ʚ♡ɞ・Traducción / Corrección: Lu
El carruaje que salió de la casa de campo se detuvo. El lugar al que Vivian llevó a Rahel era…
… ¿Una colina?
Era una pequeña colina detrás del pueblo.
Un lugar donde podían recorrerlo libremente, lejos de las miradas de la gente.
Ese sitio cumplía con todas las condiciones necesarias.
—¿Subiremos hasta allí?
Los caballeros que los escoltaban pusieron caras de fastidio al oír que tendrían que subir la colina.
—¿Eh? ¿Acaso los señores hoy comieron muy poco pan? ¿Por qué están tan débiles?
Cada palabra de Vivian hería el orgullo de los caballeros.
Para rematar…
—Entonces le diré al Duque que en adelante les dé más pan.
¡Incluso los amenazó con contarle al Duque!
Aterrados por esa advertencia, los caballeros no tuvieron más remedio que subir la colina.
Si Kalz se enteraba, el entrenamiento, que ya era duro, se volvería aún más riguroso.
Rahel también encontraba molesto aquel inesperado paseo por la montaña, pero rechazó la oferta de los caballeros de cargarla y, en silencio, empezó a subir la colina.
Finalmente, cuando llegaron a la cima…
Una brisa fresca acarició el cabello de Rahel.
Al abrir los ojos, que había cerrado sin darse cuenta, se encontró con un cielo azul y un campo verde claro extendiéndose ante ella.
Y en el centro de la colina se alzaba un gran y majestuoso árbol.
—Si vamos debajo del árbol, podremos ver todo el pueblo.
Vivian señaló el árbol y llevó a Rahel hasta allí.
—¡Tarán!
Cuando llegaron bajo el árbol, Vivian exclamó con entusiasmo.
Allí, donde señalaba su pequeña mano, se desplegaba la vista panorámica del pueblo.
Ah…
Al contemplar el paisaje, Rahel por fin sintió que realmente había salido de la mansión.
Mientras observaba el panorama absorta, de repente, Vivian se dejó caer sobre el césped.
—¿Qué estás haciendo…?
Antes de que Rahel pudiera preguntar algo, Vivian comenzó a rodar cuesta abajo por el prado.
Rahel quedó atónita y los caballeros que observaban la escena también se quedaron boquiabiertos.
—¡N-niña!
Rodó y rodó colina abajo hasta detenerse en un tramo más llano.
—¡Ja, ja, ja! ¡Qué divertido!
Se levantó de un salto, riendo a carcajadas.
Estaba cubierta de hierba de pies a cabeza.
Rahel dejó escapar una risa incrédula.
—Jaja…
Como dama educada en etiqueta, jamás habría imaginado hacer algo así.
No, no solo ella, sino ningún niño noble que hubiera conocido en la capital se comportaba de esa manera.
Todos intentaban parecer adultos, leyendo en silencio o actuando con solemnidad.
Frente a su abuelo, es toda una niña astuta y calculadora.
Pero ahora se veía exactamente como un potro salvaje corriendo sin rumbo.
No la Vivian astuta que intentaba quedar bien con su abuelo, sino una niña inocente que no sabía nada del mundo.
Definitivamente, es una niña extraña.
Vivian subió de nuevo la colina y se acercó corriendo a Rahel.
Su rostro resplandecía de alegría, aunque estaba hecha un desastre.
Al ver su estado, Rahel frunció el ceño y le reprochó.
—Estás sucia.
—¡Entonces solo tengo que sacudirme así!
A pesar de la expresión de disgusto de Rahel, Vivian no se preocupó y se sacudió la ropa.
La mayoría de la hierba pegada a su cuerpo se cayó, excepto una.
—Mire, ya estoy limpia, ¿verdad?
Una pequeña hoja seguía ondeando en la parte superior de su cabeza.
Encajada entre su cabello color de flor de cerezo, pareciendo una flor más.
Mientras Rahel seguía con la mirada el leve vaivén de la hoja con los movimientos de Vivian, esta le preguntó de repente.
—¿Quiere intentarlo, señorita? Ya que hemos venido hasta aquí, tiene que probarlo. El césped es esponjoso, así que es muy…
—No, gracias. Hazlo tú sola.
Rahel la interrumpió con una negativa tajante antes de que terminara de hablar.
