⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Ante la pregunta de Rashid, Siana estuvo a punto de responder que no, como si fuera la respuesta obvia, pero cerró la boca. No era cierto.
Frunciendo el ceño, Siana preguntó:
—No estoy enfadada. Estoy sorprendida.
—¿Por qué?
Después de un breve momento de reflexión, Siana habló.
—¿Es cierto que Su Alteza recibió propuestas de 100 damas nobles para ser su pareja?
Rashid abrió los ojos en sorpresa, como si no hubiera esperado esa pregunta. Luego asintió.
—¡Por Dios!
Siana miró a Rashid con asombro.
El apodo de Rashid era ‘El Príncipe de Sangre’.
Por eso, aunque fuera extremadamente guapo y poderoso, los sentimientos hacia él solían quedarse en la admiración distante.
Al menos, eso era lo que pensaban las doncellas del palacio.
Siana creía que la situación de las damas nobles no sería muy diferente.
Por muy atractivo que fuera Rashid, la vida de uno siempre sería más importante.
Pero que 100 damas nobles tuvieran el valor de proponer ser su pareja…
—Parece que Su Alteza ha sido muy amable con las damas nobles. De lo contrario, no le tendrían tanto miedo como para enviarle esas cartas.
Aunque Siana había dicho eso con la esperanza de que él lo negara, Rashid sonrió y asintió.
—Es cierto. Parece que las damas nobles, a diferencia de mis padres, no me temen. Incluso he oído que hay un grupo dedicado a admirarme en secreto. Llevan retratos míos en sus pertenencias y hasta han compuesto canciones sobre mí.
—¡Ja!
Siana abrió los ojos con incredulidad.
Rashid continuó hablando mientras la miraba.
—Pero nada de lo anterior es cierto. Nunca he sido amable con las damas nobles. De hecho, apenas he tenido encuentros con ellas.
—……
—Te lo dije, ¿no? He estado en el campo de batalla desde los trece años. No he tenido tiempo para coquetear con damas nobles.
Rashid se inclinó hacia Siana, quien permanecía con los labios apretados.
Se acercó a su oído y susurró:
—Por eso, Siana, tú eres la única con la que soy amable.
—¡..!
El rostro de Siana se puso rojo como un tomate maduro al escuchar su suave voz.
Siana se tapó el oído cosquilleante con la mano y miró a Rashid.
Rashid sonreía, con una expresión inocente, como si realmente hubiera sido sincero en sus palabras.
Al verlo, Siana sintió que la vergüenza la invadía de nuevo.
Debo haberme vuelto loca. ¿Qué me importa si Su Alteza es popular entre las damas nobles?
¡Qué vergüenza!
Siana cerró los ojos con fuerza.
Rashid, mirándola mientras bajaba la cabeza, sintió una oleada de ternura.
Es tan adorable.
Pero, aunque fuera adorable, había algo que necesitaba aclarar.
Rashid habló de nuevo.
—Siana, ¿ya te sientes mejor?
—Te digo que no estaba enfadada. Solo pregunté porque estaba sorprendida.
Está bien, si eso es lo que quieres pensar, está bien.
Rashid no insistió más en la excusa de Siana.
—Entonces, hay algo que quiero preguntarte.
—Dime.
—¿Por qué no me diste un regalo?
—¡¿…?!
Siana levantó la cabeza sorprendida ante la pregunta inesperada.
El rostro de Rashid, mientras la miraba, parecía gravemente serio.
—Le diste un regalo a Sol. Dijiste que también les diste a otras personas.
—…..
—Entonces, ¿por qué soy el único que no lo recibió? ¿Es que no te gusto?
Siana negó con la cabeza, incrédula.
—¡No es eso!
—Entonces, ¿por qué…?
Había un leve rastro de resentimiento en los ojos de Rashid, como el de un niño que no recibió un regalo de un hada.
Pensé que no le importaría en absoluto.
Sorprendida por la reacción de Rashid, Siana respondió:
—No compré un regalo para Su Alteza a propósito. Pensé que le gustaría algo más que un simple broche.
—¿Qué es lo que me gusta?
—Eso…
Siana vaciló antes de responder, lanzando una mirada furtiva a Rashid.
Su expresión, que antes había sido triste, ahora estaba llena de expectativa.
Por alguna razón, al ver esa expresión, Siana pensó:
No quiero decírselo tan fácilmente cuando me pone esa cara.
Llevó su dedo a los labios.
—Te lo diré cuando sea el momento. Hasta entonces, es un secreto.
Los labios de Rashid se fruncieron, como lo habían estado los de Siana cuando llegó al palacio del Príncipe Heredero.
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En el salón del trono.
Rashid, sentado en la silla dorada en lugar del Emperador, tenía la mirada baja.
Sus largas pestañas plateadas caían sobre sus ojos morados, creando una atmósfera de misterio inalcanzable.
Los sirvientes que lo veían no podían evitar susurrar entre ellos con las caras ligeramente sonrojadas.
—¿En qué estará pensando Su Alteza el Príncipe Heredero para tener una expresión tan profunda?
—Así es. Tal vez está pensando en cómo recibir a los invitados que pronto llegarán al palacio.
Pero eso no era del todo cierto.
