⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Siana habló.
—Quiero ver a Su Alteza, ahora mismo.
Aunque su voz era respetuosa, había un toque de frialdad que hizo que Sol tragara saliva sin darse cuenta.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
El salón del Palacio del Príncipe Heredero tenía muchas ventanas, permitiendo que el viento se sintiera en todo el cuerpo.
Siana abrió los ojos, con su cabello ondeando al viento.
Frente a Siana, estaba Rashid.
( Si no vienes ahora, nunca volveré a buscarte de esta manera. )
Parecía que la frase que Siana le había dicho a Sol, que sonaba más a una amenaza, había surtido efecto. Rashid había reaccionado de inmediato.
¿Una persona así realmente quiere que me vaya?
Siana miró a Rashid con ojos entrecerrados.
Sin embargo, no pudo encontrarse con la mirada de Rashid como solía hacerlo. Rashid, quien normalmente le sonreía a Siana sin descanso, ahora estaba inexpresivo, con la mirada baja, como si no tuviera ningún interés en ella.
Pero esa era solo la apariencia exterior.
Rashid estaba experimentando una tremenda ansiedad.
¿Qué haré si Siana dice que quiere dejar el palacio ahora mismo?
Temiendo escuchar esas palabras, Rashid no se había atrevido a buscarla. Pero ahora que Siana había venido a él, su corazón latía con fuerza.
Siana, sin conocer sus pensamientos, lo miró en silencio, juntó las manos y se inclinó profundamente.
—Saludo al noble Príncipe Heredero. Estoy agradecida de que haya dedicado su valioso tiempo a una sirvienta que ha venido sin previo aviso.
—¡…!
Los ojos de Rashid se agrandaron.
Hacía mucho tiempo que Siana no le saludaba con tanta formalidad.
Pero Siana no se detuvo ahí. Con la cabeza aún inclinada, continuó hablando.
—Su Alteza, he escuchado lo que Sol me ha contado. Kiran del Gremio Mystic vino a pedirle que me liberara, ¿cierto?
—¡…!
La mirada de Rashid se estremeció.
Después de un largo silencio, Rashid respondió con voz calmada.
—Sí.
—…
—…¿Y tú qué quieres hacer?
Rashid albergaba una ligera esperanza.
Siana estaba cuidando de Aris con devoción, y había ascendido rápidamente a sirvienta de rango medio debido a su capacidad.
Quizá Siana podría decir que quiere quedarse en este palacio.
Pero las palabras de Siana fueron completamente distintas a lo que Rashid esperaba.
—Haré lo que Su Alteza desee.
—…¿Qué?
—Me convertí en sirvienta del palacio a cambio de suplicar por mi vida a Su Alteza. Por lo tanto, usted tiene la autoridad sobre mi destino.
—…
—¿Qué desea hacer, Su Alteza? ¿Debería dejar el palacio, o debería quedarme aquí?
La voz de Siana era extremadamente tranquila, tan carente de emoción que no parecía sentir nada.
Sin embargo, Rashid se sentía en un estado de enorme confusión.
Aunque la respuesta era obvia.
No puede querer quedarse al lado del hombre que destruyó su reino y mató a su familia.
Además, Siana a menudo hablaba de sus horribles recuerdos de la época en el palacio real.
No había razón para que este lugar fuera diferente.
Y menos siendo una simple sirvienta, no una princesa.
Rashid abrió la boca.
—P-…
—…
El rostro de Rashid, que había estado tan inexpresivo como el hielo, se desmoronó.
—No te vayas.
Con manos temblorosas, Rashid agarró los hombros de Siana y la obligó a mirarlo. Luego, repitió una vez más.
—Te daré lo que quieras. Si es difícil para ti ser solo una sirvienta, te daré un título apropiado. Si necesitas una recompensa material, te daré una mina de diamantes, una gran mansión, lo que quieras. Así que, por favor…
—…
—Por favor, quédate en este palacio. Por favor, te lo ruego.
Sabía que esas palabras eran crueles y terribles para Siana.
Pero no podía detenerse.
Era un deseo desesperado que nunca había sentido en su vida.
Rashid miró a Siana con un rostro abatido. Sin embargo, Siana lo miraba con la misma expresión tranquila de siempre.
Rashid sintió que su corazón se encogía.
Las puntas de sus dedos se enfriaron y su boca se secó.
No sabía cuánto tiempo había pasado cuando finalmente Siana sonrió suavemente con los ojos.
—Está bien.
Rashid parpadeó lentamente, incapaz de creer lo que había escuchado.
—¿De verdad?
—Sí. No soy de las que se contradicen. Me quedaré en este palacio, como Su Alteza desea.
—…
Rashid, aún incrédulo, miró a Siana antes de abrazarla de repente.
En sus brazos firmemente envueltos alrededor de ella, se podía sentir claramente el alivio de que Siana no se marchara.
Siana, al darse cuenta de lo que sentía, miró fijamente el rostro de Rashid por un momento, pero luego recuperó la compostura y lo apartó.
—Esto no está bien, Su Alteza. He dicho que me quedaré en el palacio, pero no he dado permiso para que me haga este tipo de cosas tan inapropiadas.
