⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¡Ay!
Kirian, alarmado por el grito de Caroline, le gritó a la princesa:
—¡¿Qué crees que estás haciendo?!
En ese momento, los sirvientes que estaban observando desde un lado corrieron hacia ellos con el ceño fruncido.
—¿Cómo te atreves a hablarle así a la princesa?
Los adultos, con caras amenazantes, rodearon a Kirian. Para un niño común, esta sería una situación en la que rompería a llorar, pero Kirian, con sus ojos afilados como los de un gato, les gritó:
—¡Lo vieron, ¿verdad?! ¡La princesa lastimó a mi hermana!
Los sirvientes se pusieron aún más hostiles ante sus impertinentes palabras. Aunque eran hijos de la comerciante favorita de la reina, para ellos, solo eran simples plebeyos.
—Parece que el joven necesita recibir educación sobre la realeza.
Justo cuando estaban a punto de acercarse a Kirian, Caroline se interpuso.
—Por favor, perdonen a mi hermano. Aún es joven y no sabe muchas cosas.
—…
Aprovechando la pausa momentánea de los sirvientes, Caroline intentó cambiar el ambiente con una sonrisa brillante.
—Por cierto, mi madre nos ha dado muchos regalos para la princesa…
Caroline gritó en voz alta mientras sacaba varios juguetes de su bolso. Eran juguetes que emitían sonidos o se movían gracias a pequeñas piedras mágicas.
Los sirvientes, sorprendidos por la vista de estos objetos inusuales, abrieron los ojos de par en par, y la princesa, que antes fruncía el ceño, exclamó —¡Wow!— con los ojos brillantes.
Aprovechando la distracción, Caroline susurró a Kirian:
—No hagas un escándalo y sal de aquí.
Kirian estaba furioso. Quería darle una buena lección a esa mocosa que había molestado a su hermana, y también tenía algunas palabras para esos sirvientes que lo miraban con desprecio.
Sin embargo, sabía que si lo hacía, arruinaría el ambiente que Caroline había trabajado tanto en suavizar. Kirian tenía al menos ese sentido común.
—Maldita sea.
Kirian murmuró, diciendo palabras inapropiadas para su edad, mientras salía de la habitación.
Incluso después de salir del edificio, la ira de Kirian no disminuyó.
—¡Príncipes y princesas, todos son unos insoportables!
Las palabras de su madre sobre hacerse amigo del príncipe y la princesa ya habían desaparecido de su mente. Kirian no tenía intención alguna de relacionarse con esos niños malcriados.
Así que Kirian siguió caminando a grandes zancadas. No conocía bien el camino en este castillo que visitaba por primera vez, pero tenía claro que debía encontrar un lugar donde esos demonios no pudieran verlo.
No pasó mucho tiempo antes de que Kirian encontrara un lugar que le agradaba. Era una esquina del jardín donde no se veía a nadie. El lugar estaba tan descuidado que estaba lleno de hierba y árboles.
Comparado con los lujosos jardines que había visto antes, este lugar se parecía más a una selva, pero a Kirian le gustaba.
—Me quedaré aquí hasta que pase un buen rato y luego volveré.
Kirian se dirigió detrás de un gran sauce para esconderse completamente de la vista de los demás.
—¡…!
Kirian abrió los ojos ampliamente.
Debajo de la sombra del árbol, había una niña sentada en cuclillas. Tenía una cara redonda y ojos grandes e inocentes que ahora estaban rojos de tanto llorar, aunque no emitía sonido alguno.
A Kirian, en general, no le gustaban los niños (aunque él mismo fuera uno). Le desagradaban aún más las niñas, y si además estaban llorando, entonces lo odiaba todavía más.
¡Maldita sea! Ahora no puedo fingir que no he visto esto.
Aunque deseaba simplemente ignorarla y marcharse, no podía hacerlo. Gracias a la estricta educación de su madre, tenía grabado en la mente que debía consolar a una niña si estaba llorando.
Al menos, le daré el pañuelo que mi hermana me dio.
Kirian rebuscó en su bolsillo y le ofreció un pañuelo.
—¡…!
La niña, sorprendida por la mano extendida de repente, abrió mucho los ojos y tomó el pañuelo con sus pequeñas manos. Luego, enterró su cara en el pañuelo y comenzó a llorar de nuevo, sus pequeños hombros temblando.
Ese día, Kirian comprendió por primera vez lo triste que es llorar en silencio.
No sabía cuánto tiempo pasó así. Finalmente, la niña dejó de llorar y apartó su rostro del pañuelo. Los grandes ojos que habían estado llorando aún brillaban con lágrimas.
Es tan linda.
Al ver su cara mirándolo, Kirian tuvo un pensamiento absurdo.
La niña, sorbiéndose la nariz, habló:
—Gracias por prestarme el pañuelo.
—No es nada.
—Debería devolvértelo, pero lo he ensuciado mucho. ¿Qué hago?
—No hace falta que me lo devuelvas. Tengo más de cien pañuelos como ese en casa.
Ante las palabras de Kirian, la niña se rió.
—Los ricos son diferentes, después de todo.
—¿…Me conoces?
—Lo escuché de las sirvientas. Hoy, la líder del Gremio de Comercio Mystic y sus hijos iban a venir al palacio.
Mientras miraba a la niña, que hablaba con voz suave pero clara, Kirian sintió una extraña sensación. Aunque no parecía tener más de su edad, la forma en que hablaba no era la de una niña.
