⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Siana escupió el té que estaba bebiendo.
—¿Por qué preguntas algo así?
Grace le limpió la comisura de los labios con un pañuelo y respondió:
—Desde la primera noche, las cosas entre ustedes dos se han enfriado. Desde entonces, ni siquiera duermen juntos.
Chuchu, con expresión cautelosa, añadió:
—Por eso se rumorea entre las doncellas que el Emperador, al no poder contener su ardiente pasión, te causó mucho sufrimiento, y por eso todo está así.
¡Kyaaaaa!
Siana quería gritar, olvidándose de su dignidad como Emperatriz. Si no, quería esconderse bajo las sábanas y patalear.
Sabía que al convertirme en Emperatriz, todos estarían pendientes de cada uno de mis movimientos.
Pero escuchar algo así directamente la hizo sentir terriblemente avergonzada.
Su rostro se puso tan rojo como una manzana en otoño.
Al verla, Grace frunció el ceño. Aunque se sentía mal por incomodar a Siana, sabía que tenía que decirle lo que pensaba.
—Una vez escuché, en secreto, un rumor entre la gente del palacio. Dicen que, aunque mi hermano es increíblemente apuesto, apenas tiene experiencia con mujeres.
Para ser más exactos, no era que tuviera ‘poca’ experiencia, sino que ‘no tenía ninguna’.
Aunque era difícil de creer, era posible que Siana fuera la primera mujer de Rashid.
Grace prefirió no mencionar ese detalle y continuó por otro lado.
—Así que, aunque mi hermano haya sido torpe, intenta entenderlo. Estoy segura de que no quería hacerte daño. Mi hermano realmente te ama.
Chuchu asintió, confirmando las palabras de Grace.
—Así es. Por eso, si algo te molesta, no lo evites y habla con él con sinceridad. Me da miedo que si siguen así, su relación realmente se deteriore.
No solo Chuchu sentía esa preocupación.
Todos en el palacio estaban pendientes de que la relación entre el Emperador y la Emperatriz, recién casados, no se estropeara.
Si esa tensión continuaba, no solo afectaría al palacio, sino a todo el imperio.
Definitivamente, casarse con el Emperador no es algo que cualquiera pueda hacer. Incluso un pequeño problema entre la pareja puede convertirse en un gran escándalo que sacuda a todo el país.
Con un rostro complicado, Siana suspiró.
—Gracias por hablarme de algo tan difícil. Resolveré esto cuanto antes, así que no se preocupen.
Al escucharla, las dos mujeres robustas sonrieron aliviadas.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
A la mañana siguiente, el palacio imperial estaba alborotado. Siana había aparecido.
En especial, el caballero Sol, con el rostro lleno de emoción, gritó:
—¡Espere un momento! ¡Su majestad el Emperador aún está durmiendo, pero lo despertaré de inmediato!
—No es necesario.
—Pero…
Siana sonrió dulcemente y dijo:
—Es la habitación de mi esposo. Me gustaría entrar tranquila.
Sol abrió la boca, sorprendido, y luego asintió.
Siana abrió la puerta con cuidado y entró.
La habitación del Emperador.
La única persona que podía entrar allí sin permiso era Siana.
Caminó unos pasos por la enorme estancia y vio al hombre durmiendo sobre la cama blanca.
Por un momento, Siana se quedó sin palabras.
A la luz de la mañana, el cabello plateado de Rashid brillaba. Su rostro, visible bajo el cabello, era tan hermoso como una escultura, y el cuerpo que se asomaba entre la seda del pijama se veía firme.
Con el rostro sonrojado, Siana murmuró para sí:
—Dios mío, ¿ese hombre es realmente mi esposo?
A veces le costaba creer que esto fuera real.
Siana se acercó un paso más.
Entonces, se arrodilló ligeramente y observó detenidamente el rostro de Rashid.
Hace unos años, Rashid tenía el temido apodo de ‘El Príncipe de Sangre’.
Incluso después de convertirse en Emperador y mostrar un comportamiento infinitamente amable, esa imagen no desapareció del todo.
Era por la intimidante presencia que poseía.
Cuando Rashid fruncía ligeramente el ceño, pensando en qué podría hacer con Siana, la gente a su alrededor palidecía de miedo.
Pero…
Cuando duerme, parece un niño.
Un niño terriblemente hermoso.
Hipnotizada, Siana lo miró fijamente.
