⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Finalmente llegó la noche. Mi tío había regresado, y pronto sería la hora en que la gente comenzaría a dar sus informes. Yo vagaba alrededor del despacho de mi tío, merodeando. El ambiente estaba más agitado de lo habitual, ya que mi tío estaba regañando fuertemente a Leto.
Como yo era la causa de este problema, sentía un pinchazo de culpa en el pecho.
—Estoy seguro de que lo dejé aquí. Jane, ¿no lo habrás movido mientras limpiabas? Era un documento relacionado con el presupuesto.
—Solo limpio el escritorio después de que usted ha terminado todo su trabajo, así que no lo toco hasta la noche.
—¿Pero dónde se ha metido? ¡Lo dejé aquí, sin duda!
—No estás haciendo bien tu trabajo.
—Señor, de verdad…
—Te dije claramente que tenía que estar terminado hoy porque tengo que ir al territorio. ¿No tienes suficiente con los problemas recientes? ¿Tú también tienes que causar uno?
—¡No, señor! ¡De ninguna manera!
Me retiré lentamente. Aunque pensé que había ayudado a Leto al quitarle el problema, no podía seguir mirando cómo lo regañaban. Me sentía muy mal por él.
Leto, lo siento.
Me alejé por un rato y volví a mi habitación, donde recogí el montón de periódicos que había preparado antes. Por suerte, en el comedor había una gran pila de periódicos, así que pude recoger varios días. Recorté solo las noticias malas, como incidentes de robos.
Mi mamá solía organizarlos de manera hermosa en algo parecido a un gran libro. Yo no llegué a tanto; simplemente recorté lo necesario y lo enrollé, atándolo con una cuerda.
Volví al despacho de mi tío, atravesando la escena en la que seguía regañando a Leto. Tenía que intervenir antes de que lo regañara aún más.
—Tío, ¡mira esto!
Me interpuse entre Leto y mi tío, sonriendo brillantemente.
—Pequeña, estoy trabajando. Sal de aquí.
Aún regañando…
—Tío, ¡solo mira esto! ¡Lo hice yo!
—Niña…
Mi tío me miró con ojos fulminantes, como si quisiera devorarme. Me estremecí, pero si me detenía ahora, ¡no sería Aika!
—¿Eh? ¡Tío, tío, míralo! Lo he recopilado.
Mi tío, con las manos en la cintura, suspiró profundamente. El enojo hacia Leto comenzó a desvanecerse en ese momento.
—Está bien, vete y hazlo de nuevo. Preséntamelo a primera hora de la mañana.
—…Entendido, lo redactaré de nuevo y lo traeré.
Con una expresión abatida, Leto salió inclinando la cabeza. Tenía trabajo hasta la madrugada. Leto, lo siento.
En silencio, le entregué el rollo de periódicos a mi tío.
—¡Aquí!
—¿Soy el basurero o qué?
—Eso no es basura.
Fruncí los labios, y solo entonces mi tío tomó el rollo de periódicos y lo apoyó en el escritorio. Tan pronto como desató la cuerda, señalé con el dedo.
—Tío, últimamente parece haber muchas cosas peligrosas. Me asusta.
Mi tío hojeó el montón de recortes de periódico sin mucho interés.
—¿Así que por eso estabas pidiendo los periódicos todas las mañanas?
—¡Oh! ¿Cómo lo sabes? ¡Zenda me los traía!
—No hay nada que yo no sepa.
—Solo los leí. Tío, ¡mira esto!
—Por eso, no pienses en salir de casa. No vayas por ahí diciendo que quieres ir al palacio, ¿de acuerdo?
—¿Para siempre?
—Sí.
—¡Eso es absurdo! Podemos deshacernos de la gente mala.
—Es más fácil decirlo que hacerlo.
Mi tío, sin mucho interés, tiró el montón de periódicos descuidadamente sobre el escritorio.
—¿Lo has visto bien?
—Sí, lo vi todo.
—No parece que lo hayas visto bien. ¡Decía que estaban entrando en casas vacías, robando cosas y lastimando a la gente! ¿No pueden atrapar a los malos los policías?
Agarré su ropa y la sacudí, lo que finalmente hizo que mi tío volviera a mirarme.
—De acuerdo, de acuerdo, pero tú no te preocupes por esas cosas. Anda, ve a comer algo o a dibujar. ¿O quieres quedarte enana y envejecer antes de tiempo?
—¿Envejecer? ¿Por qué?
—Si te preocupas por esas cosas desde pequeña, te quedas calva y envejeces rápido. ¿No te lo dijo tu mamá?
