⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
—La verdad, no me dejo envolver. Últimamente, cada día es solo felicidad —respondió la abuela Sophie mientras le ofrecía otra pieza de berenjena frita a mi tío.
Yo la tomé, pero en lugar de llevármela a la boca, se la ofrecí a él.
—Tío, cómetela. Es muy bonita, ¿no crees?
—Vete a sentar.
—Está bien.
Si no la quieres, allá tú. ¡Está deliciosa!
Crunch.
—Vamos, señorita, ¿por qué no se sienta también?
Zenda dio unos golpecitos en la silla para indicarme dónde debía sentarme.
—¡Sí!
Con la berenjena frita en ambas manos, me dirigí a mi asiento.
—Tío —lo llamé mientras me sentaba en la silla que Zenda me había apartado.
—……
Parecía de mucho peor humor que antes. Mi tío había estado lanzando una oscura aura desde hace un rato y no respondía adecuadamente a mis palabras.
En ese momento, llegó un carrito lleno de comida. Los platos, con todo tipo de sabores y aromas deliciosos, fueron colocados sobre la mesa.
—¡Gracias por la comida! ¡Y gracias por preparar algo tan delicioso una vez más!
—Qué niña tan dulce —dijo la abuela Sophie antes de desaparecer para traer más comida.
Esperé pacientemente mientras Zenda servía la comida en mi plato, y tan pronto como la tuve frente a mí, clavé el tenedor y me llevé un bocado a la boca. Las patatas estaban tan suaves que se deshacían al masticarlas.
—¡Está muy rico! Tío, ¡come mucho también!—
—Termina de comer antes de hablar.
—Vale.
Escuché a mi tío obedientemente y continué comiendo con entusiasmo.
—Ah, tío. Llévame al palacio imperial.
—¿Por qué quieres ir al palacio?
Saqué una carta que había preparado antes de venir al comedor y la agité en el aire.
—¡El Emperador me invitó a visitarlo!
—¿Cómo conoces al Emperador?
—No lo conozco… Pero sé que era amigo de mamá. En la carta solo pone que me invita a visitarlo. Nunca he estado en el palacio, así que quiero que me lleves.
—No quiero.
—¿Por qué no? Tú vas seguido.
—¿Y qué tiene que ver eso?
—Qué injusto.
—¿Cómo lo supiste?
—¡Eres malo!
—Veo que me conoces bien.
Seguí insistiendo varias veces mientras comía, pero mi tío se mantuvo firme.
Mi plan había fracasado. Pensé que si lo mencionaba de forma natural, podría salirme con la mía. Pero había algo en el ambiente, algo que hacía que pareciera realmente enfadado, aunque no sabía por qué.
Cuando me di cuenta, ya estaba llena. Deslicé mi plato a un lado y me di unos golpecitos en la barriga, planeando escapar a mi habitación.
—Señorita —me llamó Zenda justo cuando estaba a punto de levantarme sigilosamente.
—¿Sí?
—No ha tocado nada de las verduras asadas. Aún queda cebolla, pimiento y puerro.
—Ah… Bueno…
Zenda me miraba con una sonrisa, y yo buscaba desesperadamente una excusa.
—Esta mañana, en mi sueño, comí mucho, así que hoy no necesito más —dije, inflando mi barriga y frotándola para enfatizar.
Zenda y los sirvientes se rieron en voz baja, pero yo seguí actuando, exagerando lo llena que estaba.
—Debes comer de todo si quieres crecer bien. Mira a tu tío, es alto porque come de todo… —Zenda se interrumpió al mirar el plato de mi tío.
Y con razón, porque el plato de mi tío no era muy diferente del mío. A pesar de su gran tamaño y musculatura, no había tocado ninguna de las verduras.
—Mi tío tampoco se lo ha comido todo. Entonces, ¡eso significa que tampoco necesito comer más para crecer!
Señalé triunfante los dos trozos de pimiento y el puerro asado que mi tío había dejado.
Zenda no podía discutir, ya que mi tío era tan grande, aunque no hubiera comido las verduras. Estaba convencida de que podría levantarme ahora.
—Cacahuete. ¿Crees que tú y yo somos iguales?
—¡No soy un cacahuete!
—Eres tan pequeña y ya intentas hacer trampas. Termina todo.
Y se levantó rápidamente, desapareciendo sin más.
Mi mamá solía decirme que mi tío siempre estaría de mi lado. Que no importaba lo que pasara, podía confiar en él.
¡Mentira! ¡Mamá también es una mentirosa!
Algún día me vengaré.
Sin más opción, tuve que terminar todas las verduras asadas, vigilada por Zenda.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Todavía sin poder deshacerse de esa molesta sensación de incomodidad y frustración, Kassel entró en su despacho. Gerard lo siguió de cerca.
—¿Qué es esto?
