⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Cuando Rashid llevaba tres años como Emperador, habló con una voz cálida y tranquila.
—Tomaré a Siana Asilond von Sylith como mi Emperatriz.
Siana era extranjera. Además, el Reino de Asilond había caído, por lo que llamarla princesa real era algo ambiguo.
Aun así, nadie podía objetar aquellas palabras.
Durante los últimos tres años, Siana había logrado más que nadie.
Como primera ministra de Nuevo Asilond, fortaleció la nación. Además, cultivó y comercializó con éxito una misteriosa flor con propiedades curativas, amasando una inmensa fortuna.
Pero eso no era todo.
Como prometida de Rashid, había desempeñado innumerables funciones.
Participó activamente en la alta sociedad, fortaleciendo las relaciones con la nobleza, y estableció escuelas y bibliotecas para los plebeyos.
—¡Viva la princesa Siana!
—No, no, hay que llamarla ministra.
—No, no, ahora hay que llamarla Su Majestad la Emperatriz.
Aunque el título aún no estaba del todo claro, lo cierto era que los ciudadanos del Imperio recibieron con alegría a Siana como Emperatriz.
Lo mismo ocurrió con el pueblo de Nuevo Asilond.
Sabían los grandes beneficios que traería para su país que Siana se convirtiera en Emperatriz del Imperio.
La única excepción fue Vera, la asistente de Siana, quien exclamó con el rostro indignado:
—¡Casarse con un hombre cuya única cualidad es poseer la mayor riqueza y tierras del continente, además de un rostro y cuerpo decentes…! ¡Nuestra princesa Siana merece mil veces más!
Siana, mientras daba palmaditas en la espalda de Vera, que sollozaba borracha, pensó:
—Después de todo, ha valido la pena trabajar sin descanso durante tres años.
Por fin podía casarse con la bendición de todos.
—¡Tal y como lo deseaba!
Siana mostró una sonrisa radiante como la luz del sol.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
En ausencia de la Emperatriz Viuda, quien organizó la boda fue la Emperatriz anterior, Angelina.
Ella se ocupó de los preparativos con meticulosidad y dedicación, como si se tratara de la boda de su propio hijo.
—A Siana no le gustan las cosas demasiado ostentosas, así que el vestido debe ser simple pero elegante. Ah, y que tenga la menor cantidad de escote posible. No sabemos qué desastre podría ocurrir si Su Majestad el Emperador se emociona demasiado.
—El atuendo de Su Majestad el Emperador debe ser lo más lujoso posible. Quiere lucir más hermoso que nadie frente a Siana.
La boda se celebró el día en que los cerezos en flor alcanzaron su máximo esplendor.
El palacio imperial, adornado con brillantes joyas y flores resplandecientes, se llenó de invitados.
Miembros de la familia imperial, nobles y senadores de Nuevo Asilond asistieron con el rostro ilusionado, esperando a los protagonistas del día.
Momentos después, con la majestuosidad de la música de fondo, el joven Emperador y la Emperatriz hicieron su aparición.
Rashid y Siana, tomados de la mano y con coronas doradas en la cabeza, parecían la imagen perfecta de un cuadro.
El pueblo exclamó con sinceridad:
—¡Viva Su Majestad el Emperador!
—¡Viva Su Majestad la Emperatriz!
—¡Que vivan juntos por cientos y miles de años y protejan el Imperio!
Las palabras de bendición llenaron el vasto palacio imperial.
Siana observó a la multitud que la vitoreaba con una suave sonrisa.
Sin embargo, al instante frunció levemente el ceño.
—La princesa Aris no ha venido después de todo.
Cuando Aris se enteró de la boda entre Siana y Rashid, se sintió terriblemente dolida.
Durante días, en lugar de beber licor fuerte, tomó tazas de chocolate caliente mientras sollozaba sin parar.
Hasta que, la víspera de la boda, fue a ver a Siana y le dijo:
( Lo siento, Siana. No creo que pueda asistir a tu boda. Si te veo vestida de novia, no podré contener el llanto. Y luego, me lanzaré sobre mi hermano y lo agarraré del cuello exigiéndole que te devuelva. …No quiero arruinar tu boda. )
Siana la consoló, diciéndole que hiciera lo que quisiera.
Solo deseaba que el corazón de Aris sanara, aunque fuera un poco.
Aun así, no poder verla en este día me entristece un poco.
Justo cuando Siana pensaba eso con melancolía, abrió los ojos de par en par.
Entre la multitud, apareció Aris.
Vestida con un deslumbrante vestido rojo, Aris se veía radiante y hermosa.
Era difícil creer que solo tenía trece años.
Tac, tac.
Con pasos decididos, Aris se acercó hasta donde estaban Rashid y Siana, con la mirada fija en su hermano mayor.
—Si haces sufrir a mi Siana, no te lo perdonaré.
