ʚ♡ɞ・Traducción / Corrección: Lu
Aplastada por la atmósfera, me quedé mirando fijamente, tardando un momento en reaccionar antes de ponerme de pie y bajar la mirada.
Sally también parecía sorprendida por la repentina aparición del Duque, pero pronto corrió hacia él y, con toda formalidad, dijo:
—Duque, esa niña entró aquí sin permiso. Se atrevió a colarse en la mansión donde usted reside.
Sin dudarlo, me delató por haber entrado en la villa.
¡Uf, esta de verdad!
Por un momento, me indigné por la acusación de Sally, pero de repente se me ocurrió un plan y me detuve.
… No, espera. Si consigo caerle bien al duque, ¿no podré encontrarme directamente con Rahel?
Si lograba llamar su atención, ya fuera como sirvienta o como niña de los recados, podría obtener información mucho más rápido que preguntando a los empleados.
Mejor aún.
—Rápidamente ajusté mi plan y levanté la cabeza con una sonrisa triunfal.
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Kalz observó fijamente a Vivian antes de preguntar.
—¿Quién permitió que esta niña entrara en la mansión?
—Y-yo la traje.
James dio un paso adelante, protegiendo a Vivian tras su espalda.
—Ella me ayudó a conseguir queso, y me pareció injusto simplemente enviarla de vuelta, así que solo pensaba darle un bocadillo antes de que se marchara. No tiene culpa alguna. Si hay alguien responsable, soy yo.
—… ¿Dices que esta niña consiguió el queso?
—Sí. Convenció al dueño y también ayudó a negociar el precio.
Los ojos afilados de Kalz se dirigieron nuevamente a Vivian, quien seguía escondida detrás de James. Era una niña de rostro encantador que podría llamar la atención, pero nada más. Una niña común y corriente.
¿Esa niña negoció con el dueño?
Mientras Kalz evaluaba a Vivian, ella avanzó con cautela desde detrás de James.
—Soy Vivian, hija de Dias Hessen. Saludo con respeto a Su Excelencia el Duque.
Lo hizo con una etiqueta impecable.
—Si no es impropio, ¿podría compartir unas palabras sobre esta situación?
Kalz inclinó levemente la cabeza, dándole permiso para hablar.
Vivian continuó con voz tranquila:
—El señor dijo que el Duque es un hombre de honor y que nunca pasaría por alto un favor recibido. Mencionó que si dejaba ir a su benefactor sin más, seguramente Su Excelencia se molestaría.
—…
—Por lo tanto, siguiendo la voluntad del Duque, accedió a recompensarme.
Por supuesto, James nunca había dicho tal cosa.
Kalz no podía saber qué tan cierto era eso, pero sí captó de inmediato la intención de Vivian.
Está tratando de evitar que castigue a James.
Si en este momento él decidía expulsar a Vivian y castigar a James, sería visto como un hombre sin honor.
Además, al elogiarlo, había elevado su orgullo y, al mismo tiempo, protegido a James, quien la había elogiado antes.
No era la forma de hablar de una niña común de su edad.
Kalz observó fijamente los ojos color miel que lo encaraban sin titubeo.
Casi todos los niños de su edad le temían y evitaban su mirada, pero Vivian no apartó los ojos.
Aunque tampoco era una mirada insolente.
Había en ella curiosidad, un ligero temor y un respeto que nunca cruzaba el límite.
Una niña audaz.
James, que había estado observando la interacción entre ambos, inclinó rápidamente la cabeza.
—Devolveré a esta niña de inmediato.
—No. —Kalz detuvo a James con una sola palabra. —No se debe tratar así a un benefactor. Dale más comida y asegúrate de que reciba una compensación adecuada por su esfuerzo.
El inesperado veredicto del Duque dejó a James y a todos los empleados boquiabiertos.
Sally también lo miró con incredulidad, alternando su mirada entre Vivian y Kalz antes de preguntar:
—¿Está diciendo que recompensará a esa pordiosera? ¿No la castigará? ¡Entró en la mansión sin permiso!
—Esa niña es la benefactora que ayudó a que Edelvine tenga una cena abundante esta noche. Como ella misma dijo, no es honorable para Edelvine despreciar a quien le ha prestado ayuda.
En esta mansión, la palabra del Duque era ley. Sally no podía refutarlo.
—¿Acaso crees que mi decisión es incorrecta, Sally?
Ante la fría pregunta del Duque, Sally bajó la cabeza y respondió en voz baja:
—N-no. Creo que es un juicio misericordioso.
Sally podía sentir la mirada de Vivian sobre ella desde la distancia.
Ella quería gritar de rabia en ese mismo instante, pero estando frente al Duque solo pudo apretar los labios con frustración.
Antes de que Kalz saliera de la cocina, Vivian avanzó rápidamente y se inclinó profundamente.
—¡Gracias, Duque! La gracia que me ha concedido hoy la devolveré con lo que esté en mis manos.
Incluso insinuando que regresaría más veces en el futuro.
Kalz esbozó una sonrisa sarcástica mientras miraba a la niña que se comportaba como una lengua en la boca: flexible y adaptable. Luego, giró sobre sus talones y salió de la cocina.
Es lista, pero también astuta.
Las personas perceptivas son fáciles de manejar.
Incluso después de llegar a su despacho, Kalz seguía recordando a la niña de mirada vivaz.
Entonces llamó a su mayordomo.
