⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Ah, no me digas cacahuete… ¿Por qué sigues llamándome así?
—No soy un cacahuete.
—Admite la verdad.
—Sí, tío.
Cuando alguien te pregunta, es normal responder.
Me froté el trasero y me senté bien, y para mostrarle que lo escuchaba atentamente, junté mis manos y lo miré fijamente.
—¿Cuánto te va a pagar ese viejo?
Mi tío siempre llama ‘viejo’ a mi abuelo.
¡Por eso el abuelo siempre lo llama un mocoso desvergonzado!
—¿Eh?
—¿Cuánto te va a dar por haberte aliado con ese viejo?
La cara de mi tío estaba bastante seria.
Mamá solía poner esa misma expresión cuando revisaba papeles hasta tarde en casa.
Si no fuera por su cabello corto, serían exactamente iguales.
—¿Aliarme? ¿Qué significa eso?
¿Qué tonterías está diciendo?
—¿No te dio de comer ese viejo?
—No. Comí cinco veces al día, ¿sabes? Y además, comí un montón de bocadillos.
Hice un círculo lo más grande que pude con los brazos para mostrar cuánto había comido.
—Entonces, ¿te regañaba mucho?
—Uh-uh, no. El abuelo dijo que yo era la más linda.
—¿Los sirvientes de la casa te trataban mal?
—No…
Las sirvientas incluso me llamaban princesa.
Claro, los sirvientes de mi tío también me trataban bien.
Moviendo mis dedos con inquietud, respondí calmadamente.
Mi tío exhaló varias veces, como si intentara calmarse.
—Entonces, ¿cuál es el problema? Estás viviendo como una princesa en ese buen refugio, ¿por qué insistes en venir aquí a darme dolores de cabeza?
Mi tío gruñó, intentando asustarme.
Pero no era eso, no era nada de eso.
No podía decirle la verdad porque estaba cumpliendo una promesa secreta con mamá, y eso me frustraba.
—Tío, ¿te doy dolores de cabeza?
—¿Qué?
—¿Me odias mucho?
—¿Quién dijo que te odiaba?
Mi tío gritó de nuevo.
Siempre grita cuando podría hablar tranquilamente.
Mamá decía que las personas que se enojan mucho tienen más probabilidades de irse temprano, y eso me preocupaba de verdad.
Además, él decía que no me odiaba, así que…
—¿Entonces te gusto?
Le pregunté con ojos brillantes, y la cara de mi tío se arrugó de nuevo.
—¿Estás loca?
—…Bueno, a mí me caes bien.
Murmuré, bajando la cabeza.
Después de un rato, escuché un leve suspiro proveniente de arriba de mí.
—Yo no soy tu mamá. Nunca he tenido hijos, así que no sabría cómo criar uno bien. Así que, por favor, regresa.
Aunque dijo que no me odiaba, el tono de su voz sonaba como si quisiera que desapareciera.
Levanté la cabeza nuevamente y empecé a morderme los labios.
—Tío…
—Ves, te has arrepentido, ¿verdad? ¿Te llevo a casa del abuelo? Puedes decir que no puedes vivir aquí.
Mi tío me preguntó con ansias, como si estuviera esperando esa respuesta.
Sacudí la cabeza con firmeza.
Mi tío, como siempre, no entendía. Ya le había dicho que no podía hacerlo.
—Tío, dicen que los humanos se adaptan a todo. Aunque al principio sea difícil, las personas pueden lograr lo que sea con el tiempo.
Mi tío me miró con una expresión incrédula.
—¿Eso lo dijo tu mamá?
—Sí. Mamá es muy lista, ¿verdad?
—¿Naciste para adorar a tu mamá o qué?
—No es adoración, es la verdad…
Mi tío murmuró algo sobre qué clase de persona habría tenido una hija como yo. Estoy segura de que estaba criticando a mamá.
Se rascó la cabeza y volvió a soltar un largo suspiro.
Lo observé con cautela mientras miraba el reloj de reojo.
De todos modos, mi tío parecía agotado, así que hoy no saldría, ¿verdad?
Y mañana no habría problemas.
—Tío.
—¿Ahora qué?
—Yo extraño a mamá.
—…
—La extraño todo el tiempo, pero ya no puedo verla. El abuelo dijo que no puede venir. Por eso, siempre te extraño. ¿No puedo quedarme aquí? Prometo no molestarte mucho.
—No es que ‘molestes un poco’, deberías prometer que no molestarás en absoluto.
—Si prometo eso, no me dejarás estar cerca de ti.
Mi tío me miró fijamente con sus ojos entrecerrados, como si fueran las manecillas de un reloj marcando las 10:10, y mantuvo la boca cerrada.
La habitación estaba tan silenciosa que se podía escuchar claramente el canto de los pájaros afuera.
