⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Siana miró a Rashid con una expresión complicada. Siempre pensó que nunca podría entender lo que Rashid estaba pensando. Pero ahora no era así. La emoción en los ojos del hombre que le entregaba el ramo de flores era pura y simple. Amor.
… Sí, amor.
Eso hizo que el corazón de Siana se enfriara. Era un sentimiento demasiado abrumador para ella. Cuando Siana lo miró en silencio, Rashid frunció el ceño.
—¿Qué pasa? ¿No te gustan estas flores?
En su rostro, que siempre había mostrado confianza, ahora aparecía una leve inseguridad. No parecía en absoluto el Príncipe de Sangre, ni el hombre más cercano al trono, sino alguien inocente. Siana lo miró y, como si hubiera tomado una decisión, abrió la boca para hablar.
—Me gustan las flores. Pero no quiero aceptar estas.
Rashid abrió los ojos sorprendido y preguntó, con un poco de retraso.
—…¿Qué significa eso?
—En los últimos días, Su Alteza ha venido al Palacio Ruby varias veces al día. Francamente, me resulta abrumador. …Temo que se difundan rumores de que hay una mujer que le interesa a Su Alteza en el Palacio Ruby.
En algún momento, todos los demás se habían ido, y solo ellos dos permanecían en el jardín del Palacio Ruby. En el jardín, lleno de hojas verdes, reinaba un silencio momentáneo. Rashid fue el primero en hablar.
—…¿No debería hacerlo?
Su voz temblorosa, algo inusual en él, hizo que Siana respondiera con una voz clara.
—No.
—¿Por qué?
—Tal vez para Su Alteza no sea algo importante. Es común que un hombre de noble cuna exprese interés por una mujer de estatus inferior al suyo. La gente no le da mucha importancia. Se ríen diciendo que un hombre aburrido se está divirtiendo con una mujer ingenua, o se lamentan diciendo que no pueden creer que esté tan encaprichado con una mujer así.
—…
—Pero para la mujer, las consecuencias no son tan triviales.
Una mujer maliciosa que intenta seducir a un hombre con todas sus fuerzas. Una mujer vulgar que entrega su cuerpo y su alma porque codicia el poder del hombre. Se le adhiere una etiqueta horrenda para siempre, arruinando su vida. Si esto sucede con un hombre noble común, ¿qué pasaría si el Príncipe Heredero es el involucrado?
—Si se corre el rumor de que Su Alteza me considera especial, ya no podría vivir como una simple dama de compañía. No importa cuál sea la verdadera relación entre nosotros.
La voz de Siana era suave y cálida como de costumbre. Sin embargo, había una firmeza en su tono. Una súplica para que él no se acercara más a ella. Rashid pensó con una expresión atónita.
Sol tenía razón.
Parece que la he perseguido demasiado insistentemente, al punto de que ella se siente abrumada.
Solo quería ver a Siana, porque me hacía muy feliz verla… eso es todo.
No pensó seriamente en cómo podría parecerle a otros. No, no lo hizo. Como Siana dijo, Rashid no le dio importancia. No le importaba lo que la gente dijera, para Rashid, eran como el zumbido de un insecto.
Pero para ella, definitivamente no fue así.
Cuando llegó a esa conclusión, su rostro se puso rojo de vergüenza. Rashid habló con una expresión desconcertada.
—…No pensé lo suficiente.
—…—
—Te hice sentir incómoda.
Siana lo miró en silencio. Rashid continuó, sin poder controlar sus emociones.
—De ahora en adelante, seré más cuidadoso. Volveré a ser como antes…
Hasta allí, Rashid se detuvo, incapaz de continuar. ¿Cómo volvería a ser como antes? Aunque últimamente no había estado en su sano juicio, sabía mejor que nadie cómo se sentía. Todo el día deseaba ver a Siana. Quería escuchar su voz. Al verla, su corazón latía con fuerza, sonreía, quería abrazarla, besarla. ¿Y ahora quiere volver a cómo eran las cosas antes?
Solo un simple afecto, como tratar a un pequeño animal, divirtiéndose con bromas infantiles.
Absurdo.
Era imposible. Rashid se encontró con los ojos de Siana. Con una expresión de angustia, Rashid habló.
—No podemos volver a como éramos antes.
—¡…!
Rashid sonrió, mirando a Siana, quien abrió los ojos con sorpresa.
—Lo siento.
—…
Esa sonrisa era tan triste que Siana no pudo decir nada.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Rashid dejó el Palacio Ruby sin siquiera beber el té de Siana que tanto le gustaba. En el lugar donde se fue, quedó el ramo de flores que Siana nunca aceptó. Como una representación de su amor no correspondido. Una semana después, Aris, incapaz de contener su curiosidad, preguntó con expresión intrigada:
—Siana, ¿qué le dijiste a mi hermano para que ese hombre, que venía tres veces al día, ahora ni siquiera se asome por aquí?
Así es. Rashid no había ido al Palacio Ruby en los últimos días. Era un hecho sorprendente.
