⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
La Emperatriz Viuda habló a Aris con un tono deliberadamente severo:
( Voy a escuchar para asegurarme de que no cometas ningún error con tus invitados, así que hazlo bien. )
( ¡Sí! )
Respondió Aris con entusiasmo, juntando las manos.
Poco después, los invitados llegaron, y Aris salió al salón de recepción.
( Bienvenida, hermana Yvette. )
Al escuchar la voz de Aris desde fuera de la puerta, la Emperatriz Viuda sonrió. Tenía curiosidad por ver cómo se comportaría su nieta, que siempre había sido encantadora y un poco torpe delante de ella, y elegantemente impecable, delante de los demás.
Sin embargo, ahora su rostro estaba lleno de ira. Las palabras de la joven nieta desconocida, Yvette, habían sido indignantes. Hablaba de la falta de afecto entre el Emperador y ella, y de que no le quedaba mucho tiempo de vida…
—¿Acaso esta Emperatriz Viuda le parece insignificante? ¡Qué insolente!
La voz resonante de la Emperatriz Viuda hizo que Yvette se desplomara en el suelo, con un rostro aterrorizado.
¡Qué miedo!
Contrario a lo que Yvette había pensado, la Emperatriz Viuda no era una anciana que solo esperaba la muerte en su rincón. Ella era la Emperatriz Viuda. Una mujer que había sobrevivido en una corte llena de intrigas, logrando finalmente que su hijo ascendiera al trono. Aunque había pasado muchos años apartada en un rincón del palacio, y su poder había disminuido, su autoridad seguía siendo formidable.
Aún tenía la fuerza suficiente para corregir a una nieta malcriada.
La mirada de la Emperatriz Viuda recorrió la habitación hasta detenerse en la doncella que acababa de entrar en el salón de recepción. La misma doncella que había salido antes por órdenes de Yvette, ahora sostenía una vara de cuero en la mano.
—Dámela.
Presionada por la presencia de la Emperatriz Viuda, la doncella entregó la vara sin poder articular palabra. La Emperatriz Viuda, con la vara en la mano, se dirigió a Yvette:
—Ven aquí de inmediato y levanta tu falda.
El rostro de Yvette se llenó de terror al comprender lo que significaban esas palabras.
¿Me va a golpear con eso?
Yvette, aunque solo era la hija de una concubina, era una princesa. Gracias al cariño extremo de su madre, nunca había sido golpeada en su vida.
Para Yvette, esta situación era un infierno.
¡No quiero! ¡No quiero que me golpeen!
Temblando de miedo, Yvette recordó milagrosamente una manera de protegerse. Reuniendo el poco valor que le quedaba, dijo:
—Yo… soy sangre del Emperador. Para que me toque, debe obtener el permiso del Emperador.
Esa era la misma frase que Siana había usado para proteger a Aris. En esta corte, el Emperador era absoluto. Ni siquiera la Emperatriz Viuda, y mucho menos estando en malos términos con él, podría ignorarlo.
Pero Yvette se equivocaba. Lejos de vacilar, la Emperatriz Viuda mostró un rostro aún más enfurecido.
—¿Te atreves a amenazarme invocando a mi hijo?
—¡…!
—Ve y díselo al Emperador. ¡Veamos cómo reacciona!
Aunque la relación entre la Emperatriz Viuda y el Emperador había sido fría durante mucho tiempo, ella seguía siendo su madre. Conocía mejor que nadie al Emperador.
¿De verdad crees que ese hombre frío se preocupará por las palabras de una hija que no le importa en absoluto?
Yvette vio la cruel verdad reflejada en los ojos de la Emperatriz Viuda. No había forma de escapar de esta situación.
Sin poder articular ni una sola palabra más, Yvette se acercó a la Emperatriz Viuda y levantó su falda. La vara descendió con fuerza hacia sus piernas temblorosas.
¡Zas!
En ese momento, Yvette murmuró sin darse cuenta:
—…Maldita sea.
La Emperatriz Viuda tenía un oído agudo. Miró a Yvette con una expresión de incredulidad por haber escuchado una palabra tan vulgar salir de la boca de una princesa, y apretó con más fuerza la vara en su mano.
Golpeó con más fuerza que cuando había castigado a su propio hijo para convertirlo en Emperador.
¡Zas!
Cuando recibió el segundo golpe, Yvette no pudo contenerse más y comenzó a llorar.
—¡Hwaaang!
Sin embargo, la Emperatriz Viuda no era tan misericordiosa como para calmar su ira con un simple llanto. Golpeó a Yvette varias veces más.
¡Zas!
A pesar de las lágrimas que corrían por su rostro, Yvette aún tenía una pequeña esperanza en su corazón.
Snif, cuando mi madre se entere de esto, no lo dejará pasar. ¡Se enfadará por mí!
Pero cuán vana era esa esperanza. Lo único que hizo la madre de Yvette cuando llegó corriendo al Palacio de Ruby fue golpear su frente contra el suelo hasta sangrar.
—Gracias por molestarse en corregir personalmente a mi hija, Su Majestad la Emperatriz Viuda.
Luego, presionó con brusquedad la cabeza de Yvette, que estaba de pie, aturdida, con las piernas sangrando.
Le habló con tono severo:
—¿Qué haces, Yvette? Debes dar las gracias de inmediato.
—¡…!
Fue en ese momento cuando Yvette lo entendió con claridad. La diferencia abismal entre la Emperatriz Viuda y su madre.
Aunque estuviera en malos términos con el Emperador y se hubiera retirado a su palacio durante muchos años, la Emperatriz Viuda seguía siendo la Emperatriz Viuda.
