⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Llegamos a la entrada del gran palacio blanco, adornado con detalles dorados por todas partes. Mi tío bajó primero, y yo salté del carruaje antes de que pudiera ayudarme. El enorme collar chocó contra los botones de mi ropa, haciendo un ruido tintineante. Mi tío frunció el ceño por un segundo, pero yo solo sonreí nerviosamente para disimular. Luego, agarré la tela de su ropa e intenté, con la boca abierta de asombro, observar todo el palacio de un vistazo.
—Tío, este lugar es enorme, ¿verdad?
—Por eso, asegúrate de seguirme bien.
—Sí.
Me aferré a la ropa de mi tío y lo seguí lo mejor que pude. Como sus piernas eran largas, si no caminaba rápido, lo perdería de vista, pero hoy, curiosamente, mi tío caminaba despacio. El collar dorado reflejaba la luz del sol, brillando intensamente. Parecía que todos los que pasaban nos miraban por eso.
—Tío, siento que todos me están mirando.
—Deben estar sorprendidos de ver un cacahuete caminando.
—Creo que es por el collar.
—Si caminas en silencio, nadie te mirará.
Fruncí los labios ante su comentario.
—Tío, ¿por qué algunas personas llevan ropa blanca y otras ropa negra?
—Depende del lugar donde trabajan. Para explicarlo de manera sencilla, aquellos que interactúan mucho con personas visten de blanco, mientras que los que hacen trabajo físico usan uniformes verde oscuro.
Gerard respondió amablemente en lugar de mi tío.
—Ah, mamá vestía de negro. También tenía adornos dorados, como tú. ¡Y a veces vestía de blanco!
—Así es. La mayoría de las personas que trabajan en el palacio del Emperador visten de negro. Probablemente tu madre usaba blanco en ceremonias o eventos importantes.
—Vaya, qué interesante. Entonces, ¿también hay ropa amarilla?
—No lo sé. Tal vez la usen en eventos especiales. Te lo diré si me entero.
—¡Gracias, Gerard!
Mientras cruzábamos los pasillos del palacio, mi tío tuvo algunas conversaciones con personas vestidas de negro. Después de un rato, un asistente nos guió hacia el interior de una gran sala.
—Tío, ¿dónde estamos?
—Es la sala de espera antes de que podamos ver al Emperador. Aquí esperaremos.
—Yo también me quedaré aquí con usted, señorita.
—¿Zenda también?
—Sí, pero pronto estarán a su servicio algunas personas importantes que la acompañarán, señorita. Nos veremos luego.
Mi tío me explicó que normalmente yo también podía acompañarlo, pero hoy habían decidido que esperara.
—Bueno, ¡nos vemos más tarde!
Mientras caminábamos hacia otra zona, apareció un pasillo corto. Sostuve el meñique de mi tío y le pregunté:
—Tío, ¿es difícil ver al Emperador, verdad?
—Es difícil porque tus piernas son cortas.
—¡No es por eso!
Después de atravesar algunos pasillos y varias habitaciones, llegamos al lugar de la cita. Sobre la mesa ya estaban dispuestos todo tipo de bocadillos y platos. A pesar de estar dentro de una sala, había muchas flores, y en una esquina, un gran arpa y otros instrumentos musicales. El asistente que nos había guiado nos informó que el Emperador estaba resolviendo unos asuntos y que se retrasaría un poco. Al parecer, el Emperador estaba tan ocupado como lo había sido mi mamá.
Me aseguré de no causar problemas, como me había advertido mi tío, y miré con cuidado a mi alrededor. Justo cuando había terminado de explorar la sala, la puerta, que había estado bien cerrada, se abrió.
—Aunque tenía la mañana reservada, parece que se ha retrasado. Lo siento mucho.
Era el Emperador.
—Saludos a Su Majestad.
Mi tío fue el primero en levantarse y hacer una reverencia.
—Es raro verte en una ocasión informal, Marqués.
—Como bien sabes, he estado ocupado.
Sostuve mi vestido, e hice una reverencia con una pierna ligeramente hacia atrás.
—¡Hola, Su Majestad! ¡Soy Aika de Valiart!
Luego levanté la cabeza.
—…Así que tú eres Aika.
El Emperador se arrodilló ligeramente para ponerse a mi altura y cruzar miradas conmigo. Su vestimenta era más elegante que cualquiera de las que había visto mientras cruzaba el palacio.