Me quedé quieta, observando cuidadosamente a mi tío, preparada para detenerlo si intentaba irse.
Después de un largo rato, mi tío finalmente habló de nuevo.
—Haz lo que quieras.
—¿Eh?
Mi tío, que ya se había despeinado rascándose antes, se enredó aún más el cabello.
—Te dije que hagas lo que quieras. Puedes rodar por la casa o recorrerla de arriba abajo. Pero si interrumpes mi trabajo, prepárate para morir.
—¿De verdad?
—¿Es que no puedes creer lo que dice la gente?
Confío en lo que dice la gente, pero no me fío mucho de lo que dice mi tío…
De todos modos, fue un alivio que accediera.
Decidí asegurarme por completo.
Mamá siempre me había enseñado que no debía dejar escapar las oportunidades cuando se presentaban.
—Entonces… tío.
—¿Qué otra cosa?
Saqué un papel que había guardado cuidadosamente dentro de mi vestido.
[FOTO]
—Aquí.
Lo desplegué suavemente y lo coloqué sobre la cama, alisándolo con las palmas de mis manos.
—……
—Tío, pon tu dedo aquí.
—……
—Rápido, ponlo aquí.
La mirada de mi tío se volvió un poco perdida.
Mamá siempre decía que las promesas debían ser claras.
Y lo más claro era ponerlo por escrito.
Me enseñó muchas veces que las palabras podían cambiar, así que las cosas importantes debían dejarse registradas.
—¡Vamos, rápido!
—……
No era gran cosa.
Lo había escrito con mucho cuidado, pero ahora que lo miraba, parecía un poco torcido.
Aunque pensé que lo había guardado bien, estaba arrugado de tanto que me había aferrado a mi tío.
Debería haberlo guardado en el bolsillo.
De todos modos, sólo quería asegurarme de que mi tío no cambiaría de opinión otra vez.
Dicen que los hombres no deben contradecirse, pero mi tío parecía capaz de cambiar de opinión diez veces si quería.
Ya había obtenido la firma de mi abuelo, así que solo faltaba mi tío para completar el acuerdo.
—Tío, rápido.
Lo miré insistentemente.
—Ah… Eres igualita a Seria.
Mi tío soltó una risa incrédula mientras miraba el papel con detenimiento.
—Sí, soy la hija de mamá, ¿verdad?
Entonces mi tío, con su mano grande, me aplastó la cabeza.
Parecía que iba a hundirme en la cama de tanta fuerza que estaba usando.
—¡Ah, no lo hagas!
—¡Mocosa!
—No soy una mocosa. Soy Aika.
—Sí, lo que tú digas.
Con esfuerzo, levanté la cabeza para mirarlo.
La mano de mi tío era tan pesada que si aflojaba un poco, mi cabeza caería contra la cama.
Sentía que mi cabeza estaba siendo aplastada por esa mano enorme.
—Tío, ¿entonces no vas a salir hoy?
Lo miré con la expresión más triste que pude poner, igual que cuando mamá me decía que solo podía comer dos bocadillos.
Ese truco siempre funcionaba muy bien.
—… No voy a salir.
—¿De verdad?
—Sí.
Tenía que asegurarme una vez más.
Le tendí el papel nuevamente.
—Entonces, tío, pon tu dedo aquí.
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( Yo extraño a mamá. )
( …… )
( La extraño todo el tiempo, pero ya no puedo verla. El abuelo dijo que no puede venir. Así que siempre te extraño a ti. ¿No puedo quedarme aquí? Prometo que te molestaré solo un poquito. )
( Deberías prometer que no me molestarás en absoluto. )
( Si prometo eso, entonces no me dejarás estar cerca de ti. )
Era una cosita, pero bien astuta.
Kassel no podía creer lo que veía.
Estaba mirando un papel mal escrito y arrugado.
Ese papel que le había sido entregado como si fuera un contrato.
Y lo peor era que quien se lo había dado era su sobrina, que apenas tenía siete años.
Decía que tenía siete, pero su cuerpo tan pequeño hacía que pareciera de cinco o seis años.
Incluso había estampado su huella en el papel, pidiéndole que hiciera lo mismo.
Era ridículo.
( Tío, pon tu dedo aquí. )
( …… )
( Rápido, ponlo aquí. )
Poner su dedo significaba estampar una huella.
¿Qué clase de niña, que aún no había terminado de crecer, ya presentaba contratos?
La niña, que había dejado crecer bastante su cabello y llevaba una bonita diadema de flores, tenía mejillas regordetas y pestañas tan densas que parecían no terminar nunca.
Su boca no dejaba de parlotear.
No estaba seguro si era un pájaro o una persona.
¿Cómo la había criado su hermana?
Desde que era pequeña, siempre había jugado con monedas de oro, y ahora se había vuelto una niña muy lista.
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