—¿Acaso le dijiste que no lo soportabas y le diste una bofetada?
Nini y Nana se pusieron serias ante las palabras crueles que Aris soltó.
—¡Dios mío! ¿Cómo podríamos golpear ese hermoso rostro?
—Pero, aunque Su Alteza recibiera una bofetada, seguiría siendo sexy.
Al escuchar esto, Aris frunció el ceño.
—Ustedes dos, ¿siempre están de parte de mi hermano? ¿Les gusta tanto?
Nini y Nana se pusieron serias como si no entendieran de qué estaba hablando.
—No es eso, simplemente es porque él es el hermano de la princesa.
—Tiene esos brillantes ojos color violeta y unos rasgos tan delicados como una escultura.
—Pero, por supuesto, para nosotras, la princesa es cien veces más hermosa.
—¿Cien veces? No, es mil veces más bella.
Los incesantes elogios de las dos dejaron a Aris atónita por un momento. Sin embargo, recuperándose rápidamente, Aris miró a Siana, como pidiéndole una respuesta a la pregunta anterior.
Siana frunció el ceño y respondió.
—No le di una bofetada, ni le dije nada tan insolente como que no volviera. Solo le pedí cortésmente que tuviera cuidado para que no surgieran comentarios extraños entre la gente.
Aris suspiró suavemente y murmuró.
—Mi hermano no es el tipo de persona que se alejaría solo por escuchar algo así, es raro.
Sin embargo, no reflexionó mucho sobre ello. Pronto, Aris sonrió brillantemente.
—De cualquier manera, me alegra que mi hermano, que siempre estaba interfiriendo en todo, ya no venga. ¡Vamos a divertirnos nosotras solas!
Los ojos de Nini y Nana brillaron.
—¡Sí! ¿Qué hacemos hoy?
—¿Qué tal si jugamos a cambiarle el atuendo a la señorita Siana?
Aris gritó emocionada.
—¡Estoy de acuerdo!
Desde el banquete de las rosas, las tres se habían divertido mucho vistiendo a Siana. Mientras las tres reían y hablaban sobre cómo arreglar a Siana, ella, en cambio, tenía sentimientos encontrados.
Rashid no le había impuesto sus sentimientos. Tampoco le había confesado su amor. Simplemente había venido a verla y le había sonreído. Con una mirada llena de amor. Y ella lo había rechazado fríamente.
El rostro de Rashid en ese momento todavía estaba claro en su memoria.
Era un rostro herido.
Quizás Rashid no se limitó a sentirse molesto. Es posible que sintiera una profunda humillación y resentimiento hacia la dama de compañía que se atrevió a rechazarlo.
Cuando llegó a esa conclusión, Siana sintió un frío recorrer todo su cuerpo. Sin embargo, afortunada o desafortunadamente, no tuvo tiempo de quedarse atrapada en esos sentimientos. Una noticia impactante llegó al Palacio Ruby.
—La Emperatriz Viuda se ha desmayado.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Aris se dirigió al palacio de la Emperatriz Viuda junto con Siana. Una dama de compañía cercana a la Emperatriz Viuda, que esperaba con una expresión seria, las recibió.
—Bienvenida, Princesa.
—¿Cómo está Su Majestad?
—Afortunadamente, el médico real ya la ha atendido y ahora está descansando. Me pidió que la llevara a su habitación en cuanto llegara.
Aris asintió y siguió a la dama de compañía. Como la Emperatriz Viuda quería hablar a solas con Aris, Siana esperó afuera.
Cuando la dama de compañía abrió la puerta, Aris tuvo muchos pensamientos.
Últimamente, la salud de la Emperatriz Viuda no se veía muy bien.
Aun así, Aris no se lo tomó demasiado en serio. La Emperatriz Viuda siempre había sido estricta y llena de dignidad, por lo que la joven nieta no sentía la necesidad de preocuparse prematuramente.
Pero…
—¿Abuela?
Aris murmuró con una voz pequeña. En la habitación oscura, donde las cortinas estaban cerradas, la Emperatriz Viuda estaba acostada en la cama, con el rostro pálido. La Emperatriz Viuda abrió los ojos lentamente.
—Has venido, Aris.
La voz que siempre había sido firme ahora era débil. Incluso sus ojos, que solían imponer respeto a los demás, estaban apagados.
Ante la imagen tan diferente de la Emperatriz Viuda, Aris se quedó sin palabras por un momento. La Emperatriz Viuda frunció el ceño mientras miraba a su nieta, que se había quedado congelada.
—No pongas esa cara. Es natural que, a mi edad, empiece a dolerme todo.
Aris habló a la Emperatriz Viuda, que intentaba sonar alegre, como si quisiera consolar a su joven nieta.
—¿Qué es lo que te duele?
La Emperatriz Viuda guardó silencio por un momento antes de responder,
—Es una enfermedad cardíaca. Una antigua dolencia. Había mejorado mucho desde que te conocí, pero últimamente ha vuelto a empeorar.
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