Winchester Gaia Seledor. Mi madre me había dicho que debía memorizar el nombre del Emperador, el sol del imperio. Los ojos violetas, símbolo de la familia imperial, eran deslumbrantes y misteriosos. Curiosamente, su cabello, negro como la noche, era del mismo color que el mío. Mamá siempre decía que era el color más hermoso del mundo.
N/Nue: Mmmmm curioso.
El Emperador me observó fijamente durante un buen rato, en esa posición. Finalmente, después de lo que pareció mucho tiempo, habló con dificultad, como si le costara hacerlo.
—Si no te molesta, ¿podría abrazarte?
Asentí sin dudarlo.
—¡Claro!
Era algo muy sencillo para mí. Sin embargo, el Emperador no actuó como esperaba; simplemente extendió los brazos, vacilante. Solo cuando di un paso más hacia él, sus enormes brazos me envolvieron por completo. Sentí una pequeña vibración acompañada de un suspiro bajo y prolongado, como si hubiera estado conteniendo el aliento.
—No sabía que habías crecido tanto… He esperado mucho tiempo para este día. Gracias por venir.
Permanecí en sus brazos como si el tiempo se hubiera detenido por varios minutos. ¿Hasta cuándo debería quedarme así? Impaciente, levanté la cabeza y hablé.
—¿Su Majestad?
—Ah, lo siento.
El Emperador, como si hubiera sido sorprendido, me soltó rápidamente. Aún así, seguía temblando como si tuviera frío.
—No hay problema.
—Eres muy amable.
El Emperador sonreía suavemente, pero su expresión era algo extraña. Era como si llevara muchas emociones dentro, pero era difícil saber exactamente cuál predominaba. Parpadeé varias veces.
—…¿De verdad era amigo de mi mamá?
—Por supuesto. Seria era mi amiga, al igual que Kassel.
—Ya veo.
Asentí, pero no podía dejar de mirar su cabello negro que flotaba frente a mí. Los ojos del Emperador se dirigieron a mi cuello.
—Qué lindo collar tienes.
Era por el enorme collar que llevaba. Sentí que mi cara se ponía roja.
—Lo siento, mi tío me dijo que lo usara.
—Es muy elegante.
—¡Ah!
De repente, recordé algo y rápidamente busqué en mi bolso, sacando un broche.
—Es un regalo.
—…¿Para mí?
Los ojos del Emperador se agrandaron instantáneamente. Extendió sus manos, y yo coloqué el broche cuidadosamente sobre ellas.
—Sí, gracias por invitarme. ¡Lo hice yo misma!
Los ojos del Emperador se curvaron en una sonrisa en forma de media luna.
—Gracias. Es el regalo más especial que he recibido. Lo guardaré con mucho cariño.
—¡Sí!
—Ahora, ¿te gustaría comer algo delicioso?
—¡Me encantaría!
—No estoy seguro de qué te gusta.
El Emperador se levantó y llamó con un gesto a alguien. Poco después, sirvieron aún más bebidas y aperitivos de los que ya había sobre la mesa. Me senté junto a mi tío y pasé el tiempo conversando con el Emperador. Era mucho más risueño y cálido de lo que había imaginado, y parecía muy interesado en mí. Me preguntó sobre mis comidas favoritas, mis colores preferidos, los objetos que más me gustaban y lo que disfrutaba hacer.
—Creo que entiendo por qué es difícil verte. Si yo estuviera con Aika, también sentiría que el tiempo pasa volando.
—No digas tonterías.
—Mi tío no juega mucho conmigo.
Aproveché la ocasión para quejarme del comportamiento de mi tío. Me habían dicho que él era más importante que mi abuelo y que incluso estaba por encima de mi mamá, así que pensé que era un buen momento para mencionarlo. Mi tío levantó una ceja, y el Emperador soltó una carcajada.
—Kassel tampoco juega mucho conmigo. Siempre está ocupado y pone excusas.
—¿De verdad?
—Sí, en serio. Así que sería genial que vinieras más seguido a jugar conmigo, Aika.
—¿De verdad puedo venir otra vez?
—Por supuesto. Puedes venir cuando quieras. Tu tío te traerá. Puedo saber su agenda en cualquier momento, ¿verdad, Kassel?
—¿Por qué me metes a mí en esto? Qué molestia.
—¡Qué impertinente comentario hacia tu Emperador!
—Solo le estaba hablando a un amigo.
