⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Aris era una bebedora excepcional para su edad.
Además, tenía un sentido del olfato y del gusto muy desarrollado, por lo que podía reconocer cada tipo de vino con facilidad.
Entre los nobles, había muchos que disfrutaban del alcohol tanto como el té.
Se abrían a Aris mientras compartían vino con ella. Algunos, embriagados, revelaban secretos comprometidos, y otros llegaban incluso a comportarse de manera vergonzosa bajo los efectos del alcohol.
Esos momentos se convertían en excelentes puntos de ventaja para Aris y aumentaban su poder.
Pero si le hablo de esto a Siana, seguro que se escandalizará.
Era algo que nunca debía decirle.
Mucho menos ahora que estaba embarazada.
No quiero decepcionar a Siana, que aún cree que solo bebo té con leche.
Por eso, Aris no compartió su secreto con ella y simplemente bebió un sorbo de té.
El suave y dulce sabor del té con leche era realmente delicioso.
—Por cierto, ¿dónde está Iris?
Iris era el nombre de la primogénita de Rashid y Siana.
Siana sonrió y respondió:
—Salió de picnic con Su Majestad.
—¿Un picnic?
—Sí. Siempre salen juntos cuando el clima es tan bonito como hoy. Su Majestad prepara un montón de sándwiches él mismo y se los lleva.
Un picnic con su hija.
Sándwiches preparados personalmente.
Nada de eso encajaba con la imagen de un Emperador.
Por eso, Aris frunció el ceño con desagrado.
—¿Está perdiendo el tiempo de esa manera? ¿Ese hombre sigue fingiendo que trabaja?
Siana negó con la cabeza con vehemencia.
—¡No es cierto! Su Majestad es muy responsable y cumple con sus deberes con gran dedicación.
—Seguro que lo hace por miedo a que lo odies si se muestra como un vago. Si no fuera por ti, habría delegado todos los asuntos del reino en sus subordinados y estaría perdiendo el tiempo jugando con animales pequeños.
No era algo completamente imposible, así que Siana, en lugar de responder, solo bebió un sorbo de té.
Aris preguntó:
—Pero, ¿por qué no fuiste con ellos?
—Porque sabía que la princesa Aris llegaría al palacio en cualquier momento. Has venido desde muy lejos, así que tenía que recibirte personalmente.
—…¿Te preocupaste tanto por mi llegada?
—Por supuesto. Desde el momento en que recibí tu carta, he estado esperando con ansias el día en que vinieras.
Mientras observaba la radiante sonrisa de Siana, el rostro de Aris se sonrojó.
¡Siana es demasiado adorable! ¡Quiero llevármela al Este ahora mismo!
Aris contuvo ese impulso y, en su lugar, bebió su té de un solo trago.
Siana sonrió al verla.
—Además, últimamente mi vientre ha crecido mucho, así que me cuesta salir.
La mirada de Aris descendió hasta el vientre de Siana.
La última vez que la había visto había sido hacía un año.
En ese entonces, Siana era tan delgada que parecía increíble que fuera madre de una niña.
Pero ahora, su abdomen estaba redondeado.
Es asombroso pensar que un bebé está creciendo dentro de su pequeño cuerpo.
Incapaz de asimilarlo del todo, Aris miró fijamente su vientre.
Al notar la intensa mirada, Siana se sintió un poco avergonzada y sonrió con timidez.
—He subido mucho de peso, ¿verdad?
—¿Eh?
Aris abrió los ojos con sorpresa ante el comentario repentino.
Siana continuó hablando.
—Cuando estaba embarazada de Iris, me sentía bien, así que comía de todo y salía a caminar con frecuencia. Apenas aumenté de peso. Pero esta vez, las náuseas han sido tan fuertes que no he podido comer nada aparte de pastel. Además, todo mi cuerpo está hinchado y ni siquiera he podido hacer ejercicio. Por eso, he engordado tanto.
Ante la palabra ‘gorda’, Aris frunció el ceño con severidad.
—¿Gorda? ¿De qué hablas? ¡A lo sumo estás un poco más rellenita!
Aris habló con el rostro lleno de indignación.
—¡Además, tu carita redonda y pálida se ve tan adorable! ¡Pareces un panecillo relleno de crema!
Siana parpadeó sorprendida.
—…¿Eso fue un cumplido?
—¡Por supuesto!
—Bueno, dicho así, me siento un poco mejor.
Siana sonrió, pero Aris no pudo hacerlo.
Era la primera vez que Siana hablaba de ese tema de esa manera.
Con expresión seria, Aris preguntó:
—¿Por qué dices eso? ¿Te ha pasado algo?
Siana no era del tipo de persona que se dejaba afectar fácilmente por esas cosas.
Si veía su reflejo en el espejo y notaba que su rostro estaba más redondeado que el día anterior, simplemente pensaba ‘Oh, me veo más gordita’ y seguía comiendo pastel con tranquilidad.
—Pero esa es solo mi opinión. El mundo no lo ve de la misma manera.
—¿A qué te refieres?
—Pues…
Siana le confesó a Aris lo que le preocupaba.
Rashid era un Emperador devoto de su esposa y, aunque ya era padre de un hijo, seguía siendo joven.
Además, su apariencia era tan perfecta como la de una estatua esculpida.
Por eso, muchas mujeres lo deseaban en secreto.
