⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¡Es un honor, Princesa! ¡Voy a convertirla en la persona más fuerte del mundo!
—No digas tonterías. Solo me moveré lo suficiente para digerir lo que he comido. Lo que quiero es mantener mi figura actual.
—Sí, sí, como diga.
La enorme doncella sonreía ampliamente, mientras la delicada princesa fruncía el ceño.
Forman una pareja curiosa, pensó Siana mientras observaba a las dos con satisfacción.
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El entrenamiento de la princesa Grace con Chuchu comenzó. Chuchu trajo una piedra diseñada para sostenerse cómodamente en las manos. Grace frunció el ceño.
—¿Qué es eso?
—Es un equipo de ejercicio que yo misma hice.
Chuchu hizo una demostración primero.
—Se sostiene con ambas manos y se levanta y baja repetidamente. Es mucho más efectivo que hacer gimnasia con las manos vacías.
Dicho esto, Chuchu miró a Grace. Grace llevaba ropa cómoda para estar en casa, lo que dejaba al descubierto sus pálidos brazos. Eran tan delgados como los de un niño.
Aunque traje el más ligero, no sé si podrá levantarlo, pensó Chuchu con preocupación mientras le entregaba la piedra a Grace.
Sin embargo, en un momento sorprendente, Grace sostuvo la piedra con una expresión tranquila.
—¿Lo sostiene bien?
—Es ligero.
Grace respondió con una expresión impasible mientras movía el brazo que sostenía la piedra. En ese momento, Chuchu notó que su delgado brazo se tensaba ligeramente.
Chuchu miró el brazo de Grace con ojos brillantes.
—Veo que, aunque sus brazos son delgados y no parece notarse, tiene una estructura ósea muy fuerte. ¡Es un esqueleto de oro, uno entre mil!
Grace se sonrojó ante la exagerada reacción de Chuchu.
—¿Qué significa eso? ¿Es algo bueno?
—¡Por supuesto! Significa que tiene un cuerpo capaz de desarrollar los mejores músculos.
—¡…!
Al escuchar esto, Grace frunció el ceño y dejó caer la piedra.
—¡Ay, Princesa! Si la deja caer de repente podría lastimarse la muñeca. Debe bajarla con suavidad…
Antes de que Chuchu pudiera terminar de hablar, Grace gritó con frustración:
—¡No quiero hacer ejercicio!
Grace solo quería comer normalmente, sin convertirse nunca en una persona musculosa.
¿Después de convertirme en un esqueleto por temor a engordar, ahora quieren que me convierta en una musculosa? ¡De ninguna manera!
Pero la resolución de Grace no duró mucho. Chuchu rápidamente trajo algo de comida.
—Como dijo Siana, he preparado una comida basada en vegetales.
En un enorme plato había una ensalada rebosante, la cantidad suficiente para alimentar a un elefante. Pero la ensalada no era solo una montaña de vegetales comunes. Entre la ensalada había crujientes almendras, tiras de pollo desmenuzado, dulces pasas y fresas.
Grace, aunque era consciente de ello, no pudo evitar comerla toda. El hambre era insuperable tras moverse un poco.
Solo después de vaciar el plato, Grace recuperó la compostura y gritó:
—¡Aaaah! ¡Me lo he comido todo!
Una sensación desagradable la invadió. No podía soportarlo ni un segundo más.
Debo vomitarlo todo de inmediato.
Pero no pudo hacerlo. Chuchu no había salido de la habitación y la estaba vigilando.
Justo cuando iba a pedirle que saliera, Chuchu habló:
—Siana me pidió que le transmitiera este mensaje después de que haya terminado de comer, Princesa. Cada vez que vomita, pierde diez cabellos; después de cien veces, pierde un diente; y después de mil veces, hasta las uñas se le caerán. No importa cuán hermosa sea una princesa, si termina así, ¿no sería espantoso?
Grace abrió los ojos de par en par ante esas palabras que sonaban como una maldición. Pero no se atrevió a enojarse, sabiendo que Chuchu no lo decía para provocarla o asustarla.
Debo resistir.
Grace se contuvo, aunque por poco, para no vomitar. Pero sabía que solo era una solución temporal. El miedo la asaltaba al pensar que lo que acababa de comer se convertiría pronto en grasa adherida a su cuerpo.
Con una expresión de angustia, Grace habló con dificultad:
—Vamos a hacer el ejercicio de antes, otra vez.
—…
—Solo así podré soportarlo.
—¡Sí!
Así fue como Grace comenzó su primer ejercicio. A partir de entonces, todo fluyó sin problemas. Hacía ejercicio, lo que le daba hambre; entonces comía, y luego volvía a hacer ejercicio para poder comer más.
Aunque parece que la princesa está haciendo ejercicio por más tiempo del esperado, las cosas van bien, pensó Chuchu mientras informaba sobre el progreso a Siana.
Siana sonrió satisfecha.
Siana estaba sola en la despensa de alimentos. Al ponerse el sol, las demás doncellas habían regresado a sus habitaciones. Siana se había quedado para revisar los ingredientes por última vez, algo que hacía diariamente desde el incidente con Jeanne.
Mientras inspeccionaba los ingredientes, Siana abrió los ojos sorprendida.
¡Oh no! En el lugar donde deberían estar los sacos de harina, hay sacos de cebada.
Al parecer, alguien se confundió porque los sacos eran idénticos.
Qué bueno que lo revisé. Casi envío cebada en lugar de harina. Como por la mañana suelo estar distraída, mejor lo cambio ahora.
