⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
El rostro de Siana se oscureció al pensar en un futuro que no era muy esperanzador. Kirian, al ver eso, se arrodilló frente a ella. Sorprendida por el repentino gesto, Siana abrió los ojos de par en par.
Kirian habló.
—Princesa Siana, por favor, espere un poco. Algún día, definitivamente la sacaré de aquí.
Siana no le preguntó por qué decía eso de repente. Tampoco lo regañó por sus palabras ingenuas. Simplemente sonrió. Como si estuviera agradecida por esas palabras.
Eso sucedió cuando Siana tenía dieciséis años y Kirian catorce.
Después de eso, Kirian no tuvo oportunidad de ir al reino de Asilond durante un tiempo. La Compañía Mystic, que viajaba por todo el continente, se dirigió al lado opuesto del reino de Asilond.
Mientras tanto, Kirian se esforzó por ganarse al menos un poco de reconocimiento por parte de su madre. Si obtenía aunque fuera un poco de poder, planeaba de alguna manera rescatar a Siana de ese castillo que era como un infierno.
Sin embargo, dos años después, Kirian recibió una noticia impactante.
—… ¿Qué?
—El reino de Asilond ha caído debido a la invasión del ejército imperial. En busca de responsables por la derrota, decapitaron al rey y a todos los miembros de la familia real.
La mente de Kirian se quedó en blanco. Tras un momento, apenas pudo separar los labios para preguntar.
—¿Y, y la princesa Siana?
—No se encontró el cuerpo de la princesa Siana, pero es muy probable que haya muerto en medio del caos de la guerra.
Kirian sintió como si una enorme roca golpeara la parte trasera de su cabeza.
( Gracias, siempre, Kirian. )
Recordó a la pequeña princesa que le sonreía la última vez que la vio.
Una sonrisa tan delicada.
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Después de eso, Kirian buscó desesperadamente a Siana, con la esperanza ferviente de que no hubiera muerto. Y finalmente la encontró. Increíblemente, Siana estaba en el palacio imperial, donde residía el príncipe heredero del imperio que había pisoteado el reino de Asilond. Y estaba allí como una sirvienta, que no era más que una esclava.
Kirian golpeó la pared con el puño, lleno de rabia.
Pensé que había salido de ese maldito castillo, pero resulta que ha sido llevada por el enemigo para sufrir como un perro.
Kirian no podía soportar la pena que sentía por Siana. Así que arriesgó su vida, fue a ver al príncipe heredero y le dijo todo lo que quería decir, logrando un resultado satisfactorio. El príncipe prometió que haría lo que Siana deseara.
Después de regresar del palacio imperial, Kirian hizo un plan de inmediato.
Primero, tengo que ver a la princesa Siana y contarle la situación. Si sabe que el príncipe heredero la dejará ir, seguramente querrá salir del palacio de inmediato. Luego la llevaré al mejor hotel y le asignaré cinco criadas eficientes para que la atiendan.
Siana era una princesa. Era alguien que encajaba mucho mejor siendo servida que sirviendo a otros.
Al menos dejémosla descansar durante un mes sin mover un solo dedo.
La idea de que la pequeña y delicada princesa hubiera estado haciendo trabajos pesados como sirvienta lo mareaba.
Después de que descanse, le llevaré de compras.
La Siana que había venido a verlo estaba vestida con ropa de tela barata. Kirian quedó impactado al verla así, especialmente porque, aunque la nueva reina la maltrataba, Siana siempre había lucido impecable.
Estará increíblemente hermosa con un vestido de la más alta calidad y brillantes accesorios. Ya era tan bella en el banquete de las rosas.
¿Qué más podría hacer por ella? Kirian, con una expresión emocionada, pensó en todas las cosas que quería hacer por Siana.
En ese momento, un visitante inesperado apareció. Era Siana. Venía vestida igual que antes, con una ropa sencilla y sin adornos, cubierta con una capucha gastada.
La inesperada visita de Siana hizo que el rostro de Kirian se iluminara.
—Bienvenida, princesa. Por favor, siéntese.