Ante el tono agudo de Siana, Rashid soltó las manos con las que la había abrazado, con una expresión de arrepentimiento.
—Lo siento. Me emocioné tanto que…
El rostro de Rashid irradiaba una alegría tan inmensa que demostraba la veracidad de sus palabras.
Siana, sintiendo un cosquilleo en el pecho, carraspeó ligeramente. Luego, ajustando su voz, le preguntó:
—¿Dijiste que me concederías cualquier cosa que desee si aceptaba tu petición, verdad?
—Por supuesto.
Rashid asintió con seriedad. No estaba exagerando solo para retenerla; realmente tenía la intención de cumplir cualquier deseo de Siana.
Mirándolo directamente a los ojos, Siana le dijo:
—No vuelvas a tomar decisiones sobre mi vida sin consultarme.
—…
—Es cierto que no vine al palacio por mi propia voluntad. Lo hice porque no tenía otra opción si quería sobrevivir. Pero ahora no es así. Estoy bastante satisfecha con mi vida aquí.
Aunque, claro, podría llegar un momento en el futuro en el que se cansara de la vida en el palacio. Podría llegar a sentirse abrumada por el trabajo de sirvienta.
En ese caso, querría irse.
Pero no ahora.
Con una voz clara y firme, Siana continuó:
—De ahora en adelante, yo decidiré dónde quiero estar. Te pido que respetes eso.
Sus palabras implicaban que, si lo deseaba, podría marcharse del palacio en cualquier momento.
Sin embargo, Rashid se sintió aliviado de que, al menos por ahora, Siana estuviera dispuesta a quedarse. Y lo hacía por voluntad propia.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Rashid.
—Lo que tú desees. Puedes hacer lo que quieras.
Mientras observaba la encantadora sonrisa angelical de Rashid, Siana pensó:
Quizás una de las razones por las que quiero quedarme en el palacio es por esa cara. Es tan hermosa que sería difícil encontrar algo igual en todo el mundo.
Quién iba a imaginar que yo sería tan débil ante la belleza.
Siana, al darse cuenta de esta nueva verdad sobre sí misma, habló nuevamente.
—En fin, ya que hemos terminado de discutir el asunto complicado, ¿puedo pasar al segundo tema?
—…¿Segundo?
—En realidad, traje el regalo que te había prometido.
Los ojos de Rashid se abrieron con sorpresa ante sus palabras.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Hace algún tiempo, Siana le había regalado un broche a Sol.
Cuando Rashid, con un puchero en los labios, preguntó si no había nada para él, Siana le dijo que tenía preparado otro regalo especial.
Desde entonces, Rashid había estado pensando durante días sobre qué podría ser ese regalo que Siana le había prometido. Aunque se le había olvidado por completo debido a la imagen de Siana durante el festival de las rosas y al repentino encuentro con Kiran, que había venido a pedir su liberación.
Los ojos de Rashid brillaron con anticipación.
¿Qué es? ¿Qué será?
Como un gato emocionado esperando el mejor regalo del mundo, Rashid observó cómo Siana sacaba un frasco de vidrio lleno de pétalos de rosa secos.
Con una voz suave, Siana explicó:
—Son hojas de té hechas con rosas del Jardín de Cassington. Por eso me tomó un tiempo.
Las rosas del Jardín de Cassington son una variedad de fuerte aroma y sabor, perfectas para hacer té, aunque florecen un poco más tarde que otras.
Solo unos días antes, Siana había recogido las flores recién abiertas para hacer estas hojas de té.
—Pensé que preferirías el té en lugar de un broche, así que lo hice para ti. Espero que te guste.
—¡Es maravilloso!
Rashid exclamó con entusiasmo, sus ojos brillaban de emoción.
Al ver su reacción, Siana no pudo evitar reírse mientras fruncía el ceño.
En realidad, el broche es cientos de veces más caro que estas hojas de té.
Pero ver a Rashid tan genuinamente feliz sin importarle eso la llenaba de satisfacción.
Siana, riendo con suavidad, dijo:
—Entonces, ¿qué te parece si te sirvo la primera taza como un extra?
Antes de que Siana terminara de hablar, Rashid ya estaba asintiendo con la cabeza.
Siana llamó a una sirvienta para que preparara lo necesario. Pronto, colocaron agua caliente, una tetera y tazas de té en la mesa redonda.
Siana comenzó a moverse con gracia, colocando los pétalos de rosa secos en el colador de la tetera y vertiendo el agua caliente humeante sobre ellos. Luego, tiró la primera infusión y añadió más agua caliente.
Mientras Rashid observaba en silencio, finalmente habló.
—Siana.
—Sí.
—… ¿No me odias?
Siana abrió los ojos de par en par, como si no entendiera lo que estaba diciendo.
Rashid bajó la mirada.
La verdad es que Rashid no solo había evitado a Siana por temor a que ella decidiera irse. También tenía miedo de que lo odiara.
Ese miedo lo había paralizado.
Pero, para su sorpresa, Siana respondió con calma.
—Te lo he dicho varias veces. No siento ningún apego por mi tierra natal ni por mi familia. No te odio ni te guardo rencor.
—…
—Así que deja de poner esa cara triste y disfruta del té con una sonrisa, como lo haces normalmente.
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