Era capaz de hacer desaparecer en silencio a una simple concubina y a su hija.
Desesperada, Yvette se postró en el suelo.
—Gr-Gracias… Snif.
En ese instante, Yvette lo vio. El rostro de Aris, observándola desde al lado de la Emperatriz Viuda.
En los grandes ojos violetas de Aris se reflejaba la mirada de una vencedora que había logrado su objetivo.
Yvette lo comprendió claramente.
Esto no fue un simple golpe de mala suerte. Todo fue planeado por ti.
En realidad, todo había sido planeado por Siana, la doncella que estaba un paso detrás de Aris.
Pero Yvette nunca lo sabría.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
El incidente en el Palacio Ruby se difundió rápidamente por todo el palacio real. Las personas del palacio estaban impactadas. No fue la humillación de las concubinas y la princesa lo que las sorprendió.
—¿Dices que la Emperatriz Viuda salió del palacio?
—Sí. No puedo creerlo. Durante más de diez años, no se había involucrado en absoluto en los asuntos del palacio, y ahora…
Además, la razón por la cual la Emperatriz Viuda dejó su palacio no fue otra que la princesa Aris. Aunque la relación con el Emperador no era buena y ya no tenía el poder para influir en el curso de la familia imperial, la Emperatriz Viuda seguía siendo una figura de autoridad dentro de la familia real.
Recibir la atención de alguien como ella no era algo insignificante que pudiera pasar desapercibido.
—…No podemos seguir tratando a la princesa Aris como antes.
Esa fue la conclusión a la que llegaron los miembros de la familia real.
—¿Qué es todo eso?
Aris miró a Siana con los ojos muy abiertos.
En el carro que Siana había traído, había una montaña de objetos apilados.
—Son cosas enviadas desde el almacén de suministros.
Había papel y plumas de la mejor calidad, telas de colores brillantes, juegos de té relucientes, y accesorios adornados con piedras preciosas. Eran objetos lujosos que Aris nunca había visto en su vida.
—Antes, ni siquiera me daban una hoja de papel, y ahora me envían todas estas cosas, ¿por qué de repente?
Siana sonrió suavemente.
—Están preocupados de que la Emperatriz Viuda se enfade si no cuidan adecuadamente de la princesa.
—Vaya, parece que la abuela es realmente temida.
Pero eso no fue lo único que cambió. Mientras masticaba un trozo de pan, Aris dijo:
—¿Van a enviar más doncellas al Palacio Ruby?
Siana asintió con la cabeza.
—Sí. Dicen que un lugar como el Palacio Ruby es demasiado grande para ser atendido solo por una doncella, así que van a enviar más personal. Quieren que les digas cuántas necesitas.
Aris frunció el ceño.
—Qué idea más tonta. No necesito más doncellas —Con una mirada intensa, añadió—: ¡Solo te necesito a ti!
Siana frunció el ceño.
—Aun así, creo que sería bueno tener una o dos doncellas más.
—¿Por qué? ¿Es difícil manejar el palacio tú sola?
Si solo se tratara de gestionar el palacio, Siana podría manejarlo de alguna manera. Pero eso no era lo único que hacía. También tenía que atender a Aris y encargarse de su educación.
—Para ser sincera, necesitaría no solo dos, sino diez cuerpos más para poder con todo.
Ante esto, Aris cerró la boca en silencio.
A Aris le gustaba estar solo con Siana, pero no quería que Siana se agotara.
Con voz suave, Aris dijo:
—Está bien. Entonces, contrata tantas doncellas como necesites.
—Entendido.
Aris rodó los ojos y añadió:
—Pero aunque haya nuevas doncellas, quiero que sigas cuidándome tú.
—Entendido.
—Y no te acerques demasiado a las otras doncellas.
—…Princesa, hablas como un protagonista masculino en una novela romántica.
—¿Qué es eso?
—Es solo un tipo de historia.
Aris frunció los labios como un pato y dijo:
—De cualquier manera, prométemelo.
Aris extendió su dedo meñique. Desde que hicieron un pacto para llevarse bien en el Palacio Ruby, Aris tenía la costumbre de sellar las promesas con un dedo.
—Jeje.
Finalmente, la expresión seria de Aris se suavizó.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Una tarde soleada, Siana estaba arreglando a Aris. Aris, confiando su cuerpo a las manos de Siana, murmuraba suavemente. Recitaba un poema del famoso poeta del Imperio, Lebramus.
—Mi amada, eres mi flor de primavera. Eres mi… Ugh.
Aris no pudo contenerse y dijo con el ceño fruncido:
—Esto es insoportable. ¿Por qué tengo que recitar estas líneas cursis como si fueran una canción cuando podría simplemente leerlas en silencio?
Mientras trenzaba el cabello de Aris, Siana sonrió y le dio un toque en la nariz.
—Es porque a la Emperatriz Viuda le gustan esas cosas.
Aris había estado memorizando poesía últimamente. Lo hacía para poder recitarlas frente a la Emperatriz Viuda, que disfrutaba de la declamación de poemas. Era una de las muchas maneras en que Aris trataba de ganarse su afecto.
Aris suspiró.
—No entiendo los gustos de la gente mayor.
Siana se rió suavemente.
Poco después, Siana terminó de arreglar a Aris. Hoy llevaba un vestido azul adornado con múltiples lazos y el cabello trenzado en dos coletas.
Siana aplaudió con satisfacción mientras miraba a Aris.
—Hoy también estás preciosa, mi princesa.
—Ya lo sé.
—Entonces, ¿vamos?
Cuando salieron del Palacio Ruby, ambas abrieron los ojos con sorpresa. La princesa Yvette estaba parada frente al palacio.
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