⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¡Mamá!
El desgarrador grito de Iris resonó en el pasillo.
El primero en reaccionar fue Rashid, quien estaba justo al lado de Siana. La levantó en brazos sin dudarlo y corrió hacia el médico del palacio.
Iris, llorando a mares, los siguió de cerca.
El médico, tras examinar a Siana, habló con rostro serio.
—El bebé está por nacer. Debemos trasladarla de inmediato a la sala de partos.
Siana, aún en los brazos de Rashid, fue llevada a la sala que ya estaba preparada con anticipación.
Por tradición, los hombres debían salir de la habitación durante el parto. Pero Rashid no se movió de su lado y sostuvo con firmeza la pequeña y suave mano de Siana.
Tal como lo hizo cuando nació Iris.
A Siana también le gustaba que estuviera allí.
Si el hombre más fuerte y amado del mundo estaba a su lado, el miedo disminuía un poco.
Pero Iris debe estar aterrada.
Por muy madura que fuera, presenciar un parto sería demasiado para una niña.
Por eso, Siana reunió fuerzas y le habló a Iris, quien había llegado hasta allí con el rostro cubierto de lágrimas.
—Iris, espera afuera.
—No, quiero quedarme con mamá…
—Iris… M-mamá está sufriendo mucho ahora.
El tono de su voz era completamente diferente al habitual.
Iris comprendió de inmediato.
Su presencia allí solo hacía que su madre se sintiera aún peor.
—Está bien… Saldré.
—… Gracias, mi niña.
Siana sonrió entre jadeos.
Iris, grabando esa imagen en su mente, salió de la habitación junto a su niñera.
—Su Alteza, el parto tomará mucho tiempo. ¿Por qué no regresa a su habitación y espera allí?
La niñera intentó persuadirla, pero Iris negó con la cabeza con vehemencia y permaneció de pie frente a la puerta.
La niñera, que ya conocía la terquedad de Iris, suspiró y trajo una silla.
Iris juntó sus pequeñas manos y se sentó.
Desde el otro lado de la gran puerta se escuchaban los gritos de dolor de su madre.
—¡Aaaah!
Los ojos de Iris comenzaron a llenarse de lágrimas.
¿Y si mamá muere?
No, eso no pasará.
El palacio cuenta con los mejores médicos del continente y con flores capaces de curar cualquier enfermedad.
Estará bien.
Iris intentó pensar de manera racional, pero las lágrimas brotaron de sus ojos mientras unía con fuerza sus manos.
Dios, por favor, no dejes que mamá sufra.
Era la primera vez en su vida que Iris oraba.
No sabía cuánto tiempo había pasado cuando, de repente…
—¡Uaaah!
El llanto de un bebé traspasó la puerta.
En ese mismo instante, una doncella salió de la habitación con un delantal manchado de sangre. Era Chuchu.
Con el rostro cubierto de sudor, anunció con voz firme:
—¡Ha nacido un príncipe sano! ¡Su Majestad la Emperatriz también está a salvo!
En cuanto escuchó esas palabras, Iris entró corriendo a la habitación.
Lo primero que vio fue a Rashid.
Aunque Siana había dado a luz, por alguna razón, el rostro de Rashid estaba pálido y su cabello plateado revuelto como si hubiera enloquecido.
Pero Iris apartó la mirada de inmediato.
Su padre era el hombre más fuerte del mundo, así que no tenía que preocuparse por él.
Solo le importaba su madre.
El rostro de Siana, acostada en la cama, parecía haber adelgazado en cuestión de horas.
Cuando Iris, incapaz de decir una sola palabra, comenzó a derramar lágrimas, Siana sonrió y abrió los brazos.
Iris, con los ojos rojos como un conejo, la miró fijamente antes de correr hacia ella de un salto.
Siana la abrazó con suavidad y la tranquilizó mientras le acariciaba la espalda.
—Mamá está bien. Así que no llores, mi niña.
Su voz reflejaba una profunda preocupación por Iris.
Al final, la pequeña rompió a llorar en el abrazo de su madre.
—¡Huaaa!
Desde que era un bebé, Iris no solía llorar.
A los tres años, casi dejó de hacerlo por completo.
En parte por su orgullo y carácter audaz, y en parte porque creía que, como princesa, debía comportarse con dignidad.
Para que una niña tan madura llore así… Debió asustarse muchísimo.
Justo cuando Siana se sintió conmovida por su hija y estuvo a punto de llorar también…
—¡Uaaah!
Se escuchó un llanto más pequeño y suave.
Rashid, que sostenía al bebé en brazos, habló mientras lo balanceaba.
—Parece que dejó de llorar por un momento, pero al escuchar a su hermana, empezó de nuevo.
Las lágrimas de Siana se disiparon al instante y soltó una risa.
Aún abrazando a Iris, la miró con ternura y dijo:
—Ahora que lo pienso, aún no han saludado. Saluda a tu hermano, Iris.
—…….
Iris no quería ver su rostro.
¡Por su culpa mamá sufrió tanto!
Pero al ver los ojos brillantes de su madre, no pudo negarse.
Con un leve giro de cabeza, echó un vistazo.
Rashid se acercó con el bebé en brazos.
