ʚ♡ɞ・Traducción / Corrección: Lu
Era el mayordomo de la Casa Ducal de Edelvine, que ayer estuvo a su lado.
El mayordomo se acercó con pasos firmes hacia mí y hacia papá, que lo mirábamos con desconcierto.
—Hola, Vivian.
La mirada de papá, que hasta hace un momento observaba al mayordomo con recelo, descendió hacia mí.
—¿Vivian~?
Sus ojos dorados, que siempre me sonreían con dulzura, ahora brillaban con un filo que exigía una respuesta. Era una pregunta muda: «¿Cómo es que esta persona te conoce?».
Ignorando su mirada inquisitiva, fingí normalidad y saludé al mayordomo.
—Hola, señor mayordomo. ¿Qué lo trae por aquí? ¿Vino a comprar pan?
—He venido por otro asunto.
—¿Otro asunto?
En lugar de responderme, el mayordomo alzó la vista hacia papá.
—Soy Owen, mayordomo de la Casa Ducal de Edelvine. ¿Usted es Dias Hessen, el padre de Vivian?
—Así es, pero…
—Iré directo al grano.
El mayordomo bajó la vista hacia mí por un instante antes de continuar.
—Su Excelencia, el Duque, desea que su hija sea la compañera de juegos de la señorita.
¡¿Qué?! ¡Increíble!
Para alguien como yo, que solo esperaba una oportunidad para entrar a la Casa Ducal, esto era un golpe de suerte irrepetible.
Sin embargo, papá frunció ligeramente el entrecejo.
—No entiendo a qué se refiere con eso…
—Ayer, el Duque escuchó hablar de la señorita Vivian y, al parecer, reconoció su potencial.
Papá me lanzó una mirada fulminante al escuchar que había tenido contacto con el Duque.
Este hombre… ¡Me está matando con la mirada!
Evité su mirada con disimulo y me aferré a su cintura.
Sabía que después, cuando el mayordomo se marchara, me caería una lluvia de reprimendas, pero por ahora, esperaba calmar la situación con un abrazo.
El mayordomo continuó hablando.
—La señorita Vivian tomará clases y estudiará junto a la joven señorita. Si necesita algo, la Casa de Edelvine lo proveerá todo.
—…
—Ah, por supuesto, no será todos los días. Solo tendrá que acudir a la mansión unas tres veces por semana.
Incluso dejando de lado mi intención de acercarme a Rahel, era una oferta muy tentadora.
No tenía dudas de que papá aceptaría la propuesta.
Sin embargo…
—Agradezco la oferta, pero aún hay muchas cosas que no le he enseñado. Es una niña preciosa para mí, pero no creo que sea lo suficientemente adecuada para ser la compañera de juegos de la señorita.
¿¡Qué!?
Grité en silencio al ver que papá rechazaba la oferta sin dudar.
¡No puede ser! ¡Esto es una oportunidad única!
Sin dudarlo, pellizqué con fuerza su firme costado y grité:
—¡Papá! Tenemos que hablar.
Sin darle tiempo a reaccionar, lo arrastré conmigo, aunque antes me volví hacia el mayordomo y le pedí:
—Espere un momento en la tienda, señor mayordomo. ¡No tardaremos!
Me llevé a papá hacia un callejón junto a la tienda.
Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, él se me adelantó.
—Vivian, ¿por qué fuiste ahí?
Sus ojos y su voz, normalmente cálidos, ahora estaban fríamente apagados.
Uff… Pensé que podría salirme con la mía con un poco de ternura y terquedad, pero esto no funcionará.
Cambié rápidamente de estrategia y empecé a balbucear una mentira.
—Solo tenía curiosidad… Quería ver desde fuera, pero me encontré con el Duque.
Por supuesto, no me atreví a mirarlo a los ojos.
Papá me observó en silencio por un momento antes de suspirar y decir con tono tranquilizador.
—Hablaré con el mayordomo. No irás a la mansión, ¿de acuerdo?
Vi cómo se giraba para volver con el mayordomo y, presa del pánico, me aferré con fuerza a su ropa.
—¡No, no! ¡Papá, tengo que ir!
—¿Por qué tienes que ir?
Papá me miró con sospecha, dándose cuenta de que tenía otra motivación oculta.
A punto estuve de decir la verdad sin querer, pero logré callarme antes de que las palabras salieran de mi boca.
No puedo decirle que lo sé por la historia original.
El hecho de que Rahel absorbiera la energía mágica a su alrededor era un secreto bien guardado para evitar la vigilancia del Emperador.
En otras palabras, no tenía sentido que yo supiera sobre su condición.
Y ni hablar de decir que este mundo es el de una novela.
No solo no me creería, sino que mi pobre padre, que ya bastante sufría con mi enfermedad, terminaría preocupándose aún más y pensando que me volví loca.
Decidí contarle solo una parte de la verdad.
—Quiero curar mi enfermedad.
Sin embargo, en lugar de tranquilizarse, papá se puso aún más pálido.
—¿P-por qué dices eso de repente? ¿Te sientes peor? ¿Acaso me has estado ocultando algo…?
—¡No, no es eso! Estoy bien, así que tranquilízate, papá.
Rápidamente lo calmé antes de que se preocupara más.
—Solo quiero curarme pronto para poder vivir mucho tiempo contigo, sana y fuerte. No quiero que sigas preocupándote por mí.