El Emperador esbozó una sonrisa amigable mientras mi tío se presionaba las sienes con una expresión de incredulidad.
—Entonces, ¿ahora el Emperador y yo somos amigos?
El Emperador arqueó las cejas y, tal como yo había hecho, asintió con la cabeza.
—Por supuesto. Si tu tío te molesta, puedes decírmelo.
¡Qué maravilla!
Estaba tan feliz que casi salto de alegría, pero al notar a mi tío, me contuve y le hice un gesto al Emperador para que se acercara.
—Eh…
—¿Sí?
El Emperador se inclinó hacia mí, y yo me acerqué a su oído para susurrarle.
—Su Majestad, si mi tío lo molesta, también puede decírmelo. Somos amigos, después de todo.
El Emperador soltó una carcajada.
—¿Oye, qué le dijiste?
Mi tío, que parecía llevar rato con el ceño fruncido, preguntó con curiosidad. Giré los ojos y me encogí de hombros.
—Ah, nada.
—Es un secreto entre nosotros, ¿verdad?
—Así es.
Asentí rápidamente. Mientras observaba al Emperador, pensé que sería genial si él y mi tío pudieran compartir la mitad de sus personalidades.
—Ah, es verdad. Sola, tráelo, por favor.
—Sí, entendido.
Una joven de cabello corto, verde oscuro, con todos los botones de su uniforme abrochados hasta el cuello, hizo una reverencia y trajo rápidamente una pequeña caja. El Emperador la recibió y me la extendió.
—Este es el regalo que quería darte.
Era una caja cubierta de terciopelo negro.
—¿Qué es esto?
El Emperador abrió la tapa, revelando una larga llave plateada en su interior.
—Es la llave de la biblioteca de libros antiguos del palacio.
—¿Libros antiguos?
—Son libros muy viejos. Contienen sabiduría que desconocemos y guardan muchos secretos.
—¡Wow, de verdad?
—Seria me pidió hace tiempo que te diera este regalo. Dijo que, siendo tan inteligente como eres, lo necesitarías.
Me detuve justo antes de sacar la llave de la caja.
¿Mamá?
—¿Mamá?
Miré alternativamente a mi tío y al Emperador.
Mi tío, en lugar de enfadarse como de costumbre, asintió como si estuviera bien.
—Dijo que, si eres tú, podrías encontrar algo especial que solo tú podrías descubrir allí.
—¿De verdad… mamá dijo eso?
—Así es. Puedes venir a verla cuando quieras. Y no dudes en pedirme cualquier cosa que necesites de ahora en adelante.
—Ah.
Un regalo que mamá pidió.
Un regalo de mamá.
Abracé la llave con ambas manos, apretándola contra mi pecho. Sentí como si el calor de mi madre aún permaneciera allí. La sostuve durante un buen rato, hasta que se calentó, y luego hice una reverencia.
Oh, cierto, tengo que dar las gracias.
—¡Gracias!
Volví a colocar la llave en la caja y se la entregué a mi tío.
—Tío, esto…
Aunque mi tío fuera un poco gruñón, sabía que podía confiar en él.
—Ahora seguro que me harás trabajar más.
—No puedo perderla, ¿verdad?
—El señor Ruspe ha llegado.
Escuché una voz baja, de alguien que parecía ser un sirviente del Emperador, susurrándole al oído.
—Ah, ya está aquí. Hazlo pasar. Lo llamé para que viniera porque escuché que mi sobrina estaba en el palacio. Tal vez puedan hacerse amigos.
Poco después, el sirviente regresó acompañado de un chico que parecía tener mi edad.
—Saludos al Emperador, sol del imperio.
El Emperador se levantó para darle la bienvenida. El chico, con una pronunciación clara y precisa, se inclinó y luego se acercó unos pasos más.
—Ruspe, acércate.
Su cabello, que le cubría parcialmente las cejas, era de un plateado muy claro.
Parece la luz de la luna. Es realmente hermoso.
Sus puntas estaban ligeramente onduladas, y parecía suave al tacto. Sus ojos, de un violeta imperial característico de la familia real, tenían una expresión severa que le daba un aire distante.
El chico, que se acercaba, se detuvo de repente cuando nuestros ojos se encontraron, como si estuviera sorprendido. La expresión fría de sus ojos cambió rápidamente, volviéndose redonda y amable.
¿Por qué me mira así? ¿Tendré algo en la cara?
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