No hace falta mirarlo. Seguro que es feo.
Si había heredado los rasgos de sus padres, era poco probable que fuera desagradable a la vista.
Pero para Iris, sin duda, sería el bebé más horrible del mundo.
Porque odio a mi hermano por hacerle daño a mamá.
Pero…
En el momento en que vio su rostro, los ojos de Iris se abrieron de par en par.
Una carita redonda y blanca como la masa de harina, unos ojos verdes ligeramente caídos, unos labios pequeños como cerezas.
¡Se parece a mamá!
No, no solo se parecía.
Era como si hubieran clonado a Siana en versión bebé.
Como si su madre hubiera encogido y se hubiera convertido en un recién nacido.
Es… adorable.
De repente, todo el rencor y el resentimiento que había sentido hasta entonces se desvanecieron como nieve derritiéndose al sol, dando paso a un nuevo sentimiento.
Era amor.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
—¡Waaaah!
No fueron la experimentada niñera ni los amables padres quienes acudieron primero al llanto del bebé.
Fue Iris.
Iris, que estaba leyendo un libro en la habitación del bebé, reaccionó más rápido que nadie ante su hermanito.
—Elias, ¿tienes hambre?
Iris tomó el biberón que le dio una doncella y se lo ofreció a Elias.
En solo unos meses, Elias se había vuelto aún más blanco y puro, y su boquita succionaba con entusiasmo la mamila.
Iris lo observaba con satisfacción.
—¡Waaaah!
Una vez más, la primera en reaccionar al pequeño quejido de Elias fue Iris.
—Ah, te hiciste popó.
Con sus pequeñas manos, Iris limpiaba hábilmente el trasero del bebé, enrollaba el pañal sucio y le ponía uno nuevo.
También lo bañaba.
Dentro de la bañera llena de espuma tan esponjosa como las nubes, Iris y Elias asomaban sus caritas, sentados juntos.
Elias, encantado, chillaba de alegría mientras Iris lo frotaba con esmero, como si fuera su más preciado tesoro.
También dormían juntos.
—Duerme bien, mi hermanito. En el jardín delantero y en la colina trasera…
Iris le daba suaves palmaditas en su pequeño pecho mientras le cantaba una canción de cuna.
Pronto, Elias cabeceó y cerró los ojos lentamente.
Al verlo, Iris no pudo contenerse y lo abrazó con fuerza mientras reía.
—Mi lindo hermanito, como una masa de harina con tres garbanzos por ojos. ¡Te amo!
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Clac.
En la oscura noche, la puerta se abrió.
Los que entraron con cautela fueron Rashid y Siana.
A la luz de la luna brillante, vieron a los niños dormidos.
Sobre la gran y mullida cama, Iris y Elias dormían profundamente juntos.
A diferencia de Elias, que dormía con el chupete en la boca y los brazos en alto en total relajación, Iris yacía con las piernas extendidas rectamente y las manos cruzadas sobre su pecho.
Era la viva imagen de la ‘postura de sueño elegante de la realeza’.
Rashid entrecerró los ojos y comentó:
—Es mi hija, pero no es una niña común. Sin duda, será alguien extraordinaria.
Siana rió suavemente y asintió con la cabeza.
Mientras observaba a sus hijos dormidos, dijo:
—A diferencia de lo que temía, se llevan bien. Aunque Iris cuida de Elias hasta un punto casi exagerado.
A diferencia de la preocupada Siana, Rashid respondió con una expresión indiferente.
—No se puede evitar. Iris se parece a mí en apariencia, gustos y personalidad.
—…
—No muestra interés en los demás, pero cuando ama a alguien, lo da todo por esa persona. Su único deseo es la felicidad de quien ama.
Era un amor intenso, pero nunca retorcido.
Nunca haría daño a la persona amada.
—Así que Iris cuidará bien de Elias. Quizás de una manera más peculiar que una hermana común, pero lo hará.
Siana bajó las cejas con una sonrisa.
—Si es así, me alegra.
Rashid la miró fijamente y entrelazó sus dedos con los de ella.
—Dicho esto, esta noche quiero cuidar de ti con todas mis fuerzas…
¡¿Por qué decía eso con una mirada tan insinuante?!
El rostro de Siana se sonrojó.
Sin embargo, en lugar de empujar a su marido y preguntarle qué decía, respondió con coquetería:
—Hágalo, entonces.
Los ojos de Rashid cambiaron de inmediato.
La tomó en brazos y salió de la habitación.
Mientras caminaban por el pasillo en una pose increíblemente amorosa, las doncellas, que se habían escondido en un rincón en un abrir y cerrar de ojos, comenzaron a murmurar entre ellas.
—Ahí van otra vez.
—Seguro que pronto habrá otro bebé.
—Bueno, eso sería bueno. Como Su Majestad solo tiene ojos para la Emperatriz, los nobles que se quejan de la falta de herederos imperiales dejarán de protestar.
—¡Oremos por el tercer hijo!
Mientras las doncellas los animaban fervientemente, la puerta de la habitación de Rashid y Siana se cerró con un fuerte golpe.
[ FIN DE LA PRIMERA PARTE DE LOS SIDE STORIES ]
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