⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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Gerard estaba de muy buen humor.
Había cumplido a la perfección, de manera impecable, con la misión que su señor le había encomendado.
Aunque había pasado varias noches en vela, el pensamiento de la recompensa y las vacaciones que lo esperaban hacía que su corazón palpitara con fuerza.
Los ojos de Gerard brillaron al ver a Zenda caminando hacia él.
Zenda lo reconoció y sonrió.
—¿Estás llegando ahora?
—¡Hermanaaa!
Dejando atrás su actitud anterior, Gerard se acercó a Zenda como si estuviera mimándose, apoyando su cara en su hombro, fingiendo estar exhausto.
—¿A quién estás tratando de engatusar?
A pesar de eso, Zenda le dio unas palmaditas en el hombro.
Aún recordaba a Gerard cuando era un niño pequeño, aunque ahora era mucho más alto que ella.
—Ya me deshice de toda la basura. ¿No vas a felicitarme?
—Lo hiciste bien. Siempre lo haces bien, incluso sin que te lo diga.
—¿Y la señorita?
—Está en su habitación, preparándose para dormir.
—Ah, claro, es de noche. Solo con tocar la mejilla de la señorita se me pasaría todo el cansancio.
—No te hagas ilusiones.
—De todas formas, temo que el señor me mate si me atrevo a hacerlo. ¿Por qué tú también te pones así? A la señorita le caigo muy bien. Por cierto, hoy pareces de buen humor, ¿no?
Zenda sonrió suavemente.
—Hoy a la señorita se le cayó su primer diente. El diente de adelante.
Gerard abrió los ojos con sorpresa.
—¿En serio?
—Sí, estuvo tambaleándose por un tiempo y al final se le cayó hoy. Fue tan adorable cuando nos lo mostró.
Zenda aún sonreía con ternura, apretando sus manos sobre su pecho, recordando la dulzura del momento. Esa sonrisa era tan contagiosa que también alegró a Gerard.
—¿Le dijiste al señor?
—No, y tú tampoco lo hagas todavía.
—¿Por qué no?
—La señorita lo pidió expresamente. Está un poco triste por el diente, así que no lo menciones aún.
Gerard se reía al pensar en la pequeña Aika con un diente menos, pero luego miró en ambas direcciones del pasillo. No se dirigían a la habitación de Zenda.
—¿A dónde vas?
—Quiero hacerle una tarjeta de Hada de los Dientes después de que se duerma. Está un poco deprimida, así que quiero crear un buen recuerdo para ella.
—Oh, eso suena divertido. ¡Yo también quiero ayudar! ¡Es la oportunidad perfecta para ver su diente de cerca!
Zenda suspiró como si no pudiera detener a Gerard.
—Haz lo que quieras.
Y con eso, Gerard la siguió alegremente. Su comportamiento juguetón no mostraba en absoluto el hecho de que esa misma madrugada había cumplido con una misión violenta dirigida a Jemiel de Rondo.
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—La Hada de los Dientes realmente vino.
Apenas me desperté, miré hacia la mesita de noche.
Zenda me había dicho que si dejaba mi diente de adelante, la Hada de los Dientes vendría en secreto a dejarme un regalo y una tarjeta.
Y de verdad, mi diente ya no estaba, y en su lugar había una tarjeta y un regalo.
Me preocupaba que se me hubiera caído un diente de arriba primero, pero Zenda me dijo que no me preocupara por eso.
Había dos tarjetas.
⌜Hola, soy la Hada de los Dientes.
Voy a cambiar tu diente de adelante por un regalo.
¡Felicitaciones por crecer, Aika!⌟
⌜Nos quedamos con tu diente de adelante.
‘El Hada de los Dientes’ ⌟
—¡Wow!
El regalo era un pañuelo con un bonito bordado de flores.
Poco después, Zenda entró con una bandeja que llevaba una taza de agua y una toalla.
—¡Zenda!
Agité las dos tarjetas y el pañuelo en mis manos.
—Señorita, ¿durmió bien? Se despertó temprano.
—¡Mira, Zenda! ¡Hay dos tarjetas!
—¡Oh! Parece que vinieron dos hadas.
—También me dejaron este pañuelo. Como dijiste, ayer les pedí un bonito diente de adelante.
Zenda se sentó en mi cama y dejó la bandeja.
—Lo hiciste bien. Te crecerá en poco tiempo.
—No le dijiste nada a mi Tío, ¿verdad?
—No, señorita. Como me pidió, guardé el secreto.
—Si mi Tío se entera, seguro me molestará mucho.
Solo pensarlo me daba escalofríos.
Incluso mientras Zenda me limpiaba la cara con la toalla tibia, le pedí que siguiera manteniendo el secreto.
Cuando Zenda salió por un momento, miré mi cuerpo.
—No tengo frío ni calor.
Afortunadamente, después de despertar a Equus, no sentí ningún malestar, a diferencia de cuando desperté a Serpens.
Fue un alivio.
Hoy no tenía clases, así que podría practicar con Ser más tarde.
Claro, incluso los días con clases, practicaba con Ser en cada momento libre.
Gracias a eso, ahora podía leer la energía tenuemente sin la ayuda de Ser.
También aprendí que no podía percibir la energía de un peligro a menos que la persona en cuestión realmente saliera herida.
