⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Ante esas palabras, Aris frunció el ceño. Pensaba que Grace iba a empezar con su típica charla moralista. Algo como que una princesa debería tener a su prometido cuanto antes, o que debería buscar un hombre de una familia influyente que pudiera ayudar al máximo. Sin embargo, lo que dijo Grace fue completamente diferente.
—Qué envidia. Si puedes, retrasa el compromiso lo más posible. Y si puedes evitarlo por completo, mejor aún.
Los ojos de Aris se agrandaron ante esas palabras inesperadas. Grace continuó mientras mordisqueaba una galleta.
—Los compromisos no tienen nada de bueno, especialmente aquellos que se hacen cuando eres joven.
—¿Por qué? —preguntó Aris.
—Con la edad, la otra persona ya no te parece igual. Antes, parecía un príncipe de un cuento de hadas, pero ahora parece un calamar seco y arrugado. Si lo hubiera sabido, nunca me habría comprometido.
Aris recordó las veces que había visto a Grace en los banquetes. Ella siempre estaba pegada a su prometido, como si fueran inseparables. Pero ahora, escuchándola lamentarse de su compromiso…
Además, el aspecto también ha cambiado mucho.
Por primera vez, Aris sintió curiosidad por su hermana.
—¿Te ha pasado algo con tu prometido?
—No es que haya pasado algo en particular, pero me molesta. Siempre me está pidiendo cosas molestas.
—……
—Dice que una princesa siempre debe ser estricta en su autocontrol para mantener su belleza.
Aris continuó con las palabras de Grace.
—Una princesa debe vestir vestidos con encajes y volantes y hablar con una voz suave como la de un pájaro.
Ahora era el turno de Grace.
—Una princesa debe comportarse con elegancia y modestia en todo momento. Nunca debe levantar la voz ni usar lenguaje rudo.
—Una princesa debe saber recitar cien poemas seleccionados y ser hábil en el bordado.
Estas eran las reglas de comportamiento para una princesa, escritas en el libro de etiqueta. Después de intercambiar estas frases, ambas alzaron la voz al mismo tiempo.
—¡Si tanto les gusta, que lo hagan ellos mismos!
Chuchu, que las observaba desde un paso atrás, se estremeció y susurró a Siana.
—Creo que se llevan mejor de lo que esperaba.
Siana respondió con una sonrisa.
—Las dos son princesas. Deben tener mucho en común.
Mientras tanto, una segunda visita llegó al Palacio Ruby: la Emperatriz Angelina y Leisis. Habían oído que el Palacio Ruby, que había estado desierto por mucho tiempo, volvía a estar ocupado.
La Emperatriz Angelina se sorprendió al ver a Grace.
—Veo que ya hay una invitada. Vendré en otra ocasión.
Angelina no era muy cercana a Grace, y con Leisis también presente, no quería crear una situación incómoda. Pero…
—¿Por qué me mira así?
Grace habló al ver a Leisis observándola con ojos brillantes. Angelina, con una expresión confusa, respondió.
—Parece que Leisis quiere pintar a la princesa.
—¡…!
Los ojos de Grace se abrieron de par en par. Desde que se había revelado el retrato de Rashid, Leisis se había vuelto una celebridad entre la realeza y la nobleza, conocido como un joven genio de la pintura. Algunos de los que se enamoraron de sus cuadros incluso le pidieron que pintara sus retratos. Sin embargo, por más altas que fueran las sumas ofrecidas y por más que rogaran, Leisis no aceptaba pedidos.
( Solo pinto las cosas que me parecen brillantes y hermosas. )
Grace, que sabía eso, sintió que sus ojos brillaban.
Eso significa que cree que soy hermosa.
Incluso con el cabello corto, sin maquillaje, vistiendo un vestido sencillo y sosteniendo un montón de galletas en ambas manos. Grace se rió a carcajadas y exclamó.
—¡Adelante, dibújame! Veré qué tan bien me puedes representar.
Cruzando los brazos, Grace miró a Leisis con una expresión orgullosa. Al notar que Grace había aceptado, Leisis sacó un lápiz con los ojos brillantes.
—Wow, es la primera vez que veo a mi hermano pintar en mucho tiempo.
Aris, con una expresión animada, se colocó detrás de Leisis para observar. Angelina, parpadeando por la inesperada situación, susurró a Siana.
—¿No te resulta familiar esta escena?
Aris, Rashid, todos reaccionaron así la primera vez que conocieron a Leisis. Recordando eso, Siana respondió con una sonrisa.
—Debe ser una tradición de la familia imperial.
Angelina parpadeó, sin entender lo que quería decir.
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Gracias a que Leisis comenzó a pintar, el Palacio Ruby se volvió bastante bullicioso. Nini, que estaba ocupada llevando bocadillos para los invitados, comentó.
—Ya debería aparecer, pero no lo veo por ningún lado.
Nana, que estaba junto a ella, asintió con la cabeza.