—Pero es divertido…
Aunque escuchó a Vivian quejarse con un leve puchero, Rahel la ignoró y volvió su atención al pueblo.
Al menos, el paisaje y la tranquilidad del lugar sí le gustaban.
Entonces, Vivian se le acercó sigilosamente y comenzó a señalar los tejados mientras explicaba.
—Esa casa con el techo rojo es una frutería, la de enfrente es una tienda de artículos varios, y la que tiene el techo verde al lado es…
Mientras Vivian hablaba, Rahel seguía con la vista su dedo, recorriendo el pueblo.
Hasta que, de repente, se giró para mirar a la niña junto a ella.
Sus ojos dorados brillaban como joyas mientras reflejaban la vista del pueblo.
Rahel se quedó observando aquellos ojos, y en ese instante, Vivian la miró y sonrió radiante.
—¡La próxima vez, vayamos al pueblo juntas, señorita!
En ese momento, Rahel entendió por qué esa niña brillaba tanto.
Libertad.
Esa niña plebeya tenía algo que ella no poseía, libertad.
Y al darse cuenta de ello, por primera vez, aquella simple niña plebeya le pareció la dueña de ese pequeño mundo.
Sintió un poco de envidia.
Y, tal vez… un poco de deseo.
☆゜・。。・゜☆★゜・。。・゜★
De regreso a la mansión.
Rahel miraba por la ventana el paisaje teñido por el atardecer.
Aun así, ¿no fue una primera salida bastante satisfactoria?
Pensé para mis adentros, sintiéndome orgullosa, y le pregunté a Rahel con cautela.
—¿Qué le pareció, señorita? No estuvo tan mal recorrer el pueblo, ¿verdad?
Entonces, la mirada de Rahel, que hasta ese momento solo se había fijado en el paisaje, se dirigió hacia mí.
Sus ojos, que al salir esta mañana estaban afilados y llenos de desconfianza, se veían mucho más relajados ahora, pero…
Eso no significaba que recibiría una respuesta positiva.
Así era nuestra quisquillosa señorita.
Bueno, ni siquiera esperaba que me elogiara de buena gana. Hmph.
Puse un leve puchero, pero entonces Rahel, que me observaba en silencio, llevó una mano a su cabeza.
¿Eh?
Tardé un momento en darme cuenta de que me estaba indicando que la imitara, así que también llevé la mano a mi propia cabeza. Y entonces…
—¿Q-qué es esto?
Agarré una hoja que no tenía idea de cuándo se había enredado en mi cabello.
Sin duda, se había quedado allí cuando rodé por la colina.
En ese momento, entendí por qué los caballeros me habían mirado antes con sonrisas contenidas.
—¡Ah, ¿por qué no me dijo antes?! ¡Seguro lo sabía desde hace rato!
—Deberías agradecer que te lo dije antes de ver a mi abuelo.
Dicho eso, Rahel volvió a dirigir la mirada hacia la ventana.
Pero justo antes de eso…
¿Me pareció o Rahel sonrió?
Sin embargo, cuando la miré de nuevo, su rostro volvía a ser tan indiferente como siempre.
Seguro lo imaginé.
No había forma de que la fría Rahel me sonriera.
Me aseguré de que no quedaran más hojas en mi cabeza y, al hacerlo, recordé de repente lo que había dicho Rahel de hace un momento, y me puse tensa.
Ahora, cuando regresemos a la mansión, nos espera una cena con el Duque.
Era obvio que Sally y la niñera estarían desesperadas por echarme, así que intenté aferrarme a la conexión más fuerte de la Familia Ducal.
No esperaba que funcionara tan bien.
Era un alivio que el Duque no me hubiera echado de inmediato, pero…
Ahora que lo pienso, enfrentarme a él da miedo.
En el Imperio Hildeon, el Duque era la persona con más poder después del Emperador.
Aunque su prestigio había decaído bastante desde que su hija, la anterior señorita Ducal, diera a luz a Rahel, la hija de un Príncipe traidor…
Seguía siendo un hombre temible, capaz de hacer temblar al más valiente.
Y dejando de lado su reputación…
Solo recordar la presión que emanaba cuando lo vi hoy bastaba para ponerme tensa.
Pero no puedo huir.
Mientras observaba por la ventana la Casa Ducal, que empezaba a aparecer a la distancia, tragué saliva con fuerza.
A estas alturas, no me queda más remedio que afrontarlo.
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