Y, aunque quisiera prevenir todos los peligros, tuve que empezar a aceptar que no todos me creerían cuando les advertía.
—No es posible proteger a todos. Ni siquiera para los dioses es algo fácil.
Por otro lado, descubrí que a veces, con solo decir unas palabras, se podía evitar un peligro. Por ejemplo, si una sirvienta estaba a punto de sufrir un accidente con aceite hirviendo.
—Sophie, abuela, ¡mañana me gustaría comer bistec para el almuerzo! ¡Y papas!
—Oh, señorita, ¿quiere bistec? Íbamos a preparar algo frito, pero entonces cambiaremos el menú.
—¡Gracias!
Así, Ser no solo me ayudaba a desarrollar mi habilidad para ver el futuro, sino que también me enseñaba a no sentirme abrumada por esta capacidad.
Me advertía casi todos los días que si me preocupaba demasiado por los demás, podría perder la capacidad de ver mi propio futuro, y que debía tener mucho cuidado con eso.
—Señorita, ¿bajamos a desayunar?
Zenda volvió a entrar.
—¡Sí!
Salté rápidamente de la cama.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
Hoy no fui yo quien despertó a mi tío, pero igual me lo encontré en el comedor.
—Tío… ¡Hol-!
Inconscientemente levanté las manos para saludarlo, pero cerré la boca de golpe.
El espacio vacío donde antes estaba mi diente delantero se sentía tan raro que no podía evitar tocarlo con la lengua.
Zenda me había dicho que no lo hiciera, pero no pude evitarlo.
Lo curioso era que en el hueco ya podía sentir algo duro asomando, aunque muy poco.
Le comenté a Zenda sobre esto ayer y lo confirmamos en el espejo; ya estaba empezando a crecer un nuevo diente delantero.
Por eso, recé con todas mis fuerzas para que el nuevo diente creciera rápido antes de que se me cayera el otro.
Mi tío se dejó caer en la silla frente a mí.
En lugar de saludarlo verbalmente, le hice un gesto con la mano.
—¿Por qué tan callada hoy?
—Hmm…
—¿Hiciste alguna travesura?
—Hmm…
Negué con la cabeza sin abrir la boca, esperando pacientemente la comida.
—Ya está, aquí tiene su omelet, señorita. Le puse la crema que tanto le gusta.
—¡Gras–ias!
Mi pronunciación salió rara porque estaba tratando de proteger el hueco de mi diente con el labio superior.
Incliné la cabeza para agradecerle a la abuela Sophie y cogí el tenedor y la cuchara.
Corté emocionada el omelet al ver el vapor saliendo, pero me sorprendió cuando un montón de verduras picadas de colores cayeron de su interior.
—…
Las verduras estaban tan bien mezcladas con el huevo esponjoso que era imposible separarlas.
Aunque me sorprendió, decidí no hablar mucho hoy, así que con determinación, me llevé una cucharada a la boca.
Al masticar, noté que el sabor de las verduras no era tan fuerte gracias a los huevos.
Mi tío seguía bebiendo solo agua, como siempre, mientras yo terminaba con entusiasmo todo el plato de omelet.
Después de comer, me di unos golpecitos en la barriga, pero al levantar la vista, me encontré con los ojos de mi tío.
Tragué saliva y cerré la boca.
Tuve la sensación de que había estado mirándome todo el tiempo.
—Cacahuete.
—¿Hmm?
—¿Terminaste de comer?
—Hmm.
Mi tío finalmente se levantó.
Sin darme cuenta, me encogí ligeramente en la silla.
¿Por qué se acercaba tan de repente?
Cuando llegó hasta mí, se agachó y se arrodilló justo frente a mí.
—Déjame ver tu boca.
—¿Por qué…?
Respondí mirando hacia abajo y tratando de cubrir el hueco de mi diente con el labio superior.
—Ábrela.
Me insistió persistentemente.
Con una expresión de desagrado, abrí lentamente la boca.
Los ojos de mi tío se agrandaron momentáneamente al ver el hueco, y luego sus fosas nasales se estremecieron mientras su boca se torcía en una sonrisa.
—Perdiste uno de tus dientes delanteros.
Dijo, luchando por no reír.
Mi cara se puso roja al instante.
¡Uf! ¡Había intentado que no se diera cuenta!
—Se cayó…
—¿Qué?
—Se me cayó…
Mi tío lo había descubierto en un solo día.
Todo el esfuerzo que hice para ocultarlo fue en vano.
Sin entender cómo me sentía, mi tío seguía mirándome con curiosidad, insistiendo en que volviera a abrir la boca.
—Ábrela.
Mi tío soltó otra pequeña risa.
—¿Qué vamos a hacer con nuestra Cacahuete sin su diente de leche? Es un problema grande.
—¡Pfft! ¡Va a crecer pronto! ¡El Hada de los Dientes se lo llevó!
Lo fulminé con la mirada, y mi tío me despeinó con una sonrisa.
—Esas cosas pequeñas y preciosas.
—¡Humph!
Mi tío se rió un buen rato, luego me dio unas palmaditas en la mejilla y se levantó.
—Hoy habrá gente de afuera en la casa, para que lo sepas.
—¿Gente de afuera? ¿Es Ton?
—Sí.
¿Quiénes serán los invitados?
Hasta ahora, no hemos tenido visitas en casa, excepto por los maestros de mi tío.
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