Kirian, dispuesto a cederle el asiento de honor, vio a Siana negar con la cabeza y hablar.
—Kirian, escuché que fuiste al palacio imperial hace unos días para ver al príncipe heredero.
Entonces Kirian comprendió por qué Siana había venido a verlo. Kirian asintió con energía.
—Sí, así es. Después de que la princesa me visitó, investigué. Y descubrí lo cruel que ha sido el príncipe heredero con usted.
—…
—Así que fui a verlo y le dije: ‘Deje de atormentar a la princesa y libérenla.’ Y el príncipe accedió —Kirian continuó hablando con voz firme—. Así que, princesa, ya no tiene que preocuparse por el príncipe heredero. Puede hacer lo que desee.
Kirian estaba seguro de ello. Si no fuera por el príncipe heredero, Siana no estaría como una simple sirvienta en el palacio de un país enemigo.
Sin embargo, Kirian estaba equivocado. Siana lo miró y habló con voz calmada.
—Kirian, mi vida actual no es tan terrible como piensas.
—¿Qué…?
—Cuando era princesa, no lo sabía, pero ahora sé que me gusta moverme hasta sudar.
Eso no era todo. A diferencia de antes, cuando su única función era sentarse y sonreír como una flor en un jarrón, ahora, como sirvienta, Siana podía cambiar muchas cosas. Si barría, los pasillos quedaban limpios; si plantaba semillas, flores hermosas florecían en el jardín. Si amasaba masa, se horneaban galletas dulces; si lavaba ropa, las sábanas quedaban limpias y con buen olor.
Entre todos estos cambios, lo que más la impresionaba era la pequeña princesa a la que ahora servía. Aris, quien antes siempre estaba despeinada y con una mirada feroz, ahora vestía un delicado vestido y sonreía radiante como el sol.
Recordando esa imagen, Siana continuó hablando.
—Ahora soy más feliz que cuando era una princesa.
Eso no tiene sentido.
El rostro de Kirian se llenó de desconcierto. Kirian negó con la cabeza.
—Eso no puede ser. ¿Cómo podría alguien que fue una princesa estar satisfecha con la vida de sirvienta? Sin duda, está equivocada.
—…
—Princesa, por favor, salga del palacio de inmediato. Yo me encargaré de cuidarla. Cuando lleve una vida cómoda, se dará cuenta de lo que es la verdadera felicidad.
Kirian estaba a punto de hablarle a Siana sobre los planes que tenía para ella: una habitación en el hotel más lujoso, cinco sirvientas, vestidos deslumbrantes y joyas. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, Siana habló.
—¿Intentas controlarme a tu antojo, Kirian?
—¡…!
Kirian abrió los ojos de par en par al escuchar la voz baja de Siana. Ella continuó mirándolo con ojos claros y decididos.
—Mi país ha sido pisoteado y mi título de princesa, que solo era una fachada, lo he dejado atrás. Ahora solo soy una sirvienta. Pero eso no te da ningún derecho para controlarme.
—…
—Te lo diré por última vez: no te preocupes más por mí.
No era una petición amable como antes, sino una orden clara. Kirian no pudo decir nada al ver a Siana mirarlo con ojos severos. Un silencio asfixiante se apoderó del ambiente entre ellos.
Fue Kirian quien rompió el silencio primero.
—… He sido presuntuoso, princesa.
—…
—Haré lo que la princesa diga.
Siana no dijo nada al ver a Kirian hablar con un rostro lleno de sufrimiento. Simplemente bajó la mirada y lo observó. Su expresión era la de una princesa altiva y estricta.
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Después de que Siana se fue, Caroline, que había dado espacio, regresó a la habitación. Kirian, quien antes movía la cola emocionado como un zorro joven que encontró a su dueño, ahora estaba sentado con el rostro abatido.
—¿Qué pasa con tu cara? ¿Siana te ha dado una buena lección?
Caroline había hecho el comentario en broma, pero Kirian asintió.
—Algo así.
—Vaya.