Además, el vestido y las joyas que llevaba puestos no eran propios de una sirvienta joven en el palacio.
Kirian entrecerró los ojos.
—¿Quién eres tú?
Ante sus palabras, la niña abrió los ojos con sorpresa.
—Oh, no me he presentado, a pesar de que usé tu pañuelo. ¡Qué vergüenza!
La niña se levantó lentamente de su posición en cuclillas. Aunque era más alta que antes, seguía siendo pequeña.
Sin embargo, esa fue la última vez que pareció una niña.
Con una mano, la niña sostuvo la falda de su vestido e hizo una pequeña reverencia.
La niña miró a Kirian con sus claros ojos de color esmeralda y curvó suavemente las comisuras de sus labios.
—Mi nombre es Siana Asilond von Sylith. Soy la primera princesa del reino de Asilond.
Un rostro joven aún marcado por las lágrimas.
Un cuerpo pequeño al que el vestido lleno de joyas le parecía pesado.
Sin embargo, con movimientos infinitamente elegantes, que no parecían propios de ella, Kirian sintió un sentimiento indescriptible.
Ese día, Kirian le preguntó a su madre sobre la princesa Siana.
La primera princesa del reino de Asilond. Pero le contaron que no era hija biológica de la actual reina, por lo que no recibía un trato adecuado.
—¿El rey permite que su hija reciba ese tipo de trato?
—El rey está en buenos términos con la reina, pero no muestra mucho interés por sus hijos. Además, la reina no maltrata abiertamente a la princesa insultándola o golpeándola, por lo que al rey no le preocupa.
—¿Qué quiere decir con eso?
—Se dice que la reina educa a la princesa con tanta severidad que uno se pregunta si es necesario tratar así a una niña. Y si no aprende lo que se le enseña, la regaña con dureza.
—…
—En cualquier caso, tiene la excusa de que está educando a la princesa, así que el rey no dice nada al respecto. Así que…
Redrock continuó mientras presionaba con un dedo la frente de su joven hijo.
—Si por casualidad te encuentras con la princesa Siana, no intentes ser más amigable de lo necesario. No ganarás nada acercándote a ella.
Pero ya era demasiado tarde.
Kirian ya había conocido a Siana.
Kirian, siendo un niño observador, no mencionó esto a su madre. En su lugar, comenzó a acompañar a Redrock cada vez que iba al palacio.
Redrock sabía que Kirian desaparecía cada vez que venía al palacio y no jugaba con el príncipe o la princesa, pero no le daba mayor importancia. La reina no le prestaba atención, y Caroline también prefería no tener a Kirian presente cuando trataba con el príncipe loco y la princesa malvada.
Probablemente solo ande de un lado a otro del palacio como un pequeño zorro inquieto.
Sin embargo, durante ese tiempo, Kirian se encontraba con Siana en un rincón del jardín cubierto de árboles y matorrales, jugando con los juguetes que había llevado a escondidas de su madre.
—Princesa, por favor, tome esto.
Kirian ya usaba un lenguaje formal al dirigirse a Siana. No solo porque Siana fuera dos años mayor que él, sino también porque respetaba su posición como princesa.
Los ojos de Siana brillaron mientras tomaba el regalo que Kirian le daba. Ese día, el juguete que Kirian había traído era una mariposa hecha de plata que, al lanzarla al aire, batía sus alas y volaba.
—¡Wow, es realmente hermosa! Parece una mariposa de verdad.
Siana miró la mariposa y aplaudió con una sonrisa.
—Gracias, Kirian.
Kirian, al observar a Siana sonreírle tan brillantemente, tenía una expresión complicada en su rostro.
Ahora, Kirian sabía muchas cosas sobre Siana. Este lugar era su escondite secreto, donde venía cuando quería estar sola, sin ser molestada por nadie.
También sabía por qué Siana estaba llorando el día que se conocieron.
( Mi madre me pidió que memorizara las genealogías de la familia real de Asilond mientras se reunía con la líder de la Compañía Mystic. Me esforcé mucho, pero no pude recordarlas bien, y eso me hizo llorar un poco. )
Al decir esto, Siana sonrió con una expresión avergonzada, como si se avergonzara de su propia inmadurez.
Sin embargo, Kirian sabía algo que Siana no había dicho. Sabía que Siana había llorado por miedo al castigo que recibiría de la reina si no cumplía con lo que le ordenaban. Se escondía en un lugar donde nadie pudiera encontrarla.
Pensar en ello hacía que Kirian sintiera un dolor tan grande en el pecho que apenas podía respirar. Quería consolar de alguna manera a la delicada princesa.
Mientras Siana, con una expresión feliz, jugaba con la mariposa, Kirian le dijo:
—Princesa, hay muchas cosas asombrosas en el mundo.
—Lo sé. Tú me lo has contado.
Kirian solía hablarle a Siana sobre los objetos maravillosos de la Compañía Mystic. Como esferas que mostraban imágenes, dispositivos que grababan voces humanas, y también…
—La piedra mágica que permite a las personas volar es la que más me interesa. Me gustaría tener algo así.
Mirando a Siana, cuyos ojos brillaban de emoción, Kirian preguntó:
—¿…Quieres salir del palacio?
Siana no respondió, solo sonrió tristemente. Sabía que, aunque lo deseara profundamente, era un sueño difícil de realizar.
Probablemente, Siana solo podría abandonar este horrible lugar una vez que le asignaran un esposo que la hiciera completamente infeliz.
Eso era lo que deseaba la nueva reina.
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