Últimamente, Rashid solía venir al Palacio Ruby con algún dulce. Tarta con frutas, donuts cubiertos de azúcar blanco, chocolates con un aroma profundo. Eran todos los dulces favoritos de Aris, pero tan caros que rara vez podía disfrutar de ellos. Aris los aceptaba de mala gana, ya que Siana compensaba a Rashid sirviéndole té. Pero eso era todo. Si aceptara algo más allá de los pasteles, Aris se sentiría en deuda. Y Siana no quería llegar tan lejos solo por un vestido.
—Está bien. Puedo manejar esto.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Siana se dirigió al taller de costura donde se confeccionaban las prendas de la realeza. Al mencionar que venía del Palacio Ruby, la doncella del taller frunció el ceño. Con un gesto de la mano, como espantando a un gorrión, dijo:
—Vuelve por donde viniste. Aquí confeccionamos ropa para personas nobles del palacio, como Su Majestad el Emperador o Su Majestad la Emperatriz.
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