⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—No vinimos juntos. Solo nos encontramos porque llegamos al mismo tiempo.
Lichton asintió con la cabeza.
—Sí. Vine para saludar a Su Alteza.
¿Saludar?
Grace ladeó la cabeza con curiosidad, mientras Lichton le extendía una caja rectangular.
—Gracias por escoltarme ayer.
—…Solo seguía las órdenes de Su Majestad la Emperatriz.
A pesar de su respuesta seca, Lichton no perdió la sonrisa.
—Independientemente del motivo, el hecho es que me ayudaste. Gracias a Su Alteza, disfruté del banquete y llegué a mi mansión sin problemas.
Además de hermoso, hablaba de una manera encantadora.
¿Qué clase de hombre es este?
Grace lo observó fijamente por un momento antes de aceptar la caja que él sostenía.
—Si ha venido hasta aquí para entregármelo, lo aceptaré. Gracias.
—De nada.
Lichton sonrió con tanta alegría que parecía que había probado un caramelo de fresa.
Sus labios rojos se curvaron con dulzura, y Grace no pudo apartar la mirada.
Su corazón comenzó a sentir un cosquilleo extraño.
Al ver la escena, Aris frunció el ceño.
¿Qué es este ambiente?
Aris solo tenía dieciocho años, pero era tan perceptiva como si hubiera vivido ciento ochenta.
Sin duda, podía sentir la atmósfera dulce entre los dos.
Ugh. Mejor me voy antes de presenciar algo incómodo.
Justo cuando estaba a punto de levantarse, sus ojos se posaron en el logo de la caja que sostenía Grace.
—Eso es…
Con el rostro lleno de sorpresa, Aris miró a Lichton y preguntó:
—¿Esa es una tarta de Langrang?
—Sí. ¿Conoces las tartas de Langrang?
—¡Por supuesto que sí!
El sabor de las tartas de Langrang era tan exquisito que, después de probarlas una vez, todas las demás tartas del mundo parecían insípidas.
Por eso, entre los amantes de los postres circulaba una advertencia:
—Cuidado con las tartas de Langrang. No son una bendición, sino una maldición.
Era una leyenda viviente en el mundo de la repostería.
—Pero hace unos años, Langrang desapareció sin dejar rastro, y nadie pudo volver a probar sus tartas. ¡No puedo creer que vea una aquí…!
Aris, que se tomaba los pasteles muy en serio, preguntó con urgencia:
—¿Cómo conseguiste una tarta de Langrang?
Lichton respondió con tranquilidad:
—Langrang se encuentra en la corte real de Robia. Mi padre quedó tan impresionado con su talento que lo nombró su chef personal. Aunque en este momento está de visita en el imperio conmigo.
—¿¡Qué!?
Aris gritó con indignación.
—¡Eso significa que tu padre se ha estado quedando con todo ese delicioso sabor para él solo! ¡Eso es cruel!
Tal vez por miedo a reacciones como esta, habían mantenido la información en secreto…
Pero, en lugar de reprenderla por criticar a un rey, Lichton asintió con calma.
—Mi padre tiene una personalidad un tanto infantil. Siempre consigue lo que quiere.
—Vaya, se parece a mí.
Aris bufó con un resoplido y se giró hacia Grace.
—Hermana, quiero quedarme a comer la tarta.
Estaba dispuesta a soportar cualquier incomodidad, aunque terminara siendo una tercera rueda en medio de una escena romántica.
Incluso si su hermana le daba un golpe en la espalda para que reaccionara.
Todo por la tarta de Langrang.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Sobre la mesa redonda, había una tarta decorada con fresas rojas y jugosas.
Aris tomó un trozo con su tenedor y, al probarlo, su rostro se iluminó con una expresión de puro éxtasis.
—Es deliciosa…
Justo cuando Lichton sonreía al verla disfrutar, de repente
¡PUM!
Un sonido alarmante resonó en la sala.
Había sido el sonido del tenedor de Grace atravesando el centro de su trozo de tarta con una fuerza descomunal.
Acto seguido, se llevó un pedazo entero a la boca de una sola vez.
Fue una escena tan impactante como cuando había demostrado su increíble fuerza física.
Seguramente, Lichton también lo pensaría.
Pero a ella no le importaba.
Así soy yo, qué más da.
Mientras Grace masticaba la tarta, Lichton la miró fijamente y luego sonrió tímidamente.
—Me alegra verla disfrutarla. Vale la pena haber traído la tarta.
¡¿Por qué tenía que decir cosas tan dulces de esa manera?!
El rostro de Grace se sonrojó tanto como las fresas sobre la tarta.
