⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Siana miró sus manos temblorosas. Con estas manos, había tomado las mejillas de Rashid. Luego, como si estirara una masa suave, las había jalado.
—¡Dios mío! ¡Estoy loca, Siana! —gritó Siana mientras pateaba las sábanas.
Aunque estuviera borracha, que una simple doncella tocara al Príncipe Heredero de esa manera era un delito grave, digno de un castigo severo. Además, haberse mostrado borracha frente al Príncipe Heredero ya era un comportamiento inaceptable.
Anoche, definitivamente no estaba en mis cabales, pensó Siana.
Estaba agotada física y mentalmente por el incidente que causó Jeanne, emocionada por el ambiente festivo del pueblo, y además, la cerveza que probó por primera vez estaba demasiado deliciosa. Había demasiadas razones por las que había bajado la guardia.
Sin embargo, después de un momento, Siana sacudió la cabeza, con el rostro enrojecido.
Todo eso son excusas.
Nada justificaba que una simple doncella cometiera tal error con el Príncipe Heredero. La verdadera razón por la que Siana hizo lo que hizo fue simplemente porque Rashid la hacía sentir cómoda.
Incluso borracha, Siana sabía en su interior: Sé que, haga lo que haga, Su Alteza me perdonará.
Y así fue. Rashid no se enojó en lo más mínimo con la doncella que había estirado sus mejillas como si fueran queso. Es más, para aliviar la resaca de Siana, le concedió un día libre a todo el palacio. Incluso preparó una comida especial para aliviar su resaca. Era una consideración tan amable que parecía increíble.
Siana murmuró con una expresión casi llorosa:
—Jaja, menos mal que a Su Alteza le caigo bien.
Era sincera. Si no fuera así, en lugar de estar cómodamente acostada, podría estar en la cárcel, condenada por insultar a un miembro de la familia real.
¡Jamás volveré a decir que no quiero que Su Alteza me trate como a una mascota!
¿Qué tiene de malo que me encuentre adorable? Es algo bueno, al fin y al cabo.
¡El cariño de los poderosos siempre es correcto!, pensó Siana mientras intentaba recordar si había cometido algún otro error.
Afortunadamente, no había ocurrido nada más grave. Caminó con firmeza sobre sus dos pies, y antes de despedirse, saludó a Rashid con elegancia.
Así que está bien… o al menos eso creo.
En realidad, Siana no era del tipo que se angustiaba por lo que ya había pasado, ni que se preocupaba demasiado por lo que vendría. Al relajarse, el sueño que había desaparecido momentáneamente volvió a apoderarse de ella. Su cuerpo, aún con restos de alcohol, ansiaba desesperadamente descansar.
…Primero, dormiré.
Sería mejor visitar a Su Alteza más tarde con la mente despejada y un aspecto presentable, en lugar de con una cara cansada.
Enseguida, Siana se quedó dormida con una expresión infantil de serenidad, sin recordar siquiera que, la noche anterior, había estirado las mejillas de Rashid y le había dado un beso en la nariz.
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Al mismo tiempo, Rashid estaba sentado en una silla, sosteniendo tres pequeños animales en sus brazos. Mientras acariciaba un hurón blanco, murmuró:
—Siana debe estar dormida a estas alturas.
Probablemente lo estaba. La noche anterior, Siana había estado muy borracha. Aunque Siana lo negó todo el tiempo:
( No, Su Alteza. No estoy ni un poquito borracha. )
Dijo, mientras caminaba moviendo el brazo y la pierna del mismo lado. Además, cuando se despidió, hizo una reverencia al aire, donde Rashid no estaba. Con todo eso, era posible que Siana no recordara nada de lo sucedido la noche anterior.
Ni siquiera que estiró mis mejillas… ni que me dio un beso en la nariz.
En realidad, no se podía considerar un acto íntimo entre un hombre y una mujer. Fue un gesto tan ligero como si una mariposa hubiera aterrizado en su nariz durante un cálido día de primavera, o como si una hoja de cerezo, mecida por el viento, se hubiera posado en su cabello. Era un incidente trivial.
Sin embargo, por alguna razón, Rashid no podía olvidar ese breve momento. Tanto que no pudo dormir bien pensando en ello.
Con una expresión hermosa, Rashid murmuró:
—Siana es tan adorable.
Quería traerla de inmediato, abrazarla y cuidarla como algo valioso y precioso. Pero Rashid sabía que si hacía eso, Siana escaparía. No podía moverse precipitadamente. Tenía que seducirla lentamente, con dulces tentaciones y un refugio cómodo, hasta que ella misma viniera hacia él con sus pequeños pasos.
—Así que esperaré —dijo Rashid, aunque su rostro mostraba una expresión de dificultad, como si le resultara cada vez más difícil contener los sentimientos que bullían en su interior.