No sabía cuánto tiempo había pasado cuando los párpados de Rashid comenzaron a abrirse lentamente.
Unos ojos violetas y brillantes quedaron al descubierto.
Parpadeando con sueño, Rashid susurró:
—¿Siana?
Siana lo miró con sorpresa y luego sonrió mientras fruncía las cejas.
—Buenos días, Rashid.
—¡…!
En ese instante, Rashid extendió sus largos brazos y la atrajo hacia él.
—¡Kyah!
Siana soltó un pequeño grito al verse atrapada bajo Rashid de repente.
Rashid la miró y murmuró:
—Te amo.
Luego, besó la comisura de sus labios.
—Te amo.
Besó la redonda punta de su nariz.
—Te amo.
Su confesión se repitió una y otra vez.
Besó sus mejillas, su frente, la coronilla de su cabeza, cada uno de sus diez dedos, el dorso de sus manos… cubriendo cada parte de ella con sus labios, mientras susurraba sin cesar:
—Te amo.
—……
El rostro de Siana se enrojeció tanto que parecía que iba a explotar.
Rashid la abrazó con tanta fuerza que casi parecía que la rompería y susurró:
—Te amo. Así que, por favor, no me odies.
El corazón de Siana latió con un estremecimiento.
—¿Por qué habría de odiarte, majestad?
—Me has estado evitando desde la primera noche.
—¡…!
—Me preocupaba… Debió dolerte mucho. Debió ser muy difícil para ti.
Esas palabras eran ciertas, así que Siana frunció ligeramente el ceño con molestia.
—Si estabas tan preocupado, ¿por qué no viniste a verme?
Si bien Siana lo había rechazado, no era un rechazo absoluto. Si Rashid hubiera ido al palacio de la Emperatriz, ella habría terminado cediendo y abriéndole la puerta.
Pero él nunca había ido.
Eso le había dolido.
Rashid habló con una voz temblorosa:
—Si lo hacía… ¿y realmente terminabas odiándome?
—No soy una mujer tan fría como para alejar al hombre que amo solo porque me hizo pasar un mal rato por la noche.
—Pero…
Rashid la miró con sus ojos violeta llenos de ella.
—Cuando estamos solos… siento que no podré contenerme. Justo como ahora.
—¡…!
Siana lo miró a los ojos.
En sus pupilas violetas ardía el mismo deseo intenso de aquella noche.
Rashid bajó la mirada con expresión atormentada.
—Lo siento, Siana.
Su voz grave estaba cargada de una profunda culpa. Al mismo tiempo, reflejaba la confusión de no saber qué hacer.
Siana lo observó con una expresión complicada, luego extendió sus manos.
Sus blancos y delgados brazos rodearon el cuello de Rashid. Lo atrajo hacia sí y susurró:
—No digas eso. Fue difícil, sí, pero no lo odié en absoluto. ¿Cómo podría odiar una noche con el hombre que amo?
Los ojos de Rashid se abrieron con sorpresa, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.
—Entonces, ¿por qué me evitaste?
—Eso…
Siana titubeó, incapaz de responder de inmediato.
Un momento después, con el rostro sonrojado hasta las orejas, murmuró:
—Porque me daba demasiada vergüenza verte a la cara.
—……
—Lo siento… Me comporté como una niña y te hice sentir mal.
Siana se disculpó con sinceridad.
Incluso si Rashid se enojaba y la reprendía por ello, estaba dispuesta a aceptarlo.
Pero para Rashid, su disculpa ni siquiera importaba.
Había algo mucho más importante para él.
Con una voz febril, preguntó:
—Entonces… ¿puedo abrazarte otra vez?
—¡…!
Los ojos esmeralda de Siana temblaron con fuerza.
Después de unos instantes, ella asintió lentamente.
Y Rashid se lanzó sobre ella.
Como un lobo que había sido liberado de sus cadenas.
Esa noche, pasaron juntos un momento aún más ardiente e intenso que su primera vez.
Y en esa misma noche… un bebé fue concebido.
Diez meses después, nació una hermosa princesa con cabello plateado y ojos violetas, igual a su padre.
—Es preciosa… Nuestra bebé.
Siana, con lágrimas en los ojos, la sostuvo en sus brazos.
A su lado, Rashid, quien había estado con ella durante todo el parto, sonrió radiante.
—Sí.
El joven Emperador abrazó a su esposa y a su hija con el rostro más feliz del mundo.
En ese momento, sintió el calor más cálido que jamás había experimentado.
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