Una pequeña caja del tamaño de un puño, de colores llamativos y con una textura algo arrugada, lo esperaba en el centro de su escritorio. Parecía hecha de papel de colores, mal doblada y frágil. En esa casa, solo había una persona que pudiera hacer algo tan descuidado y de poca calidad.
—¿No será algo que dejó la señorita…? —dijo Gerard, tragándose el final de la frase.
Nadie en la casa sería lo suficientemente audaz como para dejar algo así sobre el escritorio de Kassel.
Con curiosidad, Gerard miró la caja. ¿Sería esa la salvación que necesitaban para mejorar el ambiente?
Kassel la levantó y la sacudió ligeramente. Algo dentro de la caja chocó suavemente. Apenas aplicó fuerza y la caja ya estaba medio arrugada. Al abrirla, encontró un broche de flores hecho de encaje rojo y amarillo, similar a los que llevaban los sirvientes en el pecho, pero este era el doble de grande y estaba hecho con dos colores.
Ah, y también estaba la caja de papel.
Gerard, que había sido regañado todo el día por el broche que le había dado la señorita, fue el primero en sonreír al ver el contenido.
Eso es, es justo lo que necesitaba.
—La señorita debió tardarse porque estaba preparando el mejor regalo —dijo Gerard, tratando de justificar el retraso.
Kassel murmuró mientras miraba la caja.
—Vaya, ¿quién le pidió esto? No entiendo por qué algo tan barato me hace feliz.
Pero sus labios formaban una ligera sonrisa. Gerard, notándolo, añadió:
—Es mucho más grande. Y el amarillo hace que parezca una caléndula, ¿no cree?
Recordó un comentario de Zenda y lo mencionó para intentar levantar el ánimo de Kassel, quien sonrió aún más.
—Bah, con esas cosas anda regalando a cualquiera. ¿Por cierto, te ha dado una caja?
—No, no la he recibido. Creo que solo lo ha hecho para la persona que considera más importante y especial —respondió Gerard, defendiendo a Aika con todas sus fuerzas.
Kassel jugueteó con el broche durante un rato antes de dejarlo a un lado de su escritorio.
—Ya basta, dame el informe.
La sonrisa en su rostro se desvaneció rápidamente y el ambiente cambió de nuevo. Gerard, disimuladamente apretando los puños, se aclaró la garganta antes de comenzar el informe.
—Hemos verificado todos los fragmentos de la carreta. Estamos persiguiendo a siete personas, además de los 38 que ya han sido eliminados.
—Y ninguno de ellos ha hablado aún.
—No, los que no fueron torturados se suicidaron.
—Se suicidaron como si lo tuvieran todo planeado. Qué ridículo. Encuentra más.
—Sí, señor.
—Y… eso. Si no estás ocupado, ve con la pequeña y dile que se prepare para ir al palacio mañana. Si se retrasa, la dejaremos.
Gerard parpadeó, sorprendido. El cambio de tema fue tan rápido que casi parecía un ataque sorpresa.
—¿Vas al palacio mañana? ¿De repente? ¿Y qué pasa con el trabajo pendiente?
—¿De repente? He estado planeando ir, solo que lo he pospuesto porque me daba pereza.
—Ah… claro…
Gerard terminó la frase de forma vaga, alargando una sonrisa forzada.
—¿Qué haces? Si ya has terminado el informe, muévete rápido.
—¡Sí, enseguida!
—Y cuando acabes, sigue con tus tareas. No es necesario que vuelvas.
—¡Gracias!
Gerard, al darse cuenta de que le habían dado permiso para irse temprano, salió rápidamente del despacho antes de que Kassel pudiera cambiar de opinión.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Mi tío, que parecía decidido a no llevarme al palacio, cambió de opinión anoche. A través de Gerard, me dijo que me preparara para ir al palacio.
Por si acaso, no quería que cambiara de opinión, así que desde la noche anterior estuve molestando a Zenda para que me ayudara a tener todo listo.
A la mañana siguiente, después de desayunar, Zenda terminó de preparar mi bolso amarillo redondo, donde metió la carta y un puñado de caramelos. Luego, cuando mi tío me llamó, corrí a su habitación.
—Tío, ¡aquí estoy! ¡Mira qué bonita estoy!
Abrí la puerta de golpe y entré, mostrándole mi vestido con un ‘tada’. Aunque no me miró, giré sobre mí misma.
Mi tío, sentado al borde de la mesa, no me prestaba atención, pero mantuvo las piernas ligeramente dobladas.
—¿Vas a una fiesta o qué?
¡Qué! ¡Si ni siquiera me ha mirado!
—No. Pero quería ponerme lo más bonito. ¡Mira las perlas! ¡Son de verdad!
Le mostré las cuentas que adornaban mi vestido de encaje amarillo claro. ¿Qué te parece? ¡Es muy bonito, ¿no?!
—¿Por qué llevas ese babero tan raro?
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