—Sí, pensé que sería el primero en llegar tan pronto como abrieran las puertas del Palacio Ruby.
Siana, que había estado escuchando su conversación, preguntó.
—¿De quién están hablando?
Nini y Nana respondieron.
—Por supuesto, del príncipe heredero Rashid.
¡El visitante más frecuente del Palacio Ruby! ¡El VIP número uno del Palacio Ruby! Por alguna razón, no se le veía por ninguna parte.
Mientras tanto, Rashid estaba sentado con las piernas cruzadas, leyendo una carta. Era de parte del Emperador y la Emperatriz, quienes se habían ido de viaje para descansar. Con la mirada baja, Rashid murmuró.
—Papá y mamá se quedarán allí un tiempo más.
Sol, el caballero guardia, frunció el ceño.
—Eso significa…
—Que tendré que organizar el próximo Baile de las Rosas.
—¡…!
Sol abrió la boca sorprendido.
El Baile de las Rosas era un evento que se celebraba cada mayo, cuando las rosas florecían por completo. El palacio imperial invitaba a los nobles más ilustres del imperio. Había una regla especial para el baile: todos debían asistir con una pareja, incluidos los anfitriones. Cada año, el emperador y la Emperatriz aparecían juntos, saludaban a los nobles y bailaban con gracia. El hecho de que Rashid tuviera que organizar tal evento significaba que…
—Eso quiere decir que Su Alteza necesitará una pareja —dijo Sol.
Rashid asintió con la cabeza. Sol puso una expresión de incredulidad.
—¡Pero Su Alteza no tiene a nadie así!
Increíblemente, Rashid estaba solo. No solo no tenía una prometida, algo que se esperaría de un miembro de la realeza de su edad, sino que ni siquiera tenía una amante en secreto. Había pasado mucho tiempo en el campo de batalla.
—¡Es, literalmente, el príncipe casto!
Por supuesto, esto no era motivo de orgullo, especialmente para un príncipe heredero de dieciocho años. Sol, con una expresión decidida, sugirió:
—Desde el principio, fue extraño que un príncipe heredero no tuviera prometida. Esta podría ser una buena oportunidad para buscar a una dama digna de Su Alteza.
—¿Qué tipo de mujer? —preguntó Rashid.
—Alguien de una familia noble leal a Su Alteza, en la flor de la juventud, de belleza deslumbrante, y con una personalidad que pueda soportar el mal carácter de Su Alteza…
—No la necesito.
—…
—Lo sabes bien, Sol. No me interesan las mujeres.
El caballero guardia Sol gritó.
—¡Por favor, no diga esas cosas extrañas! ¡Si Su Alteza sigue hablando así, no es de extrañar que circulen rumores raros!
Incluso después de tanto tiempo en el campo de batalla, era extraño que un príncipe no hubiera tenido ni un solo escándalo con una mujer. Había muchos rumores circulando entre la gente: que era asexual, que era homosexual, que era impotente, o incluso que era un loco sin interés en nada más que matar gente. En cualquier caso, eran rumores extremadamente problemáticos.
Mientras acariciaba a su hurón blanco, Rashid comentó:
—Pero no puedo evitarlo. Solo me atraen criaturas tan adorables como estas.
—¡Por el amor de Dios, Alteza! ¿Qué va a hacer? ¿Atarles cintas rosadas y llevarlas como sus parejas al salón de baile?
—Buena idea.
Sol sintió que se volvía loco al ver a Rashid sonreír brillantemente.
Definitivamente, tengo que intervenir, pensó Sol.
De lo contrario, Rashid podría realmente entrar al salón de baile con tres pequeños animales, lo que le ganaría el estigma de ser un ‘verdadero loco’. Sol cambió su forma de pensar.
No necesito buscar una familia prestigiosa ni una belleza impresionante. El día del Baile de las Rosas, solo necesito una cosa: una dama que pueda estar al lado de Su Alteza.
Que le guste a Su Alteza.
Sol frunció el ceño. Esa era la condición más difícil de cumplir. Sin embargo, momentos después, sus ojos brillaron.
¡Existe una!
Una dama que sería del agrado de Rashid. Alguien que, además, conocía la etiqueta de la corte y no cometería errores en un evento de alta sociedad.
Con ojos iluminados, Sol exclamó:
—¡Alteza, ¿qué le parece la señorita Siana como pareja para el Baile de las Rosas?!
Rashid, que había estado con expresión adormilada, abrió mucho los ojos. Miró fijamente a Sol y luego curvó sus ojos suavemente mientras decía:
—Es la mejor opción.
Sin embargo, Rashid pronto frunció el ceño.
—¿Pero aceptará ella un encargo tan molesto?
—¡Claro que sí!
Sol, el caballero guardia, dijo con confianza, haciendo que sus robustos músculos pectorales se movieran.
—¡Confíe en mí!
Con eso, Sol, el guardia del cliente más frecuente del Palacio Ruby, se dirigió al palacio con un corazón lleno de determinación por cumplir su propósito.
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