Siana se agachó para levantar el saco de cebada… o al menos, intentó hacerlo.
¡Qué pesado!
Siana siempre había tenido una constitución delgada y poca fuerza. Aunque había ganado algo de fuerza desde que se convirtió en doncella, tenía un límite. Simplemente no podía hacerse más fuerte.
Vaya, este cuerpo tan débil.
Si fuera una princesa que solo necesita abanicar un abanico, no habría problema, pero para una doncella que debe realizar tareas físicas, resultaba realmente inconveniente.
Me pregunto si recibir un entrenamiento especial de Chuchu me haría más fuerte.
Mientras consideraba seriamente la idea, de repente, el saco de cebada, que apenas lograba arrastrar, fue levantado fácilmente.
Siana abrió los ojos como platos y levantó la cabeza.
Allí, en medio de zanahorias, papas, huevos, salchichas y toda clase de ingredientes, estaba la persona menos esperada: Rashid.
—¿Su Alteza?
Rashid, que sostenía el saco de cebada con una sola mano, sonrió ligeramente.
—Hola, Siana.
No, en realidad no estaba para nada bien.
El lugar y la persona eran demasiado inapropiados para un saludo tan tranquilo.
Siana omitió el saludo y preguntó directamente:
—¿Por qué está Su Alteza aquí a esta hora…?
Rashid respondió con seriedad:
—Soy el príncipe heredero. Tengo la obligación de inspeccionar el palacio. Vine para asegurarme de que la despensa, uno de los lugares más importantes del palacio, esté bien administrada.
Ah, ya veo. Claro.
¡Como si fuera creíble!
¿Desde cuándo la despensa es un lugar tan importante? Y aunque lo fuera, ¿qué príncipe heredero se preocuparía por algo así?
Siana miró a Rashid con una expresión que decía que acababa de escuchar la mayor tontería del mundo.
Rashid, dándose cuenta de que no podía engañarla, frunció el ceño y cambió su respuesta.
—La verdad es que vine a verte a ti.
—¡…!
Rashid bajó sus largas pestañas y dijo:
—Primero, me estiraste las mejillas como si fueran queso, y luego me diste un beso en la nariz. Y después de hacerme eso, huiste y nunca volviste a buscarme.
Eso era cierto.
Desde que Siana había escuchado de Rashid lo que hizo durante su borrachera, no había ido a verlo ni una sola vez.
Pero no lo había hecho a propósito. Había estado muy ocupada con los asuntos de Chuchu y la princesa Grace. Además, no tenía ninguna razón para ir a verlo.
Sin embargo, Rashid, con una expresión dolida, dijo como si no entendiera:
—Fuiste tú la que me provocó primero. No es justo.
Un hombre increíblemente hermoso bajaba la mirada y hacía un puchero. Era como si un elegante gato estuviera haciendo un berrinche. Era como si lo estuviera tentando.
¡Ahhh! ¿Por qué me hace esto?
Siana se quedó congelada con el rostro tan rojo como una zanahoria.
Rashid, al ver eso, rió suavemente.
Qué adorable.
Quería abrazarla y mantenerla cerca. Sería agradable acariciar su suave mentón.
Pero si hiciera eso, Siana me despreciaría.
Y Rashid no quería eso.
Así que, conteniendo sus deseos, agitó el saco de cebada en su mano.
—Parece que aún tienes trabajo por hacer. Déjame ayudarte.
Que el príncipe heredero ayudara con el trabajo de una doncella era algo inconcebible.
En circunstancias normales, Siana nunca lo habría permitido. Pero en ese momento decidió no decir nada.
Solo el hecho de que la conversación incómoda de antes haya terminado ya es un alivio.
Siana suspiró levemente y respondió:
—Se lo agradezco inmensamente.
Rashid sonrió brillantemente.
Mientras que Siana había tenido dificultades para levantar un solo saco, Rashid levantó y movió varios como si estuvieran llenos de plumas.
Al ver a Rashid levantar cuatro sacos de cebada a la vez, Siana parpadeó sorprendida.
Un rostro delicado y un comportamiento elegante, pero una fuerza que no concuerda.
Siana sabía que Rashid había pasado mucho tiempo en el campo de batalla y que era uno de los mejores espadachines del continente. Así que, por supuesto, era muy fuerte.
Aun así, se había olvidado de que Rashid tenía esa fuerza.
Es que normalmente es tan tranquilo y apacible.
Además, disfrutaba vistiendo ropas sueltas que no dejaban ver su cuerpo musculoso.
Parecía simplemente hermoso y esbelto, como una escultura creada por un artista famoso.
Un momento después, una voz clara se escuchó por encima de su cabeza.
—¿Puedo preguntar qué estás haciendo, Siana?
Solo entonces Siana se dio cuenta de que estaba presionando el brazo de Rashid con su dedo.
¡Ahhh! ¿Qué estoy haciendo?
Había actuado sin darse cuenta.
—L-lo siento. No fue mi intención… —Siana cerró los ojos y confesó sinceramente—: Al sentir su fuerza, me preguntaba cuán firmes serían sus brazos bajo la ropa. Por favor, perdóneme.
Rashid abrió los ojos sorprendido ante su confesión. Luego, soltó una pequeña risa y entrecerró los ojos con suavidad.
—¿Tienes curiosidad por saber cuán firme soy?
—Eso…
—Si quieres saberlo, te lo mostraré.
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