Lo que Rashid realmente estaba pensando era: ¿Cuál será el regalo que Siana quiere darme?
Dijo que era un regalo que me gustaría.
Ese era el único indicio que tenía, pero no le resultaba de mucha ayuda.
Curiosamente, la única respuesta que le venía a la mente con ese indicio era ‘Siana’.
Pero eso no puede ser.
Rashid, sorprendentemente, tenía los pies bien puestos en la realidad.
Entonces, ¿qué tipo de regalo podría ser?
¿Un lazo para Chuchu (el hurón blanco), un bocadillo que le guste a Nyamnyam (la ardilla) o un juguete para ChirpChirp (el pájaro)?
Mientras reflexionaba, escuchó la voz de un sirviente afuera de la puerta.
—Su Alteza, ha llegado el representante de la compañía Mystic.
Rashid frunció el ceño ante el sonido que interrumpía sus pensamientos.
Sol, el caballero que lo acompañaba, notó rápidamente su expresión y habló con rapidez.
—Su Alteza, la compañía Mystic se dedica a fabricar y vender piedras mágicas raras. Es una empresa tan especial que Su Majestad el Emperador le tiene un aprecio particular.
Era una forma de decirle que no los despachara por molestos y que los tratara adecuadamente.
Rashid soltó un pequeño suspiro.
Era molesto, pero ahora Rashid era el representante del Emperador.
Al menos, no debía crear una situación que pudiera enfurecer al Emperador cuando regresara.
Poco después, dos personas, un hombre y una mujer, entraron en el salón del trono.
Eran Caroline y Kiran, ambos con el cabello de un vibrante color naranja.
Caroline miró a Rashid, sentado en el trono, y sus ojos brillaron.
Vaya, lo había oído, pero realmente es increíblemente guapo.
Kiran, que estaba a su lado, también miró con asombro.
¿Cómo puede un hombre verse tan malditamente encantador?
Con impresiones diferentes, los hermanos se acercaron a Rashid.
Caroline fue la primera en levantar su falda con ambas manos e inclinarse.
—Ante Su Alteza el Príncipe Heredero, soy Caroline, hija mayor del jefe de la compañía Mystic. He venido al imperio para asistir al próximo Banquete de Rosas. Es un gran honor que Su Alteza nos reciba en persona.
Lo esperado era que Rashid respondiera con una frase cliché, algo como: ‘Es un placer que hayas venido de tan lejos, hermosa dama.’
Sin embargo, Rashid simplemente asintió con una expresión impasible.
En tan solo diez segundos, Caroline tuvo la misma impresión que su hermano.
Definitivamente, los que son demasiado guapos son desagradables.
Pero Caroline no dejó que sus pensamientos se reflejaran en su rostro.
Después de todo, no había venido hasta aquí para ganar el favor de un hombre, sino para fortalecer la relación con la familia imperial.
Con una sonrisa profesional, Caroline dio un codazo a su hermano.
¿Qué haces que no saludas?
Sin embargo, Kiran, contrario a lo que esperaba su hermana, miraba a Rashid con ojos llenos de resentimiento.
Así que este es el tipo que destruyó el reino de Asilond, el país natal de la princesa Siana.
No sentía un gran resentimiento por eso en sí.
Incluso sin Rashid, el reino de Asilond estaba tan podrido que no hubiera sido extraño que cayera en cualquier momento.
Pero…
Por culpa de este tipo, la princesa Siana desapareció después de que arrasara su reino.
Eso era lo que realmente lo enfurecía.
Tanto que se olvidó de su decisión de ser racional al tratar con el príncipe heredero.
¡Está loco!
Caroline, horrorizada al ver a su hermano mirando al príncipe heredero con odio, estaba alarmada.
Aunque le había advertido que no mostrara sus sentimientos, parecía que su tonto hermano había olvidado esas palabras.
Antes de que el príncipe heredero mencionara la mirada insolente de Kiran, Caroline se adelantó.
—¡Perdóneme, Su Alteza!
—……
—La verdad es que mi hermano ha estado preocupado por una dama que desapareció hace tiempo. Por eso, últimamente, no ha estado en su sano juicio.
Sin embargo, a pesar de su desesperada excusa, Rashid no parecía prestar la menor atención a la mirada desafiante de Kiran.
Lo único que ocupaba la mente de Rashid desde hacía días era qué regalo le había preparado Siana.
Incapaz de soportarlo más, Sol le hizo un gesto a Rashid.
Por mucho que estés reemplazando al Emperador, ¡debes mantener una conversación mínima!
Qué fastidio.
Rashid suspiró y lanzó una pregunta sin pensar mucho.
—¿Era tan hermosa como para hacerte perder la cabeza?
Kiran respondió con una mirada desafiante.
—Sí. Tenía un rostro blanco y redondo y unos ojos dulces. Era una persona sencilla y encantadora, como un pan hecho solo de harina.
Las palabras de Kiran, que parecían describir a alguien en particular, hicieron que Rashid reaccionara.
Con una sonrisa en los labios, Rashid murmuró.
—Tienes un gusto bastante refinado.
—¡¿…?!
Caroline, que había palidecido ante la insensatez de su hermano, quedó aún más perpleja al escuchar la respuesta extraña de Rashid.
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