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Siana se despertó, estirándose y con una expresión radiante.
¡Vaya, el dolor de cabeza se ha ido por completo! Y mi cuerpo se siente ligero.
Valió la pena no cenar y dormir profundamente. Con la resaca desaparecida, Siana se dirigió con energía a la sala de gestión de suministros.
Descansé todo el día de ayer, así que hoy lo haré bien. …Y después de terminar el trabajo, iré a ver a Su Alteza el Príncipe Heredero.
Aunque Siana se sentía extremadamente apenada, avergonzada y humillada, sabía que tenía que disculparse por haber estirado las mejillas de Rashid como si fueran queso. Tal como lo había decidido, Siana trabajó arduamente durante todo el día. Las demás doncellas de bajo rango, llenas de energía gracias al inesperado descanso, también lo hicieron, incluyendo a Jeanne, quien, aunque cojeaba por la herida en la pierna que Siana le había causado, no dejó de trabajar, observando constantemente a Siana.
Parece que ha recuperado algo de sentido. Si es así, es un alivio, pensó Siana mientras terminaba su trabajo.
Después de completar su tarea más rápido de lo habitual, Siana se dirigió al palacio del Príncipe Heredero.
—Bienvenida, señorita Siana —dijo una de las doncellas del palacio, conduciéndola naturalmente al salón de recepción. No le preguntó si tenía una cita previa con el Príncipe Heredero ni cuál era el motivo de su visita. De hecho, le hizo una reverencia con gran cortesía, indicándole que la llamara si necesitaba algo, como si fuera una invitada importante.
Cada vez que vengo, me resulta difícil acostumbrarme. ¿Qué les habrá dicho Su Alteza sobre mí para que me traten así?
Siana se sentó en la silla con una expresión de desconcierto.
Poco después, apareció Rashid.
—Bienvenida, Siana —dijo Rashid.
A pesar de que Siana había llegado sin previo aviso, él no mostró ninguna señal de sorpresa ni de molestia. Al contrario, sus ojos brillaron como si la hubiera estado esperando.
Siana juntó sus manos y se inclinó profundamente.
—Su Alteza, lamento mucho lo ocurrido hace dos días. Me comporté de manera inapropiada bajo los efectos del alcohol.
Rashid soltó una pequeña risa.
—¿Recuerdas qué clase de ofensa cometiste?
—Por supuesto —respondió Siana, mirando a Rashid y murmurando en voz baja—, Tomé sus mejillas y las estiré… Últimamente, he estado trabajando mucho con masa de harina en la sala de gestión de suministros, y creo que hice ese gesto inconscientemente.
Rashid, con una expresión algo sonrojada, preguntó:
—¿Y qué más?
Siana parpadeó. No importaba cuánto lo pensara, no podía recordar haber cometido otro error. Con cierta duda, le preguntó a Rashid:
—¿Acaso hice algo más?
Rashid frunció el ceño.
—Vaya, ¿no me digas que no lo recuerdas?
Siana comenzó a sentirse invadida por una nueva sensación de ansiedad. Por más que intentaba recordar, no lograba pensar en nada más aparte del ‘ataque a las mejillas’.
¿Será que le di un golpecito en la frente?
Era posible. Siana no tenía ningún resentimiento contra Rashid, pero a veces se sentía un poco molesta por su forma de burlarse de ella.
Viendo a Siana fruncir el ceño y permanecer en silencio, Rashid suspiró levemente.
—Si has venido a disculparte, deberías saber exactamente qué hiciste.
—Eso es cierto, pero…
—Si realmente no lo recuerdas, te lo diré yo.
—¡¿…?!
Las manos de Rashid tocaron las mejillas de Siana.
—¡Su Alteza! —exclamó Siana con una expresión de desconcierto.
Sin embargo, Rashid no se detuvo y tiró suavemente de sus mejillas. Pero no terminó allí. Rashid se inclinó hacia ella, y Siana escuchó un pequeño sonido de un beso. Rashid había besado la punta redonda de la nariz de Siana.
Siana se quedó completamente inmóvil.
¿Qué, qué, qué está pasando?
Mirando a Siana, Rashid dijo:
—Hace dos días, hiciste esto.
—¡…!
—Me sorprendí tanto que ni siquiera pude dormir.
—….
—Pero no tienes que disculparte. No me molestó en lo más mínimo. Al contrario… —Rashid inclinó la cabeza hacia ella y susurró en su oído—. Me gustó, mucho.
¡Kyaaaa!
Siana gritó internamente, tan fuerte que parecía que el palacio se iba a caer. Sin siquiera despedirse adecuadamente de Rashid, Siana salió del palacio casi huyendo, con la cara roja como un tomate, decidida:
¡Nunca, nunca más volveré a beber!
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