Caroline, que parecía lamentar no haber presenciado la escena, murmuró mientras Kirian la miraba.
—La princesa rechazó mi oferta. Dijo que se quedaría como sirvienta en el palacio imperial.
No puede ser. ¿Está loca?
Pero pronto Caroline entrecerró los ojos y murmuró.
—Bueno, en realidad lo entiendo un poco.
—…
Caroline recordó a Siana de las veces que la había visto en el reino de Asilond. La Siana de entonces tenía una expresión melancólica, como un buey esperando ser llevado al matadero. Sin embargo, la Siana que había visto aquí estaba mucho más viva.
Aunque su apariencia era más humilde que cuando era princesa.
Kirian, sin embargo, parecía no comprender ese cambio, y su rostro reflejaba tristeza. Caroline, frustrada, le dio un golpecito en la frente con el dedo.
—Parece que estás confundido, pero Siana es alguien que soportó con firmeza el maltrato de una cruel reina. Además, ¿cómo lo ves ahora? A pesar de que todos los miembros de la familia real de Asilond murieron, ella sobrevivió sola.
Cuando Kirian iba a decir que Siana le daba pena, Caroline lo interrumpió.
—Es una persona extraordinaria.
—¡…!
—Es mucho más fuerte que un niño mimado como tú, que se la pasa lloriqueando con mamá o conmigo. Así que deja de molestar a la princesa que está viviendo bien y dedícate a tu propia vida, ¿de acuerdo?
El rostro de Kirian se sonrojó ante las palabras de su hermana.
—¡Yo nunca la he molestado!
—Si ella ya ha dicho que está bien, entonces insistir es molestarla.
—¡No la he molestado! ¡Solo me preocupaba por ella!
—Eso es lo que tú piensas.
—…
Kirian miró a Caroline con ojos llenos de irritación, pero no dijo nada más.
Esa noche, Kirian tomó una decisión definitiva.
Decidió no preocuparse más por Siana y abandonar la capital.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
La mañana en que Kirian iba a dejar la capital, Siana apareció frente al hotel. Kirian abrió los ojos sorprendido.
—¡Princesa!
Siana bajó las cejas y sonrió.
—Fui algo dura la última vez, pero quería despedirme adecuadamente.
—Ah…
—Adiós, Kirian. Te deseo lo mejor y que siempre goces de buena salud.
—…
Kirian, que había estado observando a Siana, pareció torcer el rostro por un momento y luego se arrodilló ante ella. Siana lo miró sorprendida mientras Kirian hablaba.
—Respetaré su deseo de vivir como sirvienta, princesa. Pero aparte de eso, siempre será una persona valiosa y querida para mí.
—…
—Si alguna vez llega el día en que necesite mi ayuda, solo dígamelo. Estaré allí para usted.
—…Sí, lo haré.
Siana respondió brevemente y sonrió con los ojos entrecerrados.
—Gracias, Kirian.
Era una sonrisa que Kirian había visto innumerables veces en el pasado. Caroline, que había estado observando la escena, puso una cara como si hubiera visto algo que no quería ver y dijo:
—Vámonos ya.
Con una expresión de pesar, Kirian subió al carruaje.
Pronto, el carruaje en el que iban Kirian y Caroline empezó a alejarse. Siana se quedó de pie observándolo durante un largo rato, hasta que el carruaje que se alejaba ya no pudo verse.
—¿Hasta cuándo piensas quedarte aquí parada?
—Eso mismo me pregunto.
Siana respondió sin pensarlo, y enseguida soltó un grito de sorpresa. Fue porque quien le había hablado no era otro que Rashid.
—¿Qué… qué hace Su Alteza aquí?
—Eso mismo me pregunto.
Rashid le respondió con las mismas palabras que ella acababa de usar. Con una mirada que parecía decir ‘No estoy bromeando’, Siana miró a Rashid, quien se encogió de hombros.
—Simplemente… estaba dando un paseo.
—¿Me está diciendo que el príncipe heredero vino hasta un hotel tan lejos del palacio imperial solo para dar un paseo? ¿Y a estas horas tan tempranas?
