⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
¡Jugamos a la cola del dragón, a la ronda del pañuelo y simplemente corrimos por ahí!
—Sí, me parece bien.
Ante la entusiasta respuesta de Ruspe, tomé su mano y corrimos juntas hacia el jardín.
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—Hace poco ocurrió algo interesante en el palacio imperial, ¿no?
—¿Qué alboroto hubo?
—Parece que ese perro loco volvió a causar un desastre en el palacio. No sé qué será de este país. Últimamente había estado inusualmente tranquilo.
El humo llenaba la habitación como una niebla.
Un hombre barbudo, que fumaba su pipa con fuerza, soltó una risa sarcástica.
—Ese sí que parece un verdadero perro loco.
Lagia de Deslim.
Un hombre de la familia Deslim, una casa noble que ha sido parte de la historia de Worpod y que en su momento tuvo la confianza del anterior emperador.
Era el líder de esta reunión y, más que nadie, deseaba ver la caída de la familia Valliarte.
Kassel de Léguiore, quien actuaba como el brazo ejecutor de Valliarte, no paraba de entrometerse por todos lados, lo que mantenía a Lagia molesto constantemente.
—¿Qué pasó exactamente?
—¿Parece que molestó a alguna sirvienta del palacio? Aunque siempre ha parecido desinteresado en las mujeres, ¿no?
—Si fuera solo por algo así, no estaríamos hablando de esto. Al menos si disfrutara de las mujeres, sería más fácil de entender.
La reunión era pequeña, con no más de una docena de miembros.
Los hombres pertenecían a casas nobles, entre ellos el Duque Deslim, el Marqués Rondo, el Conde Menivera y el Vizconde Laho, aunque otras familias también estaban presentes, pero el núcleo era reducido.
—Su Majestad ha mantenido este asunto muy en secreto, así que no sabemos la causa exacta, pero se rumorea que alguien desapareció en el palacio imperial.
—¿Desapareció alguien en el palacio? ¿Es eso suficiente para causar tanto alboroto?
—Debe haber algo más.
—¿Qué más?
—Una niña.
Tras estas palabras de Lagia, las miradas de los hombres se dirigieron hacia él.
—¿Una niña?
—¿Se refiere a la niña de cabello negro?
Rondo preguntó con una expresión de duda.
—¿Parece que el Duque Deslim y el Marqués Rondo saben de quién se trata?
Magi Laho, visiblemente intrigado, se levantó ligeramente del sofá y alargó el cuello, con sus ojos brillantes escudriñando a su alrededor con rapidez.
—Si el perro loco de Valliarte se está moviendo por algo, no puede ser más que por un asunto familiar. Hace poco vi a una niña en un banquete que no había visto antes. Parecía tener unos cinco o seis años y él la llevaba en brazos.
—¿Una niña, dices?
—Le di un vistazo y casi pierdo un ojo de lo duro que me miró, jeje. Por eso me pregunto si lo ocurrido en el palacio tiene algo que ver con esa niña.
—¿Qué es, qué está pasando? ¡No se queden callados, dígannos!
Ante la insistencia de Rondo, Magi se impacientó aún más.
Entonces, Lagia golpeó su pipa contra el cenicero, dejando caer las cenizas.
—La hija ilegítima del canciller fallecido.
La expresión de los presentes cambió de inmediato. Todos estaban sorprendidos y la atención se centró aún más en Lagia, quien esbozó una sonrisa.
Una nube de humo salió de su boca mientras los otros hombres miraban nerviosos a su alrededor, esperando que alguien más dijera algo.
Cuando Lagia volvió a hablar, el ambiente se llenó de murmullos.
—Una niña de cabello negro y ojos dorados, oculta durante siete años. ¿No les parece sospechoso?
—¿Qué?
—Eso es…
—¿Es posible…?
Las miradas en la sala eran como las de animales que acaban de divisar a su presa.
—¿Entonces los rumores eran ciertos?
—¡Pero decían que no era así!
La sala volvió a llenarse de murmullos.
Cabello negro y ojos dorados. Cualquiera diría que esos rasgos parecían una mezcla de dos personas.
Además, había sido ocultada durante siete años.
Rondo ya había comenzado a sospechar.
Cuando vio de cerca a la niña, se parecía mucho al canciller fallecido, pero también tenía algo del rostro del Emperador.
Por si fuera poco, en la familia Valliarte, todos los miembros, desde el patriarca hasta sus hijos, tenían el cabello rojo.
Pero la nieta que apareció tenía el cabello negro, lo que naturalmente levantaba sospechas.
La atmósfera cambió rápidamente, de un ambiente bullicioso a uno tenso.
—¿Sabrá esto Kelphodia?
Ricardo Willo Kelphodia.
El único hermano del Emperador y un firme aliado de la familia real.