—…
—El Duque conoce a los mejores médicos y magos del Imperio. Si le pido ayuda, tal vez puedan hacer algo por mí.
A pesar de mis súplicas, papá seguía dudando.
Incluso sus ojos parecían tristes al mirarme.
Pero esta vez, no puedo rendirme.
Siempre cedía cuando papá ponía esa expresión, pero esta vez no.
Era un asunto de vida o muerte.
Y, al final, también era por él.
Papá me miró fijamente por un largo rato.
Luego, suspiró y levantó las manos en señal de rendición.
—Está bien… Le pediré ayuda al Duque.
Cuando escuché la respuesta que tanto anhelaba, una sonrisa se dibujó en mi rostro.
La gran negociación entre padre e hija había concluido con éxito.
☆゜・。。・゜☆★゜・。。・゜★
Al día siguiente.
Subí a la carroza enviada por la Casa Ducal y me dirigí a la residencia de campo.
¡Wow!
Si bien había entrado por una puerta lateral hace unos días, la sensación de atravesar la imponente entrada principal en una carroza era completamente diferente.
Fue entonces cuando realmente me di cuenta de que estaba a punto de conocer a Rahel.
Poco después, la carroza se detuvo.
Justo antes de bajar, revisé rápidamente mi apariencia.
Es la primera vez que conoceré a Rahel de manera oficial, así que debo verme bonita.
Me aseguré de que mi cabello estuviera bien peinado y no torcido.
Apreté mis mejillas suaves como el mochi por reflejo.
Sacudí los pliegues de mi vestido, ligeramente arrugado por el viaje en carroza.
Y finalmente, bajé.
—Bienvenida, Vivian.
Quien me recibió, como era de esperarse, fue el mayordomo.
—Hola, mayordomo.
—Llegaste bien, Vivian. Iré a informar a la señorita, mientras tanto, espérala en el invernadero.
—De acuerdo.
Cuando el mayordomo subió a la habitación de Rahel, una sirvienta cercana me guió hasta el invernadero del patio trasero.
Una vez que la doncella también desapareció, me quedé sola en el invernadero.
Me senté en la mesa ubicada en el centro y observé el lugar con curiosidad.
Definitivamente, la Casa Ducal debe ser muy rica.
Aunque se trataba de una residencia de campo construida en una pequeña villa de descanso, y no de la mansión principal o la casa de la ciudad, el invernadero era grande y majestuoso.
Mientras admiraba una ave exótica posada en una rama, trinando melodiosamente, escuché el sonido de una puerta abriéndose a mis espaldas.
Pero la persona que entró en el invernadero no era la que esperaba.
—¿Tú? ¿Cómo has vuelto a entrar aquí?
No era Rahel, sino Sally.
Al ver su expresión fastidiada, recordé lo mucho que había intentado echarme la última vez y no pude evitar sentirme satisfecha.
Con una sonrisa descaradamente radiante, la saludé.
—He venido como compañera de juegos de la señorita. Espero que nos llevemos bien, Sally.
Incluso extendí mi mano hacia ella.
Sally se burló con desprecio.
—¿Tú?
Luego apartó mi mano de un manotazo y me gritó.
—¿Quién demonios te crees que eres?
—¿De qué hablas?
—¿Quién te ha dejado entrar aquí otra vez sin el permiso de mi madre?
Sonreí con diversión y respondí.
—¿Acaso el Duque también necesita el permiso de tu madre?
—… ¿Qué?
La expresión de Sally, que hasta ese momento estaba llena de furia, se transformó en una de shock.
Por muy arrogante que fuera, no podía desafiar la autoridad del Duque.
—Si quieres, dile a tu madre «El Duque ha traído a una mendiga del mercado como amiga de la señorita sin consultarlo.»
—¡Argh…!
Sally me fulminó con la mirada, pero, incapaz de contener su rabia, salió corriendo del invernadero.
Observé la dirección por la que desapareció y saqué la lengua con burla.
Por cierto… ha pasado bastante tiempo y Rahel aún no ha llegado.
Esperaba su llegada con una mezcla de emoción y preocupación cuando, de repente…
Thump.
Mi corazón latió con fuerza y me costó respirar.
Al mismo tiempo, un dolor insoportable me atravesó.
—Ugh…
Los síntomas del exceso de maná aparecían de forma impredecible.
Era un sufrimiento al que ya estaba acostumbrada, pero que nunca dejaba de ser insoportable.
No había cura, ni una forma de aliviarlo. Solo podía soportarlo.
Me tambaleé y me puse de pie.
Me esconderé hasta que se me pase.
No había informado a la Casa Ducal sobre mi enfermedad.
Aunque no era contagiosa, nadie querría que una niña enferma fuera la compañera de juegos de la señorita.
Además, una vez que conociera a Rahel, el problema se solucionaría, así que no creí necesario mencionarlo.
Pero no sabía cuánto tiempo tardarían en desaparecer los síntomas, y si me veían en ese estado, tendría que dar explicaciones.
Era mejor evitarlo.
Apreté mi pecho adolorido y extendí la mano hacia la puerta del invernadero.
Pero…
¿Eh?
Antes de que pudiera abrirla, la puerta se abrió desde el otro lado, haciendo que cayera hacia adelante.
Directamente en los brazos de alguien.
—Lo sien…
Me apresuré a levantarme y a disculparme, pero en ese instante…
Nuestros ojos se encontraron.
Con la niña que, durante los últimos días, me había estado observando a través de la ventana.
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