—¡Pero ella me enseñó todo esto!
—Tch, de todos modos… Ah, y otra cosa.
Mi tío puso su gran mano sobre mi cabeza. Fruncí los labios. Claramente no estaba interesado.
—Pequeña, mañana ve a casa de tu abuelo. Mandaré a tu maestro para que estudies allá.
—¿A casa del abuelo? ¿Por qué?
—Tengo que ocuparme de unos asuntos en mi territorio, así que quédate allí una semana, y te mimarán.
—¿El territorio? ¿Vas a Castier?
Castier es la región donde están el Ducado de Valiart y el Marquesado de Léguiore. Siempre estaba con mi mamá, así que nunca había ido, pero había escuchado que mi abuelo y mi tío pasaban una parte del año allí antes de regresar a la capital.
Además, en el Marquesado Léguiore había un vuelo directo a la enorme isla de Fonta en Worpod, ¡y decían que era increíble!
—Sí, no insistas, no te llevaré.
Estaba a punto de suplicarle a mi tío que me llevara con él, agarrando su manga, pero inflé las mejillas de frustración. Mi tío se rió y me pinchó suavemente en la mejilla.
—¿Eres un pez globo?
—No seas así, tío, llévame contigo.
—¿Sabes lo lejos que está? Esta vez no puedo llevarte. Volveré pronto, así que quédate en la casa del abuelo y come tus fresas favoritas.
Lo rogué varias veces más, pero esta vez mi tío fue inquebrantable. Incluso me dijo que si me portaba bien ahora, me llevaría en invierno.
Una semana… Bueno, al menos me darían un artefacto mágico para comunicarme, así que decidí esperar pacientemente esta vez.
…Aunque se me hacía demasiado tiempo.
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Esa madrugada, Leto tuvo que trabajar hasta que se le secaron los ojos, reescribiendo los documentos que habían desaparecido como si los hubiera tragado un fantasma. Por supuesto, no pudo ir a casa. Después de ser severamente regañado por su señor, había buscado por toda su habitación, pero los papeles habían desaparecido por completo.
Leto, al darse cuenta de que sería mejor reescribirlo en vez de seguir buscando por horas, decidió no regresar a casa y hacer el trabajo dos veces. La única suerte era que, al haberlo hecho antes, pudo completar en unas pocas horas lo que le había tomado semanas recorriendo cada rincón de la mansión.
Sin embargo, ya eran más de las tres de la mañana. Leto se estiró. Si tomaba una taza de té y terminaba el trabajo, probablemente podría cerrar los ojos antes de las cuatro.
—Me echaré una siesta rápida, lo presentaré en la mañana y luego podré irme a casa.
Se levantó para ir a buscar su té y abrió la puerta. Tan pronto como puso un pie en el pasillo, algo chocó con la punta de su pie y se desparramó por el suelo.
Leto inclinó la cabeza, extrañado.
—…¿Caramelos?
¿Qué hacían aquí?
Esos parecían ser bocadillos que la señorita Aika solía comer. ¿Por qué estaban aquí?
Leto se agachó y recogió uno de los objetos brillantes del suelo. Tal como había supuesto, era un caramelo. Lo que había golpeado con el pie era un frasco de vidrio, ligeramente más grande que un puño adulto. El frasco se había volcado, y los caramelos y chocolates que contenía se habían derramado por todas partes.
Leto, desconcertado, frunció el ceño.
—¿Por qué está esto aquí?
Aunque a veces las criadas le ofrecían bocadillos, estos solían venir acompañados de confesiones, que él siempre rechazaba cortésmente. Por eso prefería prepararse sus propios bocadillos o té, y así estaba más cómodo. Los demás sirvientes sabían que no le gustaba recibir cosas, por lo que rara vez le daban algo como esto.
No era Navidad, así que ¿de dónde venía este regalo tan inesperado?
—Ah…
Un recuerdo se coló en la mente de Leto.
Era de lo que había ocurrido más temprano ese día.
( Leto, ¿vas a ir a casa hoy? )
( Sí, probablemente. Aunque también tengo una habitación aquí, he estado muy ocupado últimamente y no he pasado mucho tiempo en casa. Planeaba aprovechar el fin de semana para quedarme allí. )
( Ah, no puede ser… No, no vayas, Leto. )
Encontrarse con la señorita Aika en los pasillos no era algo raro. De hecho, la veía al menos dos veces al día, a veces hasta cinco veces. La mayoría de los niños nobles de su edad solían formar grupos de amigos y socializar, pero la señorita era un poco diferente.
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