Además, se hablaba de que el hijo del Marqués Kelphodia era el próximo en la línea de sucesión al trono, por lo que si sabía de este asunto, lo recibiría con sensibilidad.
Si la niña que apareció de repente era la única descendiente del Emperador, ¿qué pasaría entonces?
¿Podría el Marqués Kelphodia, que tenía estrechos lazos con la familia Valliarte, tolerar que su hijo fuera desplazado del trono?
Ya había cedido una vez, pero ¿permitiría que su hijo también fuera apartado?
Si el palacio había mantenido este secreto, era posible que esa niña ya estuviera en el centro de las decisiones.
—Si todo sale bien…
Magi Laho sonrió con una mueca maliciosa.
Los problemas suelen comenzar con pequeñas grietas.
Es mucho más efectivo atacar a las crías que a los adultos completamente desarrollados.
¿Soplará el viento sangriento que tanto deseaban?
Todos intercambiaban miradas codiciosas, como si estuvieran aumentando las apuestas entre ellos.
Valliarte, quien lo había colocado en el trono.
Y su hermano, Kelphodia.
¿A quién salvará el Emperador?
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
—¡Ruspe, ven aquí!
Me estiré y me metí entre los arbustos bajos del jardín, llamando a Ruspe.
Salí con esfuerzo por el estrecho espacio, como un agujero hecho por un animal, moviendo mis caderas mientras me deslizaba hasta que vi un pequeño lago.
Al lado había un árbol enorme, mucho más alto que una persona adulta.
Ya había pasado bastante tiempo desde que me quedé en casa de mi tío, pero aún había muchos lugares que no había visitado.
No había ido a la casa de huéspedes, y tampoco había visto este lago hasta hoy.
Es una lástima que mi tío haya guardado este lugar tan bonito para él solo.
Y esta mañana, nos regañó a Ruspe y a mí, diciéndonos que no rompiéramos nada en la casa y jugáramos tranquilamente.
¡Qué severo es mi tío!
Agarré la mano de Ruspe, que había salido gateando detrás de mí, y le señalé el lago con el árbol gigante.
—Mira, hay un lago. Vamos a jugar allí.
—Sí, suena bien.
Afortunadamente, Ruspe siempre decía que sí a todo.
Nos acercamos al lago y algo se movió en el agua.
—¡Es un pez!
¡Pensé que no habría nada!
Nos arrodillamos junto a la orilla y nos quedamos mirando a los peces.
Cuando salpiqué el agua con la punta de los dedos, los peces, curiosamente, se acercaron a nosotros.
Me armé de valor y metí la mano hasta la muñeca en el agua.
—Es sorprendente, ¿verdad?
—Sí. ¿Te gustan los peces, Aika?
—¿A mí? Mmm, no lo sé. Creo que me gusta mirarlos. ¿Y a ti?
—A mí también.
—Pero si nos quedamos más tiempo, creo que nos meteremos en problemas.
Ruspe también parecía pensar lo mismo, pues sacó su mano del agua y asintió.
Es mejor no hacer más travesuras.
Cuando me levanté y me di la vuelta, la bolsa que había prendido a mi vestido cayó al suelo.
Fue un momento de sorpresa.
—¡No!
En un abrir y cerrar de ojos, la bolsa cayó directamente al agua con un ‘plop’.
Me quedé en shock y me incliné rápidamente para tratar de alcanzarla.
—Aika, ¡es peligroso!
—¡Espera un momento!
Ruspe tiró de mi ropa desde atrás.
¡Ahí estaba el contrato que hice con mi tío y otras cosas importantes!
La bolsa flotaba en el agua, pero no alcanzaba a agarrarla.
—Ah…
Me quedé arrodillada, mirando la bolsa flotando en el agua con una expresión de desesperación.
—También tenía el brazalete que Zenda hizo para mí… ¿Qué voy a hacer?
—¿Es importante?
Ruspe me miró, visiblemente preocupado.
Asentí con el ceño fruncido.
—Ahí está el acuerdo que hice con mi tío, y el bonito brazalete. También hay dulces para ti…
Mientras hablábamos, la bolsa se alejaba más. ¡No, por favor!
—Tengo que decírselo a Zenda… O quizás a Leto.
Las únicas personas mayores en las que podía pensar en ese momento eran Zenda y Leto.
Seguro que ellos, como adultos, sabrían cómo sacarla.
Pero Zenda me había advertido que no hiciera nada peligroso.
Me quedé mirando el lago, pisando el suelo con frustración.
—Aika.
De repente, Ruspe me llamó, dándome unos golpecitos en el brazo.
Su voz sonaba extrañamente decidida.
—¿Eh?
—Cierra los ojos.
—¿Qué?
¿Que cierre los ojos de repente?
—Cierra los ojos y cuenta hasta diez.
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