Entonces, Lichton cortó otro trozo y lo colocó en el plato de ella.
Sin dudarlo, Grace volvió a meterse un pedazo entero en la boca.
Lichton la miró y rió con ternura.
Eso se repetía una y otra vez.
Aris, que estaba comiendo su tarta con entusiasmo, frunció el ceño.
¿Pero qué están haciendo esos dos?
Era evidente que se gustaban, pero no parecían tener ninguna intención de avanzar.
No puede ser. Parece que tendré que intervenir.
Aris se dirigió a Lichton.
—Su Alteza el Príncipe Heredero, ¿hubo alguna dama en el banquete de ayer que le haya llamado la atención?
Ante la repentina pregunta, Lichton abrió los ojos sorprendido.
Grace también.
Ella tenía curiosidad por saber qué respondería.
Después de un momento, Lichton respondió.
—Sí, hay alguien.
—Ya veo. Entonces, no lo piense demasiado y láncese con pasión. El amor es para los valientes.
Era una frase que había leído en una de sus novelas románticas favoritas.
Las palabras hicieron que Grace sintiera un escalofrío en la espalda, pero la reacción de Lichton fue completamente diferente.
Él se veía profundamente conmovido.
—A pesar de su corta edad, ha dicho algo realmente sabio.
—No podría ser de otra manera. La persona más increíble y adorable del mundo me crió.
—Me da curiosidad saber quién es.
Mientras los dos charlaban con complicidad, Grace frunció el ceño.
¿Qué era esto?
La tarta, que hace un momento sabía deliciosa, de repente no tenía ningún sabor.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Aris y Lichton se marcharon.
Grace, ahora sola, miró la silla vacía.
La imagen de Lichton sentado allí aún estaba fresca en su mente.
Estuvo hablando cariñosamente con Aris todo el tiempo. Y cuando ella se fue, él la siguió.
No había duda.
La dama que le gustaba debía ser Aris.
No era algo sorprendente.
Se decía que no había un solo hombre en el imperio que no se sintiera cautivado por Aris.
Ahora, ella era hermosa y encantadora.
Pero Grace nunca había sentido celos de Aris, ni siquiera una vez.
Entonces, ¿por qué me siento así…?
Grace frunció el ceño y apretó los puños.
Fue entonces cuando notó algo brillante en la silla frente a ella.
Un par de pendientes incrustados con zafiros azul profundo.
Lo reconoció de inmediato.
Eran los pendientes que Lichton llevaba puestos.
En lugar de preguntarse cómo se le habían caído, su mente imaginó la expresión de sorpresa que pondría al darse cuenta de que los había perdido.
—Debo llevárselos.
Ni siquiera se le pasó por la cabeza la idea de pedirle a un sirviente que lo hiciera.
Sosteniendo los pendientes, abrió la puerta y se encontró con una sorpresa.
Aris estaba de pie justo frente a ella.
—Ni siquiera toqué el picaporte, pero la puerta se abrió sola. Por un momento, pensé que había usado magia sin darme cuenta.
Grace, aún sorprendida, le preguntó:
—¿Por qué volviste?
Su voz sonó más brusca de lo habitual.
Pero Grace no se dio cuenta en absoluto.
—Hay algo que no pude decir antes porque el Príncipe Heredero estaba presente.
—¿Y qué es?
—Hermana, ¿te gusta el Príncipe Heredero?
Grace saltó como si la hubieran electrocutado.
—¿Q-qué dices de repente?
—Lo estuviste mirando todo el tiempo. Con una mirada más derretida que la crema batida sobre la tarta de fresa.
¡No, eso no era cierto!
Quiso negarlo, pero Grace no era tan ignorante sobre sus propios sentimientos.
Con el rostro más rojo que una fresa, respondió con sinceridad.
—Sí… me parece atractivo.
—¡Lo sabía!
—Pero no tengo intención de hacer nada al respecto.
—¿Por qué?
—No quiero volver a renunciar a mí misma por un hombre.
—……
—Como bien sabes, ahora mismo nadie me ve como a una mujer.
Incluso el Príncipe Heredero, que le había mostrado cierta amabilidad, no sería diferente.
Él estaba buscando a una futura reina, así que con más razón.
Si Grace quería ganarse su corazón, tendría que abandonar su apariencia actual y volver a ser como antes.
Dejarse crecer el cabello, vestir vestidos, maquillarse y, en lugar de entrenar hasta sudar, bordar como una dama refinada.
—No quiero eso. Y tampoco quiero tratar de conquistarlo por un simple capricho.
Aris, que había estado escuchando en silencio, de repente sonrió y dijo:
—Entonces, ¿puedo quedármelo yo?
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