⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
No solo fue eso.
Esta mañana, cuando las doncellas se apiñaron en el almacén…
Las doncellas pusieron caras de sorpresa e incredulidad al ver la repentina aparición de una plaga de ratas. Sin embargo, solo una persona se mantuvo tranquila: Jeanne. No, de hecho, parecía que luchaba por contener una sonrisa. Su expresión tenía un aire de conspirador satisfecho, como si el plan estuviera yendo exactamente como lo había planeado.
Pero Siana no podía confrontarla ni culparla en ese momento. Primero tenía que lidiar con lo que acababa de ocurrir. Afortunadamente, todas las tareas se resolvieron sin problemas.
Ahora es el momento de encontrar al culpable.
Siana bajó la mirada. La expresión que normalmente era la de un cachorro dócil, ahora era tan imponente como la de una reina arrogante. Jeanne retrocedió involuntariamente.
—¡No, no es cierto! ¡No soy yo! ¡Ni siquiera tienes pruebas!
Sin embargo, en lugar de dejarse llevar por esas palabras, Siana dijo algo diferente.
—Las pruebas se encuentran.
—¿Qué?
—Voy a informar a la Oficina de Inspección para que investigue este incidente a fondo.
—¡…!
Los ojos de Jeanne se abrieron de par en par. La Oficina de Inspección era el departamento encargado de investigar cualquier tipo de incidente en el palacio. Si decidían investigar, averiguar lo que había hecho una doncella a una hora específica no sería nada difícil.
—Entonces, pronto se revelará quiénes tenían las llaves del almacén anoche, quiénes no tienen una coartada clara y quiénes tienen un historial de haber conseguido ratas en secreto.
Los labios de Jeanne comenzaron a temblar, pero pronto apretó los puños.
No, no debo dejarme llevar. Las palabras de Siana son solo una fanfarronada.
El palacio real era muy estricto con las doncellas. Si una doncella cometía un gran error, no solo ella pagaba las consecuencias. También la doncella supervisora que no la había gestionado correctamente podría ser castigada.
—Así que no puedes denunciar esto a la Oficina de Inspección. No querrás empeorar las cosas y terminar cargando con la culpa junto a los demás, ¿verdad?
Jeanne miró con fiereza. Escuchaba en voz alta lo que había estado pensando en su interior. Jeanne se dio cuenta de que no había sido ella quien había dicho esas palabras, sino Siana.
Siana la miró desde arriba y le dijo:
—¿Eso es lo que piensas, Jeanne?
—¡…!
Siana habló con una voz suave.
—Pero Jeanne, te equivocas. Parece que se te olvida que tengo a alguien noble detrás de mí.
—¡…!
—Esa persona no permitirá que me vea arrastrada a una situación tan vulgar. Así que… —Siana susurró al oído de Jeanne—: Tú serás la única que pague por liberar ratas enfermas en los alimentos, un crimen tan atroz como intentar dañar a la familia real.
Jeanne gritó con desesperación.
—¡Cu-cuándo intenté yo dañar a la familia real! ¡Solo quería jugarte una mala pasada a ti…!
Siana la miró con ojos fríos. Las doncellas de rango inferior que habían estado escuchando la conversación entre Jeanne y Siana hicieron lo mismo. Sus miradas estaban llenas de evidente desprecio y hostilidad.
Solo entonces Jeanne comprendió que todo había terminado.
Con un sonido sordo, Jeanne cayó de rodillas al suelo. Con lágrimas en los ojos, miró a Siana y le dijo:
—¿Qué vas a hacer conmigo? No… no vas a denunciarme, ¿verdad?
Siana no respondió, lo que solo aumentó la ansiedad de Jeanne. Toda su dignidad se había desvanecido.
Jeanne suplicó mientras unía las manos:
—No lo hagas, Siana. Me equivoqué. Somos compañeras. Puedes perdonarme esta vez, ¿verdad?
Jeanne tenía un atisbo de esperanza. Siana era amable. Pensó que si suplicaba lo suficiente, Siana seguramente la perdonaría.
Tal como esperaba, Siana asintió con la cabeza.
—De acuerdo.
—¡…!
En ese momento, la cara de Jeanne se iluminó.
¡Lo sabía! Ella es…
Pero las palabras de Siana no terminaron allí. Se dirigió a las demás doncellas que estaban observando la escena.
—Traigan la vara.
—¡…!
Los ojos de Jeanne se agrandaron al escuchar esas palabras.
—¿Q-qué? Dijiste que me perdonabas.
—Sólo dije que no te denunciaría.
En realidad, Siana nunca había tenido la intención de hacer la denuncia. Como Jeanne había señalado, si el asunto se complicaba, la situación podría volverse muy problemática. No solo Jeanne, sino también Siana y tal vez incluso las doncellas de rango inferior que trabajaban allí podrían ser castigadas.
Podríamos acabar todas despedidas, lo que sería un desastre.
Así era la vida en el palacio real. Por eso, cuando surgían problemas, las doncellas solían intentar resolverlos de manera discreta, como ahora.
Siana tomó la larga vara que le entregó una de las doncellas y se dirigió a Jeanne.
—Voy a imponer un castigo severo a la doncella de rango inferior que no cumplió con su deber.
Su voz era fría y afilada, como una rosa llena de espinas.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
El salón del príncipe heredero.