—…
Siana soltó un pequeño suspiro al ver a Rashid desviar la mirada tras decir algo que evidentemente era sospechoso. Siana se quitó el chal que llevaba alrededor del cuello y lo enrolló en la cara de Rashid.
—Le dije que si iba a salir sin escolta, siempre debía cubrirse el rostro.
Aunque era temprano y no había muchas personas, los transeúntes que pasaban por la calle echaban miradas furtivas hacia Rashid. La mayoría eran por la pura curiosidad de ver a un hombre increíblemente hermoso, pero podía haber alguien entre ellos que lo reconociera como el príncipe heredero y albergara malas intenciones.
Y aunque hubiera alguien así, no me importaría…
Rashid era fuerte. Y Sol, el caballero guardián que estaba a diez pasos de distancia fingiendo ser un transeúnte más, también era fuerte. Podrían deshacerse de varios asesinos sin siquiera parpadear.
Aun así, a Rashid le agradaba que Siana se preocupara por él, así que obedientemente cubrió su rostro con el chal que ella le había dado. Con solo sus ojos asomando entre el chal, Rashid preguntó:
—¿Ese tipo se ha ido definitivamente?
Siana supo de inmediato a quién se refería y asintió con la cabeza.
—Sí.
—Se ha marchado sin problemas. Pensé que, incluso si no querías irte, insistiría llevándote a la fuerza.
Rashid había seguido a Siana desde temprano preocupado por esa posibilidad. Ella frunció el ceño como si lo que él dijera no tuviera sentido.
—No es así. Kirian tiene una tendencia a hacer lo que quiere, pero siempre me escucha.
Las palabras de Siana, llenas de firme convicción, hicieron que los ojos de Rashid se estrecharan.
—¿Qué tipo de relación tienen ustedes dos?
Resultaba difícil verlos como una princesa y su sirviente. Siana, tras pensarlo por un momento, sonrió traviesamente.
—Digamos que somos amigos que compartieron un espacio secreto.
—…
Hubo un momento de silencio entre ellos.
Luego, Siana, con una expresión de alarma, agarró el brazo de Rashid.
—¡No, no puede ser, Alteza!
—… ¿Qué no puede ser?
—No lo sé, pero siento que está pensando en algo que una persona nunca debería pensar.
¿Cómo lo supo?
Rashid estaba lamentando haber dejado marchar a Kirian tan fácilmente.
Me molestaron las cosas que dijo sin saber su lugar, pero como lo hizo por Siana, decidí ser indulgente… ¿Por qué habré pensado algo así?
Debería haber hecho lo que quería.
Al ver la mirada sombría de Rashid, Siana dio un pequeño brinco.
—¡Le digo que no, por favor, contrólese!
—…Si me controlo, ¿qué me darás a cambio?
Siana quedó atónita por su descaro.
¿Estamos en una situación en la que yo debería darle algo?
Por un momento, quiso decirle que hiciera lo que quisiera, que ella no lo detendría, pero se contuvo. Sentía que decir algo así sería un error garrafal.
Así que, después de un breve momento de reflexión, Siana se puso de puntillas. Extendió el brazo y colocó la mano sobre la cabeza de Rashid.
—¡…!
Rashid abrió los ojos en sorpresa, mientras Siana le decía:
—Lo alabaré.
—…
—¿No es suficiente con esto? A la princesa Aris le encanta cuando hago esto…
—Me gusta.
—…
—A mí también me gusta. Así que, sigue haciéndolo, elogiándome.
Mientras decía eso, Rashid se inclinó ligeramente de rodillas. Siana casi se echó a reír al ver eso.
Parece un perro grande agachando la cabeza, pidiendo que lo acaricien.
Riéndose para sí, Siana acarició la cabeza de Rashid. El fino cabello plateado que tocaba su palma se sentía suave.
El viento sopló.
Suavemente…
En el aire, se percibía un fuerte aroma a rosas.
Tum, tum, tum.
En ese instante, ¿de quién eran los latidos del corazón que resonaban?
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