Rashid entrecerró los ojos mientras observaba a su joven hermana, que le lanzaba una advertencia amenazante.
—Por supuesto.
¡No lo aceptes con tanta naturalidad! ¡Si reaccionas así, no puedo ni pelear contigo!
Aris miró a Rashid con frustración.
Pero solo por un momento.
Luego, giró la cabeza para mirar a Siana.
Bajo el brillante sol, con su vestido de novia blanco y sosteniendo un ramo de lirios del valle, Siana lucía realmente hermosa.
Aris se lanzó a sus brazos y gritó:
¡No te cases, Siana! Me prometiste que me cuidarías para siempre. Quédate conmigo. ¡Yo te haré feliz! ¡Te amaré más que mi hermano!
…Pero todo eso solo ocurrió en su imaginación.
Aris se contuvo.
Hoy es un día importante para Siana.
No había venido aquí para causarle problemas.
Conteniendo las lágrimas que estaban a punto de brotar, finalmente habló:
—Felicidades por tu boda, Siana.
Siana, con los ojos muy abiertos, la miró sorprendida y luego le dedicó la sonrisa más radiante de todas.
—Gracias, princesa Aris.
Aris abrazó con fuerza a Siana.
A pesar de llevar tacones altos, seguía siendo más baja que ella.
Ese detalle la molestó.
Ojalá hubiera nacido antes que Siana.
Después de despedirse con tristeza, Aris regresó a su asiento entre los invitados.
Quien la recibió fue su hermana, la princesa Grace.
Grace, que en los últimos años se había vuelto aún más robusta, le dijo a Aris:
—Lo hiciste bien. Estuviste increíble.
Solo después de escuchar esas palabras, Aris rompió en llanto.
—¡Huaaang!
Grace movió su sólido brazo musculoso y le dio unas palmaditas en la espalda.
Hasta que la tristeza de su hermana se disipara.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
La boda terminó cuando el sol ya se había puesto.
Después de agradecer a los invitados, Rashid y Siana, tomados de la mano, entraron en el palacio imperial.
La cámara nupcial, que usarían juntos a partir de ahora, estaba preparada en la parte más interna del palacio.
Tradicionalmente, el Emperador y la Emperatriz debían prepararse para su primera noche con la ayuda de las doncellas.
Pero Rashid, con voz suave, dijo:
—Salgan todas.
Las doncellas obedecieron de inmediato la firme orden del joven Emperador.
Tan pronto como se marcharon, Rashid se inclinó y susurró al oído de Siana:
—Por fin podemos estar solos.
—¡…!
Su voz era tan suave y sugerente que el rostro de Siana se sonrojó al instante.
Para ser sincera, Siana casi no había sentido nervios durante toda la boda.
Lidiar con los altos nobles del imperio y participar en ceremonias públicas era algo a lo que ya estaba acostumbrada.
Pero…
La primera noche.
Estaba nerviosa.
Y no solo un poco, sino muchísimo.
Siana había sido la prometida de Rashid durante tres años. Además, debido a la lejanía de Nueva Asilond, había vivido en el palacio imperial todo ese tiempo.
Naturalmente, pasaban juntos todos los días.
Cuando estaban a solas, se besaban.
Hubo días en los que compartieron caricias más íntimas.
Pero nunca habían llegado más allá.
¿Qué hago? No puedo calmarme.
Siana tragó saliva y miró a Rashid, que la observaba fijamente.
Pero, a diferencia de ella, Rashid parecía completamente tranquilo.
Al darse cuenta de eso, Siana infló ligeramente los labios sin darse cuenta.
Rashid acarició sus labios fruncidos y preguntó:
—¿Por qué pareces un patito?
—Solo yo estoy nerviosa. ¿Su Majestad está completamente calmado?
—¿Eso crees?
Rashid sonrió y tomó la mano de Siana, colocándola sobre su pecho.
Los ojos de Siana se abrieron de par en par.
Debajo de su pequeña palma, pudo sentir los latidos de su corazón.
¡Thump!
¡Thump!
¡Thump!
Su corazón latía con tanta fuerza que casi parecía que podría estallar en cualquier momento.
Con voz baja, Rashid susurró:
—No dormí nada anoche. No podía creer que por fin iba a casarme contigo.
Desde el momento en que ascendió al trono, Rashid había querido casarse con Siana.
Pero se contuvo.
Porque Siana le había pedido que esperara hasta que ella pudiera considerarse digna de estar a su lado.
—La verdad, aún no puedo creerlo. Que ahora soy tu esposo, que tú eres mi esposa.
—……
—¿Me ayudarías a confirmar que es real?
Su voz era tan dulce que parecía estar impregnada de miel.
Siana, con el rostro tan rojo como una manzana, miró a Rashid y asintió.
En ese instante, Rashid la besó.
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