—Aunque Su Majestad ha declarado públicamente que sólo tendrá una esposa, la nobleza no le cree. Piensan que cuando el tiempo pase y su amor por la Emperatriz se enfríe, encontrará a otra mujer que le guste y la tomará como concubina.
Por eso, las mujeres que albergaban sentimientos por el Emperador se arreglaban con todas sus fuerzas cada vez que se celebraba un banquete en el palacio.
Querían, aunque fuera un poco, captar la atención del joven Emperador.
Pero, a pesar de su meticulosa preparación, ninguna de ellas se atrevía siquiera a acercarse a Rashid.
La razón era Siana, quien permanecía a su lado.
Las mujeres, al verla sonreír radiante como una rosa en pleno verano, se encogían y se rendían sin remedio.
—Pero últimamente, eso ha cambiado.
Siana frunció levemente el ceño y continuó hablando.
—En los banquetes, hay una mujer que se acerca a Su Majestad.
Ante esas palabras, Aris golpeó la mesa con el puño con fuerza.
—¡¿Y lo permitiste?!
Mientras Aris estallaba en furia como una llamarada, Siana permanecía tranquila, serena como un lago en calma.
—Ella solo se acerca a Su Majestad para saludarlo.
Una mirada seductora, acompañada de un intenso aroma a perfume.
No era suficiente para enfurecerse y gritar ¿Cómo te atreves a acercarte a mi hombre?
—Soy la Emperatriz, después de todo.
Si reaccionaba y se enfurecía por cada pequeño detalle, los nobles podrían empezar a decir que la Emperatriz era demasiado celosa.
Siana se sonrojó un poco.
—Ay, no debí haberte contado esto, princesa.
Quizás por el embarazo, últimamente se encontraba diciendo cosas innecesarias.
Se abanicó el rostro enrojecido y continuó.
—Solo lo mencioné porque no tengo a nadie con quien desahogarme, así que no le des importancia. No es nada grave.
Y era cierto.
En una vida tan pacífica como la suya, esto no era más que una pequeña molestia.
Siana tenía asuntos mucho más importantes en los que pensar, como cómo amar aún más a su apuesto esposo y a su angelical hija, o qué políticas implementar para hacer que el Imperio y la República de Nueva Asilond fueran más prósperos.
Pero Aris no lo veía de la misma manera.
Su rostro se oscureció, como si hubiera descubierto el problema más grave del mundo.
Sus ojos violetas ardían con intensidad mientras apretaba los puños.
¿Cómo se atreven a hacerle daño a mi Siana?
Aunque no sabía quién era esa mujer, Aris ya la había marcado como su enemiga.
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Ese día, se celebró un banquete en el palacio, rodeado de rosales en plena floración.
Era el tradicional Banquete de las Rosas, una celebración dedicada a los susurros del amor.
Como correspondía a la ocasión, los nobles invitados se presentaron con sus atuendos más espléndidos.
Las mujeres, que habían gastado fortunas en sus vestidos hasta el punto de sacudir la economía de sus familias, agitaban delicadamente sus abanicos y se intercambiaban cumplidos.
—No te veía desde hace tiempo, pero tu piel está más hermosa. Se ve tan suave como la de un recién nacido.
—Oh, qué halago. Pero tú sí que te ves más delgada. Pareces una delicada hortensia.
—Tu vestido nuevo es impresionante. ¿Es cierto que tiene incrustados cien diamantes?
Se elogiaban mutuamente, pero en el fondo todas pensaban lo mismo.
¡No hay duda, yo soy la más hermosa!
Sin embargo, aquellas que se jactaban de su belleza como si fueran flores en plena floración, pronto se quedaron sin palabras.
Tac, tac.
El sonido de unos tacones resonó con firmeza y arrogancia.
La dueña de esos pasos apareció con una presencia avasalladora.
Una cabellera roja como las rosas de verano y unos ojos violetas tan intensos como los de un felino nocturno.
Un perfil afilado, labios bien cerrados.
Todo en ella era deslumbrante, altivo y hermoso.
A la edad de dieciocho años, su juventud sólo realzaba su deslumbrante presencia.
Las miradas de todos quedaron atrapadas en ella, y algunos incluso dejaron escapar suspiros.
—Ah… Su Alteza, la princesa Aris…
Aunque técnicamente era la hermana menor del Emperador, Aris aún conservaba su título de princesa.
Y no solo eso.
Tras ella, un gran séquito la acompañaba. Eran figuras influyentes del Este, personas de renombre en distintos ámbitos.
—Así que es cierto que Su Alteza la princesa Aris ha estado expandiendo su poder en el Este.
—Sí… Si incluso han recorrido la enorme distancia desde el Este hasta la capital solo para acompañarla, eso demuestra que su relación es muy estrecha.
Los nobles de la capital tragaron saliva, mezcla de nervios y admiración.
Incluso las mujeres que momentos antes competían por la belleza se quedaron sin palabras.
Pero hubo una persona que no se sintió intimidada en absoluto: Sharon, la hija de un Marqués.
Ciertamente, su apariencia destaca gracias a su fuerte linaje real.
Pero, ¿y qué?
Sharon no estaba interesada en ser la mujer más hermosa del banquete.
Su objetivo era uno solo.
El único hombre que importaba.
Poco después, el sonido de trompetas llenó el salón, seguido por la voz de un sirviente anunciando con solemnidad:
—¡Su Majestad, el Emperador, hace su entrada!
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