Sobre los árboles y flores bien cuidados, el resplandor carmesí del atardecer brillaba. Era un paisaje hermoso. Allí, Siana estaba sentada con la cabeza baja. Momentos después, se escuchó una voz suave como la brisa otoñal.
—Siana.
Siana levantó la cabeza lentamente. Un hombre hermoso, con tres pequeños animales (un hurón blanco, una ardilla y un pájaro) posados sobre él, estaba de pie. Era Rashid, el dueño del salón.
Rashid se sentó frente a Siana y dijo:
—Esta mañana, con la salida del sol, estabas muy enfadada, pero ahora, con la puesta del sol, parece que estás bastante deprimida.
—¡…!
Siana abrió los ojos sorprendida. Aunque no solía mostrar una expresión completamente impasible, tampoco era de las que mostraban sus emociones fácilmente. Había aprendido a ocultar sus sentimientos después de pasar mucho tiempo en el palacio. Sin embargo, Rashid parecía leer sus emociones demasiado bien.
Siana, con una expresión incómoda, preguntó:
—¿Cómo es que conoce tan bien mi estado de ánimo?
La verdad es que Rashid no era alguien que supiera leer las emociones de las personas. De hecho, no lo necesitaba. Pero…
Rashid acarició al hurón blanco que se acurrucaba en su pecho y respondió:
—Es fácil entender cómo se sienten las pequeñas y adorables criaturas. ¿No será algo parecido?
Siana estaba incrédula.
¿Qué? ¿Me está comparando con esas criaturitas?
Aunque parecía una broma, la expresión de Rashid indicaba que lo decía en serio.
En fin, fui yo la que hizo la pregunta en serio.
Siana suspiró suavemente, sintiendo que sus palabras habían sido en vano. Rashid, observándola, preguntó:
—¿El problema se resolvió bien?
—…Sí, gracias a la ayuda de Su Alteza.
El asunto se resolvió limpiamente con los suministros que Rashid le había proporcionado. Los alimentos que las ratas habían mordisqueado fueron repartidos entre las doncellas de rango inferior que los necesitaban. Y en cuanto a Jeanne… recibió cien golpes en las pantorrillas por parte de Siana.
Al principio, Jeanne suplicó por perdón, luego acusó a Siana de ser demasiado cruel, y finalmente volvió a suplicar.
( Por favor, por favor, deje de golpearme, señora Siana. Duele mucho. Sob. )
Jeanne lloró como una niña, pero Siana no detuvo su mano. Cuando terminó de darle los cien golpes, Jeanne se desplomó en el suelo, incapaz de sostenerse por sí misma. Varias doncellas de rango inferior se acercaron a ayudarla. En sus miradas ya no había enojo hacia Jeanne, solo un poco de compasión por ella, cuyas piernas estaban cubiertas de sangre, y un claro temor hacia Siana.
Mirándolas, Siana dijo con voz fría:
( Todas lo han visto, ¿verdad? Nunca perdonaré a quien no cumpla con sus deberes y responsabilidades como doncella del palacio. )
Ante esas amenazantes palabras, las doncellas de rango inferior bajaron la cabeza. Hasta que terminó el día, no le dirigieron la palabra a Siana, y probablemente mañana tampoco lo harían. Para ellas, Siana ya no era una jefa amable, sino un objeto de temor.
No es que eso le molestara especialmente. Solo que…
Siana miró la palma de su mano, que aún tenía la marca de haber sujetado la vara, y dijo:
—Fue realmente desagradable. Golpear a alguien con mis propias manos.
—…
Rashid, con pocas palabras, dedujo lo que Siana había experimentado hoy. Bajó la mirada y preguntó:
—¿Te arrepientes?
—No. En absoluto. Soy una doncella de rango medio.
Las doncellas de rango medio debían manejar a sus subordinadas, y manejar personas no podía hacerse solo con amabilidad. Menos en un lugar tan estricto como el palacio. Cuando se cometía un error, se debía corregir adecuadamente.
Para que no vuelvan a hacer algo así.
Por eso golpeó a Jeanne deliberadamente frente a las demás doncellas de rango inferior. Fue una advertencia estricta para que no cometieran el mismo error.
Rashid miró fijamente a Siana y murmuró:
—Vaya, qué miedo.
Al escuchar eso, Siana frunció el ceño, incrédula.
—¿A quién se refiere?
—Por supuesto, a ti.
Siana estaba atónita.
—¿Dice que yo doy miedo?
—Sí. La expresión que pusiste hace un momento… seguro que asustó a las doncellas de rango inferior.
Aunque sabía que tenía razón, Siana no podía asentir en acuerdo.
No quiero escuchar eso de alguien que ha matado a tantas personas como estrellas hay en el cielo.
Siana respondió con un tono de frustración.
—Es una broma interesante.
Rashid rió suavemente, como si encontrara adorables sus palabras.
—Lo digo en serio.
Hablaba en serio. La expresión de Siana de hace un momento era realmente aterradora, como si fuera otra persona.
Y eso le gustaba.
Una mujer que normalmente era tan dulce como las flores de primavera, pero que se volvía fuerte como zarzas en invierno cuando era necesario.
—…
Viendo la expresión de Rashid, Siana frunció el ceño. Rashid a veces la miraba de esa manera, con una mirada de asombro, como si hubiera descubierto la única joya en el mundo.
Comments for chapter "57"
MANGA DISCUSSION