⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
( ¿Por si acaso me extrañaría? Cuando regrese, le traeré unas deliciosas galletas que seguro le gustarán. )
( No, no hace falta. ¿Y si simplemente no vas? Hoy la casa de Leto es peligrosa. ¿Podrías ir mañana con Gerard? )
( Ah, ¿estás preocupada de que me pase algo cuando vuelva esta noche? No te preocupes, señorita. Me aseguraré de ir con cuidado y estar atento. )
( No… Leto, entonces, llévate muchos caballeros para escoltarte. De verdad, hoy no es un buen día. )
A pesar de ser una pequeña, la señorita solía actuar con bastante madurez, y siempre tenía razones para sus acciones. Por eso, el comportamiento de hoy era aún más extraño.
( Últimamente hay muchos ladrones que siguen a la gente hasta sus casas y roban cosas. Y también han herido a algunas personas. ¡Es muy, muy peligroso! )
Normalmente, si explicaba sus razones, la señorita entendía y rápidamente aceptaba.
( ¡Leto! )
Pero hoy incluso estaba lloriqueando mientras lo detenía. Sin duda, algo extraño pasaba con ella.
( Estoy preocupada, Leto. Quiero que te quedes aquí hoy. ¿No puedes decirle a mi tío que te tomas el día libre a partir de mañana? ¡Yo le diré! ¡Incluso te daré mis chocolates favoritos! )
Crac.
Juntó todos los caramelos y chocolates que había tirado en el frasco de vidrio. Quizá los había guardado para mí, sabiendo que trabajaba hasta tarde. Hace un momento me sentía agotado, como si estuviera a punto de colapsar, pero ahora la fatiga se disipaba. Qué amable es.
Leto sonrió mientras sostenía el frasco de vidrio, lo llevó a su habitación y lo dejó cuidadosamente sobre el escritorio. Luego fue a la cocina a preparar más té, tarareando suavemente como si nunca hubiera estado cansado.
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A la mañana siguiente, Leto dejó unos documentos sobre el escritorio de la oficina de Kassel desde temprano. Esta vez, no desaparecerían como polvo, como el día anterior. Aunque volvería más tarde, salió de la habitación verificando los papeles una y otra vez, asegurándose de que estuvieran en orden. No era una tarea difícil, pero no quería volver a hacer otra noche en vela.
Una hora después, Leto logró entregar el informe sin problemas. A diferencia de los documentos desaparecidos de ayer, hoy todo estaba en orden y fue aprobado sin problemas.
—Buen trabajo.
—No es nada. ¿Bajará hoy?
—Enviaré a la niña y bajaré mañana. Si no, me volverá a retener con mil excusas.
—La señorita le tiene mucho cariño, señor.
—Deja de decir tonterías y vete a casa.
—Entonces, hasta mañana.
—Descansa como siempre.
Leto sonrió ampliamente al oír esas palabras, ya que había estado algo triste porque su día libre había sido cancelado. Aunque su jefe podía ser exigente y darlo vuelta todo cuando algo salía mal, generalmente se preocupaba por él. Ayer, su error no fue tan grave, por lo que las cosas terminaron bien.
—Nos vemos cuando regrese, señor. ¡Descanse!
Leto salió rápidamente de la oficina antes de que Kassel cambiara de opinión. Luego, se cambió de ropa y salió de la mansión después de recibir las despedidas de los sirvientes. Subió al carruaje que lo llevaría a casa y, finalmente, cerró los ojos.
Metió la mano en su bolsillo interior y, tras el crujido de un envoltorio, sacó algunos caramelos que había guardado del frasco de vidrio.
Desempaquetó uno y lo metió en la boca, doblando el envoltorio con cuidado cuatro veces antes de guardarlo nuevamente en el bolsillo interior. Debajo del envoltorio también llevaba un puñal, por si acaso. Aunque era una simple orden de la pequeña señorita, su preocupación era evidente, y Leto decidió llevar el arma.
Debo contarle a la señorita que llevé esto por precaución.
Aunque los crímenes en las noticias no eran nuevos, la señorita ya había empezado a revisar los periódicos por su cuenta. Leto también tenía que esforzarse por no causarle más preocupaciones mientras crecía.
El carruaje se detuvo frente a una pequeña casa en las afueras de la ciudad. Era una casa de dos pisos, pequeña si se la comparaba con las mansiones, pero grande para alguien como él. Aunque la casa estaba bien cuidada, era bastante antigua. A pesar de ser un hombre de origen plebeyo, Leto ahora tenía el título de Barón y un sueldo considerable como mayordomo jefe. Sin embargo, insistía en quedarse en esa vieja casa por una razón muy importante: era el último regalo que su madre le había dejado.