Owen.
—Sí, Su Excelencia.
—Esa niña que vimos en la cocina, ¿cuántos años tiene?
—Tengo entendido que nueve.
—Nueve años.
—Rahel acababa de cumplir diez este año, por lo que casi son de la misma edad.
Justo necesitaba a una niña de esa edad. Esto es perfecto.
Para ocultar el hecho de que Rahel era un niño, era necesario actuar.
Se necesitaba a alguien que no fuera un confidente de confianza, pero que creyera que Rahel era una niña y jugara con él.
Algo que, a ojos del público, encajaría bien.
Si una niña externa se lleva bien con Rahel, nadie sospechará que en realidad es un niño.
Además, esa niña era perceptiva, por lo que sabría cómo manejar el carácter de Rahel.
Y en el peor de los casos, si descubría el secreto de Rahel…
Es solo una plebeya, sería fácil deshacerse de ella.
Tras meditarlo un instante, Kalz tomó una decisión. No tenía razones para rechazar la carta que había llegado directamente a sus manos.
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¡Pío, pío, pío!
Hoy también comenzaba un día soleado y pacífico.
—Huaaaam…
Aún medio dormida, bostecé mientras barría el patio delantero de la tienda.
En ese momento, mi padre, que acababa de terminar de ordenar dentro de la tienda, se me acercó con una expresión que dejaba ver lo orgulloso que estaba de mí.
—Vaya, Vivi, últimamente te despiertas temprano. ¿Qué milagro es este con nuestra princesita dormilona?
Sus palabras me hicieron estremecerme un poco.
En realidad, me desperté temprano porque tengo que ir a la mansión más tarde.
Si mi padre descubriera que llevaba varios días madrugando para ir a la residencia de Edelvine, seguramente me llenaría de regaños.
Pero papá, esto es un asunto de vida o muerte para tu hija.
… No podía decirle eso, así que solo solté una risa nerviosa para salir del paso.
—Ejem… Es que he decidido convertirme en una Vivi más buena y trabajadora a partir de ahora.
—¡Ah!
Justo entonces, mi padre, que estaba levantando un cartel, se golpeó con el borde y se dio en las gafas.
Por el impacto, sus gafas cayeron, pero él logró atraparlas con un ágil movimiento.
Este hombre… Siempre tan torpe.
Mi padre tenía una ligera tendencia a ser despistado.
Me acerqué rápidamente para revisarlo.
—¿Estás bien, papá? Déjame ver.
—Ah, sí. Estoy bien.
Entonces, como si temiera que alguien lo viera sin ellas, se puso las gafas de nuevo a toda prisa.
Yo, en cambio, lo observé con los ojos entrecerrados mientras seguía con los preparativos para abrir la tienda.
¿Por qué diablos usa esas gafas? Solo le estorban.
Hasta donde yo sabía, su vista no era mala.
Sin ellas, podía moverse por la casa, cocinar e incluso leer sin problemas.
Sin embargo, siempre que salía a la calle o se encontraba con alguien, se aseguraba de llevarlas puestas.
Es un desperdicio, un verdadero desperdicio.
Con esas gafas, su belleza natural quedaba oculta…
Si tan solo se las quitara, seguro atraeríamos más clientela…
Mientras lamentaba en mi mente las oportunidades de negocio perdidas por culpa de esas gafas, una voz familiar me sacó de mis pensamientos.
—¡Oh! Vivian, ¿ayudando a tu padre otra vez?
—Qué niña más admirable. Ojalá Peter aprendiera de ti…
Eran la señora Loren, de la tienda de artículos varios, y la señora Karin, de la frutería. Ambas se autoproclamaban las fanáticas número uno de mi padre.
Como cada mañana, venían a la tienda solo para verlo.
—Hehe, ¡buenos días, señoras!
Justo entonces, mi padre, que acababa de terminar los preparativos de apertura, se acercó a ellas con una sonrisa.
—Buenos días, Loren, Karin.
—Jeje, buenos días, Dias. Hoy también luces tan radiante como siempre.
La señora Loren bromeó, y la señora Karin la golpeó suavemente en el brazo mientras exclamaba:
—¡Ay, qué desvergonzada eres!
Entre risas, las dos conversaron animadamente por un rato, hasta que de repente, como si recordaran algo importante, dieron una palmada y miraron a mi padre.
—Ah, cierto. ¿Has oído la noticia?
—¿De qué se trata?
Cuando la charla de mi padre y las señoras sobre los chismes del pueblo estaba llegando a su fin, vi que un cliente entraba en la tienda de artículos varios.
Al notar esto, ambas regresaron rápidamente a sus negocios.
Para mí, era un comienzo de día tan normal como cualquier otro.
Mi padre las observó alejarse y luego me dirigió la mirada.
—Bueno, Vivi, ¿nos preparamos para recibir a los clientes?
—¡Siií!
Estaba a punto de entrar en la tienda cuando, de repente, mi padre se giró hacia la calle.
¿Eh?
En ese momento, el sonido de cascos de caballos se hizo cada vez más cercano, y pronto, un carruaje elegantísimo se detuvo justo frente a nuestra tienda.
Ese emblema es…
El escudo pintado en el carruaje no era otro que el de la casa ducal de Edelwein.
¿Quién será?
Como si respondiera a mi pregunta, la puerta del carruaje se abrió y, de su interior, descendió una persona…
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