Solo después de que falleció logré cumplir la meta de ser un hijo exitoso del que nadie se avergonzara, pero aun así, no había otra casa como esta. En lugar de recibir una casa mejor, prefería volver a esta, incluso si estaba ocupado, para cuidar de ella durante mis días libres.
—Buen trabajo. Nos vemos pasado mañana.
—¿Qué es esto?
Leto, al bajar del carruaje, le dio al cochero el resto de los caramelos.
—Es medicina que te alegra el día.
Después de despedir al cochero, Leto sacó la llave de la casa y la acercó a la cerradura. Al introducirla y girarla, la puerta estaba cerrada.
—¿Eh?
Giró la llave una vez más, y finalmente la puerta se abrió. Eso significaba que hasta hace poco la puerta había estado abierta.
Leto retrocedió rápidamente y miró a su alrededor. Era muy meticuloso con la seguridad de su hogar y siempre cerraba la puerta, verificándola varias veces antes de irse. No había manera de que hubiera dejado la puerta abierta por descuido al irse a la mansión el día anterior. ¿O sería como lo del asunto de los documentos? ¿Qué estaba ocurriendo?
El área alrededor de la casa era abierta, sin ningún lugar donde alguien pudiera esconderse.
—¿Realmente estoy tan cansado últimamente?
Se sentía confuso por los errores recientes, pero estaba seguro de haber cerrado la puerta antes de salir. Entonces…
( Últimamente hay muchos ladrones que siguen a la gente hasta sus casas, roban cosas y han herido a personas. ¡Es muy, muy peligroso! )
¿Estaría dentro de la casa? No había garantía de que los crímenes que salían en los periódicos no le sucedieran a él. No tenía objetos de valor en casa, así que no había mucho que robar. Aun así, si se trataba de un ladrón, mientras solo se llevara cosas y no estuviera en peligro físico, estaría bien. Pero si no era solo un ladrón…
Los ojos de Leto se volvieron afilados. Colocó su mano sobre el puñal que llevaba oculto en su ropa y abrió lentamente la puerta. Al entrar, exhaló un suspiro de alivio. La casa estaba vacía, como siempre. Aunque era de dos pisos, la estructura abierta permitía una rápida revisión del interior. No había señales de que alguien hubiera entrado o causado destrozos.
—No fue nada, solo una falsa alarma.
De todas formas, era mejor ser precavido. Leto entró, cerró la puerta tras de sí y aseguró la cerradura. Luego encendió las luces, se quitó la chaqueta y la colgó en una silla, tomándose un momento para relajarse. Pero esa sensación de alivio no duró mucho.
Mientras desabrochaba los puños de sus mangas, algo en el suelo junto a la silla llamó su atención. Era un pequeño trozo de metal amarillo, roto, como si perteneciera a algo.
—… Un momento.
Leto caminó rápidamente hacia el escritorio que usaba para trabajar en casa. Siempre era muy cuidadoso y tenía cerraduras en todos los cajones. Sin embargo, antes de que pudiera usar la llave, uno de los cajones se abrió fácilmente.
Toc, toc, toc.
Abrió rápidamente todos los cajones, y las cerraduras estaban rotas en todos. A diferencia del resto de la casa, el interior de los cajones estaba desordenado, como si alguien hubiera estado buscando algo.
—…
Leto se dirigió directamente a la mansión del Marqués de Léguiore. Tan pronto como llegó, dejó a alguien vigilando la casa y fue a ver a Kassel. Kassel, quien estaba a punto de salir, se recostaba con los brazos cruzados en su escritorio mientras escuchaba el informe de Leto.
—Ya veo… ¿Falta algo?
—No guardo nada importante en casa, así que parece que no encontraron lo que buscaban. Ya he dado órdenes para rastrearlos.
—Pronto descubriremos quién fue.
No era raro que las familias enemigas apuntaran a la casa de los Valiart o los Léguiore. Aunque normalmente intentaban atacar a los jefes de familia, no había ninguna regla que dijera que no podían apuntar a sus sirvientes leales. Podrían ser los mismos que atacaron a Seria. Los enemigos estaban por todas partes.
Con un tesoro tan valioso que proteger, uno que incluso tras la muerte valía la pena defender, Kassel se sentía cada vez más alerta.
—Si hubieran entrado ayer, nuestro Leto habría acabado destrozado.
A pesar de la gravedad de la situación, Kassel bromeó con una sonrisa traviesa. Leto no pudo evitar sentirse avergonzado por el comentario.
—¿Cómo puede hacer bromas tan macabras, su excelencia?
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